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Investigación
Amor adolescente: el mundo de los afectos entre alumnos secundarios
Las emociones, los sentimientos y la sexualidad entre los estudiantes adolescentes es el tema que Guadalupe Molina investiga desde 2004. En su trabajo, advierte sobre la soledad de la escuela para abordar las “nuevas escenas” que irrumpen entre los jóvenes. El embarazo, la maternidad adolescente, los alumnos gays, la amistad y las relaciones juveniles de pareja son algunos de los ejes que orientan su indagación. “Algunos episodios enfrentan a las escuelas con sus propias expectativas y posibilidades, y dan pistas de un orden escolar que se ha modificado”, afirma.
Guadalupe actualmente es becaria del Conicet y está terminando su tesis de Maestría en Investigación Educativa del Centro de Estudios Avanzados (UNC). Desde hace varios años forma parte del equipo que lleva adelante el proyecto “Las relaciones sociales en la escuela media”, dirigido por Mónica Maldonado en el Centro de Investigaciones de la Facultad. Desde ese espacio, comenzó a profundizar en una nueva línea de trabajo que, en sus propios términos, tiene como finalidad “complejizar la mirada, aportar nuevos conocimientos y develar sentidos y prácticas que permanecen opacados en debates pedagógicos y políticos sobre estudiantes adolescentes y la escuela media”.
Con un enfoque socioantropológico, su trabajo indaga en situaciones vinculadas con los afectos que aparecen de manera regular –y no por ello sin generar tensiones o conflictos- en la escuela media. De acuerdo con la investigadora, “una serie de indicios están señalando que en las últimas décadas han variado sustantivamente, no sólo el modo en que se construyen y regulan las emociones y afectos entre los jóvenes, sino que tales variaciones han ingresado a los contextos escolares configurando las representaciones y las prácticas escolares”.
Emociones y sentimientos
El proyecto se desarrolló en una escuela pública de nivel medio de Córdoba capital. Si bien la institución está ubicada en un sector residencial, a la misma concurren alumnos de distintos barrios, algunos de sectores de clase media y también de sectores más pobres. Guadalupe cuenta que la elección recayó en esta escuela, justamente, por su “composición social heterogénea”. Con la intención de continuar trabajando con el grupo que dio inicio a la investigación, cuando algunos alumnos repitieron el año y se trasladaron a otras escuelas, Guadalupe extendió su experiencia a esas otras instituciones.
Consciente de que las emociones, la afectividad y la sexualidad entre estudiantes de nivel medio es una temática escasamente trabajada en el terreno de la investigación social, ella delimita claramente el enfoque de su propuesta. Por un lado, y recuperando los aportes de Le Breton, plantea “el carácter socialmente construido de los efectos” y afirma que “la afectividad no se plantea como un refugio de la individualidad, sino que es la expresión de un medio humano y un universo social de valores”.
Desde esta perspectiva, la investigación se aleja de ciertas presunciones, hoy muy difundidas en el campo escolar, “inducidas por la penetración de psicologismos en el sentido común, que conducen en última instancia a explicar por el individuo y sus supuestas patologías (problemas de personalidad, de carácter), expresiones que son el resultado de un complejo y multifacético proceso social”. Según el análisis de Guadalupe –que se esfuerza por superar una concepción individual de la temática- es preciso internarse en el tejido de las relaciones socioculturales para poder recuperar la manera y el modo específico que adoptan las emociones y sentimientos en las relaciones entre estudiantes adolescentes.
El mundo de los afectos
El enfoque etnográfico es una elección crucial en el trabajo de Molina, ya que le permite, por un lado, documentar aquellos aspectos de la vida social que por lo general permanecen ocultos, y por otro recuperar un universo de sentidos a partir de distintas expresiones que se registran como material de campo. Los relatos de los alumnos, las miradas, los gestos, las acciones, el contacto físico, los espacios vacíos, las cartas, los mensajes escritos en bancos y paredes, la revista escolar, todo cobra importancia para descubrir el mundo de los afectos. “Esto se puede captar estando en la escuela, mirando y analizando luego los registros de observación. El enfoque etnográfico te permite entrar a otro mundo que no se agota en la palabra brindada en situación de entrevista”, enfatiza
En este marco, las cartas y los mensajes que los jóvenes intercambian cobran una particular relevancia. “Los chicos escriben y guardan cosas en sus carpetas: fotos, cartas, regalos y ahí también hay un denso mundo referido a quién da regalos, quién escribe cartas, quién no recibe, qué dicen esas cartas… mucho de lo escrito tiene que ver con los afectos y las posibilidades de establecer vínculos”, señala.
La interpretación de Guadalupe, por otro lado, revela las dificultades que aparecen entre los chicos para poder establecer vínculos afectivos y mantenerlos en el tiempo. “Esto tiene que ver con las dificultades para permanecer en la escuela o en un mismo curso”, explica. Registramos como una situación crítica la permanente movilidad de los alumnos que con frecuencia se cambian de curso, de turno y hasta de escuela. Las causas son múltiples: porque repiten el año, porque tienen muchas amonestaciones o porque surgen enfrentamientos entre los compañeros. “La pregunta clave, en este caso –dice la autora- es ¿qué tipos de lazos sociales y afectivos se establecen en esos circuitos tan fragmentados?”.
El amor es más fuerte
Para analizar los vínculos entre adolescentes, Guadalupe inicia el trabajo con la pregunta “¿cómo son las relaciones entre ellos y qué significados adoptan sentimientos como el amor y la amistad?”. En este sentido, al abordar las relaciones de pareja entre los adolescentes la idea es evitar caer en el supuesto de que los chicos sólo tienen relaciones libres o pasajeras.
“Encuentro ambas cosas. Hay relaciones más pasajeras, momentáneas, simultáneas, que ellos denominan como ‘embrollar’ o ‘chapar’. Y, por otro lado, hay relaciones que tienen que ver con ‘enamorarse’ o ‘ponerse de novios’, donde se logra un mayor acuerdo respecto a los gustos y las opciones”, ejemplifica.
Según las definiciones de la investigadora, “el embrollo pareciera responder a las condiciones de una red, permite conexiones y desconexiones, recambios, velocidad y simultaneidad”. En tanto que el noviazgo implica “un proceso de sucesivos acercamientos en el tiempo que generan progresivamente la construcción de lazos amorosos”. Tal como lo plantea Zygmunt Bauman, el noviazgo involucra un “compromiso de carácter mutuo y excluyente”, deja afuera a otros protagonistas y también limita otras relaciones afectivas, como por ejemplo la amistad.
Las posiciones sociales de los adolescentes, así como los prejuicios, ocupan un lugar relevante en este análisis de las relaciones amorosas. “Según el barrio, el entorno familiar, los grupos de amigos dentro y fuera de la escuela, los alumnos y alumnas son partícipes de mutuas clasificaciones que van construyendo estereotipos de posibles candidatos para embrollos y noviazgos”, aclara.
Además de las categorías de “embrollo” y “noviazgo”, en los relatos de los adolescentes aparecen otros términos que designan ciertos matices en las relaciones afectivas, como “cuernear”, “sentirse gobernado”, “ser la señora de”, etc. Al respecto, Guadalupe señala: “Cuando uno comienza a indagar sobre el tema, encuentra estas definiciones según los contextos sociales, las relaciones familiares, los modelos de crianza, los referentes”. Y reflexiona: “A nivel de la trama familiar, en los últimos años se han producido reacomodamientos en los patrones de organización doméstica, cambios en el orden de la autoridad, las rutinas y los parámetros de crianza; lo que ha ubicado a los jóvenes en los avatares que enfrentan sus padres y que son también de ellos mismos, en tanto ponen en tensión su proceso de constitución identitaria”.
Sin embargo, Guadalupe rechaza ciertas afirmaciones como “los chicos no se enamoran” o “todo es superficial para ellos”. “Hay una mirada hacia los jóvenes que lleva a encasillarlos en determinadas formas. Pero cuando uno habla con ellos, encuentra que hay distintas opciones”, sintetiza.
Otra cuestión importante que se desprende del trabajo sobre las relaciones juveniles de pareja tiene que ver con la posibilidad de los adolescentes de “ser reconocidos” a partir de sentirse destinatarios de un amor. Según la investigadora, esta situación “se mezcla con cuestiones sociales de carencias, pero el amor y la amistad son valorados y anhelados por los chicos” y, además, esto se relaciona con la posibilidad de construir “circuitos afectivos de contención y de resguardo”.
Alumnos adolescentes
“Intento tener siempre presente que trabajo con estudiantes adolescentes”, dice Guadalupe. “No sólo los incluyo en la categoría de alumnos sino que son sujetos que también transitan por otros espacios y que tienen variadas experiencias familiares, barriales, del baile, el ciber, el club, de sus grupos de amigos, de sus soledades”, puntualiza. Para la investigadora, la idea de ser un estudiante adolescente “involucra modos de vida que exceden lo escolar pero que de algún modo están presentes en la escuela”.Guadalupe explica que un alumno adolescente “es un sujeto que enlaza distintos contextos” pero, a su vez, deja en claro que “la preocupación de esta investigación ancla en la escuela”. En este sentido, agrega que si bien la escuela los constituye como estudiantes, “los adolescentes están en ella de modo activo, hacen uso de sus espacios y relaciones, disputan reglas y valores, reclaman y dirimen sus propios intereses y finalidades”.
En su trabajo con jóvenes escolarizados, le interesa conocer tanto las experiencias que ellos van construyendo en las relaciones entre pares como con los adultos que encuentran en este espacio: preceptores, docentes, bibliotecarios, directivos y padres, entre otros. En uno de sus textos, la autora describe: “Al transitar por las escuelas tengo la ‘sensación’ de que situaciones conflictivas pueden aparecer en cualquier momento y por cualquier lado, o por lo menos así me lo hacen sentir directores, preceptores y docentes que trabajan todos los días con estudiantes”. Entonces, ¿cómo pensar el rol de la escuela en relación con la construcción de las emociones y los sentimientos de los estudiantes?
Pasa en la escuela
Para la autora, la escuela aparece como “un espacio privilegiado de intercambios juveniles, que tamiza y moldea emociones y sentimientos, dadas por las posibilidades que ofrece la condición de ‘estudiante’. La escuela brinda tiempos y espacios de intercambio propiamente adolescentes”.
Como ya se dijo anteriormente, este tema interpela también al mundo de los adultos. Por ello, uno de los aspectos del trabajo plantea la necesidad de reconocer, en primer lugar, que “todas estas cosas pasan en la escuela”. En este sentido, para Guadalupe “la escuela es un espacio de encuentro, de socialidad entre los chicos, y de construcción de ellos mismos”. Las amistades, los amores, las peleas, las heridas, los celos, la solidaridad y la indiferencia participan, según ella, “tanto en la constitución de los alumnos como en los aprendizajes escolares”.
Es que el tema del amor, los afectos y la sexualidad adquiere una relevancia tal en esa etapa de la vida, que no parece ser un aspecto menor al momento de pensar la cotidianeidad de la escuela. A menudo esas cuestiones se presentan como una nota decorativa o un aspecto menor en relación con otros temas que importan a la educación, sin embargo la autora plantea la necesidad de estudiar cómo los alumnos también se van formando y socializando en esos procesos. En ese sentido, el conocimiento sobre la construcción social de las emociones puede contribuir, también, a comprender “los modos en que se promueven y cultivan las relaciones entre pares como parte del proceso de transmisión cultural”.
Las situaciones que se plantean, por supuesto, no están exentas de tensiones y conflictos en relación con el mundo de los adultos y las normas de la escuela. De acuerdo con Guadalupe, se plantea un dilema difícil de asimilar: “Por un lado, la escuela posibilita estas relaciones –porque reúne a los alumnos a partir de cierta regularidad y un marco normativo- pero al mismo tiempo hay ciertos planteos de los chicos que cuestionan ese orden institucional”.
Nuevas escenas 1: los estudiantes gays
Si bien Molina reconoce que estas situaciones no son “nuevas” porque han existido en otros tiempos, explica que irrumpen de una manera particular en el contexto escolar actual. En la que escuela en la que ella trabaja no hay un ocultamiento de la presencia de alumnos gay, sino todo lo contrario. En consecuencia, la temática hoy adquiere un grado de visibilidad institucional que antes no tenía.
Para ella, la aparición de estudiantes que no ocultan su condición homosexual es, precisamente, uno de los aspectos que cuestiona fuertemente el orden instituido en las escuelas. “Ellos son nombrados por sus compañeros y se mencionan a sí mismos como ‘putos’-dice la investigadora- y no ocultan su condición, tanto en los modos de designación como en la forma de vestirse, de hablar, de gesticular o de actuar”. Sin dudas, estos modos interpelan a sus compañeros y a los docentes y, en ocasiones, la situación hasta puede generar cierta conflictividad porque entra en tensión con los parámetros escolares. “Si ‘puto’ constituye en un primer movimiento un insulto y agravio hacia los estudiantes gays; en un segundo movimiento estos alumnos adoptan ese nombre y le devuelven la palabra a los compañeros a través de la pregunta y consiguiente aclaración: ‘…yo soy puto, ¿y qué? Ese es mi problema’”, cuenta.
La investigadora sostiene que la homosexualidad interpela a la escuela, en tanto “los directivos, docentes y preceptores no encuentran la manera de nombrarla sin incomodidades, sin sentirse movilizados”. Así, se refieren a ellos con “pena” o “preocupación” y no saben cómo llamarlos: “chicos medio nenas”, “nenes con desviaciones sexuales”, “casos para tratar con la psicopedagoga”.
Sin embargo, Guadalupe aclara que a pesar de que la presencia de alumnos gays puede cuestionar ciertas reglas, la escuela finalmente los contiene y elabora –tal vez de manera improvisada y en soledad- sus propias respuestas. “Ante situaciones problemáticas, la dirección institucional, junto con los docentes, preceptores, los mismos estudiantes y sus familias dirimen, no sin tensiones, las alternativas posibles que van forjando los recorridos formativos de estos adolescentes”, explica.
Nuevas escenas 2: las alumnas embarazadas
El embarazo y la maternidad adolescente surgen como otras líneas de indagación en este trabajo. Desde el inicio, Guadalupe registró situaciones relacionadas con jóvenes embarazadas, pérdidas de embarazos y la presencia de madres y padres adolescentes en la institución escolar. Incluso, una de las alumnas asistía a la escuela con su hija. No obstante, señala: “La mayoría de los casos que hemos podido relevar culminan en la suspensión de los estudios (permanente o momentánea), el ocultamiento de la situación o en condiciones que podrían ser más traumáticas como la pérdida del embarazo manifestada en la escuela, que compromete la salud de las alumnas”.
Al igual que con los alumnos gays, la escuela se enfrenta con una compleja situación en la que se impone una zona de dudas e indecisión sobre cómo deben actuar los adultos. Si una alumna puede o no asistir con su bebé a clases, si hay riesgos legales en decidir sobre una menor embarazada, cómo es posible facilitar la asistencia de una alumna que acaba de ser mamá sin salirse demasiado de los reglamentos escolares, cómo readaptar las propuestas de enseñanza o qué acuerdos establecer con las familias de estos jóvenes, son algunos de los dilemas registrados por la investigadora a partir de los relatos de los directivos y docentes de la escuela.
“Lo que tienen en común estas nuevas escenas es la soledad en la que se encuentra la escuela para abordar la problemática. Estas situaciones enfrentan a la escuela consigo misma y en eso se puede ver el abandono del Estado o de otras instancias simbólicas que ordenan la vida institucional”, afirma. “Las directoras, docentes y preceptores a veces no encuentran respuesta o respaldo ministerial ante ciertos conflictos que es apremiante enfrentar, y que de hecho encuentran en el espacio escolar un lugar para expresarse”, continúa.
De este modo, las “nuevas escenas”, muchas veces, generan tensiones y cuestionamientos institucionales que llevan a redefinir las normas y construir respuestas particulares para cada caso. “En parte –dice Guadalupe- estos episodios enfrentan a las escuelas con sus propias expectativas y posibilidades, y dan pistas de un orden escolar que se ha modificado”.
La educación sexual con fuerza de ley
Considerando que recientemente se aprobó el proyecto que establece la obligatoriedad de que las escuelas primarias y secundarias de todo el país, de gestión privada y estatal, impartan un programa integral de educación sexual para sus alumnos, los temas planteados por la investigadora adquieren mayor relevancia. Molina reconoce que la educación sexual no es un tema específico que ella trabaje, sin embargo considera que este tipo de investigaciones puede aportar a profundizar el debate. “Paradójicamente, en tiempos en los que la educación sexual se presenta con fuerza de ley y sitúa a jurisdicciones e instituciones a elaborar propuestas de formación en este sentido, circunstancias como las relevadas llevan a preguntarnos por esta incoherente presencia-ausencia- de un Estado que pareciera (sospechosamente) transitar por carriles paralelos a la cotidianeidad escolar”, resalta.
Por otra parte, sostiene que la perspectiva ligada a la biología como modelo para abordar la sexualidad en la escuela es menos conflictiva que la que indaga en los vínculos, los mandatos sociales o las reglas establecidas. “Abrir a este tipo de debate implica movilizar concepciones subjetivas muy arraigadas”. Precisamente, lo que se deja de lado cuando se enseña desde un modelo “biologicista” son aspectos tan complejos como el rol de la familia, la reproducción, la anticoncepción, el aborto o las relaciones prematrimoniales.
Procesos escolares en fuerte mutación
El recorrido teórico elaborado por Molina pone en jaque o discute con muchas de las afirmaciones y generalizaciones que se escuchan a diario sobre la figura de los jóvenes como violentos, superficiales, apáticos o desinteresados por lo que pasa en la escuela. Su trabajo evidencia que los jóvenes están y quieren estar en la escuela, se apropian de ese espacio y lo usan para sus relaciones o sus intereses. Claro está que, muchas veces, lo hacen en tensión con los parámetros escolares. “En un marco conflictivo, de fuertes restricciones, la escuela sigue siendo un espacio de encuentro entre jóvenes, de despliegue de experiencias de formación, de encuentro de sentidos y prácticas diversas, no siempre oídos y reconocidos, pero que encuentran en la escuela cierto marco de regulación contra el cual moldear sus posicionamientos”. En este sentido, la investigadora tiene una visión crítica respecto de ciertos posicionamientos teóricos que denuncian “la destitución simbólica de la escuela” o sostienen que “ya no funciona como institución”. A estas afirmaciones, Guadalupe les devuelve otra idea: “Si bien algo está fuera de control y la escuela no sabe bien qué hacer con ello, las improvisaciones y las respuestas particulares de cada institución también son una forma de constituir las prácticas escolares que, ante la ausencia del Estado, estarían produciendo mayor atomización y desarticulación del orden escolar y las experiencias formativas de los alumnos en su seno”.
Artículos consultados:
- “Algunas notas socioantropológicas sobre los afectos en la escuela: embrollo y noviazgo entre los estudiantes adolescentes” (descargar artículo completo).
- “Escuela y estudiantes adolescentes homosexuales. Aportes para el debate desde un trabajo antropológico”. Agosto de 2007
- “Notas para repensar la escuela en la trama. Lo que muestran algunos indicios sobre alumnas embarazadas y maternidad en la escuela”. Julio de 2007.
- Escuela media y relaciones sociales. Emociones, sentimientos y sexualidades en la experiencia escolar de estudiantes adolescentes”. Proyecto de investigación.
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