Octubre - Noviembre de 2007 | Año 3. Nº20
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


Relación con la comunidad

Cátedra abierta para pensar nuestra historia

El sociólogo y periodista Pedro Brieger disertó sobre el tema “Latinoamérica: dos proyectos en pugna”, en una cátedra abierta que lleva adelante la Escuela de Historia. Esta actividad, para todo público, se realizó en el marco del programa “Hacia el bicentenario de la Patria”, a partir de un convenio firmado entre el Ministerio de Educación de la Nación y la UNC. La próxima charla se realizará el viernes 23 de noviembre a las 19 y estará a cargo del politólogo Carlos María Vilas.

El sociólogo y docente de la UBA Pedro Brieger, también conocido por su participación en el programa Visión Siete que se emite por el canal estatal, arribó a Córdoba el pasado 26 de septiembre para participar en la cátedra abierta "Historia del pensamiento y la política nacional". Esta actividad se realizó en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas,  Físicas y Naturales (Duarte Quirós y Vélez Sársfield), con entrada libre y gratuita y forma parte del programa “Hacia el Bicentenario de la Patria. Córdoba piensa la Argentina y la argentinidad (1810-2010)”.
La iniciativa surge a partir de un convenio firmado entre la Universidad Nacional de Córdoba y el Ministerio de Educación de la Nación, y se implementa desde la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades. “La propuesta se inscribe en un programa que tiende a analizar, reflexionar y divulgar lo relativo a la argentinidad y a la relación que tenemos con nuestros amigos latinoamericanos, además de intentar comprender el proceso de la independencia de nuestro país y todo lo que ha quedado pendiente desde aquel momento hasta nuestros días”, indica Eduardo Bajo, coordinador del proyecto y docente de la cátedra Historia de América II.
En este sentido, el origen de la propuesta se vincula con la necesidad de crear un ámbito en el que se puedan intercambiar opiniones, ideas, discursos y análisis sobre lo que sucedió en Latinoamérica en los dos últimos siglos. Los organizadores proyectan, además de organizar las conferencias, difundir los contenidos de estas charlas en una página web y realizar una publicación con vistas a las celebraciones por el bicentenario en el 2010.
“Córdoba y Argentina constituyen el ámbito central de nuestro interés, pero no se puede dejar de tener en cuenta las relaciones externas, que convierten al proceso emancipatorio en un fenómeno latinoamericano. Esto, a su vez, ofrece una proyección, con grandes altibajos, a lo largo de doscientos años, de objetivos no logrados, de dificultades emergentes, con problemas imprescindibles de solución; es decir, de un conjunto de desafíos a enfrentar”, señala Bajo.

Un nuevo escenario
En su disertación, Brieger –especialista en análisis internacional- puso el acento en los distintos procesos desencadenados en América latina después de la década del ’90. Con un análisis crítico y descarnado de las políticas neoliberales que se implantaron en el continente, el periodista centró su mirada en el fracaso de este modelo y sus resabios en el escenario actual.
La complejidad que revisten las relaciones entre los países de América del Sur, así como sus puntos de encuentro, y la presión que ejerce principalmente Estados Unidos para favorecer sus intereses, son tópicos que estuvieron presentes a lo largo de toda la conferencia. “¿Podemos construir un proyecto político regional que desafíe al neoliberalismo?”, disparó Brieger ante un auditorio que también se animó a debatir y polemizar sobre el destino de nuestro país. El Alca, la globalización, los zapatistas, las identidades, la crisis argentina del 2001, el Mercosur, Chávez y Bolivia son algunas palabras clave que sobresalen en la mirada aguda de Brieger que, ante todo, propone complejizar la realidad y superar enfoques superficiales sobre lo que está pasando en el continente. “A mediados de la década del ’90 había que tratar de salir y explicar que el neoliberalismo no era una panacea y que muchos de sus postulados eran engañosos y mentirosos (..) Creo que estamos en un momento diferente que habilita nuevas preguntas y permite debatir desde otro lugar”, subraya.
A continuación, Alfilo reproduce algunos fragmentos de la conferencia.

Chile: un tigre de papel
“Cuando acepté la invitación, pensé cómo estructurar una charla sobre algunos de los problemas de América Latina, tomando en cuenta que es muy difícil abarcar todo el continente y todas las problemáticas. Entonces, pensé que había algunas cuestiones estructurales que me parecía importante señalar y que, tal vez, sirvan como disparadores para poder entender dónde estamos parados.
Hay un texto muy interesante del sociólogo chileno Tomás Moulian, que se llama “Chile actual, anatomía de un mito”. En este libro escrito en 1996, Moulian analiza la historia reciente de Chile, esto es la Unidad Popular y el gobierno de Allende, pero más que nada hace un análisis sociológico y político de lo que fue el régimen de Pinochet y la dictadura militar. Hay algunas cosas muy interesantes que plantea Moulian en su libro respecto de Chile, que a mi me hicieron pensar el porqué del título. La tesis central de Moulian, que luego yo retomé para América Latina, es que los militares lograron construir un gran mito sobre Chile: el Chile pujante, creciente, moderno, avasallador. ¿Quién no se ha topado alguna vez con un empresario o gerente de marketing chileno que viene con una soberbia impresionante, que hasta nos impacta a nosotros los argentinos y los porteños, especialmente? Y uno dice ¿qué pasa? ¿Por qué que están tan subidos al caballo? La tesis de Moulian es que han logrado construir un mito: el del gran crecimiento chileno. Cuando uno escarba, como Moulian lo hizo, descubre que el gran éxito chileno es un ‘tigre de papel’, para parafrasear a Mao que, alguna vez, se refirió así al imperialismo norteamericano. Si bien Moulian no lo llama ‘tigre de papel’, pero efectivamente lo referencia como un éxito extremadamente endeble.
Cuando uno ve hoy  los indicadores de Chile, descubre que en realidad solamente desde que retorna la democracia bajan los niveles de pobreza. Y que los niveles de pobreza crecieron durante el pinochetismo, a pesar de la gran propaganda que hicieron los neoliberales porque construyeron un marketing impresionantemente exitosos para hacer creer que Chile estaba al nivel de Taiwan, Corea del Sur, Singapur.
Si uno escarba un poco en el 2007, encuentra dos cosas muy significativas respecto de Chile: una, es que los principales ingresos, aún hoy, siguen siendo los del cobre. Entonces, uno se pregunta ¿qué pasó? Construyó un gran marketing, firmó tratados de libre comercio con Japón, recientemente, y tiene tratados firmados con gran parte de los países más desarrollados del mundo y, sin embargo, su principal fuente de ingreso sigue siendo el cobre. ¿Qué más tiene Chile? Nada sustancial que lo pueda ubicar como un país capitalista desarrollado.
El segundo elemento que me llamó mucho la atención el año pasado, y seguramente ustedes también se habrán percatado, es que el gabinete de Bachelet tenía una conformación académica muy alta, con un alto índice de profesionales egresados de universidades europeas y norteamericanas. Recuerdo una nota que escribió el periodista argentino, Andrés Oppeheimer, columnista del Miami Herald, señalando lo importante que era que por primera vez en América Latina tuviéramos un gabinete de expertos en el que todos hablaran mínimamente el inglés. Pasaron unos meses y los alumnos de 15 y 16 años que van a los colegios secundarios en Chile desnudaron un sistema educativo en una crisis impresionante. Estos alumnos tuvieron que decirles a estos expertos en marketing, egresados de universidades extranjeras, y señalarles que los colegios se caían a pedazos. Entonces, hay algo que no funciona. ¿O estos expertos y grandes educadores con títulos universitarios viven fuera de la realidad o hay algo que no funciona en esa sociedad? Y no funciona porque creo que se ha construido un mito”.

La década del mito
“¿Por qué comienzo con Chile? Porque creo que la década de los ‘90, para América Latina, tiene una similitud con la construcción de este mito plantea Tomás Moulian y que yo defino como la década del mito. Escribí un trabajo al respecto, mientras la década de los 90 todavía se planteaba como una década exitosa. Recuerden quiénes eran los pilares latinoamericanos del éxito de los noventa: Carlos Menem, Alberto Fujimori y Carlos Salinas de Gortari. Los tres enjuiciados, entre otras cosas, por corrupción. Miremos cómo le fue a la Argentina con Carlos Menem. Miremos lo que dejó Fujimori en Perú y miremos lo que dejó Carlos Salinas de Gortari en México. Y nos vamos a encontrar con pobreza, desocupación, desindustrialización, destrucción del aparato productivo, migración masiva del campo a la ciudad, principalmente, de personas en busca de una fuente de trabajo. Eso sí, los tres –y básicamente Fujimori en Perú y Menem en Argentina- lograron tejer una alianza muy importante entre una parte de la burguesía argentina  y peruana -de la élite tradicional y dirigente- con los sectores más pobres. Esto les permitió mantenerse en el poder por bastante tiempo y, además, construir aquel mito del desarrollo. Ni qué hablar de los efectos nocivos que tuvieron los neoliberales en los últimos tiempos, al menos en la Argentina.
Siempre es bueno recordar esto para pensar dónde estamos parados hoy. Porque obviamente es imposible no analizar la década de los noventa cuando uno quiere entender qué está pasando hoy.
Recordemos algunos postulados claves de la globalización neoliberal, tal como se planteó en la década de los noventa, estructurado en aquello que se conoció como el Consenso de Washington, un documento redactado obviamente en Washington. Solamente para refrescar nuestra memoria, se proponía: eliminación de todas las barreras al comercio, eliminación de los subsidios, eliminación de todas las regulaciones para todos los productos, todo lo público es ineficiente, el Estado es intrínsecamente perverso, la única manera para que las empresas de servicio funcionen es privatizándolas, necesidad de achicar el Estado, necesidad de bajar el gasto público, la histeria respecto del gasto de la política, la flexibilización y modernización como lo planteaban los mercados laborales, reducir los gastos sociales, entre tantos otros postulados. Pero también es verdad que el éxito de las políticas neoliberales vino acompañado de aquello que Tomás Moulian analiza en el caso de Chile: un gran marketing a través de los medios de comunicación, que lograron generar un consenso en la mayoría de las sociedades latinoamericanas de que estos postulados eran correctos.
Cuando Moulian analiza lo que fue el pinochetismo como régimen político-económico, hace una diferenciación entre una primera etapa que es la del marco represivo, y una segunda etapa que yo defino como la etapa del consenso. Moulian analiza solamente Chile pero, insisto, lo podemos ampliar para América latina.
Los golpes de Estado -del ’73, del ’76 y todos aquellos que conocimos en América latina en la década del ’70- fueron indispensables para imponer un determinado modelo económico. Recordemos ¿a quién se le podía ocurrir privatizar los teléfonos, aunque hubiera pocos, en 1973? Alzogaray ya existía, pero era marginal. Así que se reían de lo que él planteaba, no solamente respecto de los teléfonos, también sobre los ferrocarriles o todo aquello que se pudiera plantear desde los postulados liberales en el ’73. En Chile pasaba lo mismo. Sin el golpe de Estado de Pinochet hubiera sido imposible desmantelar el aparato productivo chileno y privatizar todo lo que se privatizó. Fue indispensable ese golpe de Estado en Chile, en Argentina, en Brasil, en Uruguay y en gran parte de América latina.
Una vez aniquilado un estrato social, casi una generación se podría plantear, está la segunda etapa que es la de generar consenso justamente para el ‘consenso de Washington’. ¿O creen que es casual que eligieran la palabra ‘consenso’? Las palabras no son casuales, lo sabemos en este marco académico y lo sabemos fuera de aquí. Generaron el consenso de que efectivamente todo lo público era perverso y no servía. Generaron el consenso mintiendo, obviamente, de que en todo el mundo ya se habían hecho esas reformas.
Recordemos, situémonos en 1994 o 1995: quien osaba criticar las reformas neoliberales, lo mínimo que le decían era que se había quedado en el ’45 y lo máximo que le podían decir era que era un burro que no conocía lo que estaba pasando en el mundo. Es verdad, la mayoría de los argentinos no conocía y no conoce lo que pasa en el mundo.
Pero aquellos que estudiamos y viajamos, planteábamos unos signos de pregunta y, de repente, descubríamos que el subte en Nueva York no es privado y funciona. Se pueden dar muchos otros ejemplos, especialmente de los países desarrollados. Mientras acá se desmantelaban los trenes, en Europa crecían las vías férreas y los tranvías.  Y no el transporte público y las rutas, en el sentido de los grandes proyectos faraónicos que había y hay todavía para la Argentina, porque se entendía que los tranvías son ecológicos, más seguros y todo los etcéteras que le queramos agregar.
Ahora, plantear esto en la década de los ’90, era algo muy difícil. Porque se había generado el consenso, además, de que los sindicatos para lo único que servían era para que unos gordos embolsaran el dinero para ellos, olvidando toda una historia sindical en el mundo (no hace falta que yo enseñe lo que es el sindicalismo en Córdoba). Basta recordar la película Los compañeros con Marcello Mastroianni en Italia, para entender lo que eran las condiciones laborales incluso en los países más desarrollados, para entender por qué surgieron los sindicatos y cuál es la función que tienen, que no es solamente para que un grupo de perversos dirigentes sindicales se lleve todo a su bolsillo, amén de que esto también existía”.

La respuesta neoliberal
“Creo que lo brillante de los economistas neoliberales, de los periodistas y de todos aquellos que hacían lobby para imponer este proceso de privatización en la década de los ’90, fue entender qué estaba pasando en América latina: entender que efectivamente gran parte de lo que ellos denunciaban era verdad. También era verdad que los teléfonos no funcionaban, que los que habían sobrevivido a la dictadura dentro del sindicalismo eran ‘lo peor de lo peor’; también era verdad que las empresas públicas, incluidas las universidades, estaban y están repletas de ñoquis. Esto es, entendieron cómo funcionaba la sociedad y le dieron una respuesta adecuada a un determinado momento histórico.
La década de los 90 está marcada por la globalización del capital que entra en todos los rincones del planeta, pensando que esto se da después de la caída del Muro de Berlín como hecho simbólico y de la Unión Soviética. Globalización del capital que le permite, justamente, entrar a un mercado donde gran parte de las principales empresas del mundo no entraba. Era el mercado del bloque soviético, sin meternos en el tema de China que es muy particular.
En segundo lugar, se produce una gran expansión del capital, más allá de los países ex-comunistas, a las economías del tercer mundo que tenían una gran cuota de proteccionismo y una ola de privatización de las empresas en el norte y en el sur, lo que llevó a que muchos autores escribieran sobre la dominación global del capital. Esto vino de la mano de las nuevas economías y las nuevas tecnologías. Recordemos que algunos a fines de los ’90 planteaban que, de ahora en más, todo iba a ser a través de las punto com. La furia de internet, el trabajo tal como lo conocíamos prácticamente iba a desaparecer porque todo se iba a manejar por internet. Muchos hijos de economistas neoliberales fracasaron con las punto com porque le hicieron caso a sus papás, pensando que efectivamente el futuro eran las punto com y se hundieron. Ahora es verdad que hubo una revolución tecnológica. De eso no cabe la menor duda. Pero que el trabajo pase a realizarse de manera total a través de las punto com, por lo menos hasta el día de hoy, sigue sin ser verdad”.

Una identidad que no quiere ser avasallada
“El tercer punto, que no es menos importante, es que la globalización representa la sistemática penetración e imposición de valores, comportamientos, instituciones e identidad. Lo cultural está muy ligado a lo económico, mucho más de lo que nosotros a veces pensamos. Por eso no es casual el estallido de la revuelta zapatista en Chiapas en 1994, justamente cuando empezada el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, donde hay una fuerte reivindicación de una historia propia que va más allá de los tratados y la economía.
Voy a dar dos ejemplos donde lo cultural va más allá de lo estrictamente económico. Uno está relacionado con México. Este país, gracias al tratado de libre comercio, importa maíz. El país del maíz importa maíz. Es algo insólito. Esto no es solamente algo económico que provoca migración del campo a la ciudad y pérdida de muchas fuentes de trabajo. Hay un problema cultural respecto de lo que significa para ese pueblo importar el maíz. Por algo los japoneses se oponen tanto a la apertura del mercado del arroz a empresas multinacionales. Recuerden un viaje que hizo el presidente de los Estados Unidos, George Bush, a Japón casi rogándoles para que abran el mercado. Y los japoneses no quieren. Porque el arroz no es solamente alimento. El arroz es papel, ceremonia, arte, cultura, teatro. Hay un conjunto de valores que van más allá de lo económico y que obviamente los economistas neoliberales no pueden entender.
Podemos trasladar esto a muchos otros ámbitos mundiales donde vamos a ver que aquellas guerras culturales -o ‘choques de civilizaciones’ como lo planteaba Samuel Huntington a mediados de los ’90- tiene que ver con la recuperación o mantener una identidad que no quiere ser avasallada.
Hay algo que los norteamericanos no entienden y es que no todo el mundo quiere vivir como ellos. Piensan que efectivamente todos tienen que adorar lo que ellos plantean: desde la democracia hasta la hamburguesa. Y, realmente, no pueden entender que mucha gente en el mundo no acuerde con esto, con los valores de lo moderno o el progreso, y se quedan ‘estancados’ con una cultura tradicional que no los lleva a nada. Una visión lineal de lo que es la historia de la humanidad que, en este caso, sería: progreso, capitalismo, Estados Unidos y un determinado modelo de vida.
No deja de asombrar cuando uno va a Chiapas, por ejemplo, y encuentra gente vestida con su ropa tradicional como hace decenas de años y siglos. O no deja de asombrarnos esto cuando uno viene de sociedades como la argentina, donde estos valores culturales o de vestimenta prácticamente no existen, y uno viaja a Pakistán y encuentra que el 95 por ciento de los hombres todavía usa una ropa tradicional histórica y la porta con orgullo, porque la consideran propia.
Por eso fue tan significativo el hecho que en la década de los 90 irrumpieran los zapatistas; porque más allá de haber usado de manera muy inteligente los medios de comunicación –esas nuevas armas de la comunicación, especialmente internet- lo que ellos plantean es una alternativa a la globalización. Además, con una visión muy particular respecto de la construcción de otro poder, lo que nos llevaría a otra disertación, muy interesante por supuesto pero que escapa a lo que estamos pensando ahora. Los zapatistas irrumpieron en 1994, cuando la marea globalizadora del neoliberalismo arrasaba con todo, diciendo: ‘un momento, nosotros nos rebelamos contra esto’.
Hubo otro hecho importante que fue una huelga en contra de una reforma de los servicios públicos en Francia, en noviembre de 1995, en el corazón de los países capitalistas desarrollados. Lo que aparecía embrionariamente era una resistencia a un orden neoliberal que santificaba, y todavía santifica, la supremacía del mercado, donde los seres humanos son considerados como clientes”.

¿Libre comercio?
“No es casual, tampoco, que en la década de los ’90 surgiera el Alca (Área de Libre Comercio de las Américas). De ninguna manera puede ser comparado con la Unión Europea, la cual –con todos sus problemas- fue un proceso en el que los países debatían entre ellos y se ponían de acuerdo respecto de una unificación. El Alca nace en Estados Unidos. Es un proyecto de Washington para América en su conjunto. No es un proyecto a debatir para ver si le conviene o no al resto del continente. Y tiene dos segmentos fundamentales, primero (y no lo digo en orden de importancia) desde lo ideológico, basado en los pilares del Consenso de Washington. Esto es, los norteamericanos leyeron muy bien lo que estaba pasando en los ’90 como para impulsar el Alca. Y en segundo lugar, para beneficiar a sus propias empresas. No nos engañemos, uno de los objetivos es que las empresas norteamericanas puedan llegar al resto del continente con sus productos.
Esto no es sólo retórica o algo en abstracto. Puedo estar hasta las cinco de la mañana dando ejemplos, país por país, de lo que son los tratados de libre comercio y la política exterior de presión que ejerce Estados Unidos sobre cada país de América latina.
Por eso solamente voy a dar tres ejemplos. Recién mencionamos el caso del maíz y cómo Estados Unidos comienza a ingresar en el mercado mexicano sin restricciones. Hay otros ejemplos, porque si al fin y al cabo nosotros queremos saber si realmente funciona un tratado de libre comercio podemos mirar lo que sucede con el Nafta (siglas en inglés del tratado de libre comercio de América del Norte). Miremos en ese caso quién se beneficia y quién no. Según el tratado de libre comercio firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, los camiones de los tres países pueden circular con absoluta libertad por los tres países. Sin embargo, los camiones de Estados Unidos circulan con libertad por México pero los camiones de México no pueden hacerlo por Estados Unidos. ¿Por qué?: problemas ambientales. Ensucian y contaminan. Hay determinados grupos en Estados Unidos que han ejercido una muy fuerte presión para trabar el ingreso de camiones mexicanos al territorio estadounidense.
Otro ejemplo: México exporta atún a los Estados Unidos. Pusieron trabas, ¿por qué? Porque la caza del atún en México depreda los delfines, por lo tanto, como Estados Unidos se opone a la depredación de los delfines, mientras se cacen atunes con esos viejos sistemas que depredan los delfines, entonces, no pueden dejar ingresar a su país el atún mexicano.
El año pasado hubo un gran debate en la República Dominicana por el tema del azúcar y el edulcorante estadounidense. Estados Unidos ejerció una presión increíble. Yo mostré algunos documentos en Canal 7, como para que la gente vea que esto es real y no es algo abstracto. La República Dominicana tiene al azúcar como uno de sus principales productos de exportación y empleo de mano de obra (no hablemos ahora de las condiciones de trabajo de los niños, jóvenes y adultos que trabajan en la industria azucarera dominicana, porque sería otro tema). El azúcar es algo muy fuerte para la República Dominicana. Estados Unidos quería exportar su edulcorante a la República Dominicana. El problema es que la legislación dominicana imponía una alta tasa de importación al edulcorante estadounidense. Llegaron cartas de senadores y congresistas abiertamente amenazadoras al presidente, diciendo que si no levantaba las restricciones a la importación del edulcorante, la República Dominicana iba a sufrir mucho. ¿Qué fue lo que finalmente ocurrió? Se levantaron las restricciones. ¿Qué implica sufrir mucho? ¿Condenas públicas? No. Significa que se van a ejercer presiones en la Organización Mundial de la Salud, en el Banco Mundial, en el Fondo Monetario Internacional, en la Organización Mundial del Comercio y en cuanta institución internacional exista en la que Estados Unidos pueda presionar para impedir que algún país tenga ventajas económicas, comercio bilateral, etc.
Les dije que iba a ser breve, porque si no nos vamos a quedar hasta las cinco de la mañana. Voy a mencionar un último ejemplo. Bolivia, lo sabemos todos, es un país que tiene al gas como centro de debate y de su economía. Antes de que llegara Evo Morales al poder, estuvo el presidente Mesa. El gran debate en Bolivia era hacia dónde exportar el gas. Porque empresas norteamericanas querían llevar el gas boliviano, vía el Pacífico, hasta California. ¿Por qué las empresas querían extraer el gas de Bolivia? Obviamente, porque en Bolivia había lo que se llama ‘condiciones naturales’ –esto implica también mano de obra barata’- como para extraer el gas, transformarlo, llevarlo hasta el Pacífico, subirlo a barcos y trasladarlo hasta California. Esto era más barato hacerlo desde Bolivia que desde Indonesia o Alaska. Las ‘ventajas comparativas’ les servían a los norteamericanos. Hubo un gran debate alrededor de esta cuestión, que muchos conocerán. Pero hubo un detalle interesante: en el medio del debate apareció el Banco Mundial. En un documento confidencial –que mostré en televisión- el Banco Mundial directamente chantajeaba al presidente Mesa y le decía que si no se exportaba el gas a Estados Unidos en los términos que planteaban las empresas, entonces este organismo iba a reducir un tercio de la ayuda que necesitaba Bolivia. ¿Qué ayuda necesita Bolivia? Ayuda para construir carreteras, escuelas, centros de salud y todos los etcéteras básicos que le queramos agregar.
¿Por qué el Banco Mundial salía en ayuda de estas empresas? La respuesta es clara. Marca justamente esta relación entre los organismos internacionales y determinadas empresas que están por lo general en los países centrales”.

Argentina: un punto de inflexión
“El proyecto del Alca fracasa y, más allá de las palabras rimbombantes de Hugo Chávez en Mar del Plata en noviembre de 2005, cuando dijo ‘acá enterramos el Alca’, se puede decir que hay algo de verdad en esas palabras. Tiene que ver con un cambio de época en América latina que no comienza, como muchos creen, con la llegada de Hugo Chávez al poder cuando gana las elecciones en diciembre de 1999. Hay un proceso posterior. No hay un momento exacto en el cual se pueda determinar que hay un giro en América latina. Y esto es arbitrario. Cualquier cientista social, sociólogo o politólogo puede ubicar el momento de cambio cuando le plazca. No estamos hablando de una ciencia exacta. Pero ¿cuándo hay un quiebre respecto de las políticas neoliberales? Yo creo que el quiebre lo damos nosotros. Esto lo vengo repitiendo hace tiempo. Creo que el quiebre es diciembre de 2001.
Me puse a analizar el impacto que tuvo la revuelta del 19 y 20 de diciembre en el mundo y, asombrosamente, fue muy superior al que nosotros tuvimos conciencia en la Argentina.
Un diario japonés le dedicó siete editoriales a lo que pasaba en la Argentina, los diarios europeos y norteamericanos también le dedicaron mucho espacio. En algunos países árabes, en las manifestaciones y en algunas columnas de opinión se preguntaban ‘¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo que hicieron los argentinos?’. En un pequeño país como Israel, se levantaron pancartas que decían ‘Argentina, Argentina’. Claro, eso no lo vimos acá. Estábamos tan inmersos en el proceso que, salvo los que nos dedicamos a estudiar esto, muy pocos prestaban atención a lo que pasaba en el resto del mundo. Por ejemplo, en Ecuador pintaron una consigna en la calle que decía: ‘¿Si las privatizaciones curan, por qué la Argentina agoniza?’
Creo que diciembre de 2001 fue visto en el mundo como un punto de inflexión, principalmente en América latina, respecto de las políticas neoliberales. Esto va más allá de preguntarnos por qué cada uno de nosotros salió el 19 de diciembre a la noche a las calles. Poco importa si fue porque nos metieron la mano en el bolsillo, por los ahorros o por otra cosa. Eso es irrelevante ahora para analizarlo en la historia. Poco importa si la mayoría de la gente volvió a sus casas. Poco importa que las asambleas barriales que se formaron principalmente en las grandes urbes, en su mayoría, desaparecieran. El impacto que tuvo  diciembre de 2001 es lo que a mi juicio permite entender que después llegaran al poder Lula, Tabaré Vázquez, Rafael Correa, Evo Morales y Néstor Kirchner en la Argentina.
Esto no es lineal. Es un proceso. Y no siempre es un proceso consciente. Precisamente nuestro rol es escarbar y tratar de entender qué está pasando en los procesos, más allá de las motivaciones conscientes o inconscientes de los actores sociales”.

Puntos de encuentro
“Si uno mira a Hugo Chávez a comienzos de 1999 y lo mira hoy en día, hay una diferencia. El discurso de Hugo Chávez cambió y se radicalizó. También hay que señalar que este discurso que ha comenzado a elaborarse en contra de las políticas neoliberales no es uniforme. Y está claro que hay muchas diferencias ideológicas, de historia, de trayectoria, de pasado y presente entre Hugo Chávez, Kirchner, Evo Morales, Lula o Tabaré Vázquez, para citar a algunos. Los orígenes son muy diferentes y sus procesos de maduración ideológica también.
Sin embargo es interesante ver que este proceso de contraposición al proyecto neoliberal lleva a que muchos de estos actores sociales, devenidos en presidentes, tengan lazos en común. En este sentido, para mi fue muy sintomático lo que pasó en noviembre de 2005 en Mar del Plata y en la Cumbre de Mercosur en Córdoba el año pasado.
Obviamente, ni los economistas, ni los comunicadores, ni los políticos neoliberales han desaparecido. Siguen pensando que hay que implementar sus políticas y, en gran medida, muchas de ellas todavía están en vigencia. Por lo tanto, buscan resquebrajar estas alianzas que puedan tejerse y permanentemente buscan minar la confianza que pueda existir, por ejemplo, en un proceso que lleve a la consolidación del Mercosur.
Esto fue muy claro en la cumbre de Mar del Plata, donde los cuatro países que integran el Mercosur y Venezuela salieron en contra del Alca. Incluso Nicanor Duarte Frutos, que no se lo puede calificar de ser un presidente de izquierda ni contrario al neoliberalismo, se sumó a la oposición al Alca. En ese momento, los que estaban operando a favor del Alca, planteaban permanentemente las diferencias entre Lula y Kirchner. El eje estaba en las diferencias. Sin embargo, en ese encuentro no nació el Alca. Hubo un encuentro multitudinario en el estadio de Mar del Plata en contra del Alca. En territorio argentino. Y esto también es muy interesante porque no hay muchos países donde Chávez organice manifestaciones masivas en contra del Alca o del presidente de Estados Unidos. Es más, ¿alguien conoce algún otro país en el que sucedió esto?”.

Proyectos en pugna
“Esto marca, por un lado las diferencias que puede haber entre los distintos presidentes y, al mismo tiempo, las alianzas que se pueden tejer en un mismo contexto y coyuntura histórica donde se presentan proyectos en pugna. Creo que efectivamente hay dos proyectos en pugna. El Mercosur ampliado, con Cuba y Bolivia, el año pasado en Córdoba marcó esto. Esto no implica que no haya diferencias. Las hay y muchas. Los enfrentamientos son reales. No hay por qué minimizarlos. Hay enfrentamientos entre Lula y Chávez, entre Tabaré Vázquez y Kirchner, entre Tabaré Vázquez y Lula, entre Brasil y Bolivia por el caso Petrobras. Sin embargo, se siguen apoyando. Con todas las especulaciones que había de que Tabaré Vázquez se iba a ir del Mercosur (lean Ámbito Financiero) finalmente no se fue.
Que Brasil parece hoy mucho más embarcado en tejer una alianza con Estados Unidos es verdad. Pero esto es contradictorio, no es lineal. La etapa que vivimos es extremadamente compleja y contradictoria.
Hay enfrentamientos entre Bolivia y Brasil, sin lugar a dudas, y el tema del petróleo es fundamental. Ni qué hablar del enfrentamiento de Bolivia con Perú y Chile por el tema de la salida al mar. Sin embargo, algo que poca gente le prestó atención cuando había un conflicto con Bolivia respecto del gas, el petróleo, la salida al mar, Tabaré Vázquez le ofreció los puertos de Uruguay a Bolivia. Ni qué hablar cuando hay algún problema o zozobra en Bolivia aparece el gobierno argentino apoyando a Evo Morales y no a la oposición neoliberal. Son gestos. De la misma manera que cuando Lula tenía que lograr la reelección salió rápidamente  Evo Morales a decir que a Brasil nunca le iba a faltar gas. Eso también fue un gesto. Por eso insisto en lo contradictorio.
El debate que hubo en Naciones Unidas para ver si entraba Guatemala o Venezuela al consejo de seguridad fue reflejo de esto. Recuerden el largo debate, de casi tres meses, en el que no se definía si entraba Venezuela o Guatemala. Y el Mercosur estaba con Venezuela. Con todas las políticas contradictorias que puede haber respecto de un gasoducto de América del Sur, un banco, una empresa petrolera y, es verdad, que gran parte de estos proyectos se encuentran frenados, no es menos cierto que nos encontramos frente a un presidente como el de Venezuela que es una máquina de propuestas políticas. Permanentemente propone y desafía, en un estilo que no comparten los otros presidentes que nombré antes”.

Nuevas preguntas
“Para cerrar con algunas preguntas más que respuestas. Hay una frase, casi una consigna, que el sociólogo brasileño Emir Sader planteó cuando se daban las últimas elecciones en Brasil y había que optar. La frase de Sader decía: ‘Mal con Lula, peor sin Lula’. Y me parece una frase muy interesante respecto del contexto regional en el cual estamos viviendo. Sin lugar a dudas, para presentar un proyecto alternativo a las políticas neoliberales estaríamos mucho peor sin Lula. La pregunta es: estando Lula, ¿podemos construir un proyecto político regional que desafíe al neoliberalismo? ¿Nos conformamos con votar solamente al mal menor? ¿Tan bajo hemos caído que ahora se apoya a cualquiera que hable en contra del neoliberalismo? ¿Nos conformamos solamente con que hay que sacarse de encima a la derecha neoliberal? ¿No hay derecho a aspirar a mucho más que eso?
Creo que esto es parte del debate que se está dando en América latina, en un contexto más favorable para plantear esto. A mediados de la década del ’90 había que tratar de salir y explicar que el neoliberalismo no era una panacea y que muchos de sus postulados eran engañosos y mentirosos. Ahora bien, estamos en otro contexto. Rafael Correa está en Ecuador, Bachelet –con todos los problemas que pueda haber- gobierna en Chile y están todos los otros presidentes que mencioné, incluyendo a Daniel Ortega que ya no tiene nada que ver con la revolución sandinista de 1979, ahora tejió una alianza con lo más reaccionario de la iglesia católica, pero al mismo tiempo tiene un discurso muy duro contra Estados Unidos.
Con esto quiero marcar las contradicciones. Tratar de evitar una mirada simplista y lineal acerca de dónde estamos parados. Tanto respecto de Argentina como del resto del continente. Creo que el contexto habilita para empezar a plantearnos interrogantes más punzantes respecto de si nos conformamos solamente con que la derecha neoliberal esté marginada de los diferentes gobiernos. De hecho, no lo está en ninguno de estos países que he mencionado, ni si quiera en Bolivia.
Creo que estamos en un momento diferente que habilita nuevas preguntas y permite debatir desde otro lugar. Si en la década de los ’90 había que debatir desde la negativa –pensando cómo se evita algo- creo que hoy estamos en un momento en el que se puede debatir desde otro lugar. En este sentido, más allá de futurologías que no me gusta hacer, creo que podemos pensar que mucho depende de nosotros y de las preguntas que hagamos y cómo empujemos para que haya determinadas respuestas”.