Tras el golpe cívico-policial al gobierno de Ricardo Obregón Cano y Atilio López en febrero de 1974 y en particular durante la última dictadura cívico-militar cientos de docentes fueron expulsados de las universidades públicas argentinas. Muchos de ellos fueron asimismo encarcelados, asesinados o desaparecidos; otros obligados al exilio; otros a la vida oculta. Desde la intervención de 1975, la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC (que entonces comprendía además a las actuales facultades de Psicología y Artes) ejerció una encarnizada persecución de trabajadores docentes, no docentes estudiantes y graduados; separó de sus cátedras a sus profesores más comprometidos, destruyó el conocimiento e impuso el autoritarismo y la mediocridad en sus aulas.