Historiadora en la UBA e investigadora del Conicet, Patricia Funes estuvo en la Escuela de Filosofía de la FFyH para compartir una experiencia fascinante: el archivo personal que Mercedes Lavraga de Martínez, Madre de Plaza de Mayo, acumuló a lo largo de los 10 años que implicó su incansable lucha para conocer el destino de Atilio, secuestrado en 1977 por la maquinaria de muerte de la dictadura cívico-militar-eclesiástica cuando cumplía el servicio militar obligatorio en la ciudad de La Plata. El valor de los documentos y las nuevas preguntas que hay para hacerse a 40 años de la recuperación democrática.
“Este archivo personal permite la reconstrucción y análisis de un campo temático relevante sobre la dictadura militar y los primeros años de la postdictadura por parte de Madres de Plaza de Mayo, pero también revela una dimensión humana e íntima: la destrucción y reconstrucción de certezas, visiones de mundo, subjetividades que se muestran de manera muy elocuente y permiten analizar las intersecciones entre historia y memoria, el archivo y el testimonio, cómo se trama esa relación entre lo individual en lo colectivo, lo personal y lo político. Dimensiones sobre las que me interesa reflexionar”, dice Patricia Funes, Doctora en Historia y Profesora Titular regular de la materia Historia Social Latinoamericana en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Conicet sobre el Archivo Personal de Mercedes Lavraga de Martínez, invalorable material con el que se topó hace ya unos cuantos años, cuando integraba el equipo técnico de la Comisión Provincia por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires.
Reconocida por su trabajo en universidades argentinas y del exterior, Funes ha investigado sobre el campo de las ideas políticas y culturales en América Latina del siglo XX con énfasis en temas de memoria e historia, archivos personales y archivos confidenciales, fuentes y formas de reconstrucción del pasado reciente. También fue vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires entre 2014 y 2018, y actualmente se desempeña como asesora académica de la Comisión Provincial por la Memoria de La Plata.
En el marco del proyecto “Improntas de la Dictadura en el Campo Filosófico, radicado en la Escuela de Filosofía”, estuvo en la FFyH para disertar en la conferencia “Escritos insumisos. Acerca del Archivo personal de una Madre de Plaza de Mayo (1977-1987)”, con la idea de analizar las formas de resistencia y oposición a la última dictadura cívico-militar y las rupturas y continuidades en los primeros años de la “transición” de Madres de Plaza de Mayo en una dimensión biográfica que trama lo individual con lo colectivo, a partir del archivo personal de Mercedes Lagrava de Martínez.
En diálogo con Alfilo, cuenta cómo fue que se encontró con ese material tan valioso, lo que disparó en su oficio de investigadora el camino recorrido por Mercedes y las reflexiones o preguntas que los Archivos Personales habilitan a las ciencias sociales para comprender un momento histórico y proponer nuevas líneas de trabajo en contextos políticos diferentes.
- ¿Cómo llegaste a esos archivos y porqué te pareció un tema para trabajar?
Hace muchos años, cuando trabajaba en el equipo técnico de la Comisión Provincial por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires, en el área del Archivo de la Ex DIPPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) llegó la donación del Archivo de Mercedes Lagrava de Martínez por parte de una de sus hijas, Margarita Martínez Lagrava. Y me ofrecí a realizar un modesto “catálogo” para que ingresara al Centro de Documentación. Mientras iba viendo esos papeles me iba imaginando esa búsqueda tenaz e irrenunciable de su hijo Atilio César Martínez Lagrava, primero sola y luego con Madres de Plaza de Mayo a lo largo de casi 10 años (1977-1986) registrada “en tiempo real”. Y me atrapó la posibilidad de trabajarlo.
Este archivo personal permite la reconstrucción y análisis de un campo temático relevante sobre la dictadura militar y los primeros años de la postdictadura por parte de Madres de Plaza de Mayo: la peregrinación a Luján el 7 de octubre de 1977 o la de 1980, la presencia de la Comisión Internacional de DDHH (1979), la visita a la Conferencia Episcopal Argentina (en abril de 1980) para solicitar a los obispos que intercedieran ante las Fuerzas Armadas para conocer el paradero de sus hijos, las repercusiones del Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel, los debates acerca de la CONADEP, entre muchos otros, hoy considerados “hitos” en la construcción de Madres de Plaza de Mayo, pero están despojados de esa trascendencia. Además de huellas, datos, pistas que no son frecuentes en los trabajos acerca de Madres de Plaza de Mayo. Por ejemplo: la presentación de un Recurso de Amparo que ella presentó para las elecciones del 30 de octubre de 1983 (toda vez que los nombres de los desaparecidos figuraban en el padrón electoral realizado por la dictadura) para que la Justicia lo “buscara con la fuerza pública” para ejercer su derecho de votar. La petición fue denegada como tantos habeas corpus presentados con anterioridad, aunque era un intersticio para dejar sentada la desaparición. Otro tanto un juicio penal en el fuero civil a los responsables de la desaparición de Atilio anterior al Juicio a las Juntas.
Pero también revela una dimensión humana e íntima: la destrucción y reconstrucción de certezas, visiones de mundo, subjetividades que se muestran de manera muy elocuente y permiten analizar las intersecciones entre historia y memoria, el archivo y el testimonio, cómo se trama esa relación entre lo individual en lo colectivo, lo personal y lo político. Dimensiones sobre las que me interesa reflexionar.
- ¿Cómo es ese Archivo Personal y qué posibilidades tiene para acercarse a ese pasado?
Atilio César Martínez Lagrava, tenía 24 años, era estudiante de Antropología en la Universidad Nacional de la Plata y estaba haciendo el Servicio Militar Obligatorio. El 21 de junio de 1977 fue mandado a llevar un sobre al Regimiento de Infantería 7 de La Plata y nunca regresó. Desde entonces Mercedes guardó cada papel que registraba su búsqueda: habeas corpus siempre denegados, formularios para las denuncias ante organismos humanitarios internacionales, poderes legales de escribanos para su representación en el país y en el exterior, decenas de pedidos de audiencias a distintas dependencias estatales, boletines de Madres de Plaza de Mayo y de todos los organismos de DDHH del período, “ayudamemorias”. Los reunió y con el paso del tiempo los ordenó, muchas veces por necesidades concretas: consignar datos, pistas, “pruebas”, que testimoniaran la desaparición de su hijo. Pero en otras ocasiones los guardaba por razones más íntimas: anotaciones improvisadas y existenciales, cartas político-personales con sus sobres, recortes de diarios, boletines de organismos de derechos humanos, los recordatorios publicados en los diarios para el cumpleaños de su hijo o en el aniversario de su desaparición (asunto al que apeló muy tempranamente), estampitas, tarjetas, plegarias, poemas. Lo que es muy importante es la intervención de esos papeles con sus comentarios. Mercedes acompaña las cartas con sus sobres intervenidos con su letra, claves imprescindibles para descifrar algunas circunstancias, nos guían para saber cuándo recibió la carta y cuando la contestó y en muchos casos escribe frases interpelando a un futuro lector, incluso, señala con flechas aquello que hay que mirar con detenimiento: “Leer atrás” “esto es importante”, “en esta foto salí mal”, “Hermosa” o “Cinismo!”.
También los silencios hablan: Mercedes guarda los recibos postales de las cartas enviadas y no respondidas. Los guarda a veces con comentarios y otras con silencios. Un ejemplo es el recibo postal de una carta enviada a la esposa del dictador y presidente de facto Jorge Rafael Videla, que por la fecha escribió para el “Día de la Madre” a tres meses de la desaparición de su hijo, probablemente con la ilusión de lograr la intercesión de la mujer y conseguir alguna noticia de su hijo que no fue respondida.
Compone “collages” con las descripciones de su hijo, intercala frases entre los documentos, por ejemplo, “A veces a la noche enciendo la luz para no ver”, frases escritas para Atilio en una suelta de globos por los desaparecidos, también se describió a sí misma a partir de una fotografía que salió azarosamente en un boletín del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, entre tantas.
Margarita Mercedes Martínez Lagrava (hermana de Atilio) donó esos papeles a la Comisión Provincial por la Memoria. El Fondo está digitalizado y abierto a la consulta pública en el Centro de Documentación y Archivo de la Comisión Provincial por la Memoria.
En principio hay que señalar que ese conjunto de papeles, considerados “fuentes” por consenso historiográfico bien podría llamarse “Archivo Personal”, aunque en las definiciones más clásicas o tradicionales archivísticas se reservan para “personas públicas” e “ilustres”: políticos, científicos, literatos, músicos o pintores, por citar algunos ejemplos más paradigmáticos. Personalmente creo que inequívocamente es un Archivo Personal que intento trabajar como “espacio biográfico” en los términos de Leonor Arfuch: una encrucijada en la que lo individual y lo colectivo que se tensionan y atraviesan mutuamente, en los que las subjetividades, los silencios, los sobreentendidos expresan regímenes de memoria y en los que las temporalidades son un centro interpretativo que ilumina algunas cuestiones.
- En la charla hablaste de que es como un viaje todo este trabajo que hizo Mercedes, ¿Por qué? ¿Qué descubriste en todo ello?
“Mamá Mercedes”, como se llamaba a sí misma y la llamaban decenas de interlocutores epistolares, tenía por entonces 63 años, vivía en la ciudad de La Plata, era viuda con cuatro hijos (tres mujeres y un varón) y seis nietos. Trabajaba en un quiosco modesto. Rara vez salía de su ciudad. Desde el momento que advirtió la ausencia de su hijo colgaba fotos de él y otros jóvenes “perdidos” en su pequeño negocio hasta que “una señora” la invitó a sumarse a una reunión de “unas Madres en su misma situación”. Desde entonces caminaron y esperaron en comisarías, regimientos, hospitales, ministerios, iglesias, tribunales, el vicariato castrense, el Ministerio del Interior, alrededor de la Pirámide de Mayo, establecieron contactos por correo y personalmente con el exterior denunciando la desaparición forzada de personas y las más flagrantes violaciones de derechos humanos por parte de la dictadura cívico-militar, exigiendo Verdad y Justicia (Memoria se reforzaría posteriormente, recordemos que el Archivo va hasta 1986).
La idea del viaje me la sugirieron esos boletos de tren que ella va adjuntando cuando va con las Madres a la Plaza de Mayo, a la Conferencia Episcopal o a otros lados y en el reverso anotaba una tarea que debía hacer o una sensación. Hizo muchos viajes, incluso uno a Estados Unidos. El viaje es por el espacio pero también es por el tiempo. La idea del viaje me permitió organizar narrativamente ese itinerario ya que el Archivo no está organizado cronológica sino temáticamente. Por otra parte en las “narrativas del yo” el “cronotopo del viaje”, como escribió Bajtin, contribuye a la representabilidad de los eventos narrativos, los “encarna”.
En esta ocasión me centré en las cartas institucionales y más político-personales para abordar esos trasiego insumisos y las resignificaciones de certezas trastocadas por la dictadura, esas mayúsculas que se ponen en tela de juicio y se reconsideran en los primeros años de la democracia: el Estado, la Nación, la Iglesia, la Justicia, los Medios de Comunicación, la Ciencia. Mercedes escribe cartas de lectores, algunas de ellas publicadas, interviene públicamente con las palabras pasibles de ser escuchadas durante la dictadura, incluso en los primeros años de la recuperación del Estado de Derecho, además de reforzar con su firma las “Cartas abiertas”, solicitadas y comunicaciones de Madres de Plaza de Mayo. Y también consigna las solidaridades y fraternidades que la acompañaron en ese viaje.
- ¿Cómo se da aquí la relación entre historia y memoria?
En principio me parece que esa relación a través de los archivos personales es menos irreductible. Lo sabemos: el vector social de la transmisión de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura fue el testimonio de familiares y sobrevivientes. Allí la historia trabajó con esas memorias testimoniales. Pero la memoria también tiene sus regímenes de historicidad y es allí que el trabajo con archivos personales expresa una intersección entre los documentos y la explícita factura del Archivo para un futuro interlocutor, sin la posibilidad del relato de Mercedes, que murió en enero de 1987.
Trabajar con un archivo personal como espacio biográfico tiene sus ventajas y sus límites respecto de otros soportes. Entre aquellas productividades se encuentra la remisión y el registro de la temporalidad, la manifestación de subjetividades pero también y justamente por eso, la ilusión de la abolición de mediaciones y “del tiempo real” por parte del o la historiador/a. Tanto más si se lee como “mirando por el ojo de la cerradura”.
En la exposición escogí una selección de cartas. La escritura de cartas trama ausencias, biografía, referencialidad, distancia cruzada por una necesidad de cercanías, cotidianeidades construida con pincelazos de oralidad y una voz en primera persona que se construye y reconstruye con un Otro. La correspondencia siempre tiene un carácter fragmentario: complicidades, sobreentendidos, silencios, implícitos. Incluso en las más personales advierte ese diálogo entre social y lo individual, entre lo público y lo íntimo, entre lo privado y lo político.
La mayoría de las veces leemos esas cartas “en espejo” a partir de las cartas recibidas. Es muy frondosa, por ejemplo la cantidad de cartas de las redes solidarias del exterior, sobre todo de Amnistía Internacional sección francesa, alemana, inglesa o con las mujeres de ACAT (Acción Cristiana para la abolición de la tortura, Francia) que ha trabajado pormenorizadamente con este Archivo María Soledad Catoggio. Aunque algunas, quizá las más formales, están reproducidas, reescritas, corregidas, fotocopiadas y enviadas por correo postal, con cada dato que puede averiguar sobre la desaparición de Atilio. Considero que la explicitación de esta lectura es imprescindible en el trabajo con cartas de un Archivo Personal, asunto que a veces se soslaya o no se tiene en cuenta. Y es pertinente porque atraviesa la reconstrucción y los sentidos de la interpretación, con sus marcas contingentes, sus vacíos cuando no misterios.
También las cartas, como mostré con algunos ejemplos, fueron imprescindibles para la consolidación y acciones comunes de los organismos de Derechos Humanos (asunto que ha trabajado Marianela Scocco a partir del Archivo Personal de Nelma Jalil, una de las fundadoras de la filial Madres de Plaza de Mayo de Rosario). Las cartas fueron cruciales, por ejemplo, para organizar las presentaciones para la visita de la CIDH en 1979, la carta de la APDH a los organismos para fundamentar y animar a la presentación es, por ejemplo, muy elocuente.
- ¿Qué otros tipos de archivos o documentos faltan para reconstruir la dictadura? Por tu trabajo profesional y experiencia en el campo de la memoria, ¿qué desafíos te parece enfrentamos hoy para que estos temas sigan teniendo vigencia?
Las fuentes para el estudio de la dictadura fue uno de los asuntos que hemos debatido en el campo de estudios de Historia Reciente desde sus comienzos. Como la mayoría somos historiadores es una inherencia de la disciplina. Pero también y más importante para el juzgamiento por crímenes de lesa humanidad a los perpetradores. En los comienzos de la construcción del campo esas fuentes aparecían escasas, fragmentarias o de muy difícil acceso. La apertura de archivos, tan valiosos como delicados por su sensibilidad y sigilo, estimuló las investigaciones del campo favoreciendo su factibilidad. Pero también -como en pocas ocasiones en la cultura académica del país-, los y las científicos/as sociales acompañaron la apertura, la gestión e incluso la creación –tratándose de archivos orales, por ejemplo- de bases de datos, acervos, archivos, fondos documentales y también el trabajo con causas judiciales (y aquí hay un diálogo en curso ya que muchxs colegas han sido llamado por las querellas para testimoniar como testigos de concepto por sus investigaciones en los juicios de lesa humanidad). Las relaciones entre el archivo y el testigo, el papel y el testimonio, la memoria y la historia han sido debates fundacionales de este campo de estudio. ¿Qué documentos faltan?, diría muchos, sobre todo aquellos documentos producidos por los servicios de Inteligencia, pieza clave de la estructura represiva en el país y en Plan Cóndor. Probablemente los documentos del Batallón de Inteligencia 601 o muchos de la SIDE. Recordemos que además de la autoamnistía y la declaración de “muertos” de los desaparecidos, a la salida de la dictadura también hubo un decreto que ordenaba “la incineración de toda documentación relacionada con la lucha contra la subversión” (22 de noviembre de 1983). Sin embargo, como existía un organismo de coordinación de los servicios de inteligencia (la “comunidad informativa”) algunos de ellos pudieron ser recuperados para los juicios y para la investigación sociohistórica, por ejemplo, en el Archivo de la DIPPBA y los provenientes de otras dependencias estatales-militares.
Ahora bien, además de los documentos, desde las ciencias sociales y las humanidades que se dedican al análisis y reconstrucción del período creo que tan importantes son los documentos como las preguntas que se les hacen a las fuentes. Y allí en el actual contexto en el que posturas negacionistas y aún reivindicativas de la “guerra sucia”, paradójicamente a 40 años de la recuperación del Estado de Derecho, confío en los y las jóvenes generaciones de investigadores/as que están trabajando muy seria y comprometidamente, con nuevas preguntas y auscultando nuevas perspectivas o bien siguiendo con la joven tradición de ese campo de estudio, por ejemplo, en las escalas de análisis y la ampliación nacional de casos sobre los que aún mucho falta por revisar.
Por Camilo Ratti
Fotos: Pablo Giordana