Entrevista a Tomás Abraham

“La filosofía es pensar lo que sucede”

 

Con un tono irreverente y provocador, y sin perder la agudeza que lo caracteriza, el filósofo Tomás Abraham dialogó con Alfilo. Durante la entrevista, dijo que no se considera un pensador “progresista” y que está “retirado” de los medios de comunicación tradicionales porque no le gusta que le “pongan moldes ni ideológicos ni estilísticos”. Opina que el Observatorio de Medios, propuesto por el Gobierno e integrado por profesores de la UBA, se parece a una “KGB carnavalesca”. Consideró, no obstante, que “hay que hablar bien de  los políticos que hacen las cosas bien” y confesó que se siente cerca de Hermes Binner. El autor de “El presente absoluto” arribó a Córdoba, a fines de abril, para dar un curso sobre Foucault y Deleuze, invitado por el Doctorado en Semiótica que dictan, conjuntamente, el Centro de Estudios Avanzados y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Convencido de que los filósofos deben hablar de su tiempo, Abraham se refirió al papel de los medios en la actualidad, las tecnologías, el periodismo, el conflicto entre el gobierno y el campo, y, por supuesto, a la filosofía.

Con un libro en la mano, Tomás Abraham aguardaba en el hall del hotel para comenzar la entrevista. La imagen de aquel hombre con su libro, como un reflejo de quien no quiere desaprovechar los minutos de espera, encaja a la perfección con su idea de lo que debe ser un filósofo: alguien que, fundamentalmente, lee. La escena se puede completar con lo que expresa en su artículo “El dolor de leer”: “el filósofo debe ganar páginas, el problema del tiempo que tan caro es a la historia de la disciplina se encarna en él en esta cuestión de páginas”. También en esa nota, publicada en su página web, advierte que los libros deben ser leídos completos, y no basta con prólogos y contratapas. “Ese quehacer simulado sólo les sirve a los presentadores de libros”. Por eso, siempre el filósofo “lleva el libro por si acaso”.
Desde hace dos años, Abraham publica sus textos periodísticos casi exclusivamente en formato digital. A pesar de que califica como de “muy elemental” su relación con la tecnología, en los últimos tiempos viene dando batalla a través de internet. Primero participó en el espacio web “Trabajos Prácticos”; luego, junto a Eduardo Antín (Quintín), fundó un sitio llamado “La lectura provisoria” y a partir de 2007 comenzó con el blog “Pan Rayado”, que está incluido dentro de su propia página (www.tomasabraham.com.ar). “Dejé de escribir en gráfica. Así que aprendí cómo se maneja un blog, pero nada más. No me complico la vida”, comenta.

- ¿Te interesa, entonces, el ejercicio del periodismo a través de internet?
- Tiene una cosa muy intensa, de una relación directa con el lector. Hay un lector vivo, que está presente. Se sabe que lo que uno escribe alguien lo va a leer. Eso es muy estimulante, porque hay que tener en cuenta que cuando uno escribe no sabe si alguien lo va a leer. Además, si alguien lo va a leer uno ni se entera que lo leyó.  Esta es la práctica del escritor. Acá, uno sabe que lo que escribe alguien lo está leyendo. Pueden ser cien, doscientos o cuatro. Eso marca una relación diferente con la escritura. Es muy incitante. Por otro lado, hay un ambiente polémico porque la gente se puede expresar con seudónimos y decir lo que quiere. Eso, por lo general, puede llegar a embarrarlo todo, porque es un medio de agresividad. Pero también puede haber intervenciones que abren caminos y enriquecen alguna polémica que a veces no se da por otros medios. Considero que es un medio irreversible, que se va a ir transformando con el tiempo. De ahí no se vuelve.

- En algunos textos hacés referencia a la figura del contraopinador…
- Justamente, los medios digitales e internet proponen un lugar libre, un lugar donde uno puede expresar y difundir ideas y no estar bajo la supervisión de grupos editoriales ni comerciales. Es un terreno donde no hace falta dinero, donde se crean redes infinitas y donde, además, uno puede buscar información sumamente importante y que no es la que transmiten los grandes diarios necesariamente. Porque son limitados, tendenciosos o porque tienen intereses propios. Pero uno puede entrar a la red y consultar todos los diarios del mundo, ya sea de cualquier país y en cualquier idioma, como medios alternativos, y formarse en una especie de ciudadanía informativa. Es decir, pensar la información. Para el intelectual, el profesor, el estudioso, pensar la información es muy importante. Para eso hay que cotejar, comparar y confrontar la información. Eso se logra visitando sitios de información. Son millones. Eso te da una alternativa que no existía hasta hace un tiempo, cuando vos eras rehén de Telenoche, o de Telefé, o de La Voz del Interior, o del Grupo Clarín, o de quien fuere. Cada uno de los temas y cualquier tipo de actualidad es confrontable e investigable por medio de la web. En ese sentido, cuando hablo de un contraopinador creo que es aquel que, en el mundo de la opinión -que es el mundo de la información y del debate, de la doxa-, tiene vías de investigación como para poder contraopinar. Es decir, hablar contra la opinión pública, que se forma por medio de una especie de complicidad general y de reconocimiento mutuo de ciertas idiosincrasias y de información que va y vuelve en estas hegemonías y homogeneidades. El contraopinador es aquel que va constituyendo su propia opinión, ya sea en forma personal o en red, a través de una selección, o un zapping informativo, en los medios digitales.

- Sin embargo, el impacto que tienen los medios digitales, todavía, no parece  equiparable al de otros medios masivos de comunicación…
- Puede ser que sacar una nota en La Nación te de un prestigio y un alcance que no te lo da escribir en medios digitales. Eso es posible, pero uno elige qué costos quiere pagar. A mi me invitaron a ser columnista permanente de La Nación y sabía que tenía que escribir en “el estilo de La Nación”. Y, realmente, creo que el estilo hace al hombre.

- ¿Actualmente no publicás artículos en medios gráficos?
- Yo he publicado muchísimo en todos los medios, pero también me he retirado. Primero, porque no tengo una ideología acorde a los medios y todos tienen alguna. No soy progresista, que es como el carnet para entrar en un medio como Página 12 o Clarín; tampoco soy liberal republicano para escribir en La Nación. Y no me gusta que me esperen, no solamente por los temas que quieren que escriba si no también por los tonos. Tengo varios tonos. Me divierto mucho, provoco bastante, soy irreverente. No me pueden moldear. También escribo en un tono muy serio y académico. Necesito libertad de expresión. Es decir, expresarme como quiero: que no me pongan moldes ni ideológicos ni estilísticos. Y eso es casi imposible.

La protesta del campo
- ¿Cuál es tu análisis sobre el conflicto entre el gobierno y los ruralistas?
- Este conflicto es el síntoma de un problema complicado que está pasando el país. Es un cuello de botella. Es un techo de producción. Es un límite, un cenit del consumo al que se llegó. Se gastaron las pilas. Es muy difícil cambiar, porque cambiar significa enfriar la economía, y eso tiene consecuencias sociales. Y como siempre ha pasado en la Argentina, el problema no es económico. Cualquier país cambia de modelo económico, salvo Europa y los países centrales europeos como Alemania y Francia en los que, a pesar de los cambios de gobiernos, las políticas económicas son muy conservadoras. Pero, en general, los planes económicos son variables. Estados Unidos, de Clinton a Bush, hizo enormes cambios. Es decir que se puede cambiar de modelo económico, lo han hecho muchos países. Pero para eso, para que los cambios se hagan y no esperar que todo se derrumbe, se necesitan alianzas políticas y consensos. Y eso es lo que nunca se logra en nuestro país. El cuello de botella es político. Es decir, en el momento en el que un plan económico da algunos resultados, como éste que sacó a la Argentina de un pozo depresivo muy fuerte en el 2002 y estimuló la economía durante un tiempo, llega a su límite y hay que cambiarlo. Porque si no se lo cambia, provoca un desastre. Lo mismo pasó con Menem. Pero para cambiarlo se necesita, primero, coraje; después, un consenso político y la determinación. Eso es lo que en este momento está enfrentando el gobierno. La protesta del campo es un síntoma. El problema, entonces, es político. Es decir, ¿cuáles van a ser los grupos, las alianzas que se van a poder armar?, ya sea con los gremios, con los industriales y con el mismo campo para poder ponerse de acuerdo. La participación de las fuerzas políticas es relativa, porque está únicamente el Partido Justicialista como algo fuerte. Para que el país no sufra nuevamente un desmoronamiento -que no será como el del 2001, será distinto-, se necesita una fuerte alianza política. 

- ¿Cuál es el rol que jugaron los medios de comunicación en el conflicto y cómo ves la polémica que se desató con el gobierno?
- Nada nuevo bajo el sol. El gobierno se pone muy nervioso por la situación. Indudablemente, si hay una protesta con trescientos cortes de ruta, los medios no pueden no darle importancia. No solamente del gobierno viven los medios, también de empresas y avisadores. Por la mínima credibilidad, no pueden no mostrar eso. Pero este gobierno, a través de un grupo de inversores aliados a la política, y al ver que la situación política se les vuelve en contra, quiere tener medios propios. Entonces, están viendo qué alianzas pueden hacer para evitar a los medios que no pueden manejar a su antojo y crear sus propios medios, como lo hacen muchos grupos políticos. Comprar medios, asociarse, debilitar; es decir, entrar en una guerra mediática.

- En este marco, ¿cuál es tu opinión sobre la creación del Observatorio de Medios integrado por profesores de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA?   
- Yo creo que merecen una patada en el culo, más que una opinión. Son olfas del poder. No se puede creer lo que hacen estas carreras de facultades de ciencias sociales que, se supone, enseñan pensamiento crítico. Coronándose con Benjamin y con Karl Klauss toda la vida, haciéndose los grandes subversivos del pensamiento, son lo más chupamedias que se nos pueda ocurrir. Lo que hacen con tal de salir en una foto y que se hable de ellos y de una Facultad que va bastante a la deriva, enseñando de todo y nada. Han podido figurar en un lugar que les encanta: al lado del poder y, al mismo tiempo, sentirse perseguidos por los medios masivos de comunicación como si fueran víctimas de alguna especie de complot. Igual que Cristina, en ese sentido. Muy mediocre, muy penoso y lamentable, a la altura de ciertos profesores y decanos que han mostrado lo que son. Me parecen sirvientes, que usan una autoridad académica para formar parte de una especie de “stalinismo”. Primero, que no van a controlar nada porque no entienden nada. Es increíble que la carrera de comunicación se convierta en un buchoneo de periodistas y que, después de tanto bregar por la libertad y la crítica, termine espiando a los periodistas para decirle al poder qué periodista no responde. De eso se trata esta especie de “KGB” carnavalesca.

- En algunas entrevistas dijiste que en la Argentina “no hay que refundar el sistema republicano, sino hacerlo bien y respetar las instituciones” para que nos vaya mejor.
- Eso lo dice mucho gente, aún con la que no tengo nada que ver políticamente. Es un lugar común. Hasta la presidenta habla de calidad institucional. Es muy difícil salir del lugar común y ver la autenticidad de tu idea. Yo creo que el poder político, y el personal gubernamental de turno, tiene un rol educativo muy fuerte. La cultura no pasa por el Ministerio de Educación o la Secretaría de Cultura. También pasa por ahí, pero no solamente por las escuelas, la familia y la televisión. La autoridad es ejemplar. Porque por algo se llegó a ser presidente, ministro de justicia, presidente de un senado o diputado. No es solamente un éxito. Es un éxito obtenido a través de la confianza y la credibilidad de la gente que ha depositado una elección en esas personas para vivir mejor. Con lista sábano o no, de alguna manera está depositado ahí un espejo en el que la sociedad se mira. Si mienten, cancherean, se ríen de sí y de los otros, roban, estafan, degradan y difaman, sabemos en realidad que el molde en el que estamos es ése y que aquél que no cumpla con esta especie de melodía va a ser expulsado. Es decir que te van a pasar por encima. Por eso es importante luchar siempre porque la política esté ocupada por otro tipo de gente. Y es tan importante estar alerta a la existencia de ese otro tipo de gente. Y dejar de hablar mal de los políticos y hablar bien de aquellos políticos que hacen las cosas bien. Nosotros tenemos una especie de masturbación en oler lo podrido. Nos encanta hablar mal. Nos encanta denunciar. Nos encanta condenar. Nos encanta maldecir. Y nos encanta, también, ignorar al que está haciendo las cosas bien. Creo que sin políticos, la sociedad está en manos de mafias. Los políticos son absolutamente necesarios para la construcción de un poder que tenga el control de la ciudadanía. Por eso, siempre estoy muy atento a que surja este clase de políticos, apoyarlos y difundir sus acciones. En este momento lo hago con Hermes Binner. Estoy cerca de lo que hace, tratando de colaborar en la medida de mis posibilidades y limitaciones para que se pueda hacer algo mejor que lo que se hace.

Los medios y el terror a la complejidad
- ¿Por qué creés que es necesario promover un encuentro entre la filosofía y el periodismo?
-  La palabra periodismo es demasiado grande. Al periodismo no lo hacen sólo los periodistas sino los analistas de la actualidad, entre los que me cuento. El periodismo es una pieza ineludible del pensamiento. No hay filosofía sin periodismo. Es decir, no hay filosofía sin análisis de la actualidad. La filosofía no es hablar de Hegel. La filosofía es pensar lo que sucede. Hacer lo que hicieron Spinoza, Platón, Séneca, Hegel, Marx o Nietzsche: pensar su tiempo. Y lo hicieron con los medios que les daba su tiempo. También los periódicos, desde Kant en adelante y antes también, fueron fundamentales para la formación filosófica e intelectual. Lo que sucede es que los diarios, y el periodismo en general, le tienen terror a la complejidad. Entonces, como piensan que todo el mundo es idiota –salvo ellos que manipulan la idiotez-, siempre te piden que “bajes”. Piensan que hay alturas y llanuras, y que la gente chapotea en la ciénaga. No quieren que se complejice nada y piden que todo se traduzca a un idioma que es el que ellos usan. Eso a veces crea ciertos problemas. Porque tienen un estereotipo del oyente y del televidente, quien puede perfectamente entender una comunicación que ellos no quieren dar. Entonces, a veces el periodismo te impide plantear problemas porque lo que quieren es enviar en envases soluciones vendibles.

- Esta idea pareciera también ir a contrapelo de ciertas posturas intelectuales que no ven con agrado el ingreso de la actualidad en las discusiones académicas.
- Es que la actualidad es el talón de Aquiles del profesor de filosofía y de humanidades. Porque, ahí, él no tiene ventaja comparativa con Doña Rosa. Para pensar lo que está sucediendo no puede remitirse a la bibliografía, aún a la tantas veces amortizada que usa. No puede encerrarse y tirar una pequeña monografía con alguna palabra no ordinaria en la que se refugia su no pensamiento. Ahí está en el mismo nivel que Doña Rosa. Y si dice lo mismo, entonces no se entiende para qué estudia tanto. El gran desafío del pensamiento, el obstáculo y el problema, es lo que está sucediendo, es la actualidad. Por lo tanto, muchos de los académicos tratan de mantenerse a distancia de eso, porque se sienten sumamente frágiles, y lo encubren con una posición supuestamente “pura”, que se refleja en la frase “yo no me dejo manejar por los tiempos de los medios”. En ese sentido, pueden conservar su ignorancia.

- En tu blog incluís artículos de fútbol, arte, política, filosofía y eso también pareciera desafiar la hiperespecialización académica que se requiere actualmente
- Creo que hay grandes especialistas. En realidad, gracias a los especialistas muchas veces nosotros podemos opinar sobre tantas cosas. De todos modos, el especialista es muy bueno en su especialidad. Pero hay cosas que no son de especialidad. Hay un mundo que no es de especialistas. Y una buena parte de nuestra vida transcurre en ese mundo, que tiene que ver con la política, con la ética, con cuestiones sociales. Ahí no hay especialización, no hay una ciencia política como tampoco hay una ciencia ética. Y por ahí discurre la filosofía, entre la ética, la política, la verdad, el poder. Así que el mundo de la actualidad y la opinión es nuestro mundo. Además, considero que el pensamiento no se teje unicamente en un solo lenguaje. Boudelaire era poeta, pero nadie le decía “por qué hablás de los boulevares o los dandies y no te dedicás a la poesía”. Porque era un observador. Yo soy un opinólogo, que es la palabra degradante que usan para nombrar a un observador.

Analista de la actualidad
Director de la revista “La Caja”, fundador del Colegio Argentino de Filosofía, director del Seminario de los Jueves (grupo de aficionados a la filosofía que se reúne desde 1984), profesor titular de filosofía UBA-CBC, analista de la actualidad política y cotidiana.
Libros: Situaciones postales, Pensadores bajos, La aldea local, La guerra del amor, Los senderos de Foucault, Batallas éticas, Vidas filosóficas, Foucault y la ética, Historias de la Argentina deseada, El último oficio de Nietzsche, La empresa de vivir, Pensamiento Rápido, Fricciones, Tensiones filosóficas, El último Foucault, La máquina Deleuze y El presente absoluto.

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