Gorelik en Córdoba
El lugar de la ciudad en la cultura
Adrián Gorelik, reconocido intelectual y estudioso de la historia cultural urbana, visitó la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC) donde ofreció una conferencia sobre “Cultura urbana latinoamericana” y, además, se reunió con investigadores locales. “Me interesa mostrar la importancia de la ciudad, no como escenario, sino como el territorio en el que es posible la vida social y la cultura en la modernidad”, afirmó el autor del libro “Miradas sobre Buenos Aires”.
Según la definición del propio Adrián Gorelik, sus investigaciones se desarrollan en una zona “un poco ambigua” de la producción intelectual y académica, la cual se podría denominar “historia cultural urbana”. Sin la intención de crear una nueva disciplina, Gorelik propone un enfoque a partir del cual la ciudad es concebida como un lugar de cruces de saberes, disciplinas y problemas que requiere –para ser captada en toda su productividad- un recorrido entre distintos enfoques y perspectivas.
El investigador reconoce que el trabajo que desarrolla, junto con un grupo de investigadores, busca “reponer el lugar de la ciudad en la cultura y, simultáneamente, reponer el lugar de la cultura en la ciudad”. En este sentido, le interesa “mostrar la importancia de la ciudad, no como escenario, sino como el territorio en el que es posible la vida social y la cultura en la modernidad”. O, como en su último libro, analiza la ciudad como un “objeto cuyos límites son evanescentes, cuya abrumadora cotidianeidad involucra a la interpretación, la comprende y mimetiza: un objeto vivo, que irrealmente parece el mismo y siempre otro de sí”.
En Córdoba
La conferencia que dictó en Córdoba, el 14 de mayo en el Pabellón Residencial, fue organizada por el Programa “Cultura escrita, mundo impreso y campo intelectual” del Museo de Antropología y el Área de Historia del Centro de Investigaciones de la Facultad. En la presentación, Gustavo Sorá, investigador y profesor de la Maestría en Antropología, destacó la generosidad y capacidad de Gorelik para movilizar proyectos y alentar la formación de grupos de estudio e investigación localizados en diferentes puntos del país. Además, se refirió a su trayectoria como subdirector de la revista “Punto de Vista” y miembro del consejo de dirección de “Prismas”, revista de la Universidad Nacional de Quilmes. En esa universidad, precisamente, Gorelik también se desempeña como docente e investigador del Programa de Historia Intelectual. Es autor de numerosas publicaciones y libros, entre los que se destacan “La grilla y el parque” y, el más reciente, "Miradas sobre Buenos Aires".
(Descargar audio completo de la conferencia).
Recorridos y búsquedas
Nacido en 1957, Gorelik es un investigador con una trayectoria académica e intelectual bastante particular. Se recibió de arquitecto en la UBA, profesión que apenas ejerció cuando recién obtuvo el título de grado. “Lo único que sabía era que me gustaba escribir, por alguna razón extraña estudié arquitectura”, dice con perplejidad en la conversación que mantuvo con Alfilo. Sin embargo, reconoce que en esa carrera hay una larga tradición de estudios sobre historia de la arquitectura. “En la Argentina nunca fue fuerte, y en Buenos Aires tuvo un tinte ideológico muy particular relacionado con el nacionalismo católico, con muy pocas excepciones”, explica.
La llegada de Jorge “Pancho” Liernur, quien se había formado en Venecia, marca para él, el inicio de un momento clave. Eran los últimos años de la dictadura y Liernur comienza a dictar unos talleres paralelos a la Facultad donde se empieza a discutir y reflexionar sobre temas que no estaban presentes en la formación universitaria. “Pancho organiza una especie de centro de discusión sobre historia de la arquitectura con criterios completamente novedosos, con una base marxista, de crítica a la ideología y al relato de la arquitectura moderna. Al mismo tiempo, con una visión muy profunda de lo que era la modernidad, cuestión que la tradición nacionalista católica vio siempre con mucha desconfianza”, recuerda.
Gorelik comenzó así con una práctica intelectual que, desde su punto de vista, estaba emparentada con una “idea militante de la historia” y con el objetivo de llenar un vacío que la Facultad había dejado en la enseñanza de la historia de la arquitectura. Cuando Liernur organiza ese centro, invita a participar del espacio a otros intelectuales como Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, que ya habían puesto en marcha la revista “Punto de Vista”, y Pancho Aricó y Oscar Terán que recién regresaban de su exilio en México. “Entre Pancho Liernur y Venecia, Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano con Raymond Williams y Pierre Bourdieu, y Oscar Terán con Foucault, se formó una especie de caldo de cultivo para volver a pensar los temas de la ciudad y la arquitectura”, sintetiza.
En este repaso, Gorelik dice que si bien la UBA, y particularmente la Facultad de Arquitectura “fue poco receptiva y hospitalaria” con respecto a estas inquietudes, luego encontró el estímulo de otros profesores como Luis Alberto Romero e Hilda Sábato para cursar el Doctorado en Historia en la misma universidad. “Fue todo bastante casual, muy vocacional y con muchísimo estímulo de esta gente que estaba también poniendo en práctica cosas nuevas”, expresa.
Homenaje a Terán
De todas las personalidades del ámbito académico y cultural con las que Gorelik se relacionó a lo largo de su carrera, Oscar Terán es, quizás, quien ocupe un lugar preponderante. “Buena parte de mi carrera en la universidad tiene que ver con él”, dice al recordar que fue Terán quien lo invitó a la Universidad de Quilmes a participar en un programa que luego, junto con Carlos Altamirano, denominaron “Programa de Historia Intelectual”. Y continúa: “Fue enormemente importante, porque nos empezó a ‘abrumar’ con ciertos autores, lenguajes y formas para aproximarnos al tema de la cultura”.
Terán falleció en marzo de este año y Gorelik, durante la charla, no quiso dejar pasar por alto su ausencia. A modo de homenaje, relató parte de su experiencia junto a Terán en el seminario “Historia de las ideas, los intelectuales y la cultura” que funcionaba desde 1987 en el Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani”. “La idea era muy simple: reunirnos una vez por mes y discutir un texto”, recuerda. En los encuentros, poco a poco, comenzaron a aparecer los primeros trabajos de quienes como él recién se estaban formando. Y señala: “Adquirimos ahí colectivamente formas de hablar y pensar la historia cultural”.
Desde hace aproximadamente diez años, Gorelik se desempeña como coordinador del seminario dirigido por Terán. “La muerte de Oscar nos puso en el doble desafío de continuar el seminario con el mismo espíritu y vitalidad. Es un momento muy emotivo, con un costado muy triste, pero al mismo tiempo muy desafiante”, expresa. El seminario, en homenaje a su creador, actualmente lleva el nombre de “Oscar Terán” y la dirección, con forma colegiada, recayó en un grupo de investigadores (entre los cuales se encuentra Gorelik) que participan desde hace tiempo en el espacio, tales como: Hugo Vezzetti, Jorge Myers, Martín Bergel, Fernando Rodríguez, entre otros.
Algunas reflexiones sobre el espacio urbano
“Creo que los que trabajamos en los temas urbanos debemos tener presente la particularidad que tiene la ciudad, donde la reflexión está fuertemente vinculada a la imaginación proyectiva”, apunta. Para Gorelik, la reflexión sobre la ciudad y las ideas que surgen a partir de esa reflexión no necesariamente se deben traducir en un programa o en una propuesta para la acción política. De este modo, cuando dice “imaginación proyectiva” no se refiere a proyectar un pedazo de ciudad, ni a convertirse en gestor de la ciudad. “No todos los estudios deben tener una matriz operativa. Yo me formé fuertemente contra la operatividad de lar reflexión histórica. La historia debe tener toda la libertad para comprender el pasado, sin pensar que ese pasado tiene que dar directivas para el presente”, sostiene.
No obstante, es consciente de que los estudios sobre la ciudad han tenido un considerable impacto en la ciudad contemporánea. “Las ciudades se ven de otra manera. Las representaciones urbanas impactan también en la transformación de la ciudad, así como son impactadas por ella”, advierte. “Si uno tiene esto presente, entonces, sabe que no tiene que dar indicaciones para la transformación de la ciudad, pero sí que tiene una responsabilidad política en la elección de los temas y en el cuestionamiento de los enfoques dominantes. Es decir, en poder elegir aquellos temas que ponen en cuestión la orientación de la ciudad”, concluye.
Crítico de algunos estudios que celebran “el caos y la fragmentación” de las ciudades contemporáneas, Gorelik prefiere tensionar esas posturas. En este sentido, para él es necesario pensar (y apostar a) la transformación de la ciudad como un territorio más democrático. El investigador observa con desconsuelo que la ciudad actual expulsa del espacio público “la miseria y la pobreza para ajustarse a los criterios que impone el marketing urbano”. Así, rechaza el diseño de una ciudad donde lo público se piensa sólo en términos de “marketing político” o para el “consumo turístico”.
Sin “Punto de Vista”
Gorelik también recordó, durante la entrevista, su paso por la revista “Punto de Vista” como una etapa importante en su vida. Esta emblemática publicación cultural, dirigida por Beatriz Sarlo, y que en distintos períodos reunió a intelectuales como Carlos Altamirano, Hilda Sábato, Hugo Vezzetti, María Teresa Gramuglio, Ricardo Piglia, Juan Carlos Portantiero y Pancho Aricó, entre muchos otros, dejó de salir a comienzos de este año, tras cumplir 90 ediciones. Creada en 1978, “Punto de Vista” marcó el rumbo de los debates en el campo cultural y político de la Argentina de las últimas décadas. En palabras de quien fuera una de sus fundadoras, Beatriz Sarlo, “una revista que ha estado viva treinta años no merece sobrevivirse como condescendiente homenaje a su propia inercia”.
“Fue una decisión colectiva dejar de editarla”, resume Gorelik, quien participa en la revista desde hace veinte años y en los últimos tiempos ocupaba el cargo de subdirector.
“Me da alegría y tristeza al mismo tiempo”, añade. Precisamente, comenta que lo que más va a extrañar no es “un lugar donde publicar” sino, el espacio colectivo que se generaba en torno a la revista y que siempre buscaba forzar el pensamiento y abrir nuevos campos de indagación y de preocupaciones. Una actitud “tan fecunda y necesaria para producir ideas sobre la cultura”, cierra.
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