Historias y personajes
Malicha entre nosotros
El nombre de María Luisa Cresta de Leguizamón, al igual que el de María Saleme y el de Elma Kolmheyer, evoca en esta Facultad al de las grandes maestras. Malicha -como todos la conocían- murió el 23 de octubre en Buenos Aires, a los 92 años. Profesora de letras hispanoamericanas, pionera de la literatura infantil y viajera incansable, apostó al estímulo constante de las producciones literarias e intelectuales a partir de ideas renovadoras en el campo de la literatura y la docencia. En 1988, se convirtió en la primera mujer en alcanzar el título de profesora emérita en la UNC. El año pasado, donó su importante colección de libros a la Biblioteca Central de la FFyH. En su homenaje, la sala de Consejo del Centro de Investigación de la Facultad (CIFFYH) llevará su nombre.
Parecen miles pero es una sola que se multiplica. Malicha entre los libros. Malicha en sus viajes por el mundo. Malicha hablando de literatura infantil, cuando pocos se atrevían a hacerlo en un espacio académico. Malicha en su departamento de Félix Frías recibiendo a los invitados de todos los días. Malicha generosa ante su inmensa biblioteca. Malicha en el CIFFYH dirigiendo tesis y proyectos de investigación. Malicha recorriendo la provincia en una Traffic del Ministerio de Educación para dictar cursos de capacitación a los maestros. Son apenas algunas instantáneas de una vida dedicada a la educación, la cultura y, especialmente, a la literatura para niños.
María Luisa Cresta de Leguizamón murió a los 92 años, en la ciudad de Buenos Aires, donde vivía con una de sus hijas. Dejó como legado, el recuerdo imborrable de quienes la conocieron y hoy la recuerdan como una visionaria y una maestra ejemplar. Entre muchas otras cosas, fue una de las pioneras en Córdoba y el país de la literatura infantil, docente, autora de cuentos, poemas, e investigadora en el campo de las letras hispanoamericanas.
El año pasado, Malicha donó su importante colección de libros a la Biblioteca Central de la Facultad de Filosofía y Humanidades, la cual pasó a formar parte del acervo bibliográfico de esta casa con el nombre de “Colección Malicha”. Considerando la importancia de este material, particularmente, de aquellas obras dedicadas a la literatura infantil y juvenil, la Biblioteca se comprometió no sólo a conservar la colección sino también a difundirla y ponerla a disposición de todos los usuarios que dediquen sus investigaciones a esta especialidad.
En su homenaje, y a dos meses de su desaparición, el Consejo Directivo de la Facultad decidió recientemente asignarle el nombre de María Luisa Cresta de Leguizamón a una de las salas del CIFFYH, un espacio institucional estrechamente vinculado a su desempeño como investigadora y coordinadora del Área de Letras.
No es casualidad que los nombres de María Saleme de Burnichon, que lleva el CIFFYH; el de Elma Kolmheyer de Estrabou, que lleva la Biblioteca y el de Malicha, hoy convivan con tanta cercanía. Esa contigüidad pareciera revelar también los puntos en común de sus vidas en el ámbito académico y la trascendencia de su paso fecundo por esta institución.
Su campo, las letras
En la foto carnet de su legajo amarillo se la ve con cara de mujer decidida. Un peinado simple pero de época, nariz afilada y ojos oscuros. Un trajecito obligado se asoma hasta los hombros. Los datos imprescindibles aparecen impresos con los caracteres reconocibles de una vieja máquina de escribir. De acuerdo con la información que aporta la burocracia universitaria, María Luisa Cresta nació el 2 de enero de 1918 en Paraná, se casó con Carlos Leguizamón en 1944 y tuvo cuatro hijos: Carlos, Mónica, Patricia y Ramiro. “Su madre era pianista y ella fue educada en un ambiente artístico. Desde pequeña tuvo inclinaciones hacia la literatura. A los once años decidió que las Letras serían su campo profesional”, agrega Claudia Baca en una de las biografías de Malicha.
Desde la década del 40 se transforma en una cordobesa por adopción. Malicha arriba con su título de profesora de Castellano y Literatura, trayendo consigo, desde su ciudad natal, el recuerdo entrañable de su profesor uruguayo Carlos María Onetti, de Amaro Villanueva, de Juan L. Ortiz y de Alfredo Martínez Howard.
Malicha se dedicó, por ese entonces, a conocer los rincones de la ciudad de Córdoba. En ese descubrir, construye una hermosa relación con los pintores Soneira, en cuyo atelier escuchó historias con Deodoro Roca; con el escultor Juárez y, posteriormente, con Laura Bustos Vocos.
En la década del 50 ingresa por concurso a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, donde dicta clases en la cátedra de Literatura Hispano Americana. Además de obtener su cargo de profesora titular, en 1957 asume como directora del Departamento de Letras Modernas.
Después de que matan a su hijo Ramiro, y en el intento de salvaguardar al resto de su familia de la última dictadura militar, Malicha se ve obligada al exilio a lo largo de casi toda una década. En 1975 dan por terminadas sus funciones en la FFyH y recién en 1985, cuando retorna la democracia, es reincorporada nuevamente como docente de la institución. Tres años más tarde, en 1988, es nombrada profesora emérita de la Universidad Nacional de Córdoba, por el Consejo Superior, convirtiéndose así en la primera mujer que accede a este cargo en la historia de esta casa de altos estudios.
Una energía única
Pero sus mejores cualidades, al menos las que más recuerdan quienes transitaron la vida académica junto a ella, no aparecen impresas en esas hojas gastadas del archivo. ¿Quién era Malicha? Es innegable que su apodo interpela. Como bien dice Adriana Vulponi, una de sus alumnas en la carrera de Letras: “La seguiremos llamando Malicha aquí. Para mí, desde el principio lo fue. Le decía que ese nombre tan largo era lindo pero tedioso de decir y de escribir: María Luisa Cresta de Leguizamón. Y ni qué hablar cuando hubo que agregarle 'profesora emérita'. Ella se reía. Además, Malicha le iba justo, muy simpático”.
También las palabras del periodista Carlos Schilling definen de manera certera algunos rasgos de su personalidad. “Si uno la vio una sola vez en la vida no puede olvidarla. Era menuda, enérgica, vivaz, y tenía la capacidad de cambiar el ánimo de las personas con las que se cruzaba. Por razones estrictamente cronológicas solía ser la más veterana en todas las reuniones, encuentros o congresos, pero siempre parecía la más joven. Estaba poseída por una energía única que transmitía no sólo en su enseñanza sino también en las conversaciones informales”.
Numerosas anécdotas pueden escucharse y todas coinciden en retratar a una Malicha incansable que aparecía en simultáneo por distintos espacios, ámbitos y rincones vinculados con la actividad literaria. “La asocio con Caperucita porque ella solía reírse siempre de aquella vez, durante la dictadura, cuando la detuvieron porque estaba dando una conferencia sobre literatura infantil (es que Malicha siempre andaba defendiendo el reino de la literatura para chicos…) y justo cuando nombró al clásico personaje, la increparon y ella quedó preguntándose si sería por el color de la capucha”, ilustra la escritora Graciela Bialet.
Experiencias pedagógicas innovadoras
En la década del '40, Malicha es convocada por el doctor Antonio Sobral para formar parte del proyecto educativo de la Escuela Normal Superior Garzón Agulla en un período de marcado desarrollo académico y experiencias pedagógicas innovadoras. (Años más tarde, Malicha escribiría dos “tomos homenaje” en los que recupera algunos momentos de esa etapa). “Su paso, junto a su marido, por el Garzón Agulla ha dejado huellas. Hoy advertimos que su modalidad de trabajo es de avanzada con respecto a las posibles maneras de encarar la enseñanza de la literatura”, afirma Claudia Baca, autora del libro El niño que llevamos dentro.
Para Graciela Herrera de Bett, directora de la Especialización en Lengua y Literatura de la FFyH, la dupla compuesta por Malicha y Carlos amalgamaba una serie de intereses y pasiones compartidas que potenciaban sus cualidades personales. Con una impronta marcada especialmente por el interés en la transmisión de los saberes, Graciela subraya que ellos “veían a la cultura no como algo cristalizado, sino como algo vital”.
Ya en la Universidad, quien haya tenido el placer de conocer a Malicha como docente sabe cómo disfrutaba de sus clases de literatura latinoamericana. “Sus clases eran muy diferentes al resto. Para abordar la literatura y su historia, nos adentraba en esos mundos de una manera única. Contaba anécdotas que siempre tenían exactamente que ver con el tema y agudizaban su comprensión. Muy sencilla y suave al hablar, dejaba traslucir su intención de que aquello que decía era tan sólo un pequeño aporte. Recuerdo haber disfrutado cada uno de los trabajos que nos solicitaba, porque requerían no sólo de lectura y reflexión, sino de una verdadera producción original de nuestra parte. Por eso era estimulante hacerlos”, rememora Adriana Vulponi.
Malicha formó parte de un grupo de profesores de la Facultad de Filosofía que en la década del 60 abrió un nuevo campo de reflexión y de trabajo en torno a la enseñanza de la literatura. “Ella traía una visión teórica crítica de la Literatura Hispanoamericana y tenía mucho interés en que leyéramos las novelas, cuentos y poesías de autores latinoamericanos. A los que cursábamos, se nos abría un panorama de lecturas y textos que no habíamos encontrado en nuestra escolaridad secundaria”, puntualiza Herrera de Bett.
Un dato interesante sobre la perspectiva de Malicha con respecto a la enseñanza de la literatura lo aporta Gustavo Bombini, doctor en Letras de la UBA, quien señala que en el libro La lengua materna en la escuela secundaria, publicado por Eudeba en 1962, Cresta de Leguizamón “retoma el eje crítico al historicismo y al biografismo advirtiendo sobre los riesgos de la pérdida de contacto entre los alumnos-lectores y los textos literarios”. “La autora parte de la pregunta ‘¿Literatura o Historia de la literatura?’ y da cuenta de cómo la literatura ha quedado ‘transformada’ por su enseñanza ‘en un abundante catálogo de nombres, fechas, acontecimientos y obras’”. De este modo, Bombini explica que, con una visión crítica de las historias de la literatura de consumo escolar, Malicha “refuerza los argumentos en contra del enciclopedismo debido a la operación cognitiva por excelencia que llevará a cabo el alumno en este modelo: la memorización”.
Según Vulponi, la obra de Malicha “se adscribe en la tendencia general de los '80, en el rechazo al didactismo, al lenguaje infantilizado, el animismo y la inserción de elementos de la literatura tradicional en el mundo cotidiano infantil, el lenguaje familiar y coloquial, el juego en el manejo del tema y el empleo de la palabra".
Cecilia Bettolli, directora del CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), recuerda especialmente que en el coloquio final de la carrera de Letras ella pudo discutir y debatir con Malicha algunos temas vinculados con la literatura. “Eso habla de una particular actitud docente: planteaba la posibilidad de debatir con un alumno”, subraya. “Cuando terminé la Facultad y comencé a internarme en el campo de la literatura infantil, que en ese entonces no existía como ‘campo’, tuve un vínculo particular con ella. Esta relación no hacía pie en la Facultad, porque la literatura infantil era una ‘cenicienta’ que todavía no habitaba estos claustros”, afirma Bettolli.
Viajeros de alma
La condición de “viajera” de Malicha reviste un aspecto singular en su trayectoria, justamente por la manera en que estas experiencias ligaron su actividad docente y de investigación con su concepción dinámica de la cultura. “Malicha era viajera de alma. Ciudadana del mundo. También era muy generosa. Le encantaba contar de sus viajes y traer regalos, como un modo de hacer circular sus experiencias. Los relatos de viajes estaban ligados a la cultura, a las personas y siempre a alguna andanza por el ámbito académico”, asegura la directora del CEDILIJ.
Con el objetivo de divulgar las letras hispanoamericanas, haciendo especial énfasis en la literatura infantil, Malicha pudo vivenciar de cerca culturas como las de Estados Unidos, México y China, entre muchas otras. En su currículum aparece la categoría “viajes de estudio” repleta de ítems que refieren a momentos de intercambios, becas y estadías en Uruguay, Guatemala, Ecuador, Venezuela, Perú, Chile. Recorría estos países con la finalidad de recoger material bibliográfico, revisar informes y publicaciones, entrevistar a autores y hasta “visitar la región de los indios otovalos” para documentarse sobre el problema indigenista en Ecuador.
“Ella y su marido eran viajeros de Latinoamérica y traían experiencias de su relación directa con escritores y críticos. Recuerdo que se abrió un contacto con México especialmente”, destaca Graciela Herrera de Bett. En efecto, Malicha residió en ese país como becaria de la OEA y docente de la Universidad Nacional Autónoma y la Universidad Veracruzana de México, de donde extrajo muchos conocimientos e ideas acerca de la literatura infantil y juvenil. Según cuenta Adriana Vulponi, uno de los recuerdos preferidos de Malicha era el del escritor Antoniorrobles, autor de libros para niños, con quien compartía algunas posiciones y perspectivas.
Su viaje a China en 1980 también da cuenta de este marcado interés por conocer y explorar otras culturas. Se desempeñó como catedrática en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Pekín y trabajó en la radio con un programa de narración de cuentos tradicionales chinos en lengua española. En tanto que a su marido le encargaron la traducción del Martín Fierro al chino.
Una biblioteca con casa
Distinguida por su inmensa generosidad, al enseñar, Malicha no dudaba en poner a disposición de sus alumnos uno de sus mayores y más codiciados tesoros: su completa y vasta biblioteca.
“Fuimos muchos los recibidos en su casa de Félix Frías, que no era una casa con biblioteca, sino una biblioteca con casa. Y allí nos contaba sus historias y luchas por el reconocimiento académico y difusión de este género ‘marginal y subalterno’ que es la literatura infantil. Nos prestaba todos los libros que pudiéramos necesitar, nos orientaba con lecturas y también nos regalaba material”, enfatiza Vulponi.
Como una actitud cotidiana, Malicha convocaba a sus alumnos, becarios y colegas de la universidad a reunirse en su departamento de barrio General Paz. Era pequeño, muy cálido y con una biblioteca – ubicada en una habitación probablemente más grande que su propio dormitorio- que contenía estanterías cubiertas del piso al techo y con dos o tres filas de libros por estante. “Justamente, uno de los recuerdos que tengo de ella tiene que ver con su generosidad con los libros. Si bien, en lo tangible, los libros eran su capital, no dudaba nunca en prestarlos, circularlos, que fueran y vinieran. Incluso, disfrutaba de eso”, apunta Bettolli.
De manera diferenciada, un sector de la casa estaba destinado a los libros de literatura infantil. Como en su propia actividad, Malicha reservaba para ellos un lugar especial.
Al ingresar a la casa, la atención de los visitantes también se concentraba en los diversos objetos con los que ambientaba su departamento. Según el registro de Claudia Baca, en la casa de Malicha “todos los objetos hablan. Es cuestión de ponerse a escuchar. Pareciera que uno hubiera descubierto la isla de Salgari, tesoros que hablan de viajes, de personas y de infinitas historias. Los objetos se vuelven relatos apasionados y envolventes”.
“La estética de su casa y la de ella misma eran absolutamente coherentes. Como sencilla pero de un cuidado y una diversidad cultural increíbles. Malicha era amante de las artesanías. Tenía en su casa y ella misma siempre portaba algún collar, una pulsera, un prendedor o algún detalle de algún objeto muy sobrio, bello y genuinamente artesanal”, ejemplifica Cecilia Bettolli
Por su parte, Graciela Herrera de Bett expone con claridad todo lo que ofrecía Malicha cuando abría la puerta de su casa. “En esa generosa biblioteca en la que ella recibía a la gente, se hablaba de literatura. Había unas lindas ‘tertulias’, como se decía en otras épocas. Se tomaba un café y se pasaba una hermosa tarde conversando. Aparte de los libros, en su casa se encontraban los objetos más increíbles, extraños y originales. Objetos recogidos a lo largo de los viajes por el mundo; objetos que traían recuerdos del mundo. Era un ambiente muy cálido. Era un buen hábitat el que ofrecía Malicha en su casa”.
Los seminarios taller del '69
Organizados desde la Secretaría de Extensión Universitaria, los Seminarios Taller de Literatura Infantil y Juvenil que se realizaron desde 1969 al 71 constituyen una hito fundamental en la historia del género en Córdoba y en el país, ya que fueron los primeros encuentros que reunieron a especialistas disgregados en la capital y el interior, y generaron un espacio de discusión e intercambio de estudios y experiencias para elaborar una nueva perspectiva de abordaje y producción.
“Siempre nos impresionó en el CEDILIJ –subraya Bettolli- cómo estos seminarios están en la memoria de las personas que hicieron los primeros caminos a partir de estos encuentros; como algo fundante del campo. Sobre todo porque fue un evento de carácter público donde se abordó la cuestión de la literatura para chicos desde un lugar de ruptura con lo que se venía haciendo y de quiebre con cierta visión conservadora y tradicional del campo. Estos seminarios le dieron una vuelta de tuerca a esa mirada y plantearon el tema de literatura para chicos, la lectura y los libros, desde el ámbito del arte y la comunicación”.
En estos seminarios comenzaron a aparecer ponencias con enfoques nuevos, absolutamente despegados de perspectivas que hacían foco en lo didáctico, lo moral y la tradición oral y folcklórica como aspectos predominantes en las reflexiones sobre literatura infantil y juvenil. Como no podía ser de otra manera, Malicha fue –junto con Lucía Robledo- una de las promotoras y protagonistas de estos encuentros. De allí emergieron personalidades muy destacadas de la literatura infantil y juvenil, como escritores consagrados actualmente a nivel nacional e internacional y animadores culturales que fundaron y dirigieron instituciones dedicadas específicamente a promover la actividad literaria entre los niños.
El caso de la escritora Laura Devetach, recientemente consagrada como Doctora Honoris Causa de la UNC, es una muestra de ello. En el discurso que pronunció durante la ceremonia en la que fue distinguida con el máximo reconocimiento universitario, Devetach se refirió a los Seminarios en los siguientes términos: “Recordar hoy a los Seminarios Taller de Literatura Infantil y Juvenil significa para mí y para muchos de los que participamos en ese ámbito, el reconocimiento de uno de los puntos de partida que marcaron nuestras actividades y profesiones. Y creo que mucha gente joven está recibiendo hoy algo de aquellos beneficios. Los saberes sobre literatura para chicos encontraron en los Seminarios el espacio y el aliento para crecer en el marco de Córdoba, de una Córdoba muy especial caracterizada por tener un medio rico y activo y también voces que, desde la cultura en general, otras disciplinas creativas, o el estudio, abonaron el terreno para fuertes cambios. En ese medio surge como posible la idea del Seminario, desde Malicha Leguizamón y otras personas, que venían preocupadas por el tema. Mediante la Secretaría de Extensión Universitaria y los buenos oficios de Lucía Robledo, maga de organizaciones culturales, se concretaron estos eficaces ámbitos de intercambio y debate que rindieron sus frutos para todo el país. Permiso, lugar, consenso para abordar una disciplina que hasta el día de hoy no tuvo entrada a las universidades por la puerta grande”.
En diálogo con Alfilo, Laura Devetach también recordó una anécdota vivida junto a Malicha. “Mi relación con ella tuvo que ver porque fue jurado de muchos concursos en los que yo intervine. Por ejemplo, el libro La torre de cubos salió de un concurso que organizó la escuela José Martí; una escuela muy entrañable, nueva en aquel momento, privada y con una línea interesante. Salieron premiados como cuatro o cinco cuentos que envié. De ahí salió, por ejemplo, La planta de Bartolo. Fue muy gracioso, además, porque Malicha abría los sobres de los ganadores y decía ¡es la misma persona!”.
Durante el acto, Suny Gómez, coordinadora del Programa en Promoción y Animación a la Lectura y a la Escritura (Propale) de la FFyH, también evocó la figura de Malicha: “Quienes movilizamos la causa que nos honra hoy queremos recordar a Malicha leyéndonos literatura infantil latinoamericana o poniéndonos a cantar La cucaracha en plena disertación académica sobre la revolución mexicana”.
Literatura infantil y juvenil
A Malicha le gustaba repetir la frase del poeta Rilke “Todos somos el niño que fuimos”. Reflexiva y autocrítica, profesaba un respeto profundo hacia los más chicos y considera que la literatura infantil antes que infantil tiene que ser literatura. “El escritor no es escritor de niños o de adultos. El escritor es escritor. Cuando escribe para chicos traslada las mismas pautas que utilizaría si escribiera para grandes”, indicaba.
Buena parte de sus reflexiones sobre la temática están reunidas en cuatro textos que resultan claves dentro de su protagonismo como autora: Aproximaciones (1972); La literatura infanto-juvenil y los medios masivos de comunicación (1984), Córdoba y sus alrededores (1998) y Nuevas aproximaciones (2000).
Desde la Universidad, siempre impulsaba la expansión y el estudio de la literatura infantil y juvenil, por la que se interesó desde niña. “La carencia de buenos autores” pareciera ser una de las motivaciones más fuertes de Malicha para desarrollar su intensa actividad en este campo. “Creo que fue una respuesta a la literatura infantil bastante deficiente que me acompañó durante la niñez. Siempre soñaba que cuando yo fuera grande cambiaría las cosas. Esas lamentables obras, muy bien encuadernadas y muy bien ilustradas, no me dejaron casi nada; sólo una lección negativa”, explicaba Malicha.
Cuando ella comienza a generar un espacio a partir de sus búsquedas en el incipiente campo de la literatura para niños y jóvenes, renueva una vez más su compromiso con la cultura. “En la década del 80, nos reencontramos trabajando en distintas instituciones y retomando con brío la apertura a la vida democrática”, precisa la profesora Herrera de Bett y continúa: “Nos encontramos en distintos proyectos educativos. Ella siempre desde el ámbito de la literatura para jóvenes y niños, viajando por toda la provincia. Comienza a cobrar una nueva dimensión, en sus trabajos y prácticas, la idea de lectura de la literatura. Esta presencia de la lectura como práctica y como un modo activo de conectarse con el saber en función de su mirada particular sobre la literatura. En este caso, lectura y literatura son dos significantes interrelacionados”.
Así, se impone nuevamente la vitalidad de Malicha en los recuerdos. Su fuerza, sus ganas de hacer cosas y el impulso de miles de actividades la representan como una figura clave al momento de pensar estrategias para difundir y promover acciones. Graciela Herrera repasa las actividades realizadas junto con educadores primarios de toda la provincia, viajando por caminos impensados de Córdoba para organizar talleres y reuniones en las escuelas. “Ella no se cansaba y si había un kiosco de artesanías era la primera que bajaba y luego subía a la Traffic”.
La pajarita de papel
Para Malicha, la literatura infantil se concebía desde una mirada amplia. Esto incluía el diálogo y la interacción productiva entre los libros y otros medios de comunicación. Cuando la mayoría de los estudiosos veía con desconfianza la proliferación de mensajes por radio, televisión y cine, y planteaban los riesgos de este desplazamiento de la cultura escrita; ella consideraba que la literatura infantil debía insertarse en el universo infantil, “a la par de los demás medios masivos de comunicación”. “Yo opino que la televisión y los libros no son enemigos. Son dos medios diferentes. Creo que ese enfrentamiento a nivel de vida o muerte que suelen tener, es falso. Y creo que la actitud más correcta, la más honesta, y también la más provechosa es hacer que una se sirva de la otra. Es decir, usar la televisión como una colaboración, no como un enemigo”, decía Malicha.
Con este espíritu, incursionó en la realización de distintos programas radiales sobre temas de cultura, educación, literatura infantil y literatura hispanoamericana. Organizó y dirigió audiciones radiales sobre comentarios de libros y canciones para niños, tanto en Radio Universidad como en Radio Nacional. Pero, sin dudas, La pajarita de papel, emitido por primera vez en 1967, fue el programa que marcó la diferencia en sus proyectos radiofónicos y generó, por más de dos décadas, la adhesión de una nutrida audiencia infantil. “Fue un hito en la construcción del campo del arte y los chicos. El programa duró muchísimos años y creo que el nombre la representaba perfectamente. Ella tenía un timbre de voz, un tono, una cadencia y un estilo muy particular. Su voz en la radio era muy reconocible”, aduce Cecilia Bettolli.
Como en otras facetas de su vida, Malicha contó en esta experiencia con el apoyo de Carlos, su marido, con quien compartían el gusto por la música. “Siempre estaban escuchando música en su casa. Tenían una colección de discos longplay de música latinoamericana y del mundo entero para chicos que era una joya. Gran parte de ese material lo habían atesorado para el programa de radio, donde obviamente lo que Malicha más hacía era leer cuentos”, rememora Cecilia.
Malicha la visionaria
A lo largo de su extensa trayectoria, Malicha participó activamente en la creación de nuevos espacios destinados a la difusión y promoción de la literatura. Así, en 1978 fue una de las fundadoras de la Asociación Argentina de Lectura (AAL) Filial Córdoba y posteriormente presidió su comisión directiva por muchos años. También apoyó decididamente la conformación del CEDILIJ en 1983, entidad que se creó como un centro de investigación y difusión con una modalidad de trabajo novedosa. “Para algunas personas fue sorprendente que el proyecto de CEDILIJ surgiera de un grupo de gente más joven que el que constituía la AAL, donde estaban María Rosa Finchelman, por ejemplo, y también las hermanas Alberta y Blanca Sarrat, a quienes reconozco como unas verdaderas maestras. Fue algo que pudimos conversar y, por ello, convivir en Córdoba con perfiles muy distintos. Malicha fue nombrada miembro honorario del CEDILIJ. Ella siempre acompañó la iniciativa desde que se fundó. Creo que eso habla de Malicha como una persona con una postura para nada mezquina y muy abierta”, sintetiza la directora del CEDILIJ.
Dentro de su actividad como promotora y gestora cultural también participó de manera comprometida, desde 1990 hasta 1999, como asesora y miembro honoraria de la comisión de programación de la Feria del Libro Córdoba. Este año, muchos vieron que el sueño de Malicha se hacía realidad cuando pudo concretarse la primera edición de la Feria Infantil del Libro. Un sueño en el que –como bien expresa Cecilia Vulponi– muchos fueron contagiados con su entusiasmo y que también da cuenta del poder multiplicador que tuvo el legado de Malicha.
En esa oportunidad Nelda Abed, directora de la Feria y vicepresidenta de la Cámara de Librerías, Papelerías y Afines del Centro de la República, escribió: “Hace muchos años -así comienzan los cuentos tradicionales- sentí el primer roce con las alas de la literatura infantil. María Luisa Cresta de Leguizamón fue la maestra que me invitó en 1972 a participar en el 1º Seminario de Literatura Infantil y Juvenil. Después de tantos le puedo expresar: Malicha, mirá esta 1º Feria Infantil del Libro Córdoba 2008. Es un nuevo fruto de tu mirada visionaria”.
Estímulo constante
En 1994, Malicha fue designada coordinadora del Área Letras del CIFFYH, un espacio que le permitió abrir nuevas instancias de trabajo para legitimar los estudios sobre literatura infantil en el ámbito académico. Desde el CIFFYH, inauguró la posibilidad de que estudiantes, becarios y egresados universitarios dedicaran sus investigaciones a temas y autores del campo de la literatura infantil. Una vez más, el crecimiento de esta disciplina en Córdoba no se da sólo por su actividad docente que no cesa, sino, fundamentalmente por el estimulo constante a las producciones literarias e intelectuales que ejerce en forma sutil pero denodada, como todas sus causas.
“En su escritorio del CIFFYH, un número inmenso de afiches también hablan de viajes, de encuentros, de reflexiones. El recorrido por espacios materiales y simbólicos, lugares en los que se ha pensado en la cultura, la lectura, la producción de relatos, de poesía, de canciones… Se ha pensado en los vínculos entre la cultura y los niños, entre la cultura y los jóvenes”, observa Claudia Baca.
De este modo, sus innovadoras concepciones de la lectura infantil fueron transmitidas a sus alumnos, los cuales, a su vez, formaron a los más jóvenes renovando visiones y estrategias, capacitando y adquiriendo nuevas perspectivas. Un efecto multiplicador que diseminó sus rastros a través de la escritura, la producción y la publicación de numerosos textos y trabajos en Córdoba, Buenos Aires y el exterior.
Para que pueda regresar
La profesora Herrera de Bett sostiene que cuando uno se entera de la muerte de estos grandes maestros, es necesario evocar sus vidas tan fructíferas para poder reponerse y seguir trabajando, “incansablemente”, por la cultura. Como lo hacían ellos. Parafraseando a Osvaldo Soriano, “habrá penas pero no olvido”, dice Graciela. “Malicha es una de esas personas que deja una impronta en el lugar. Fue una ciudadana ilustre y un ejemplo de una posición de principios, con una ética profesional y política. Por eso es importante el ejercicio de la memoria con respecto a ella”.
La reflexión de la escritora Graciela Bialet en el diario La Voz del Interior publicada al otro día de la muerte de Malicha parece una manera apropiada, si es que la hay, para despedirla merecidamente: “Escribo estas líneas como miguitas de pan para que, cuando quiera, pueda regresar del bosque. Para no perderla. Para que duela menos lo inevitable. Pero sé que los pájaros comerán el pan y ese sendero solo relucirá en el corazón de los que tanto la amamos, los que aprendimos de ella a mirar los libros, los niños y la literatura con nuevos ojos”.
El legado de Malicha
|
|
|
|
|
|
SOBRE LA AUTORA Y SU OBRA
|
|
PREMIOS Y DISTINCIONES
|
|
OBRA PARA ADULTOS DE LITERATURA, INVESTIGACIÓN Y DIFUSIÓN
Ha publicado más de un centenar de notas bibliográficas, crónicas y comentarios sobre literatura hispanoamericana, educación, cultura y literatura infantil en revistas y periódicos del país y el extranjero, entre las que se destacan Lectura y vida (IRA, USA, en español), Piedra Libre (CEDILIJ, Córdoba) y las Guías de lecturas (AAL, Córdoba). También ha escrito los prólogos de las antologías mexicanas de José Martí, Jorge Isaacs, Salvador Díaz Mirón y Zorrilla de San Martín. |
Fuentes consultadas:
* “El niño que llevamos dentro. María Luisa Cresta de Leguizamón”. Conversaciones y Entrevistas acerca de Literatura Infantil y Juvenil. Claudia Baca. JCV Editorial. Obra publicada con el auspicio de la Municipalidad de Córdoba. Fondo Estímulo a la Actividad Editorial Cordobesa. 1997.* “La lectura de textos literarios: episodios de una polémica didáctica”. Gustavo Bombin. Anales de la educación común.. Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Tercer siglo. Año 3. Número 6. Educación y lenguajes. Julio de 2007.
* Catálogo de Autores de Literatura y Música Infantil de Córdoba, Argentina. http://www.calymi.com.ar/autorespagina/crestadeleguizamon.htm
* La Voz del Interior, artículo “Murió ‘Malicha’ Leguizamón”, de Carlos Schilling, Sección: Cultura. Página 8. 25/10/2008.
* Texto presentado por la Cámara de Librerías, Papelerías y Afines del Centro de la República para postular a María Luisa Cresta de Leguizamón como candidata al Premio Consagración Letras de Córdoba 2006.
Nº26 - Diciembre 2008
▪ Editorial, por Liliana Aguiar y Carlos Longhini
Un ejercicio de memoria
▪ Relación con la comunidad
Identidades étnicas: un pueblo cordobés reivindica sus raíces prehispánicas
▪ Investigación
La educación, la cultura escrita, el trabajo y los jóvenes
▪ Entrevista a Eduardo Corbo Zabatel
Padres + Maestros: con la mirada puesta en los hijos y los alumnos
▪ Opinión
La importancia de recuperar las trayectorias
▪ Historias y personajes
Malicha entre nosotros
▪ Galería de imágenes
Colgate remera