“Ser ‘piquetero’ es ser alguien”, sentencia F.G., uno de los integrantes del movimiento piquetero de Alta Gracia citado en el trabajo de investigación antropológica que realizó la licenciada en Historia y magíster en Antropología Judit Antonello, y cuyos resultados se detallan en el libro titulado “Consecuencia del saqueo en la Argentina: la lucha piquetera” (Ferreyra Editor).
Los dichos de F.G., de 31 años, como los de muchos otros piqueteros de esa ciudad que fueron entrevistados por la autora, aportan una pista de lo que significa la construcción de la identidad colectiva del movimiento piquetero. Una identidad que se funda en la necesidad de sus integrantes de salir del anonimato y la dispersión en la que quedaron sumergidos a raíz de la marginación; una identidad que convierte a los piqueteros en sujetos de la historia, capaces como tales de transformar las condiciones objetivas en la que se desenvuelven sus vidas.
La construcción de esa identidad es, en realidad, uno de los varios aspectos del trabajo realizado por Antonello (docente de la Escuela de Historia de la FFyH) en el marco de la maestría en Antropología que dicta la Facultad de Filosofía y Humanidades, y que se concentra en Alta Gracia -de donde ella es oriunda- pero que también avanza sobre las características del movimiento piquetero argentino en general.
Nueva resistencia popular
Entre otras cuestiones, el trabajo tiene la capacidad de explicar cómo un grupo de 15 familias de Alta Gracia que en 1997 inició la ocupación de las tierras fiscales pertenecientes a la Empresa Ferrocarriles Argentinos (en proximidades de la ruta 5), se constituyó en la punta de lanza del movimiento piquetero de esa ciudad, que es a su vez uno de los más importantes -junto con el de Cruz del Eje- de la provincia de Córdoba.
Y para abordar las causas de su aparición, Antonello profundiza en “el empobrecimiento súbito ocurrido en la Argentina a raíz del ajuste neoliberal extremadamente profundo aplicado en el período menemista”. En ese sentido, sostiene que “el fenómeno del empobrecimiento derivado del cierre de las fuentes de trabajo y de la exclusión del mercado laboral, acaecido a un ritmo vertiginoso en un período relativamente corto en el país, no se registra en ningún otro lugar de América Latina”.
Y asegura que “el movimiento piquetero ha venido a llenar el vacío existente en el campo de la resistencia popular, dejado por los partidos políticos y las organizaciones sindicales burocráticas, incluyendo entre los objetivos de su lucha no sólo la satisfacción de necesidades más urgentes sino también cambios más generales”.
El período analizado comienza con las primeras acciones emprendidas por los desocupados en la ciudad de Alta Gracia y termina con las luchas llevadas a cabo por el movimiento piquetero de esa ciudad en el año 2002. El eje central para la recolección de la información ha sido la observación y la realización de entrevistas realizadas entre los integrantes del movimiento, residentes en diversos barrios de la ciudad. El entramado empírico fue complementado con la consulta de mapas, censos, periódicos locales y diarios provinciales.
Y a partir de un amplio trabajo de campo y un extenso análisis teórico, afirma que lo “nuevo” en este movimiento radica en el rechazo a las conducciones centralizadas, en la conjunción entre la vida privada con la pública, en la búsqueda de una democracia participativa más amplia y en la construcción de una particular identidad colectiva.
De desocupados a piqueteros
Aquellos desocupados que luego establecerían los cimientos del movimiento piquetero de Alta Gracia empiezan a realizar acciones conjuntas en 1996, unidos solamente por la identidad que les proporcionaba la situación compartida de desocupación, utilizando como base para sus movilizaciones y reclamos las organizaciones barriales ya existentes, como el centro vecinal del barrio Parque Virrey Este.
Como integrantes de ese centro comienzan a hacer gestiones para conseguir la instalación del agua, primero, y más tarde, la entrega de bolsones con alimentos. Luego, a medida que el ejemplo de la lucha desarrollada en Cutral-Co y Plaza Huincul empieza a ser conocido y adquiere importancia, los desocupados de Alta Gracia se identifican no sólo con los objetivos de esa lucha sino también con los métodos empleados: el piquete y el corte de ruta.
Lentamente, entonces, empiezan a autodefinirse como “piqueteros”, levantando la bandera de “Pan y Trabajo” en cada una de las movilizaciones que realizan durante el año 1997, precisamente en el momento en que el fenómeno se torna palpable en todo el país. Ese proceso es reforzado por su integración, primero, al Movimiento Barrial Córdoba desde Abajo y después al Movimiento Piquetero Nacional Barrios de Pie.
“La identidad resulta así el fruto de una experiencia de lucha”, señala Antonello. Y retomando a Javier Auyero (“La protesta”, Libros del Rojas, 2002), destaca que “estar-y-ser-en-la-ruta los rescata del olvido y les ofrece la posibilidad de combatir (y emerger de ) la indiferencia social”, apareciendo, así, la identidad conformada no sólo en base a creencias compartidas sino también por una práctica social conjunta.
Una experiencia enriquecedora
“Los mismos canas que te basurean en cualquier parte, cuando estás en un corte, te respetan, te hablan de usted, porque ahí nosotros ya dejamos de ser nadie; somos ‘los piqueteros’ y con ellos hay que tener cuidado”, dice R.V, de 38 años, otro de los integrantes del movimiento consultado por la autora.
“Cuando estamos en el corte, se sufre frío, se hace largo el tiempo, pero uno se siente bien porque al fin nos podemos hacer escuchar. Es la única forma de que los otros se acuerden de que nosotros existimos”, agrega M., de 31 años.
A partir de los testimonios de los integrantes, Antonello precisa que en cierto sentido “los piquetes constituyen una experiencia enriquecedora en la que los participantes comparten penurias y alegrías, derrotas y triunfos, recuperando así una identidad que habían perdido por la desorganización y la invisibilización en la que los había dejado la desocupación”.
“Los integrantes del movimiento piquetero de Alta Gracia forman parte de la porción más vulnerable del sujeto popular, ya que en su amplia mayoría han sido expulsados del mercado laboral, habiendo quedado no sólo privados de su trabajo sino también de la posibilidad de consumir, la cual, en el capitalismo, se relaciona fuertemente con la posibilidad de ejercer su derecho a la ciudadanía”, dice la autora.
Y más adelante, al preguntarse sobre las metas y objetivos, agrega: “La práctica piquetera en Alta Gracia articula demandas de carácter inmediato con otras de mediano plazo, pero sin renunciar a la construcción de una propuesta política capaz de quebrar el orden partidario tradicional”.
Por una sociedad más justa
En las consideraciones finales del trabajo queda abierto el interrogante acerca de si el movimiento piquetero es la expresión coyuntural de una situación crítica en el desarrollo capitalista, o si constituye un fenómeno estructural de las condiciones de este sistema, encontrándose, por ello, su permanencia y evolución ligada al desarrollo del mismo.
Más allá de tal interrogante, la investigación concluye que “el movimiento piquetero argentino ha venido a llenar el vacío existente en el campo de la resistencia popular, persiguiendo con su lucha, además de la satisfacción de las necesidades inmediatas, la consecución de cambios más amplios referidos a la sociedad en su conjunto”.
En cuanto al movimiento de Alta Gracia otra conclusión del libro es que, en el período estudiado, la trayectoria seguida da indicios de una lucha constante, producto de una organización efectiva en pleno crecimiento, que llegó a ocupar una posición central en la beligerancia popular que se instaló, hace algunos años, en la hasta entonces tranquila ciudad de Alta Gracia.
“La trayectoria seguida hasta el momento por el movimiento piquetero de Alta Gracia proporciona indicios de una lucha constante, producto de logro de una organización efectiva que está en pleno crecimiento, tanto cualitativo como cuantitativo, habiendo sido hasta el presente sus objetivos principales los referidos a la satisfacción de las necesidades concretas e inmediatas, pero sin que se hayan perdido de vista las metas más amplias, vinculadas a la búsqueda de una sociedad más justa en la que no existan ignorados ejércitos de desocupados obligados a recurrir al piquete para protestar contra la miseria y la marginación en la que el modelo vigente los condena a vivir”.