Historias y personajes

Partitura para una obra romántica

Compositor y pianista, Stelvio Santiago Ferrero se destacó como un docente paciente y bondadoso, a la vez que brilló como autor de numerosas obras de distintos géneros cultos. Amaba la ópera y trabajó incesantemente en su difusión. Enseñó Armonía en la Escuela de Artes de la FFyH desde 1976 y falleció el 14 de enero último.




Stelvio Santiago Ferrero admiraba a los operistas italianos del Romanticismo


Su infinita paciencia para enseñar, junto con su talento para incursionar en distintos géneros y formatos musicales, lo convirtieron en un referente para sus alumnos y en un ejemplo para sus colegas.

Stelvio Santiago Ferrero nació en Río Cuarto y se graduó en la Universidad Nacional de Córdoba como profesor de Armonía, forma musical y fuga. Llevó sus conocimientos a la Escuela de Niños Cantores Domingo Zípoli y al Conservatorio Provincial Félix T. Garzón, como así también a otros institutos musicales de esta ciudad, Villa María y Río Cuarto. Aunque su carrera más destacada la hizo en la Escuela de Artes de la FFyH, donde fue profesor de Armonía y Morfología desde 1976.

Su producción, que abarca de hecho casi todos los géneros musicales, ha permanecido en muchos casos inédita. Sus primeras composiciones datan de 1950. Escribió para piano o canto y piano, y luego extendió su interés a la música de cámara y a la orquesta sinfónica.

Como pianista, se presentó en innumerables ocasiones tanto como solista como en carácter de acompañante. Además, amaba el canto lírico. Su interés por la ópera italiana lo llevó a crear, en 1969, la Microópera de Córdoba, un grupo de cantantes líricos del cual fue director y pianista.

También realizó una amplia difusión de la ópera a través de la radio, con diversos programas que alimentó entre 1965 y 1990. Durante siete años preparó audiciones en Radio Nacional y en algunas ocasiones se presentó también como conferenciante. A su vez, desde 1984 fue pianista preparador y maestro interno de las óperas representadas en el Teatro del Libertador.

“Su obra compositiva abarca casi todos los géneros, pero son las composiciones pianísticas y las canciones las que más se han dado a conocer. Aunque ‘Gato’ y ‘10 piezas argentinas’ revelan inspiración folklórica, la mayor parte de su obra, sin embargo, se desenvuelve libre de referencias populares y alejada del nacionalismo musical”, dice el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana (1999), donde Ferrero tiene una página destacada.

“En la primera etapa prevalece el lenguaje romántico (...) y el cambio estilístico más significativo sucede en la década de 1970, a partir de ‘3 sonatinas y 3 allegrettos’. Lo caracteriza el uso cada vez más libre de la disonancia, la postergación de las referencias tonales y un discurso expresivo que apela a giros inesperados”, continúa el texto.

En el rubro canciones, apeló mucho a poetas argentinos, entre ellos, a Leopoldo Lugones y a Bienvenido Marcos. Además, escribió “La música de las danzas folklóricas argentinas; tratado teórico práctico de contrapunto tradicional” (1977), en tres tomos.


Un maestro generoso y prolífico

Sus ex alumnos lo recordarán definitivamente por su bonhomía y por el interés que se tomaba para que aprendieran las reglas de la armonía. Su enseñanza, defensora de la tradición, apuntaba a proporcionales una fase en su preparación musical que él consideraba segura.

No se le conoce haberse enojado nunca; de sus labios nunca partió un comentario ácido. Más bien se sorprendía de los errores que los estudiantes, y también los profesionales, cometían. Siempre dispuesto a corregir, una y otra vez. Siempre tolerante. ¿Cómo no alabar la sufrida paciencia con que sobrellevaba los interminables exámenes de  Historia de la Música y otras materias?

Su carácter, poco dispuesto a imponerse, lo mantuvo alejado de las luchas por el poder. A ello debe atribuirse que su obra de compositor no mereciera un mayor reconocimiento de parte del medio musical cordobés. Y, sin embargo, fue enhebrando composición tras composición a lo largo de su vida hasta atesorar un opus considerable. No faltaron desalientos, momentos de sequedad, al ver que resultaban tan escasas las oportunidades de dar a conoce sus creaciones.

De muy joven, encaró él mismo, como pianista y organizador, la tarea de estrenar y difundir sus partituras. Pero esto lo limitaba a la ejecución de sus piezas para piano o bien a sus obras corales o de cámara para dúos, cuando disponía de algún cantante bien dispuesto o algún otro instrumentista.

Más tarde, quedó esperando ocasiones que no llegaron o invitaciones que se presentaron muy de tiempo en tiempo. Su producción, que abarca de hecho casi todos los géneros musicales, ha permanecido inédita y aguada a intérpretes ansiosos de novedades para ser ofrecida a audiencias renovadas.

El canto lírico fue su gran amor. Ferrero hubiera querido nacer en el siglo de los grandes operistas italianos del Romanticismo. Una parte importante de sus esfuerzos como creador la puso en la composición de obras para voz y piano u otras integraciones instrumentales. En ellas, echó mano tanto a poetas contemporáneos de Córdoba como a otros grandes de la poesía lírica en italiano, la lengua de sus padres.

Se rodeó de cantantes, a quienes apoyó y ayudó considerablemente en su perfeccionamiento. Algunos de estos han realizado triunfales carreras internacionales. La asociación La Microópera de Córdoba, que él fundó, ha cumplido, durante bastantes años, una labor de peso en la divulgación del repertorio lírico en el ámbito provincial. También se recuerda su labor como pianista acompañante del Coro Polifónico oficial, cargo que ganó por concurso en 1989 y retuvo hasta su jubilación.

Stelvio Ferrero no será olvidado por aquellos que disfrutaron de su desinteresada amistad y se beneficiaron de su casi ilimitada capacidad de ofrecer generosamente su asesoramiento profesional y su colaboración.

 Héctor E. Rubio
Docente del departamento de Música
de la Escuela de Artes de la FFyH