Institucionales


Ingresantes: heterogéneos y con expectativas disímiles

Entre los nuevos estudiantes de la FFyH crece la cantidad de alumnos con estudios superiores previos, que conviven con los recién egresados del nivel medio. Las diferencias de edades e intereses implican el desafío de satisfacer expectativas muy distintas. Los investigadores señalan que tienden a decrecer los ingresantes de entre 18 y 24 años.




Las carreras de Historia, Cine y Plástica son las más numerosas de la FFyH


Las distintas escuelas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC se pueblan, cada vez más, de jóvenes o no tan jóvenes que estudiaron otras carreras y que, luego de repensar su verdadera vocación, deciden ingresar a esta unidad académica. Esta tendencia está originando, incluso, un replanteo en la propuesta de los cursos de nivelación, ya que muchos de los ingresantes tienen hábitos de estudio ya adquiridos o, al menos, conocen cómo funciona la Universidad.

“Advertimos que tiende a decrecer el número de jóvenes recién egresados del nivel medio y, a cambio, crece la cantidad de ingresantes con trayectoria en otros estudios superiores. El hecho de tener cada vez más gente que tiene una práctica y una trayectoria nos obliga a cambiar para satisfacer también sus expectativas”, explica la coordinadora General del Curso de Nivelación de la Facultad, Graciela Biber.

“Esta tendencia se advierte con más claridad en carreras como Ciencias de la Educación, Historia, Letras, Filosofía o Plástica, que tienen un alto porcentaje de gente joven, pero no necesariamente recién salida del secundario. En cambio, Cine y Teatro son carreras con alto porcentaje de alumnos recién egresados del nivel medio”, agrega Biber.

El caso de Historia -la carrera más numerosa de la FFyH- es notable: los flamantes egresados de la escuela media conviven con gente proveniente de otras carreras que necesitan conocer en profundidad los procesos históricos y personas de mayor edad que sólo estudian por el placer de incrementar su formación general. En Ciencias de la Educación, en tanto, se advierte una presencia importante de estudiantes que ya están trabajando como docentes en el sistema educativo. Archivología y Bibliotecología, a su vez, son carreras que también acreditan su propia característica. La matrícula de esas carreras permite observar la existencia de dos grandes grupos: uno integrado por chicos muy jóvenes, y otro conformado por gente de más de 30 años.

Convivir con la diversidad

Los datos referidos al ingreso 2005 parecen confirmar la tesis que la investigadora Martha Kisilevsky expuso en el Encuentro sobre Políticas de Ingreso que se realizó en la FFyH en setiembre último. Analizando la problemática desde una perspectiva demográfica, Kisilevsky planteó que para este año era esperable “un decrecimiento del grupo de ingresantes conformado por personas de entre 18 y 24 años”. A partir de ese dato y otras estadísticas recogidas, la investigadora concluye, además, que “se espera una menor intensidad en la demanda de servicios universitarios en la próxima década”.

En el mismo sentido, la doctora Hebe Goldenhersch (Ciencias Económicas de la UNC) planteó que “la población de 18 a 24 años en nuestro país no ingresa masivamente a la universidad, por cuanto sólo un 25 por ciento de este grupo etario accede al nivel superior, lo cual marca una diferencia importante si se compara este dato con el de otros países”.

La heterogeneidad de los ingresantes también fue un tema de análisis durante aquel Encuentro. En ese sentido, la magíster Gisela Vélez  (Universidad Nacional de Río Cuarto) planteó que “como universitarios debemos acostumbrarnos a convivir con la diversidad y, en ese sentido, asumir la diversidad de estilos de aprendizaje, de formas de relación con el conocimiento y de predominio de diferentes tipo de inteligencia”.

Una elección, un sueño

En la UNC en general y en esta Facultad en particular la cantidad de ingresantes en 2005 fue levemente inferior a la del año último. Sin embargo, este año en la FFyH comenzaron los cursos de nivelación más alumnos que los registrados en 2004. Eso implica que se inscribieron menos aspirantes, pero los que efectivamente comenzaron las actividades fueron más. En total, en febrero poblaron las aulas de la Facultad 2014 nuevos alumnos (ver recuadro abajo).

De ese total, las carreras más numerosas, como de costumbre, resultaron ser Historia, Cine y Plástica. Aunque cada una de ellas concentra un determinado tipo de expectativas, Biber señala el caso de Cine, cuya masividad explica a partir del rol preponderante que tienen los medios de comunicación y, también, por el creciente interés de los jóvenes por convertirse en directores de cine y así satisfacer su deseo de mostrar la realidad.

Aún así, y pese a los sueños con que cada estudiante llega a la Universidad, la deserción durante él primer año de las carreras ronda el 40 por ciento (un porcentaje similar al de otras unidades académicas), por lo que el actual desafío de la FFyH es identificar las causas del abandono. “Necesitamos hacer un seguimiento detallado de lo que sucede con cada uno de los alumnos en primer año; saber si aprueban o no los parciales, si se adaptan al nuevo ritmo de estudio o si la continuidad de la carrera se les complica por razones laborales”, apunta Biber.

Ante ese panorama, la política de la FFyH no consiste sólo en defender el ingreso irrestricto, sino también conocer quiénes ingresan y en qué condiciones, cómo se produce la elección de las carreras, qué representaciones tienen los alumnos acerca del valor social y ético del conocimiento, y cuál es el nivel de compromiso frente a las exigencias de un estudio sostenido y responsable.

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES

2.014

Letras

213

Historia

334

Filosofía

160

Ciencias de la Educación

134

Bibliotecología

60

Archivología

45

Geografía

69

Música

210

Plástica

324

Teatro

130

Cine

335




Madre e hijo, a escena

Tras varios años de postergaciones, Liliana Batelli ingresó a primer año de la licenciatura en Teatro; la misma carrera que cursa su hijo. Ella asegura que está cumpliendo un deseo de toda su vida y que compartir el aula con los más jóvenes le cambió la vida.

Para Liliana Batelli el teatro es un antiguo sueño. Desde que era casi adolescente anhela incursionar en el mundo de la escena. Pero en los ’70, cuando debió elegir una carrera, “estaba mal visto ser actriz”. Sin embargo hoy, a los 49 años, está saldando esa deuda y con una gratificación adicional: cursa junto con su hijo Pablo, de 21, que también es alumno de la Escuela de Artes.

De las cientos de ilusiones, expectativas y experiencias que se cruzan en los cursillos de ingreso de la Universidad, hay ciertas historias que vale rescatar: jóvenes que se van a vivir solos a una ciudad por primera vez, adultos que persisten en encontrar su verdadera vocación, y otros que apenas quieren darse el gusto de hacer lo que siempre soñaron. Es el caso de Liliana, que ya está en primer año de Teatro y disfruta de la coincidencia de cursar cuatro materias con su hijo, que está en segundo.

“Por un lado, te diría que esta experiencia es buena porque seguimos compartiendo cosas, pero por otro lado, es una responsabilidad mayor para mí el hecho de que él también venga a la Facultad”, cuenta Liliana, que en verdad se acercó a la actuación hace más de tres años, haciendo talleres de teatro con grupos independientes.

“A veces estudiamos juntos, de vez en cuando nos peleamos también”, sigue Liliana, entre risas, al mismo tiempo que agrega, orgullosa: “Es raro, él se apoya mucho en mí en todas esas materias que tienen alguna dificultad teórica.”      

No es la primera vez que Liliana cursa en la Universidad; ella es médica oftalmóloga. “Cuando terminé el secundario, en el ’73, era mal visto ser actriz. Yo viví todo ese período de los militares y el cierre de todas las cosas que eran artísticas; entonces estudié medicina. Pero esto es una deuda pendiente porque siempre quise hacerlo; además, no quiero llegar a viejita y no tener nada que hacer, quiero tener algo mío, propio”, explica entusiasmada.

Con respecto a la relación con sus compañeros, la mayoría de la misma edad que su hijo, Liliana asegura que los jóvenes la estimulan y le contagian la energía. “Estás compartiendo cosas durante un mes en el cursillo, así que ya nos hicimos amigos... Ellos me toman un poco como su mamá; por ahí vienen y me preguntan cosas que, por la experiencia, uno puede saber. Para mí es muy lindo, estos chicos me han cambiado la vida”.