María Escudero, reconocida por su intensa actividad en la cultura y el teatro, falleció en Quito el sábado 2 de abril, a los 78 años. La directora, nacida en Córdoba, residió en la capital ecuatoriana a partir de 1976, cuando tuvo que huir de la dictadura militar argentina.
De una sólida formación teatral, tuvo entre sus maestros al célebre mimo francés Marcel Marceau y estudió y admiró a Bertolt Brecht y a Eugenio Ionesco. Tuvo un extraordinario carisma escénico y una gran cultura universal, lo que le permitió destacarse en cualquier escenario: un aula de clase, el patio de una escuela, comunas indígenas y campesinas, y hasta estadios llenos y salas de convenciones.
Fue autora de investigaciones culturales en Argentina y Ecuador, impulsó un teatro militante y comprometido con la liberación y la justicia social y ejerció la cátedra universitaria tanto en este país como en Ecuador. Fue jurado del Premio Casa de las Américas y escribió numerosas publicaciones, artículos sobre arte y política y obras de teatro. Trabajó con organizaciones populares y contribuyó activamente en la construcción de un movimiento de mujeres de sectores empobrecidos.
En las décadas del 60 y del 70, María Escudero impulsó en Córdoba el movimiento de Canto Popular y la creación del Libre Teatro Libre, agrupaciones que fueron reconocidas en Argentina y en Latinoamérica. En 1999 se realizó en Córdoba el festival “Libre Teatro Libre María Escudero”, y entonces recibió distintos homenajes públicos y la Universidad Nacional de Córdoba le otorgó el título de Doctora Honoris Causa.
En su último discurso, al recibir el Premio “Manuela Espejo” otorgado por el Concejo Metropolitano de Quito, María dijo: “¿Quién soy? Una maestra de primaria, que inició el camino prematuramente. Y una maestra de primaria levantándose con los que no terminaban de contar su verdad, ocultándola en el aula, en el patio, en el silencio, desde el miedo al conocimiento que provoca susto y desata sueños.
Debo decirles que soy hija de la rabia y del grito latente contra los silencios y ocultamientos, informadísima en literatura e hitos históricos, cuadrada en números y, sobre todo, funcional en muchas habilidades aprendidas en la vida. Sólo eso soy. El teatro, que me sedujo desde muy niña gracias al circo, me ha comprometido conmigo misma y con mis propios silencios. El teatro es mi vida desde que despierto... hasta que vuelvo a despertar. Y seguiré creyendo en él, en su belleza, en su pasión, en su locura y en las broncas habidas y por haber que implica el arte en nuestro continente... el arte en libertad”.