Investigación

Etnomedicina: entre el saber popular
y el conocimiento científico

¿Qué son las etnociencias? ¿Cómo se trasmite el conocimiento sobre el uso de las plantas medicinales? ¿Cuáles son las tensiones que se generan con el sistema médico oficial? Gustavo Martínez, miembro del equipo de Etnobiología del Museo de Antropología de la FFyH responde algunos de estos interrogantes a partir de su experiencia en las comunidades tobas del Chaco central y con campesinos de las sierras de Córdoba. El grupo actualmente está realizando un video documental y un cd rom para distribuir en las escuelas rurales.  

Los biólogos Gustavo Martínez y Emiliano Salguero trabajan en el equipo de Etnobiología que funciona en el área de investigación del Museo de Antropología de la FFyH. Desde el año 2000, desarrollan investigaciones en diferentes regiones del país sobre etnobotánica y etnobiología. “Estas áreas están ligadas a las etnociencias, un campo interdisciplinario que estudia las relaciones que se establecen entre las comunidades –especialmente sociedades tradicionales, aborígenes y campesinos- y el mundo natural”, explica Martínez, quien actualmente se encuentra cursando el Doctorado en Ciencias Agropecuarias (UNC). En este campo, precisamente, se estudian las formas de clasificar y percibir los recursos naturales, así como los modos de construir y transmitir conocimientos sobre los usos tradicionales de estos elementos. En este caso, el biólogo señala que el énfasis de lo “etno” tiene que ver con las líneas de trabajo que abordan la perspectiva del “otro cultural”.

Salguero desarrolló su trabajo para la tesis de licenciatura en Biología en algunos asentamientos ganaderos de Catamarca donde analizó la utilización de plantas autóctonas para la cría y la curación de los animales. En tanto que Martínez lleva adelante en la actualidad dos proyectos situados en comunidades tobas del Chaco central. Estas investigaciones, que cuentan con el apoyo del Conicet y Foncyt, se centran básicamente en el análisis de los usos y significados de los vegetales empleados en la medicina de los toba. Uno de los trabajos aborda las categorizaciones lingüísticas y etnobiológicas del mundo natural y el otro, específicamente, trata sobre farmacopea vegetal y la curación entre las etnias chaqueñas. Estas experiencias se enmarcan en proyectos de mayor envergadura y forman parte del trabajo de un equipo de investigación de la Universidad de Buenos Aires, integrado por biólogos, lingüistas y antropólogos. “Yo contribuyo con el estudio de los tobas, mientras que otros lo hacen con los wichis, chorotes, pilagá y demás etnias. Como referencia, nos nuclea la región del Gran Chaco con toda su diversidad”, indica.

Chamanismo
En una comunidad situada en las inmediaciones del río Bermejito, Martínez despliega su trabajo de campo para analizar la relación que se establece entre la medicina tradicional y la cosmología toba. Algunos de los temas de estudio se refieren a la concepción de la salud y la enfermedad, los modos de arribar a un diagnóstico, los agentes involucrados, los ámbitos de curación y la articulación con el sistema oficial de salud.

De acuerdo con el investigador, el influjo del chamanismo en las comunidades tobas es un factor determinante. “Los chamanes reciben el nombre de pioxonac y tienen un rol muy destacado en la curación”, comenta. Además, existen agentes sanitarios tobas que participan en las salas de atención de la salud, parteras que trabajan de manera articulada con el sector oficial y también se practican curaciones en el ámbito de los cultos pentecostales. “La iglesia evangélica adquirió un importante desarrollo en el siglo veinte en la región y actualmente hay zonas que están lideradas por pastores nativos”, destaca. En todos estos casos, la curación se concibe de un modo amplio y con un fuerte componente religioso.

Sin embargo, la práctica más tradicional la ejercen los chamanes. Martínez lo ejemplifica de esta manera: “Ejecutan una especie de canto ritual, reciben su poder de ‘los señores del monte’ y utilizan, habitualmente, un procedimiento que tiene que ver con la ‘succión del mal’. En este caso, la enfermedad es comprendida como una ‘sustancia’ que ingresa al organismo y es necesario eliminar”. A veces, constató Martínez, el chamán le muestra al enfermo lo que le extrajo como causante de la dolencia, como piedras, monedas, insectos, frutos de plantas, entre otros objetos.

Tensiones con la medicina tradicional
Argentina es considerado un país multiétnico y pluricultural y, en este marco, el biólogo subraya las características del “sistema etnomédico local”, de la región chaqueña, donde coexisten la medicina oficial, las prácticas tradicionales como el chamanismo, el autotratamiento y las curas religiosas. “Todo esto se articula  -indica-  y a veces hay conflictos vinculados con las cuestiones legales, económicas y las formas de acceso”.

Para Martínez, las preferencias en la elección de los modos de curación están ligadas, básicamente, a las representaciones que se tienen sobre las causas que originan una determinada enfermedad. Por ejemplo, desde un diagnóstico de la medicina oficial muchos ancianos tobas están enfermos de tuberculosis, mientras que desde la perspectiva local, sufren de algún “mal” determinado por la acción de la brujería. Algo que es común, resalta el científico, es que se establezcan “itinerarios o recorridos terapéuticos”; es decir que la gente inicie una búsqueda para resolver su situación en diferentes instancias, y es allí donde se complementan o articulan las distintas prácticas.

“Desde la medicina tradicional también se está adquiriendo cierta conciencia de que es necesario generar estrategias de pluralismo médico”, sostiene. Aunque las dificultades que existen no son fáciles de sortear, como es el caso de la barrera idiomática. Para ello, actualmente se convocaron a agentes de salud bilingües que son quienes tratan de explicar al médico la sintomatología o las dolencias del paciente. “Son miembros tobas que han aprendido a hablar en castellano, pero que tienen muy fuerte la cosmovisión de su pueblo, con conceptos o términos aprendidos sobre determinadas cuestiones, como las medidas preventivas”, aclara.  En este sentido, no necesariamente se produce una transmisión fidedigna en la mediación de los agentes, sino que, al menos, hay una reinterpretación sobre  las enfermedades, las medidas de prevención, los síntomas, etc.

Según Martínez, por lo general, el curandero o el chamán son resistidos o tienen ciertos conflictos con la medicina oficial. A veces los médicos prefieren que no atiendan en una primera consulta, sobre todo a los niños, porque consideran que los diagnósticos que arrojan pueden demorar algunos tratamientos y producir complicaciones.

Desde la perspectiva toba, en cambio, el chamán tiene respuesta a ciertos tipos de enfermedades que no encuentran una solución por parte de los médicos. Por ejemplo, el investigador enumera: “Ciertas enfermedades producidas por la pérdida del alma, por encuentros con seres espirituales del monte, afecciones provocadas por el envío de un mal que realizó otro chamán, por transgresiones a tabúes, como consumir alimentos que están prohibidos o vedados en determinados períodos”.

Asimismo, el joven pudo constatar que la capacitación y la circulación de la educación para la salud es una demanda de las comunidades. “Si bien tienen una mera noción sobre el Sida, la tuberculosis y el cólera, existe una apertura a recibir capacitación en medidas de prevención”, expresa.  

Eficacia simbólica
Los investigadores del equipo de Etnobiología aseguran que en nuestro país existe una gran riqueza en relación con el uso de plantas medicinales. Sin embargo, no hay estudios exhaustivos que determinen cuáles de esas vegetales nativos tienen una eficacia terapéutica comprobada, sin riesgos de generar efectos secundarios o toxicidad. De acuerdo con la experiencia de los biólogos, los médicos no tienen una formación específica sobre estos plantas autóctonas. “Si bien en algunos casos, los médicos –tal vez por cierta condescendencia con el paciente- le dicen ‘vaya a curarse el empacho’, no creo que haya en ellos un convencimiento de otro tipo de eficacia, que no sea la farmacológica”, apunta. La referencia de Martínez se centra, particularmente, en la posibilidad de generar una “eficacia simbólica”, un aspecto poco considerado desde el sistema oficial de salud. “La eficacia simbólica está ligada a los contextos, el modo de atender y es lo que hace que muchas veces un campesino o un aborigen elija un curandero antes que un médico. Se atiende desde una mirada más holística –señala- donde están en juego la escucha y el simbolismo de las acciones”. En algunas ocasiones, esta práctica está mediada por el uso de cintas, oraciones, rezos o elementos terapéuticos como el agua.

Devoluciones
Uno de los aspectos de la metodología etnobotánica, tal como la conciben los miembros de este equipo, es que así como compilan un importante caudal de información sobre los conocimientos tradicionales de los campesinos y aborígenes, existe un compromiso ético para que esos conocimientos retornen a las comunidades y no sólo circulen en un ámbito académico.

De esta manera, el grupo lleva adelante distintos proyectos extensionistas que en la práctica se vinculan con su labor cotidiana de investigación. Por ejemplo, Emiliano Salguero está trabajando actualmente en una escuela rural de la localidad serrana de “El Diquecito”, con el objetivo de mejorar las condiciones de aprovechamiento de las plantas medicinales para la atención primaria de la salud. La idea consiste en recuperar los saberes de la comunidad y procurar que se transmitan a través de propuestas educativas, para evitar la pérdida de ese conocimiento. De este modo, con los maestros y alumnos de la escuela construyeron herbarios comunitarios y elaboraron cartillas explicativas y otros materiales de divulgación.

En esta misma línea de enriquecer los saberes populares con el aporte del conocimiento científico, los biólogos encararon la realización de un video documental y un cd rom para ser difundido en distintas escuelas rurales donde desarrollaron sus investigaciones y que, precisamente, cuentan con computadoras y video casseteras para poder reproducir estos materiales. La propuesta –financiada por la Asociación Televisiva Educativa Iberamoericana (ATEI)- tiene como objetivo resignificar los conocimientos tradicionales en el ámbito de la salud, a partir de la etnobotánica. “Realizamos un cd multiautoral, en el que invitamos a participar a distintas personas que están ligadas al tema de la etnobiología, como investigadores, miembros de organizaciones no gubernamentales y docentes, y actualmente le estamos dando forma de manual interactivo”, señala Martínez.

De igual modo, -y con el apoyo de una productora audiovisual- el equipo está abocado a la realización de un video documental que retrata el trabajo junto a los campesinos de Córdoba y Catamarca y las comunidades tobas del Chaco. Los investigadores, que esperan concluir ambos productos audiovisuales dentro de dos meses, consideran la tarea como un “desafío interesante”, y, al mismo tiempo, explican que el material está pensado para que las comunidades se vean representadas en sus saberes. En este sentido, Martínez aclara que el enfoque es complejo porque plantea un saber problematizado. “No es un conocimiento que adolece de fallas; es problemático, porque hay plantas que pueden ser tóxicas, otras que tienen una eficacia más simbólica o mágica que farmacológica. No queremos presentar una mirada simplista o paradisíaca de lo que es el conocimiento tradicional”, sintetiza. No obstante, la idea de los biólogos es reivindicar la cultura tradicional del monte, especialmente frente a las problemáticas de deforestación, el avance de la agricultura de la soja y el algodón y la pérdida de las tierras. “Reivindicamos todo lo que significa el monte: como fuente de alimento, medicina, agua; como lugar de encuentro con los seres míticos que le dan el poder a los chamanes, como tierra de cacería y de donde se obtienen los elementos para construir sus viviendas y canoas. La destrucción del monte es el quiebre de una cultura”, concluye.

 

Compromiso ético

Los científicos del equipo de Etnobiología reconocen que se desempeñan en un área del quehacer académico que requiere de un fuerte compromiso ético, especialmente porque a partir de este tipo de investigaciones es común que se desarrollen estudios fitoquímicos sobre las plantas que en el futuro pueden generar conflictos de intereses en relación al patentamiento de principios activos y nuevas drogas. “Nosotros no realizamos ni articulamos estos procedimientos porque tenemos nuestros reparos”, manifiesta Gustavo Martínez.

Es que efectivamente se conocieron algunos casos donde los etnobotánicos favorecieron la aparición de un fenómeno conocido como “biopiratería” y, en ocasiones, se convirtieron en los interlocutores de las empresas para descifrar desde el código popular los usos de determinadas plantas. “Después esa información pasa al ámbito de la química, de allí a los laboratorios y a la producción de patentamiento, lo que permite el enriquecimiento de ciertos grupos empresarios que, obviamente, no retribuyen a las comunidades en ningún sentido”, explica. Igualmente, las dificultades para generar una legislación adecuada en esta materia son múltiples, por las diversas formas de descubrimiento y la cantidad de grupos étnicos involucrados en la utilización de determinadas plantas.