Opinión
Una pelea de fondo: la nueva Ley de Música
Las condiciones de la creación, la producción, la circulación, la apropiación y los usos de la música, ponen en juego elementos gravitantes a la hora de pensar una ley que regule dicha actividad artística. El espacio decisivo que ocupa la autogestión de los músicos en la Argentina, la concentración de los medios de producción de la floreciente industria, la existencia de una importante franja de producción artesanal, la representatividad gremial de los músicos argentinos, son parte de un delicado juego de intereses puestos en disputa en la mesa de análisis y redacción de la nueva ley.
Las complejas condiciones de producción
social en que se entrama la actividad musical, atravesada de manera tan determinante
por la industria, sometida a ciertas leyes del mercado simbólico, dependiente
de la tecnología de reproducción sonora, constituyen escenarios
en los que el músico (compositor o ejecutante) dista de ser el único
actor y muchas veces, incluso, el actor privilegiado. El músico no es
necesariamente el dueño de lo que produce, tanto en términos musicales
como económicos. En ocasiones, mantiene su producción en un nivel
artesanal, y ese es también el precio que paga por poder controlar su
propia creación, su propia obra. En el otro extremo, sabemos que el músico
puede lograr el máximo del control, ser su propio y próspero productor
e incluso producir a otros músicos.
Los encuentros músico-público no son sólo casos de un intercambio
simbólico, sino también económico, a veces millonario.
Y el producto musical no se agota en esos encuentros en vivo, la tecnología
lo reproduce al infinito, multiplicando exponencialmente los beneficios. Por
lo tanto, no son sólo los propios músicos los interesados en regular
la actividad, sino que se manifiesta un universo de intereses económicos
enfrentados y cada paso dado hacia la profesionalización es una escena
de algún tipo de lucha gremial o empresaria.
Contemplar la realidad laboral precarizada de los músicos independientes,
la gran mayoría de quienes desarrollan la actividad, legislar para ellos,
y a la vez para los grandes intereses que genera la dimensión masiva
del negocio, supone un estrecho desfiladero legal cuyo tránsito es todo
un desafío político.
Masa coral y pentimento de K
La intensa manifestación de músicos que se produjo en Capital
Federal, en abril pasado, tuvo un carácter eminentemente defensivo: mil
trescientos músicos se movilizaron, al sentir su situación laboral
amenazada por algunos artículos de la recientemente decretada Ley 14.597,
que regulaba la actividad de los ejecutantes musicales. El aspecto más
resistido por parte de los músicos tuvo que ver con esa especie de racionalismo
que impregnaba el decreto, cuyas definiciones estaban lejos de contemplar la
realidad del extenso arco de condiciones en que se da la actividad y la trayectoria
de un músico, especialmente de un músico popular, hoy, en la Argentina.
Entre otras cosas, el decreto introducía la necesidad de un examen de
“idoneidad” de músicos, que los habilitaba a matricularse y a obtener
un carnet profesional, mediante el pago de una cuota al Sadem (Sindicato Argentino
de Músicos), la única entidad gremial reconocida por el gobierno.
La impresionante respuesta a la convocatoria lanzada por un grupo de referentes
de la música popular argentina (entre ellos Raúl Carnota, Adrián
Iaies, Liliana Herrero, Marcelo Moguilevsky y el cordobés Fernando Tarrés)
tuvo el imperio de lo urgente, y se logró en tiempo récord, a
fines de abril, una histórica reunión con el presidente Kirchner.
En esa reunión había varios músicos que sólo participaron
en la foto, junto a otros que venían haciéndolo en las movilizaciones.
En la reunión con K, el presidente reconoció que se había
equivocado al poner en vigencia la ley 14.597, anunció la inmediata derogación
del decreto, a la vez que decretó la redacción de una nueva ley,
esta vez consensuada con los propios músicos, junto a representantes
gremiales y empresarios.
Una ley sin Murphy
La nueva fase reclamó un mayor nivel de compromiso a los músicos
participantes, ahora devenidos Músicos Convocados y, por supuesto, no
todos estaban en condiciones de anotarse para la tarea. Pasado el período
de la efusividad, los músicos que quedaron al frente, no sólo
conscientes de la responsabilidad y de los problemas a resolver sino también
dispuestos a hacerse cargo, delimitaron comisiones de trabajo y se iniciaron
los debates y los aportes tendientes a definir el texto de la nueva ley. Entre
otras cosas, se abrió una comisión dirigida a encausar la participación
de los músicos del interior, insertos en otras realidades y modalidades
de trabajo.
En la serie de problemáticas analizadas, surgen temas como las disímiles
condiciones de trabajo a que dan lugar los distintos circuitos musicales, y
asimismo, las diferencias de status profesional entre los músicos. Al
análisis de las condiciones desiguales del mercado de la música,
se suman las diferencias de intereses con otros sectores que también
reivindican representatividad a la hora de redactar la ley: los empresarios,
y las organizaciones gremiales de los músicos. La letra de la ley debe
atravesar la nada sencilla definición de las condiciones presentes y
futuras de la actividad de músicos de muy diversas realidades en el desarrollo
de su actividad.
Clarinetista autoconvocado
Marcelo Moguilevsky es, además de un extraordinario ejecutante de vientos,
miembro de la Mesa Coordinadora de los Músicos Argentinos Convocados.
Así explica los ejes de la nueva ley, en el criterio de la asamblea de
músicos: “La ley que estamos intentando es una ley de la Música,
no del músico, como era la anterior, o sea que no incluye solamente el
estatuto del músico. Tiene dos ejes, por ahora, para nosotros: uno es
la creación del Instituto Nacional de la Música, y el otro el
estatuto del músico.”
En referencia al estatuto del músico, que era lo que proveía la
ley 14.597, Moguilevsky explica lo siguiente: “De alguna manera, es la intención
de este grupo que esta ley que se derogó, que bregaba por una cantidad
de derechos del músico dependiente, especialmente, esté contenida
dentro de lo que va a ser el estatuto nuevo del músico. O sea no es que
esa ley se acabó y entonces queda sin ley el músico. Había
una serie de cosas positivas, y ésas las estamos tratando de levantar
en el nuevo estatuto.”
Sin embargo, la ley recientemente derogada, redactada en 1958, había
quedado desactualizada en relación a la situación real del músico
argentino hoy. Moguilevsky hace hincapié en la necesidad de introducir
la figura del músico independiente: “Vos imaginate que los últimos
cincuenta años de la música argentina están basados en
la autogestión, desde la aparición del rock como fenómeno
musical, hasta todo lo que se hace en la cultura alternativa que no tiene que
ver con la música comercial, o la música establecida por las orquestas.
Pero agregando algo de lo que la ley anterior adolecía, que era la figura
del músico independiente. Todas las figuras que somos todos los músicos
del país, un ochenta por ciento de la población de la música,
no estaba contenida dentro de la ley anterior. Entonces nosotros estamos intentando
construir una ley con mucha paciencia y con mucha fineza, una ley que logre
proteger a todos los sectores de la música, no solamente a aquellos que
gozan hoy día ya de las paritarias, de los sueldos mínimos, del
blanqueo, ¿no es cierto?”.
Por su parte, el Instituto Nacional de la Música sería una entidad
a través de la cual se instituiría una política de Estado
referida a la música. En relación a este tema, Marcelo Moguilevsky
expresa que “debería ser un ente autárquico nacional que maneje
fondos obtenidos desde una gestión de gobierno, por la cual lograríamos
llegar al fomento de la actividad musical en la producción y la difusión
de la música nacional a través del subsidios, de becas, de distintos
mecanismos de fomento.”
Estos ejes y la posición que representa la asamblea de los músicos
son parte de una confrontación de intereses que se dará en la
mesa de concertación con representantes del Sadem (Sindicato Argentino
de Músicos, cuya actual conducción gestionó la aplicación
de la ley 14.597), y con representantes de los empleadores de la actividad musical,
es decir los empresarios del sector. Las aspiraciones empresarias a regular
aspectos de la actividad ameritan un análisis más extenso. Del
lado gremial, se sabe que la actual conducción del Sadem cuestiona la
representatividad de la asamblea de músicos y que, de antemano, dicha
gremial no reconoce estatus profesional a los músicos autónomos.
Podemos ir sacando cuentas.
Por todo esto es importante seguir con atención el proceso, participar
de la asamblea de los músicos, organizarse, brindar el apoyo a los compañeros
que defienden los intereses de los músicos en la confección de
esta herramienta legal, mantenerse al tanto de una discusión fina y compleja,
y sobre todo crucial para el futuro del valioso recurso cultural que representa
la música argentina.
Por Gabriel Abalos
Titular de la cátedra de Folklore Musical Argentino en el Departamento
de Música de la Escuela de Artes.
1 Entrevista realizada el sábado 10 de Junio, en Córdoba, tras una exquisita velada de Marcelo Moguilevsky en clarinetes y flautas, y Juan Falú en guitarra, recreando música popular argentina.