Historias y personajes

La ausencia de Gladys Gatti

El 19 de julio de 2006 falleció Gladys Gatti, profesora titular de la cátedra Literatura Española I de la Escuela de Letras. Gatti contaba con una relevante trayectoria académica y una reconocida experiencia en la gestión institucional. De incuestionable humildad, capacidad y compromiso, es recordada con profundo afecto por docentes, amigos, alumnos y autoridades universitarias.


Gladys Gatti en el cabildo histórico de la ciudad de Córdoba.

Nació en La Calera, provincia de Córdoba, el 23 de enero de 1939. Sus padres, Ricardo Francisco Gatti y Laudelina Álvarez, la bautizaron con el nombre de Gladys Virginia Cándida. Se recibió con el título de maestra normal en el Instituto Adscripto Jesús María de la Escuela Normal de Profesores Alejandro Carbó en 1956, donde también dio clases, con algunas interrupciones, desde 1964 hasta 1973.
En 1963, se recibió de licenciada en Literaturas Modernas, en la Escuela de Letras de la UNC y posteriormente obtuvo el título de profesora en 1972.
Durante un tiempo, también se desempeñó como profesora de Castellano y Literatura en el Instituto Domingo Faustino Sarmiento, de la localidad de La Calera, y en la Escuela Superior de Comercio Víctor Ree.

Su trayectoria
Comenzó a trabajar como docente en la Facultad el 12 de abril de 1972, en el cargo de auxiliar de segunda de la cátedra Literatura Española I y estuvo en ese puesto hasta 1973. Al año siguiente, se desempeñó como jefa de trabajos prácticos y luego como profesora adjunta, entre 1975 y 1976. Desde 1977 hasta 1989 fue adjunta encargada de la cátedra, hasta que en 1990 obtuvo finalmente el cargo de profesora titular. También fue vicedirectora de la Escuela de Letras durante dos períodos: desde 1994 a 1996 y desde 2002 a 2004.
Además, Gatti realizó en carácter de investigadora numerosos estudios sobre literatura española. Algunos de ellos fueron: “El tema del desdén de la mujer en poesías de Lope de Vega y A. Machado”; “El mundo de lo posible y el mundo de lo ideal en la novela La ilustre fregona, de Miguel de Cervantes”; “La poesía de Francisco de Quevedo” y “El cuento en la literatura española medieval”.

Asimismo, participó de importantes conferencias, como la de la Asociación Argentina de Cultura Británica en 1987 y la del Museo Marqués de Sobremonte, en 1991, además de numerosos congresos y jornadas realizadas en Córdoba, Salta, San Juan, Mendoza y Buenos Aires.

Gatti consiguió una beca de la UNC en 1967 para realizar estudios de perfeccionamiento en España durante un año y en 1977 obtuvo la beca E. L. Tinker para investigación, concedida a través de The Hispanic Society of America de Nueva York. En la gran metrópolis del norte realizó una investigación sobre una crónica inédita titulada “Acerca del Libro del Río de la Plata que trata de cossas prodigiosas de toda la tierra del Paraguay...”, escrita hacia 1609 por el religioso franciscano Jerónimo de Portillo. El trabajo lo hizo en colaboración con María Teresa Toniolo, actualmente profesora titular de la cátedra Historia de la lengua española.

Toniolo, quien compartió numerosas anécdotas y viajes con Gatti, recuerda su estadía en Nueva York: “A Gladys la conocí porque compartíamos el mismo box, ella era ayudante en la cátedra de Literatura Española con la doctora Alicia Malanca, quien era titular de mi cátedra, así que el nexo académico fue la doctora Alicia Malanca. Después profundizamos nuestra amistad cuando compartimos la beca en Nueva Cork. Vivimos unos cuantos meses en el mismo edificio y nos veíamos todos los días. Trabajamos en la Sociedad Hispánica de Nueva York sobre los mismos textos”, recuerda.
La docente señala que Gatti era una persona “introvertida, reservada, muy discreta, y que disfrutó muchísimo esa estadía en Nueva York, por la apertura cultural que significó”. “En esos meses compartimos la vida académica, la investigación, pero también muchas actividades culturales en una ciudad tan diferente a Córdoba”, repasa Toniolo.

Una pérdida
Si bien Toniolo no pertenece a la cátedra de Gatti, la conocía lo suficiente como para reconocer que se perdió a una persona “de alta y profunda formación en literatura española”, porque “siempre tuvo rigurosidad metodológica para las cuestiones académicas que emprendía, muchas horas de estudio sobre los distintos temas y no escatimaba el esfuerzo de dedicarse de forma completa a su actividad docente”. “Creo que es un vacío difícil de llenar”, dice.

De la misma manera, René Vijarra, quien actualmente se desempeña como titular de la cátedra Literatura española I, señala que “se nota su ausencia”. Vijarra agrega que el equipo perdió a “una persona formada, que podría haber dado mucho más” y se le entrecorta la voz cuando recuerda el primer día de clases después de la pérdida de Gatti: “Fue durísimo estar frente al curso. Llevé un texto sobre Quevedo para dedicárselo y no pude. Decía algo así como ‘la llama eterna que trasciende la muerte’, que en definitiva es lo que significa Gladys para los que conformamos la cátedra”.

Una mujer que entregó su humanidad
En la charla, Toniolo recuerda numerosas anécdotas que le sucedieron con Gatti. Se emociona al nombrarla y cuenta: “Nuestra amistad continuó a través de los viajes. Viví dos años en Colombia y ella junto con otras profesoras fueron un par de veces a visitarme. Nos dedicábamos un poco al turismo y también a las cuestiones académicas, porque compartíamos los mismos gustos. Aquí en Córdoba íbamos al teatro y a recitales con un grupo de amigas”.

“Como persona –dice Toniolo- era muy honesta y trataba de ser lo más objetiva posible con el otro, además tenía una gran bondad. Era solidaria, atenta al prójimo. Estaba presente en los buenos y en los malos momentos. Era una persona de valores personales muy destacables, más allá de lo profesional”.

Vijarra compartió 17 años de su vida junto a Gatti. “Conocí a Gladys en el año 1986, como profesora, y desde ese momento quedé vinculado a ella. Al año siguiente fui ayudante alumno y después dirigió mi trabajo final de la carrera. Me recibí e ingresé a la cátedra. Teníamos un vínculo laboral, pero sobre todo humano porque nos juntábamos a comer, teníamos el café semanal, nos llamábamos por teléfono, siempre nos preguntábamos por cuestiones personales”, dice Vijarra. Si bien la recuerda como una persona “sumamente exigente”, también señala que “era una mujer que entregó su humanidad, su afecto y conocimiento”. “Ofrecía todo lo que podía y lo que sabía”, sostiene.

El trabajo con la cátedra implicaba también el encuentro semanal en un café. Sin dudas, con esos recuerdos afloran los sentimientos y Vijarra se deja llevar por las emociones. “Con su paso tranquilo y su tono mesurado, no paraba hasta lograr la perfección”, rememora el docente.

Responsabilidad, ética y compromiso con los estudiantes
Diana Lis Priyoltensky fue su alumna en el 2002. Al año siguiente se incorporó a la cátedra como ayudante y actualmente está terminando su tesis “Autoconstrucción de Francisco de Quevedo en su prosa política”, que era dirigida por Gatti.
“Gladys me acompañó y fue testigo de mi paso por la universidad y no puedo dejar de sentir dolor cuando me doy cuenta de que no va a ser ella la que me entregue el diploma el día de mi colación”, dice Diana.

Al recordarla como docente, manifiesta: “Siempre fue un modelo, sus clases eran, simplemente, excelentes: didácticas, claras, relacionadas con los temas del programa. Era una de esas profesoras que sabe y, además, puede trasmitir perfectamente sus conocimientos. Era una persona a la cual se le podían plantear los problemas en relación con la materia y siempre tenía una respuesta satisfactoria”.

Como directora de tesis, Diana evoca: “Además de todo su compromiso, respeto, ética y apoyo, recuerdo que cuando me hacía las devoluciones de mi tesina me llamaba a casa para juntarnos en su departamento los domingos al mediodía. Eso para mí era la máxima expresión de su compromiso conmigo como ‘alumna’ y de su trabajo”.

“Gladys siempre fue un ejemplo de responsabilidad, ética y organización con todo lo que hacía y creo que eso es fundamental para el trabajo y para la vida en general. Como docente me enseñó, mediante el ejemplo, la importancia de la organización; del trabajo en equipo en la cátedra; el equilibrio entre lo que uno enseña, la manera en la que lo hace y la exigencia al momento de las evaluaciones. Pero, sobre todo, me demostró que es fundamental para la tarea docente el respeto por el alumno y creo que ésta es la mayor enseñanza como profesional”, concluye Diana.

“Tu nimbo y mi recuerdo”

Alicia Malanca compartió casi 40 años de su vida con Gladys Gatti. Su primer acercamiento se produjo en 1968. Gladys había sido su alumna y de allí en adelante fue su ayudante, su jefa de trabajos prácticos y su adjunta. Después, la reemplazó en la cátedra, cuando Malanca asumió otros cargos en la universidad.
Malanca indica que las “unió una honda amistad”. “Mis hijos quedaban en sus manos cuando yo salía por algún tiempo fuera del país; pasamos muchas alegrías, anécdotas y las adversidades nos unieron aún más. Adversidades que ella afrontó con un estoicismo, una sabiduría, una ecuanimidad, y una valentía que creo yo, pocas veces encontré en otras personas”, señala.
A continuación, Alfilo reproduce las líneas que envió Alicia Malanca desde España, donde se encuentra actualmente.

“Con el dolor en su nombre oscurecido ahora en las sombras del silencio y del misterio, rememoro cuarenta años que por diversas rutas convergentes y circundadas de panoramas, circunstancias y personas diferentes, transitamos en la comunión de ideales y valores, rutas en donde se dieron alegrías y tristezas, ilusiones, esperanzas, fracasos...

Por eso Gladys -y por primera vez en tantos años (toda una vida)- ahora que el espacio es un abismo, ahora te tuteo para quebrar en algo la distancia y porque siento que no es algo irreparable lo sucedido en esta tu tragedia final, que es la nuestra también. No por reiterada es menos significativa el afirmar que la luz de tu recuerdo en toda su inmensa proyección permite que sigas con nosotros y los destellos de ella nos seguirán marcando esos caminos anchos que elegiste para vivir en plenitud, plenos de verdad, de justicia, de belleza que eran tu senda y tu norte. Tu ecuanimidad ante todo y para todos, tu a la vez firmeza y suavidad para reparar daños, injusticias, desajustes, en tu actuar cotidiano, ante lo pequeño y lo grande, terminaban por ponernos a todos, tus iguales, superiores o inferiores, en el lugar adecuado y certero. Tu inmenso valor para enfrentar la adversidad, para luchar no solo por tus ideales sino por tu vida misma, ha dejado un sabor amargo y preguntas sin respuesta ante designios insondables que nos angustiaron una y otra vez, años tras años, décadas tras décadas a los que participábamos en esos, tus avatares. Pero recibíamos ya, en ese entonces, el ejemplo de tu valentía austera, sin estridencias, pero tan auténtica, tan dolorosamente profunda, que sólo una palabra la abarca, el estoicismo total. Todo esto que someramente anotamos, seguirá viviendo entre nosotros. Tu vida no se fue para siempre... tu silencio se ha hecho Dios.

Nunca se coló entre nosotras ni en nuestras conversaciones más íntimas, ni un tú ni un vos. La Cátedra de Literatura Española I que desde finales de los años 50 y por concurso yo había obtenido, fue el lazo primero que nos unió y marcó ese trato inusual. Fue Gladys mi alumna destacada y luego con su entusiasmado esfuerzo subió por la escalera de la carrera docente desde abajo, como ayudante, como jefa de trabajos prácticos, como adjunta y, finalmente, con mi alejamiento para desempeñar otros cargos directivos universitarios, llegó a asumir como titular de la cátedra que ganaría en el concurso correspondiente. Pero por encima nuestra amistad nada modificó, ni siquiera aquel trato conversacional. Amistad nacida en España cuando ambas coincidimos por sendas becas, allá por el año 68 en sus florecientes y jóvenes años, recorriendo entre risas y descubrimientos las viejas calles de Madrid. Luego vinieron los difíciles años argentinos en los que parecía una utopía sin sentido hablar y valorar al Arcipreste de Hita, la Celestina, el Conde Lucanor, el mismo El Quijote y las Jarchias arábigo-andaluzas, que veníamos de traer como gran descubrimiento de España... . Finalmente no podré olvidar ese presagio siniestro que me embargó cuando en el paso del año viejo 2005 al nuevo pasamos las dos mirando desde su terraza, los fuegos artificiales que iluminaban nuestra Córdoba... y abrían el año de tu desaparición física.

Gladys, nunca pediste nada. Sólo supiste dar y darte en plenitud. Ese será tu nimbo y mi recuerdo”.

Alicia Malanca


La docencia universitaria como servicio

Los docentes universitarios argentinos pueden ser destacados, en general, por sus conocimientos específicos en diversas áreas del conocimiento. Ese saber ha sido un logro que se ha obtenido a pesar de sucesivas políticas gubernamentales agresivas contra la universidad pública en los últimos cuarenta años. Sin embargo, los universitarios no somos conocidos, por lo menos en los últimos tiempos, como profesores que superen su condición de “técnicos” y encuentren en su trabajo de docentes la forma propicia para el servicio a los demás. De estos últimos era Gladys Gatti.

Desde su cátedra de Literatura Española I, Gladys supo entender que ser profesor universitario no era habitar una torre de marfil desde donde pontificar, sino un sitio de trabajo duro, personal, en el cual el estudiante parece un diamante en bruto y debe ser pulido. Así entendía Gladys su trabajo con los estudiantes de primer año. Acompañaba su maduración, lograba incorporar en sus saberes noveles las herramientas necesarias para volver comunicable todo conocimiento. Su tarea con ellos era única, nadie dedicaba tanto tiempo a los nuevos alumnos como ella. Pero además, les abría a todos el maravilloso teatro de una de las literaturas más ricas y fuertes que se conozcan. El Medioevo español y, sobre todo, el Siglo de Oro eran mostrados por Gladys como tesoros siempre renovados. No importaba cuánto quisieran, a priori, saber los estudiantes sobre la España legendaria, la cátedra que tantos años dirigiera la profesora Gatti lograba el pequeño milagro del inicio del tránsito por el Romancero, Cervantes, Quevedo, Lope de Vega. Todo esto en compañía de un trabajo intelectual serio y solvente por parte de Gladys; trabajo reconocido en nuestro país y el exterior.

Pero su compromiso era notorio más allá de la cátedra. Su trabajo institucional la llevó a ser dos veces vicedirectora de la Escuela de Letras, integrante de innumeras comisiones de la Escuela y de la Facultad. En esos cargos demostró capacidad de gestión, pero más aún, ratificó su vocación de servicio. Su humildad, dedicación e inteligencia demostraron que las gestiones amplias, democráticas y eficientes son posibles en la Universidad Nacional de Córdoba.

Por estos ejemplos –en realidad no vistos con frecuencia entre nosotros- la Escuela de Letras debe a Gladys Gatti el recuerdo más firme y entrañable.

Domingo Ighina
Director de la Escuela de Letras


El recuerdo de Alfilo

Alfilo le realizó una nota en abril de 2005 en el marco de la lectura pública que se llevó a cabo en el Cabildo de la ciudad de Córdoba, para conmemorar el IV centenario de la primera edición del famoso libro “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes Saavedra. La actividad fue organizada por la cátedra y la nota puede leerse aquí.