Entrevista a Víctor Rodríguez
“La epistemología es una gimnasia natural”
El 21 de noviembre, Víctor Rodríguez –docente e investigador de la FFyH- recibió el premio Konex de Platino por su destacada labor en el área de Lógica y Filosofía de la Ciencia. La distinción se otorga a veinte personalidades que, durante la última década, sobresalieron en diferentes disciplinas científicas. Consciente de que el premio vale también por el trabajo colectivo, Rodríguez señala que el Konex “demuestra el saludable desarrollo de un área de investigación y docencia en la Escuela de Filosofía”. Precisamente, otros dos docentes del área lógico-epistemológica, Horacio Faas y Luis Urtubey, obtuvieron recientemente diplomas al mérito en esta misma categoría. En diálogo con Alfilo, Rodríguez repasó algunos momentos de su carrera y se refirió al trabajo que desarrolla en distintos espacios académicos del país y el exterior.
Rodríguez: "Me parece que el intercambio
es la idea más saludable".
Víctor Rodríguez tiene 57 años y es profesor titular por concurso de Epistemología de las Ciencias Naturales en la Escuela de Filosofía (UNC). Habitante de los márgenes de la academia, en su currículum sobresale un dato: nunca obtuvo un título universitario. Sin embargo, su carácter autodidacta y una particular concepción del trabajo y el esfuerzo fueron marcando sus pasos zigzagueantes por el mundo universitario. Según Rodríguez “no todo es inspiración”: “Es importante que la gente aprenda a transpirar. Luego, es necesario tener una actitud abierta para recibir críticas”. Estas palabras sintetizan, de algún modo, las bases sobre las cuales asienta su trabajo.
Antes de arribar como docente a la Facultad de Filosofía y Humanidades, Rodríguez se desempeñó como técnico del CONICET en la biblioteca del Observatorio Astronómico, un refugio estratégico que le permitió continuar con su formación durante la dictadura militar. Allí estuvo encargado de temas de historia de la astronomía y filosofía de las ciencias naturales. Posteriormente, fue convocado por el Centro de Investigaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UNC) para realizar tareas de asesoramiento en teoría de la ciencia y dictado de cursos de posgrado con un cargo de profesor adjunto.
Pero el destino académico de Rodríguez se modificó radicalmente, tras su estadía como investigador independiente de posdoctorado en el Centro de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos, invitado por el director de dicho centro, el profesor Nicholas Rescher, hace algo más de dos décadas. La experiencia adquirida como investigador en esta prestigiosa institución le permitió, a su regreso, validar el título de “idóneo” en los claustros universitarios de “la docta”. “A veces al pragmatismo hay que entenderlo en sus varios rostros. En el centro de Pittsburgh, no tuvieron ningún problema formal para invitarme; nunca me pidieron un papel”, puntualiza.
Tiempo después pudo ingresar como docente interino por selección de antecedentes en la Facultad y esperó pacientemente la oportunidad para concursar como profesor titular. A lo largo de su carrera, también ocupó cargos de gestión como, por ejemplo, la dirección del Centro de Investigaciones y la Secretaría de Ciencia y Técnica de la FFyH.
“La estadía en Pittsburgh me abrió puertas en algunas instituciones europeas”, añade. Concretamente, Rodríguez estuvo como investigador visitante en varios países europeos, como es el caso de Polonia, Hungría y la Academia de Ciencias de Rusia. “De alguna manera, las funciones que vengo desempeñando en asociaciones en el extranjero son consecuencia de esa experiencia inicial en Estados Unidos”, relata el docente. Actualmente, Rodríguez es asesor de la comisión ejecutiva de la Unión Internacional de Historia y Filosofía de la Ciencia, una confederación de asociaciones que nuclea a instituciones y organismos de ciencia de los diferentes países. En este comité es el único miembro de habla hispana. Además, fue miembro del comité ejecutivo de la Asociación para los Fundamentos de la Ciencia, el Lenguaje y la Cognición (AFOS), con sede en Varsovia.
- ¿Cree que los Konex otorgados este año
son un reconocimiento al trabajo colectivo?
- Sí, porque hay dos colegas amigos del Área Lógico-Epistemológica
que también han obtenido diplomas al mérito. En mi opinión
esto demuestra el saludable desarrollo de un área de investigación
y docencia en nuestra Escuela de Filosofía, que responde a un programa
que ya tiene un par de décadas de vigencia. En ese sentido, la carrera
-de acuerdo a su plan de estudio- tiene un ciclo básico y tres orientaciones
vigentes, una de ellas corresponde al área Lógico-Epistemológica.
Las materias que se dictan en el plan de estudios vigente hacen que el egresado
de nuestra Escuela salga con un nivel muy bueno. Hay varias materias específicas
que no son comunes en otras licenciaturas en Filosofía del país.
Los avances también se pueden observar en el muy buen nivel que tienen
los doctores formados en nuestra Facultad, y también en el crecimiento
notable de las líneas de investigación que se están desarrollando.
Crisis de crecimiento
Entre las actividades que el Area Lógico-Epistemológica realiza,
una de las que más trascendencia adquirió en los últimos
tiempos es la organización de las Jornadas de Epistemología e
Historia de la Ciencia. Este encuentro se lleva a cabo desde hace 17 años
y convoca anualmente a los más importantes docentes e investigadores
del ámbito nacional y de otros países cercanos, como Chile, Colombia,
Brasil y Uruguay.
- ¿Cómo surgieron estos encuentros?
- Teníamos la costumbre de reunirnos con un grupo todas las semanas a
estudiar y discutir, fuera de la universidad, a fines de la década del
’70 durante el proceso militar y durante los 80’. Después, cuando vino
la apertura democrática, nos fuimos insertando de distintas maneras en
la vida de la Facultad. Varios de los jóvenes entusiastas de entonces
completaron luego el doctorado con muy buena formación. La dinámica
era básicamente ésta: todas las semanas hablaba alguien, se refería
a algún tema y los demás lo criticaban y discutían. Eso
se fue manteniendo por más de quince años; pasó medio mundo
por esos encuentros que abordaban temas de epistemología, historia de
la ciencia, filosofía de la ciencia, filosofía en general, teoría
del conocimiento, etc.
Víctor recuerda cuando en 1989 estas reuniones se convirtieron, ya con un marco institucional, en las primeras jornadas de epistemología. “En ese momento, un grupo de docentes se comprometió a participar en un encuentro; convocamos a un puñado de estudiantes y se armó un programa de ponencias con muy bajo perfil”, cuenta. Si bien en el arranque las jornadas se realizaban en la Facultad, posteriormente se trasladaron a otros espacios con mayor capacidad operativa en las sierras de Córdoba. “Lentamente la reunión fue creciendo y se comenzó a publicar un volumen con una selección de trabajos que se publica anualmente, previo referato doble e independiente”, dice. Todos los años se presentan alrededor de ciento sesenta ponencias para participar en el encuentro y ciento treinta aproximadamente son las que finalmente resultan aceptadas, primero para exponer y, luego de una segunda selección, para integrar la publicación.
De esta manera, los reducidos encuentros del comienzo se tornaron masivos. “Están en el límite”, indica Rodríguez, y continúa: “La cantidad de actividades programadas exige, por ejemplo, que se desarrollen seis sesiones simultáneas, como si fuera un congreso. Lo ideal sería poder interactuar más con los distintos participantes, pero es una sana crisis de crecimiento”, sintetiza.
- ¿Cuál es la vinculación de Gregorio
Klimovsky con este espacio?
- Klimovsky es un referente para nosotros. Ha sido uno de los plenaristas
que hemos tenido, por respeto a su trayectoria, por el apoyo que ha brindado
a este tipo de actividades en todo el país y por su trabajo con los derechos
humanos. En nuestro ambiente, Klimovsky ha sido valorado por su capacidad crítica
y tenerlo como oyente es una gimnasia especial, sobre todo para los participantes
más jóvenes. Si bien actualmente no puede concurrir por razones
de salud, es un adherente desde todo punto de vista.
El ejercicio epistemológico
- ¿Qué tipo de relación se establece entre la epistemología
y las otras ramas del conocimiento científico?
- No considero que la epistemología esté por encima de las otras
disciplinas científicas, pero tampoco por debajo. La tomo como un complemento.
Un tema determinado se puede ver desde el punto de vista del científico
especializado y también desde una perspectiva epistemológica.
La epistemología es una gimnasia natural, que debería ser un ejercicio
formativo en todas las instancias de grado y en buena parte del posgrado. Hay
una serie de reflexiones muy importantes que se producen en el momento en que
se van incorporando nuevos conceptos, métodos y lenguajes en las ciencias
particulares. Eso se puede observar en la interacción con las comunidades
científicas. Un profesional puede ser muy bueno en su campo, pero hay
cuestiones epistemológicas vinculadas a la propia disciplina que, tal
vez, durante la carrera no tuvo la oportunidad de trabajar. Ocurre en física,
matemática, química, geología, astronomía, biología,
y también en las carreras de las ciencias humanas y sociales.
- En su trabajo ¿se vincula con otros grupos
de investigación?
- En general, la interacción que tengo está más vinculada
a los departamentos que antes se llamaban “de ciencias exactas y naturales”.
Concretamente con grupos de posgrado, de docencia e investigación científica,
que necesitan este tipo de cursos. Esto permite un feedback interesante, porque
uno se realimenta con el experto en la disciplina. No consiste en tirar normas
desde arriba. El intercambio me parece que es la práctica más
saludable. Por otra parte, como responsable durante varios años de un
equipo de investigación en nuestra Facultad, puedo decir que hemos tenido
una intensa actividad compartida con grupos de otras universidades del país
y con algunas del extranjero, en temas de interés común, por supuesto.
- ¿Cómo es el intercambio con la gente
de las ciencias “duras”?
- En mi caso, es una elección. A mi siempre me interesaron desde una
perspectiva filosófica. Desde que empecé a acercarme a estas cuestiones,
me pareció que la mejor manera de mirar el conocimiento científico
es ver cómo se produce, se elabora y cómo se lo intenta justificar
en los propios corrillos científicos y departamentos de ciencia. Para
poder interactuar con ellos, es necesario acceder a un lenguaje cercano al de
los científicos especializados. De lo contrario, no tenés acceso.
Eso significa hacer un esfuerzo grande en algunas líneas de trabajo.
Por lo menos, para tener la posibilidad de seguir desde adentro las discusiones
que se producen, o las líneas de investigación en conflicto. Esta
no es la única forma de hacer filosofía de la ciencia. Hay gente
que hace una actividad más sociológica o antropológica,
ambas muy significativas hoy para intentar dar un marco socio-cultural a la
actividad científica. También hay quienes trabajan sobre la relación
entre ciencia y ética, que es un campo importantísimo. A mí
me interesa más la parte estrictamente epistemológica, es decir,
ver cómo se produce el nuevo conocimiento y cómo se intenta justificar
y contextualizar ese conocimiento en función de los previos. Me interesa
saber cómo nace una teoría, cómo se trabaja una hipótesis
o cómo se consolida una línea de investigación. En ese
sentido, le debo muchísimo a dos grandes instituciones de nuestra Universidad:
el Observatorio Astronómico, donde he trabajado muchos años; y
la Sección de Física del Instituto de Matemática, Astronomía
y Física (IMAF), que posteriormente se convirtió en Facultad (FaMAF).
El título, la bohemia, la docencia y el futuro
- ¿Por qué no tiene ningún título universitario?
- Esto tiene que ver con que, por un lado, yo estudié más con
mi cabeza que con las instituciones, a pesar de que las respeto enormemente.
No soy estrictamente un autodidacta, porque le debo mucho a mucha gente, en
especial a las instituciones mencionadas antes. Sólo traté de
respetar el hilo personal de mis procesos intelectuales. Por otra parte, la
Facultad de Filosofía – a la que siempre consideré como mi lugar
natural- lamentablemente por mucho tiempo no fue un espacio institucional interesante,
por la ideología rígida que predominaba. Además, existía
un llamativo divorcio entre las humanidades y la ciencia. Con el paso del tiempo,
esta brecha se fue atenuando, a partir de los cambios en los planes de estudio.
Hoy, esta relación se piensa como “de beneficio mutuo”, porque a la gente
de las disciplinas científicas le hace falta más cultura filosófica,
social y humanística; mientras que la gente de filosofía necesita
también, en mi opinión, nutrirse de otros campos científicos.
La vinculación de algunos docentes universitarios con el gobierno de facto también lo llevó a tomar la decisión de no rendir algunas materias cuando era estudiante. Una anécdota lo resume. En aquella época un profesor le preguntó: “Víctor, ¿qué te falta para recibirte?”, a lo que él respondió: “estómago”.
Cuando la Triple A irrumpió en el escenario político, Víctor se fue de la Facultad, donde además de estudiar tenía cierta representación estudiantil en los esbozos de co-gobierno de esa época. Continuó con sus actividades en el Observatorio Astronómico. Dentro de la UNC, el Observatorio fue uno de los pocos espacios de investigación que no fue intervenido durante el proceso militar. Para Víctor era una especie de “isla cultural”, porque no se interrumpió allí la recepción de revistas científicas internacionales. “Vivía en un pequeño mundo, con algo de oxígeno, pero muy encerrado, por las condiciones ambientales cordobesas”, expresa.
De aquellas épocas, también recuerda su paso por la bohemia cordobesa y su filiación al grupo del Palomar, un tradicional reducto estudiantil de barrio Güemes. “Viví como diez años en ese lugar. Lo rescato como una experiencia muy linda en un período tremendamente duro desde un punto de vista social”.
- ¿Cómo se acercó a la docencia?
- La docencia en la FFyH empezó cuando se efectivizó
un nuevo plan de estudios en la Escuela de Filosofía y muchos de los
profesores que habían estado en nuestro medio se fueron o se jubilaron.
Había muchos espacios para trabajar y muchas materias nuevas. Los jóvenes
estudiantes buscaron voces alternativas, con el apoyo de algunos docentes, entre
los que quiero mencionar a Elma K. de Estrabou, por las funciones que ocupaba
en ese momento en la Escuela. Así, algunos que estábamos fuera
de la institución pudimos incorporarnos en diferentes cátedras.
Desde entonces con otros colegas hemos invertido bastante tiempo y energía
en la formación de alumnos, de grado y de posgrado. Es importante generar
una masa crítica. Uno tiene la suerte de trabajar en algo que le gusta
-porque esto es una historia de grandes amores-, entonces lo menos que uno desea
es que le sirva a alguien. En mi caso particular, apuesto al cambio generacional
entre los docentes, valoro a la gente joven que tiene muchas ganas de estudiar
y que es honesta en su forma de trabajar. Me parece importante que puedan pasar
por las instancias formativas, de ensayo y error, que son necesarias. Las instituciones
no pueden quedar ancladas en las personas viejas.
- ¿Cómo concibe el crecimiento profesional?
- Creo que es importante hacer apuestas modestas pero serias. Es la única
forma de tener chances de poder ir generando alguna tradición. Es importante
que la gente aprenda a transpirar. El famoso 95 por ciento de transpiración
en los artistas refleja bien esta idea de que no todo es inspiración.
Luego, es necesario tener una actitud abierta para recibir críticas.
En este sentido, la puesta en marcha de sistemas más colegiados de interacción
–con discusiones e intercambios- creo que tiende a producir efectos interesantes.
Naturalmente, la reflexión y el pensamiento individual son irremplazables.
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