Abril 2007 | Año 3. Nº 16
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


La voz de la filosofía en la conversación de la universidad


Nuevos recursos tecnológicos para docentes


Maurice Meisner: visitante distinguido de la FfyH

La historia del barrio en la memoria colectiva

Las marcas del pasado

Marc Augé: "Estamos siempre buscando una imagen de nosotros mismos"

Un escritor comprometido con su tiempo

Aumenta la cantidad de estudiantes extranjeros en la FFyH

Artes, los orígenes de la Escuela (primera parte)

1
· La geometría de Moisset
3
· El andén de los juglares y Venique tecuento
5

· Plaza de la memoria: resultados del concurso

· Bienes comunes y ciudadanía: explotación minera en la cordillera.

· Jornadas de investigación: la educación en debate

· Nueva carrera de posgrado: Especialización en Psicopedagogía

· Las ciencias sociales y humanas en Córdoba

· Curso a distancia sobre patrimonio arqueológico

· Seminarios, cursos, encuentros
y jornadas
7

 


 


Editorial

La voz de la filosofía en la conversación de la universidad

La universidad como institución, con sus estatutos y reglamentos, jerarquías y competencias, no es un ámbito adecuado para una ‘conversación’, en el sentido que Oakeshott [i] y después Rorty [ii] dieron a esta palabra cuando hablaron de la ‘conversación de la humanidad’: un intercambio horizontal entre diversas voces, tan delicioso como inconclusivo, irresolutivo y, en consecuencia o en apariencia, inefectivo, pero al que uno da el valor de “el más grande de todos los logros de la humanidad” y el otro considera “el contexto último dentro del cual se debe entender el conocimiento”. Con todo, la universidad es lugar de encuentro de diversas actividades y voces, científicas, artísticas y técnicas, aunque con predominio de las prácticas: civilizada disputa, al menos en el deber del ser de sus regulaciones expresas y tácitas, en la que se compite o concursa, se pugna y se impugna sin puños, por el reconocimiento académico, presupuestario y político, que luego se proyecta y en los mejores casos se convalida en el conjunto de la sociedad y aún de la humanidad; por ello, si bien no es sede de conversación, la universidad como en general toda la educación es, o debe o debería ser, más allá de la estricta capacitación profesional, preparación para participar en la conversación. La ‘conversación de la universidad’ es, pues, o se entiende como una metáfora o, quizás sea una expresión vaga para un realidad difusa en la que sin contrariar lo puramente institucional, incluso animados por el espíritu de la institución, se dan contactos informales tendientes a mejorar su desempeño; esto es, aparte del ‘conflicto de las facultades’, y también aparte del diálogo y la colaboración fecunda que se manifiestan tanto en seminarios interdisciplinarios como en nuevas disciplinas y carreras, se deja (o se debería dejar que se deje) entrever el regocijo de una conversación en la que brillan por ausentes la voluntad de dominio y la voluntad de verdad, donde no se trata de tener el mando ni la razón. No hay peligro de que nos quedemos a vivir allí, la vida misma nos traerá al cabo de un breve intervalo a satisfacer sus necesidades inmediatas y mediatas, urgencias y adornos, en el prosaico mundo del trabajo y el dinero, pero no hay dudas (digo: yo no las tengo) de que la vida sería más pobre sin esa visión, acaso borrosa y seguramente irreal.
Pero si tal es la conversación, ¿cuál es la voz de la filosofía?, ¿quién le ha dado vela?, ¿qué tiene que decir? Los susodichos filósofos (y con ellos algunos más) coinciden en decir que la filosofía no tiene nada que decir, las velas que luce son prestadas y los vientos que la impulsan vienen de otra parte y van a otro lugar, en suma que su voz es ninguna, o no es ‘propia’, pero como el cero en la aritmética contribuye a fijar el valor de las otras cifras ella contribuye a marcar el tono de las otras voces. A esta característica puramente negativa, análoga a la dignidad del hombre en el Discurso de Pico de la Mirándola, la filosofía debe su propia dignidad, y por añadidura las disputas en las que se acostumbra verla envuelta, por ejemplo, si debe reinar en el conjunto del saber y la cultura, o por el contrario, si debe enseñarse en esta o aquella facultad, porque se supone que es o pudo ser sierva de la teología, o de la ciencias naturales, o del derecho, etcétera, o que está mejor cerca de las letras o es óptima en su vinculación con las matemáticas o con la jurisprudencia. Estériles agonías, dado que cuando la filosofía en la confusión del combate reclama los atributos de la verdad única y exclusiva, y enarbola dogmas y doctrinas, deja de ser ‘verdadera filosofía’, ya que ésta en su eterno vaivén se niega consuetudinariamente a cristalizar y se la puede describir con sintagma joyceano como indefinido work in progress. Pero este ir y venir simbólico, tensión semejante a la del lenguaraz que va y viene de una lengua a otra, intermediario entre mundos no siempre y no del todo conmensurables, pinta con suficiente nitidez el papel de la filosofía en la conversación de la universidad –mejor dicho: en las conversaciones entre universitarios (alumnos, egresados, docentes, no docentes)- y su importancia en la formación de todos aquellos que aspiran a participar en la conversación de la humanidad. Ni reina ni sierva, sin voz propia pero con suficiente pericia en más de una voz ajena (entre ellas la voz ordinaria del sentido común) que le permite verter una en otra, cualquiera sea el grado de indeterminación de la traducción, como para permitirse ser considerada par entre pares, sin pretensiones de supremacía y sin sumisa genuflexión, le cabe distinguir los diversos discursos, describirlos y en ocasiones armonizarlos, reconocer superposiciones, procurar que todos sean escuchados, y no le cabe en ningún caso suprimir uno o privilegiar otro invocando presuntas razones filosóficas. Ya que estas, cuando proceden así, son apenas máscaras no siempre deliberadas de alguna razón o interés de otro tipo. Queden entonces estas anotaciones, como tienen que quedar, en los márgenes de la conversación o, tal vez, en los márgenes o intersticios de la universidad, en esos surcos liminares en los que germinan semillas de una y otra

Daniel Vera
Profesor de la Escuela de Filosofía – FFyH. Universidad Nacional de Córdoba

i. Oakeshott, Michael, La poesía en la conversación de la humanidad (1959).
ii. Rorty, Richard, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Tercera Parte, Capítulo VIII, Inciso 5 (1979)


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