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Historias y personajes
Anécdotas sobre los estudios de educación
en Córdoba
En una entrevista realizada por su colega Marcela
Sosa, la pedagoga Alicia Carranza recuerda los primeros años
en la Escuela de Ciencias de la Educación y la docencia.
También evoca a las personas que influyeron en su elección
de la carrera, como María Saleme de Burnichon y Reneé
Trettel de Fabián. Conocedora de todos los niveles del sistema
educativo, Carranza comparte algunas experiencias que vivió
como alumna, maestra, directora, docente universitaria y funcionaria.
En su relato da cuenta de un recorrido intenso por distintas instituciones
que hoy la reconocen como una referente en el campo de la educación.
Finalmente, reflexiona sobre las condiciones actuales de la enseñanza
y explica por qué la escuela primaria debería ser
de tiempo completo en nuestro país.
Alicia Carranza, educadora de tiempo completo.
El recuerdo de una fotografía familiar, en
la que se veía a una maestra vestida elegantemente, con guantes
y sombrero, despertó en ella la primera curiosidad sobre
“qué significaba ser maestra”. “Quedó
muy grabada en mí esa imagen de mi abuela paterna, quien
tenía un lugar privilegiado en la familia, por el hecho de
ser maestra”, rememora Alicia Carranza.
“Otras imágenes de personajes alejados de los tiempos
y las ideas de mi abuela, -continúa- movilizaron más
tarde esa primera curiosidad. Una de ellas fue la de María
Saleme de Burnichón, quizás bastante responsable de
la elección que hice de la carrera universitaria”.
Resulta que Alicia -actualmente una de las especialistas en educación
más reconocida de Córdoba- cursó el secundario
en la Escuela Normal Superior Dr. Agustín Garzón Agulla.
“Entramos en la última fase del segundo gobierno de
Perón y la escuela se había vuelto terriblemente autoritaria”,
recuerda Carranza. Después de la caída de Perón,
Saleme de Burnichón asume la dirección. “Si
bien María duró muy poco en ese cargo, evidentemente,
su presencia para muchos de nosotros fue una bisagra importantísima
desde el punto de vista ideológico”, señala.
También, en los últimos años del secundario,
Carranza tuvo como docente a otra persona que influiría en
su elección universitaria: Reneé Trettel de Fabián.
“Aunque hoy parezca extraño, con ella fue la primera
vez que trabajamos en grupo, en seminarios que rompían las
tradiciones burocráticas y autoritarias de las relaciones
que nosotros habíamos experimentado y por eso además
contribuyó muchísimo para que, cuando finalizado el
secundario vine a inscribirme a la Facultad de Filosofía
y Humanidades, abandonara la que yo creía mi vocación,
estudiar Historia, y empezara la carrera de Pedagogía”,
cuenta Carranza.
Presencias infinitas
Por otro lado, Alicia también había empezado a trabajar
como docente por esa época. Era maestra de primero inferior
en la escuela José Martí, que funcionaba en una casa
de familia en el barrio Juniors, y cuyos directivos y maestros eran
egresados del Garzón Agulla. Otra vez, en ese momento, aparece
la figura de Reneé Trettel de Fabián, quien había
ayudado a formar ese colegio.
Recordando su paso por esta escuela, Carranza dice: “En aquella
época esta escuela tenía una escala diferente; era
una escuela pequeña y los maestros éramos pocos, había
una escala que te permitía un contacto profundo”.
Al tiempo, por motivos familiares, Carranza tuvo que dejar de dar
clases y buscar otro trabajo, ya que el sueldo era muy bajo y debía
solventar sus estudios universitarios. En estos primeros años
transitados por las aulas de la Facultad, aparece nuevamente María
Saleme de Burnichón. “Su presencia es señera”,
dice la pedagoga y manifiesta: “Nos enseñó algo
que nos costaba mucho, que era pensar por nosotros mismos, ser libres
y no atarnos a ninguna autoridad por más consagrada que sea”.
Inquietud por lo social
“Éramos un puñadito y la relación con
los docentes era muy distinta a la de hoy; cuando terminaban las
clases nos íbamos con los profesores a tomar un café
al pabellón Brujas y ahí seguíamos conversando,
así la clase se alargaba hasta la tardecita o la noche”,
dice Alicia recordando estos primeros años de vida universitaria.
Además, un grupo de estudiantes, entre los que se encontraba
ella, tenía un vínculo muy especial con Saleme de
Burnichón y estaban permanentemente en contacto. “Siempre
la visitábamos en su casa y, a pesar del vínculo,
nunca dejó de ser maestra; no fue nuestra amiga. Si tenía
que evaluar o exigir, lo hacía con todo rigor”, evoca
Carranza.
Con respecto a esta época, Alicia señala que en la
enseñanza de la carrera “había un hilo conductor
que era la inquietud por lo social”. En este sentido, “lo
pedagógico siempre se articulaba con lo social”. “Si
algo caracterizó los años ‘60, hasta el ‘76,
fue la preocupación desde todas las ciencias humanas, incluida
por cierto la pedagogía, por lo social, lo político
y los problemas de la realidad más allá de la escuela”,
advierte.
“Si yo tuviera que hacer un balance de lo que fue nuestra
formación y nuestra tarea profesional, diría que tuvo
una potencialidad importante con esta mirada tan abarcadora de lo
social, pero una restricción fue no haber entrado profundamente
en la escuela”, dice y continúa: “No es mi caso
porque yo trabajé como maestra, pero en la formación
nos interesaba mucho más lo social en un sentido macro que
la escuela como institución. Esta fuerte vocación
por desentrañar los procesos sociales, en muchos casos, superaba
las cuestiones más técnicas, didácticas o de
la escuela como institución”.
Después, cesanteada desde 1975, y hasta 1983, Carranza sostiene
que “hay un vacío” del que no se puede recuperar
“nada”. Sólo el horror de esos años.
La euforia de la democracia y los ‘90
En 1983, Alicia Carranza fue profesora de un instituto de formación
docente y al año siguiente es nombrada directora de una escuela
secundaria. Con la vuelta de la democracia, regresa a la Escuela
de Ciencias de la Educación, donde había comenzado
a ejercer durante la década de los ‘60 como ayudante
alumna de la cátedra de Pedagogía. Después
fue jefa de trabajos prácticos y luego adjunta en la cátedra
Historia de la educación, dictada por Magalí Varela.
A partir de 1986, accede al cargo de titular de la cátedra
Organización y administración educacional. “Estar
inserta en el sistema educativo fue la llave para poder ingresar
a esa cátedra, pero fue muy costoso”, afirma. Los contenidos
de la materia fueron pensados en relación a la política,
la organización y administración del sistema escolar.
“Hubo que estudiar cosas que recién se estaban produciendo,
como los libros de Cecilia Braslavsky. Nos interesaba más
la organización que la administración, porque es el
soporte institucional que hace posible la vida de la escuela y al
mismo tiempo genera la norma, la política”, dice sobre
la materia que dicta desde hace más de 20 años.
A continuación, retoma la historia: “A partir del ’83,
creo que hay un primer momento de mucha euforia por la llegada de
la democracia y se vuelve a pensar en este hilo conductor de la
pedagogía relacionada con los problemas de la sociedad. En
los ‘90 aparece la cuestión de la pedagogía
y la educación ligada a los proyectos neoliberales. Hay una
mirada más tecnocrática, relacionada con los parámetros
de calidad, pero desde el punto de vista instrumental, pensando
en la eficacia y eficiencia del sistema en un contexto de restricción
económica y preservación del gasto público,
sin un arraigo en lo social”. Sin embargo, la pedagoga aclara
que en la Escuela de Ciencias de la Educación las cátedras
en su generalidad tuvieron siempre posiciones críticas hacia
este modelo.
Carranza también apunta que en los últimos años
“hay una profundización de lo social, rescatando la
institución escolar”. “Por un lado me parece
muy interesante esta mirada sobre la institución, que nosotros
no tuvimos en nuestra formación y, por otro, estudiarla en
el contexto social que la rodea, que tiene una conflictividad de
tal envergadura que la escuela queda en una situación de
mucha vulnerabilidad. Esto nos obliga a los pedagogos a seguir estudiando
no sólo las condiciones en que hoy se desarrolla la enseñanza,
sino qué perspectivas de superación de algunos problemas
pudieran ofrecerse”, concluye.
Como directiva
La pedagoga también ocupó los cargos de directora
de la Escuela de Ciencias de la Educación, secretaria de
Posgrado y vicedecana de la Facultad. Si bien estuvo sólo
un año al frente de la Secretaría de Posgrado, desde
ahí se promovieron dos nuevas carreras Mientras tanto, como
vicedecana se abocó a una tarea “clave” en ese
momento, que fue trabajar con los directores de las escuelas para
crear un vínculo más profundo entre todos los estamentos
de la Facultad. Otro compromiso que asumió fue la creación
de las carreras de postítulos, impulsadas desde la Secretaría
Académica. La Facultad de Filosofía y Humanidades
se convirtió así en la primera unidad académica
que lanzó una carrera de postítulos y, a la vez, hoy
es la que brinda a la sociedad una mayor oferta en esta especialidad.
La enseñanza en el país, hoy
Alicia Carranza también es reconocida por ser una defensora
de la escuela pública y conocer los problemas que aquejan
a la enseñanza. Ella recorrió todos los niveles educativos
y el único que le faltó fue el jardín de infantes,
aunque dice que le hubiera gustado esa experiencia, “porque
es una realidad completamente diferente”.
Con voz firme, pinta un panorama de la complejidad que significa
hoy enseñar. “El docente debe ser ilustrado, con esto
quiero decir que tiene que aprender mucho acerca de la sociedad
y lo social, los cambios políticos y culturales, las nuevas
subjetividades en estos contextos y escenarios, y para eso hay que
estudiar. Si hay algo que caracteriza y diferencia al circuito universitario
de los institutos de formación docente, es que estos tienen
un contacto mucho más cercano con la escuela real que la
universidad; pero por otro lado, la universidad tiene un acercamiento
mucho más ilustrado a los problemas contemporáneos.
Creo que estas dos experiencias se tienen que juntar”, enfatiza.
En este sentido, Carranza señala que, “a pesar de algunos
tropiezos”, la Licenciatura de Articulación de la Escuela
de Ciencias de la Educación, donde entran maestros a formarse
en el nivel universitario, es “una rica experiencia”
porque pudo “traer la escuela al aula universitaria”
y, desde las distintas disciplinas universitarias, se enriqueció
“la mirada de la experiencia”. “Son caminos que
se tienen que encontrar y alimentar mutuamente”, reitera Carranza.
Asimismo, considera que los conflictos que hoy deben enfrentar los
docentes, en muchos casos, “pueden llegar a enfermarlos, desequilibrarlos
o enloquecerlos”; no obstante, señala que “en
la medida en que ellos puedan tener una visión más
compleja de los problemas que tienen que afrontar y, por lo tanto,
adoptar una actitud de mayor desalienación respecto al problema
particular, eso también los va a proteger”.
Por último, plantea la posibilidad de una escuela de tiempo
completo y dice que esto “sería necesario” para
el país. “No sé si es la solución, pero
la escuela primaria y la escuela media deberían tener otra
organización, en la que los tiempos fueran diferentes. Las
escuelas, todas ellas, pero en un principio las que atienden poblaciones
más desfavorecidas, deberían ser de tiempo completo.
Creo que la mayor exposición pedagógica de un chico
en una institución que todavía puede protegerlo de
la calle, e incluso, en algunos casos, de ambientes familiares abandónicos,
debería ser un proyecto político de envergadura. Esto
no significa que la escuela tenga que lograr lo que el Estado o
la sociedad en su conjunto no consigue, porque la escuela, no es
el mundo, ni el poder político, ni la sociedad, pero representa
a todos ellos y tiene la oportunidad de representar otro mundo;
algo diferente del que ofrece la calle, finaliza.
* Esta entrevista fue realizada en el marco de las
actividades de la carrera de posgrado “Pedagogía de
la Formación”que dicta la Facultad de Filosofía
y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Esta
carrera forma parte del Plan Pedagógico Nacional para la
Formación Docente del Ministerio de Educación de la
Nación y se desarrolla simultáneamente en las provincias
de Córdoba, Mendoza, La Rioja, San Juan y San Luis.
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