Junio - Julio 2007 | Año 3. Nº 18
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


Historias y personajes

Anécdotas sobre los estudios de educación en Córdoba

En una entrevista realizada por su colega Marcela Sosa, la pedagoga Alicia Carranza recuerda los primeros años en la Escuela de Ciencias de la Educación y la docencia. También evoca a las personas que influyeron en su elección de la carrera, como María Saleme de Burnichon y Reneé Trettel de Fabián. Conocedora de todos los niveles del sistema educativo, Carranza comparte algunas experiencias que vivió como alumna, maestra, directora, docente universitaria y funcionaria. En su relato da cuenta de un recorrido intenso por distintas instituciones que hoy la reconocen como una referente en el campo de la educación. Finalmente, reflexiona sobre las condiciones actuales de la enseñanza y explica por qué la escuela primaria debería ser de tiempo completo en nuestro país.


Alicia Carranza, educadora de tiempo completo.

El recuerdo de una fotografía familiar, en la que se veía a una maestra vestida elegantemente, con guantes y sombrero, despertó en ella la primera curiosidad sobre “qué significaba ser maestra”. “Quedó muy grabada en mí esa imagen de mi abuela paterna, quien tenía un lugar privilegiado en la familia, por el hecho de ser maestra”, rememora Alicia Carranza.
“Otras imágenes de personajes alejados de los tiempos y las ideas de mi abuela, -continúa- movilizaron más tarde esa primera curiosidad. Una de ellas fue la de María Saleme de Burnichón, quizás bastante responsable de la elección que hice de la carrera universitaria”. Resulta que Alicia -actualmente una de las especialistas en educación más reconocida de Córdoba- cursó el secundario en la Escuela Normal Superior Dr. Agustín Garzón Agulla. “Entramos en la última fase del segundo gobierno de Perón y la escuela se había vuelto terriblemente autoritaria”, recuerda Carranza. Después de la caída de Perón, Saleme de Burnichón asume la dirección. “Si bien María duró muy poco en ese cargo, evidentemente, su presencia para muchos de nosotros fue una bisagra importantísima desde el punto de vista ideológico”, señala.
También, en los últimos años del secundario, Carranza tuvo como docente a otra persona que influiría en su elección universitaria: Reneé Trettel de Fabián. “Aunque hoy parezca extraño, con ella fue la primera vez que trabajamos en grupo, en seminarios que rompían las tradiciones burocráticas y autoritarias de las relaciones que nosotros habíamos experimentado y por eso además contribuyó muchísimo para que, cuando finalizado el secundario vine a inscribirme a la Facultad de Filosofía y Humanidades, abandonara la que yo creía mi vocación, estudiar Historia, y empezara la carrera de Pedagogía”, cuenta Carranza.

Presencias infinitas
Por otro lado, Alicia también había empezado a trabajar como docente por esa época. Era maestra de primero inferior en la escuela José Martí, que funcionaba en una casa de familia en el barrio Juniors, y cuyos directivos y maestros eran egresados del Garzón Agulla. Otra vez, en ese momento, aparece la figura de Reneé Trettel de Fabián, quien había ayudado a formar ese colegio.
Recordando su paso por esta escuela, Carranza dice: “En aquella época esta escuela tenía una escala diferente; era una escuela pequeña y los maestros éramos pocos, había una escala que te permitía un contacto profundo”.
Al tiempo, por motivos familiares, Carranza tuvo que dejar de dar clases y buscar otro trabajo, ya que el sueldo era muy bajo y debía solventar sus estudios universitarios. En estos primeros años transitados por las aulas de la Facultad, aparece nuevamente María Saleme de Burnichón. “Su presencia es señera”, dice la pedagoga y manifiesta: “Nos enseñó algo que nos costaba mucho, que era pensar por nosotros mismos, ser libres y no atarnos a ninguna autoridad por más consagrada que sea”.

Inquietud por lo social
“Éramos un puñadito y la relación con los docentes era muy distinta a la de hoy; cuando terminaban las clases nos íbamos con los profesores a tomar un café al pabellón Brujas y ahí seguíamos conversando, así la clase se alargaba hasta la tardecita o la noche”, dice Alicia recordando estos primeros años de vida universitaria.
Además, un grupo de estudiantes, entre los que se encontraba ella, tenía un vínculo muy especial con Saleme de Burnichón y estaban permanentemente en contacto. “Siempre la visitábamos en su casa y, a pesar del vínculo, nunca dejó de ser maestra; no fue nuestra amiga. Si tenía que evaluar o exigir, lo hacía con todo rigor”, evoca Carranza.
Con respecto a esta época, Alicia señala que en la enseñanza de la carrera “había un hilo conductor que era la inquietud por lo social”. En este sentido, “lo pedagógico siempre se articulaba con lo social”. “Si algo caracterizó los años ‘60, hasta el ‘76, fue la preocupación desde todas las ciencias humanas, incluida por cierto la pedagogía, por lo social, lo político y los problemas de la realidad más allá de la escuela”, advierte.
“Si yo tuviera que hacer un balance de lo que fue nuestra formación y nuestra tarea profesional, diría que tuvo una potencialidad importante con esta mirada tan abarcadora de lo social, pero una restricción fue no haber entrado profundamente en la escuela”, dice y continúa: “No es mi caso porque yo trabajé como maestra, pero en la formación nos interesaba mucho más lo social en un sentido macro que la escuela como institución. Esta fuerte vocación por desentrañar los procesos sociales, en muchos casos, superaba las cuestiones más técnicas, didácticas o de la escuela como institución”.
Después, cesanteada desde 1975, y hasta 1983, Carranza sostiene que “hay un vacío” del que no se puede recuperar “nada”. Sólo el horror de esos años.

La euforia de la democracia y los ‘90
En 1983, Alicia Carranza fue profesora de un instituto de formación docente y al año siguiente es nombrada directora de una escuela secundaria. Con la vuelta de la democracia, regresa a la Escuela de Ciencias de la Educación, donde había comenzado a ejercer durante la década de los ‘60 como ayudante alumna de la cátedra de Pedagogía. Después fue jefa de trabajos prácticos y luego adjunta en la cátedra Historia de la educación, dictada por Magalí Varela.
A partir de 1986, accede al cargo de titular de la cátedra Organización y administración educacional. “Estar inserta en el sistema educativo fue la llave para poder ingresar a esa cátedra, pero fue muy costoso”, afirma. Los contenidos de la materia fueron pensados en relación a la política, la organización y administración del sistema escolar. “Hubo que estudiar cosas que recién se estaban produciendo, como los libros de Cecilia Braslavsky. Nos interesaba más la organización que la administración, porque es el soporte institucional que hace posible la vida de la escuela y al mismo tiempo genera la norma, la política”, dice sobre la materia que dicta desde hace más de 20 años.
A continuación, retoma la historia: “A partir del ’83, creo que hay un primer momento de mucha euforia por la llegada de la democracia y se vuelve a pensar en este hilo conductor de la pedagogía relacionada con los problemas de la sociedad. En los ‘90 aparece la cuestión de la pedagogía y la educación ligada a los proyectos neoliberales. Hay una mirada más tecnocrática, relacionada con los parámetros de calidad, pero desde el punto de vista instrumental, pensando en la eficacia y eficiencia del sistema en un contexto de restricción económica y preservación del gasto público, sin un arraigo en lo social”. Sin embargo, la pedagoga aclara que en la Escuela de Ciencias de la Educación las cátedras en su generalidad tuvieron siempre posiciones críticas hacia este modelo.
Carranza también apunta que en los últimos años “hay una profundización de lo social, rescatando la institución escolar”. “Por un lado me parece muy interesante esta mirada sobre la institución, que nosotros no tuvimos en nuestra formación y, por otro, estudiarla en el contexto social que la rodea, que tiene una conflictividad de tal envergadura que la escuela queda en una situación de mucha vulnerabilidad. Esto nos obliga a los pedagogos a seguir estudiando no sólo las condiciones en que hoy se desarrolla la enseñanza, sino qué perspectivas de superación de algunos problemas pudieran ofrecerse”, concluye.

Como directiva
La pedagoga también ocupó los cargos de directora de la Escuela de Ciencias de la Educación, secretaria de Posgrado y vicedecana de la Facultad. Si bien estuvo sólo un año al frente de la Secretaría de Posgrado, desde ahí se promovieron dos nuevas carreras Mientras tanto, como vicedecana se abocó a una tarea “clave” en ese momento, que fue trabajar con los directores de las escuelas para crear un vínculo más profundo entre todos los estamentos de la Facultad. Otro compromiso que asumió fue la creación de las carreras de postítulos, impulsadas desde la Secretaría Académica. La Facultad de Filosofía y Humanidades se convirtió así en la primera unidad académica que lanzó una carrera de postítulos y, a la vez, hoy es la que brinda a la sociedad una mayor oferta en esta especialidad.

La enseñanza en el país, hoy
Alicia Carranza también es reconocida por ser una defensora de la escuela pública y conocer los problemas que aquejan a la enseñanza. Ella recorrió todos los niveles educativos y el único que le faltó fue el jardín de infantes, aunque dice que le hubiera gustado esa experiencia, “porque es una realidad completamente diferente”.
Con voz firme, pinta un panorama de la complejidad que significa hoy enseñar. “El docente debe ser ilustrado, con esto quiero decir que tiene que aprender mucho acerca de la sociedad y lo social, los cambios políticos y culturales, las nuevas subjetividades en estos contextos y escenarios, y para eso hay que estudiar. Si hay algo que caracteriza y diferencia al circuito universitario de los institutos de formación docente, es que estos tienen un contacto mucho más cercano con la escuela real que la universidad; pero por otro lado, la universidad tiene un acercamiento mucho más ilustrado a los problemas contemporáneos. Creo que estas dos experiencias se tienen que juntar”, enfatiza.
En este sentido, Carranza señala que, “a pesar de algunos tropiezos”, la Licenciatura de Articulación de la Escuela de Ciencias de la Educación, donde entran maestros a formarse en el nivel universitario, es “una rica experiencia” porque pudo “traer la escuela al aula universitaria” y, desde las distintas disciplinas universitarias, se enriqueció “la mirada de la experiencia”. “Son caminos que se tienen que encontrar y alimentar mutuamente”, reitera Carranza.
Asimismo, considera que los conflictos que hoy deben enfrentar los docentes, en muchos casos, “pueden llegar a enfermarlos, desequilibrarlos o enloquecerlos”; no obstante, señala que “en la medida en que ellos puedan tener una visión más compleja de los problemas que tienen que afrontar y, por lo tanto, adoptar una actitud de mayor desalienación respecto al problema particular, eso también los va a proteger”.
Por último, plantea la posibilidad de una escuela de tiempo completo y dice que esto “sería necesario” para el país. “No sé si es la solución, pero la escuela primaria y la escuela media deberían tener otra organización, en la que los tiempos fueran diferentes. Las escuelas, todas ellas, pero en un principio las que atienden poblaciones más desfavorecidas, deberían ser de tiempo completo. Creo que la mayor exposición pedagógica de un chico en una institución que todavía puede protegerlo de la calle, e incluso, en algunos casos, de ambientes familiares abandónicos, debería ser un proyecto político de envergadura. Esto no significa que la escuela tenga que lograr lo que el Estado o la sociedad en su conjunto no consigue, porque la escuela, no es el mundo, ni el poder político, ni la sociedad, pero representa a todos ellos y tiene la oportunidad de representar otro mundo; algo diferente del que ofrece la calle, finaliza.

* Esta entrevista fue realizada en el marco de las actividades de la carrera de posgrado “Pedagogía de la Formación”que dicta la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Esta carrera forma parte del Plan Pedagógico Nacional para la Formación Docente del Ministerio de Educación de la Nación y se desarrolla simultáneamente en las provincias de Córdoba, Mendoza, La Rioja, San Juan y San Luis.