Junio - Julio 2007 | Año 3. Nº 18
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


Opinión

Violencia de género. Hacia una comprensión global [1]

Cientos de miles de mujeres mueren cada año a causa de la violencia cotidiana: según la Organización Panamericana de la Salud, en su Informe mundial sobre la violencia y la salud emitido en 2003, llegan a 800 mil las víctimas por esa causa. Y a pesar de la magnitud de las cifras, todavía se desconoce el real alcance del problema.

La necesidad de contar con información fidedigna sobre la violencia cotidiana, en especial aquella de la cual son objeto las mujeres, se enfrenta con dificultades para obtener datos consistentes. No sólo existen pocos registros desagregados al respecto, sino que, además, muchas veces la violencia cotidiana no es percibida como delito, por lo que no es denunciada. Así, aunque es considerada una epidemia social por los organismos internacionales, en la práctica es naturalizada y ocultada. En tales circunstancias se hace difícil tanto su análisis como su control; de hecho, no se podrá disminuir su intensidad hasta que se la reconozca como producto de una compleja trama de relaciones entre hombres y mujeres, para cuya comprensión es clave incorporar factores de poder y sumisión.
Obviamente, la violencia cotidiana tiene consecuencias que pueden ser graves en la salud física y psíquica de las personas, y en las estructuras familiares. Sus secuelas, sin embargo, sobrepasan ese ámbito, al incidir en la forma de vida y actividades que las mujeres pueden desarrollar y las que dejan de hacer por temor: abandonan el trabajo y se recluyen en sus casas; no participan en cultura, en política, en organizaciones sociales o de recreo, y reducen sus oportunidades educativas. La combinación entre la violencia real, su percepción y la respuesta psicológica del miedo, lleva a la autocensura y a la reducción de la autonomía, lo que necesariamente significa una disminución en el bienestar y en la calidad de vida de las mujeres.
Suponer que la violencia cotidiana es un fenómeno universal, relacionado con la agresividad innata del ser humano o su naturaleza instintiva, significa desconocer la flexibilidad que históricamente han demostrado las comunidades humanas para construir una gran variedad de formas de organización social. Sin embargo, hay y ha habido culturas más violentas y otras más amables; cuando se trata de la sociedad contemporánea, ella se caracteriza por un aumento sostenido de la violencia estructural relacionada con las distintas formas de exclusión que afectan a gran parte de la humanidad.
¿Por qué esta violencia contra las mujeres más allá de las razas, los lugares, los tiempos, los grupos sociales? ¿Cuáles son las causas de su persistencia, qué explicación podemos darle? ¿Qué hace que las mujeres sean las víctimas de tanta agresión? Tales interrogantes profundos nos remiten a preguntarnos sobre cómo el género intersecta con otras formas de dominación y nos conducen a una multiplicidad de teorías que compiten para entender este fenómeno.

Estas preguntas centrales son previas o simultáneas a cualquier intento de erradicar o disminuir el alcance y profundidad de la violencia de género. Un diagnóstico incorrecto conduce a acciones parciales o voluntaristas y por otra parte, la reflexión teórica por sí sola es inconducente y estéril. Por eso es necesario actuar simultáneamente en el diagnóstico, la explicación y la acción, de manera coordinada y constante.
El intento de comprender el hecho de la violencia ha incurrido en serios errores en el pasado: suponer que es un problema psicológico e individual o, por el contrario, presuponer que hasta que no cambie la sociedad en su conjunto, nada es posible [2]; naturalizarlo como inevitable; reducir su comprensión a un solo factor determinante; perderse en el laberinto de teorías adoptando una sola y por lo tanto, caer en un reduccionismo teórico que resulta a menudo en un ocultamiento ideológico; disminuir el importante impacto social de la misma.
En este trabajo trazaré puntos centrales en el debate, que no pretenden ser exhaustivos, sino ordenadores. Siendo la violencia un fenómeno multidimensional, su comprensión es asunto complejo. No sólo cada hecho puede ser interpretado desde diferentes perspectivas y teorías, sino que, además, los factores que contribuyen a su existencia se combinan entre sí, lo que hace necesario aislarlos analíticamente para luego establecer sus interrelaciones. Algunos temas deben ser incluidos necesariamente en el análisis de la violencia: cómo definirla, cuáles son sus causas y cuáles los factores que predisponen a que ocurra, cuáles son los diferentes niveles de análisis según una categorización espacio‑temporal, dónde se manifiesta, qué alcance tiene en un determinado tiempo y lugar, y cuáles son las consecuencias visibles e invisibles de la misma. A partir de una caracterización correcta, podremos seleccionar las acciones adecuadas que modifiquen, reduzcan o erradiquen la violencia de género. El propósito de este trabajo es delinear un pluralismo limitado en relación a este tema, esto es, un paradigma que incluya la mayor cantidad de variables, dimensiones y aspectos posibles y que intente mostrar la relación entre ellos. No es un marco teórico completo ni final, sino una selección de algunos aspectos centrales y la búsqueda de conexión entre ellos [3].

Definiciones
La violencia más evidente es la física, que atenta contra la integridad corporal de una persona y se asocia con la actividad delictiva, los robos y ataques directos, que incluyen el femicidio [4]. A esta manifestación es necesario agregar la violencia psicológica, forma más sutil pero no por ello menos efectiva, y que degrada profundamente a la víctima. En algunas familias las mujeres son humilladas y lastimadas, se las manipula o amenaza con propósito de controlar sus acciones. El manejo psicológico puede incluir hacer víctima a la mujer de malos tratos, o forzarla a realizar acciones contra su voluntad o, por el contrario, impedirle actuar como desea. La consecuencia es, por lo general, el deterioro de la salud psíquica, que conduce a la autodesvalorización y a la inacción, lo que a su vez limita el desarrollo como persona.

La violencia sexual, esto es, aquella que obliga a una persona a mantener contacto sexualizado en contra de su voluntad, incluye el acoso y abusos, exhibicionismo, violación, ya sea por el uso de fuerza física u otro mecanismo que obligue a participar en alguna interacción sexual [5]. Fuera y dentro del matrimonio, si el contacto sexual no es consentido, debe entenderse como avasallamiento [6].
También es importante incluir una definición de violencia relacionada con la explotación, la exclusión, la injusticia, la falta de satisfacción de necedades básicas, todas situaciones que conducen a que las posibilidades de desarrollo sean inequitativas (Moser 2004). Se considera que las personas son violentadas si no reciben educación, si no tienen recursos suficientes para subsistir, si la sociedad no les permite desarrollarse como individuos autónomos. Esta última definición es más amplia y se relaciona con los derechos humanos y la justicia social [7].
Es indiscutible que las formas particulares que adquieren las relaciones entre hombres y mujeres en los distintos grupos sociales son consideradas un producto de sistemas culturales determinados, considerados en sí mismos como históricos y, por tanto, cambiantes. Es el concepto de género el que explica esta relación, que apunta a mostrar la variabilidad social y la contingencia, aunque no excluye las particularidades biológicas de cada sexo. La violencia contra las mujeres está íntimamente relacionada con su subordinación histórica, con su falta de acceso al poder político, religioso y económico, situación reforzada por un sistema de normas a menudo implícitas y leyes que han establecido un statu quo desfavorable a su desarrollo personal. Expresa un orden social injusto, una sociedad fragmentada y dividida por géneros, que se plasma en situaciones donde se actualiza la supuesta superioridad masculina.
Ante la dificultad teórica de comprender este fenómeno complejo, se presentan dos problemas: la multiplicidad de teorías y el peligro del reduccionismo. Por un lado, la sumisión de la mujer ha sido interpretada por una diversidad de paradigmas: las teorías funcionalistas, marxistas, freudianas, existencialistas, cada una a su manera ha aportado ricas visiones, aunque hoy la información que tenemos, gracias a mejores instrumentos metodológicos, muestran la insuficiencia de cada uno de estos marcos teóricos por sí solos. Por otro lado, analizar el tema de la violencia ya sea desde una sola variable, una sola dimensión o un solo paradigma conduce a una mirada sesgada y parcial. Esta unilateralidad explicativa puede ser una omisión inconsciente, un problema epistémico producto de utilizar un marco teórico sesgado, o quizás resultado de una distorsión ideológica; esto es, ser unilateral por esconder intereses. Por esta razón se considera que la violencia de género es parte de un sistema más amplio y, simultáneamente, poseedora de una especificidad que deberá analizarse puntualmente [8].  De ahí que el enfoque global que creemos correcto para analizar la problemática de la violencia de género, que denominamos pluralismo limitado, presuponga la diversificación disciplinaria, ya que concurren a su estudio tanto la antropología como la sociología, la economía como el análisis del discurso, la política como la psicología, la epistemología como la filosofía. Idealmente, esta perspectiva intenta complementar diferentes enfoques y paradigmas, sin presuponer un marco teórico final y completo.

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1) Texto publicado en el libro “Ciudades para convivir: sin violencias hacia la mujer”, realizado en el marco del Programa “Ciudades seguras: violencia contra las mujeres y políticas públicas” ejecutado por UNIFEM – el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer-, con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) en ciudades de Sudamérica, y coordinado por la Oficina de Unifem para Brasil y países del Cono Sur. Esta publicación recoge las intervenciones efectuadas en el marco del Seminario Internacional “Ciudades sin violencia para las mujeres, ciudades seguras para todos y todas” (Santiago de Chile, agosto de 2006).

2) La violencia contra las mujeres trasciende los diferentes sistemas económico‑sociales: los sistemas capitalistas producen un tipo (especialmente por el abandono por parte del Estado, del bienestar general de los ciudadanos); los comunistas, otro (especialmente por el excesivo control estatal de loa cuerpos de las mujeres; por ejemplo, del control de lo natalidad. En China produce la desaparición de cientos de miles de mujeres a causa del aborto).

3) A pesar de los esfuerzos de los teóricos del siglo XIX en la construcción de grandes paradigmas teóricos, el siglo XX muestra pretensiones más humildes en relación con teorías sociales. Considero que este pluralismo limitado es lo máximo a que es posible aspirar: una unión laxa de conocimientos teóricos y empíricos, que busca establecer relaciones causales entre fenómenos.

4) En su mayoría, las víctimas de agresiones físicas se ven sometidas a múltiples actos de violencia durante largos períodos y suelen sufrir más de un tipo de maltrato. Véase Organización Panamericana de la Salud (2003).

5) La violencia sexual se define como «todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, relaciones sexuales no deseadas o insinuaciones sexuales no deseadas, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coerción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar, el lugar de trabajo, la violación por desconocidos, durante conflictos armados, acoso sexual, de personas con una discapacidad, de menores de edad, matrimonio forzado, negación a anticoncepción y protección, aborto forzado, prostitución forzada entre otras». Organización Panamericana de la Salud, para la Organización Mundial de la Salud, Informe Mundial sobre la violencia y la salud: resumen (Washington, D.C.: OPS, 2002).

6) Según el Informe mundial sobre la violencia y la salud, en 48 encuestas de base poblacional realizadas en todo el mundo, entre 10 y 69 por ciento de las mujeres indica haber sido objeto de agresiones físicas por porte de una pareja masculina en algún momento de sus vidas.

7) No es conveniente, como hacen algunas categorizaciones, incluir la violencia doméstica entre las distintas manifestaciones de la violencia (física, psicológica, sexual). La violencia doméstica refiere al lugar, y en el hogar puede haber violencias de todo tipo. Considerar la violencia en sentido amplio tiene ventajas y limitaciones: denuncia todo tipo de exclusiones y limitaciones, pues al extender su definición se le quita especificidad; pero si consideráramos todos loa términos de esta manera, no existirían distinciones entre violencia, pobreza (ya que la ausencia de derechos es también una forma de pobreza), poder (ya que privar a una persona de su autonomía es una forma de poder), por lo que creo que es conveniente utilizar las tres primeras definiciones en los estudios de violencia hacia la mujer y darles otros nombres a otros tipos de avasallamientos.

8) No es posible entender completamente la violencia en una ciudad sin comprender las variables nacionales, ni tampoco se podrá comprender la agresión en un grupo si no se analiza la variable de género como factor constitutivo.