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Entrevista a Nicolás Shumway
“Mitre tenía una gran visión
de las relaciones públicas"
Nicolas Shumway, profesor y director del Departamento de español y portugués de la Universidad de Texas (Austin), visitó la ciudad de Córdoba y brindó una conferencia abierta en el Pabellón Residencial, el pasado 31 de julio, con una importante presencia de docentes y alumnos de la FFyH. El autor de “La invención de la Argentina” vino en el marco del Programa de español y cultura latinoamericana (Pecla), que desarrollan conjuntamente las facultades de Lenguas y Filosofía y Humanidades.
Shumway: "Borges es la entrada a un mundo fabuloso"
Fue con La invención de la Argentina, escrito en inglés en 1991 y traducido en español al año siguiente, que Shumway fue reconocido ampliamente en el ámbito académico nacional. Además, el libro de inmediato se convirtió en best seller. No obstante, una discusión más profunda sobre este texto se produjo recién en la segunda edición, realizada en 2002, después de la grave crisis que afectó a nuestro país en 2001.
En la publicación, traducida por el escritor Cesar Aira, Shumway analiza la historia y los esfuerzos de nuestro país para encontrar su destino y su lugar entre las demás naciones del globo. El libro también recibió premios del diario The New York Times y de The Latin American Studies Association.
La fecunda obra de este doctor en literatura y especialista en historia intelectual -que estudió a la Argentina desde ambas perspectivas- abarca la literatura, la lingüística, la historia y la música.
Shumway, un estudioso de la historia de las ideas y de la literatura latinoamericana, especialmente de la argentina, llegó a nuestro país por primera vez en 1975 para hacer su tesis de grado sobre el escritor Jorge Luís Borges. El trabajo se tituló “El lector heroico” y nunca fue publicado. “Para mí, Borges es un punto de entrada en un mundo fabuloso donde se puede encontrar toda la filosofía, toda la literatura y una buena parte de la Argentina”, dice sobre el reconocido escritor argentino.
Esta vez, el intelectual norteamericano arribó nuevamente al país invitado por el Programa de Español y Cultura Latinoamericana (Pecla), promovido por la FFyH y la Facultad de Lenguas, en el marco del programa de intercambio entre estas facultades y la Universidad de Texas.
La nación ficticia
De impecable traje negro y una llamativa camisa color rosa, Shumway fue presentado por el filósofo y docente de la Facultad, Diego Tatián, quien hizo una pequeña reseña de La invención de la Argentina, el libro que estudia las ideas que florecieron durante el siglo XIX en nuestro país, desde Mariano Moreno hasta la polémica entre Alberdi y Sarmiento, para finalizar con una reflexión sobre el nacionalismo.
“El presupuesto de este libro es que la nación no es una entidad natural, sino que es una creación, una invención y, para eso, se basa en la idea, con tanta fecundidad teórica, de ‘ficción orientadora’. Entonces, se estudian las primeras ‘ficciones orientadoras’ de la Argentina entre 1808 y la Generación del ’80”, analiza Tatián, que lanza, luego de esta introducción, la primera pregunta. Posteriormente, otros docentes y alumnos presentes harán las suyas.
- En uno de los prólogos, usted dice que el interés original con respecto al libro era estudiar diferentes intelectuales ideológicos del peronismo entre el ’30 y el ’45. ¿Cómo es que a partir de un estudio de las raíces del peronismo, resultó inevitable llegar al gran debate argentino del siglo XIX?
-Vine por primera vez en 1975, cuando era joven e idealista. Era un momento muy confuso en la historia de la Argentina e Isabel Perón estaba en la Casa Rosada asesorada muy cuidadosamente por López Rega. Con mis 350 dólares por mes que tenía de beca, vivía muy bien porque compraba todo en el mercado negro. Entonces, podía darme el lujo de ir al Colón. De allí nació mi amor por la ópera.
Hice mi tesis sobre Borges, con quien estuve un par de veces y tuve una gran relación, pero una de las cosas que más me interesaban eran las raíces de los discursos y debates que escuchaba. La Argentina me pareció como un museo de ideas y una de las cosas que me interesó, como a tantos, fue no sólo Perón, sino el culto del peronismo. Así, decidí escribir un libro sobre las raíces ideológicas del peronismo.
Cuando empecé a investigar, me di cuenta que el gran debate de la década del ’30 era el debate sobre la historia. En ese momento surge lo que conocemos como revisionismo histórico y la reivindicación de Rosas por parte de Ibarguren y Gálvez, entre otros.
Para explicar ese debate, tenía que poner muchas notas al pie, para aclarar de qué estaba hablando. Llegó un momento en que las notas al pie crecían más rápido que el texto. Esas notas se convirtieron en La invención de la Argentina.En cuanto a la metodología que seguí, puedo decir que soy básicamente un lector de textos. He sido estudiante de lingüística, pero también de literatura, por eso mi método es leer textos. La invención de la Argentina, entonces, es justamente una lectura e interpretación de textos. Es un libro que trata de entender los textos, los contextos y qué idea de país encontramos en esos textos.
- En ese caso, ¿No sintió la necesidad de ir más adelante, precisamente al yrigoyenismo?
- Estoy de acuerdo con la relación entre peronismo e yrigoyenismo. Si yo escribiera una historia social, obviamente el primer gran movimiento de masas sería el yrigoyenismo. Pero el texto es sobre retórica.
Les voy a contar una anécdota: hace unos años llegó a Texas un juez federal de Brasil y me hizo una pregunta: “¿Cuál es el mejor libro que hay sobre la mentalidad norteamericana?”. Yo le dije que debía ser el libro de Alexis de Tocqueville Democracia en América. “No puede ser, me dijo, es un libro de un francés que visita Estados Unidos en 1830; cómo puede ser ‘el mejor’ un libro que se escribió antes de la guerra civil, la industrialización del país y la llegada de olas inmigratorias”. Ahí comprendí que los paradigmas históricos que nos permiten entender a Estados Unidos preceden a los grandes movimientos sociales que después definieron al país.
Entonces, en Argentina el primer movimiento social de masas podría ser el yrigoyenismo, pero las ideas que conforman ese movimiento ya las encontramos en Artigas, Hidalgo, Alberdi y sobre todo en Hernández, Guido Spano y Olegario Andrade.
Hay una genealogía de pensamiento que rebela que, antes de ese movimiento, los argentinos habían aprendido a hablar desde ciertos paradigmas, no con ideas específicas, sino con formas de comunicar o conversar sobre lo que es un país. Creo que el ingenio de Perón fue poder combinar una serie de movimientos, a veces contradictorios, dentro de un sólo movimiento. Pero, Perón tomó muchas ideas de los años ’30, de Forja, Scalabrini Ortiz y Jauretche. Ellos, a su vez, repetían muchas ideas que encontramos en los textos anteriores, como los de Guido Spano y Hernández.
- Usted dice que el mejor libro para entender la mentalidad norteamericana fue escrito por un francés, ¿qué encuentra un norteamericano en la historia argentina para hacer un libro?
- Voy a citar a Borges cuando dice que un escritor no escoge sus temas, más bien se siente escogido por ellos, y esto es lo que me pasó. Yo vine a la Argentina para hablar con Borges, nunca se me había ocurrido escribir un libro sobre la Argentina, pero llegué y encontré un país fascinante, en un contexto histórico muy interesante y empecé a seguir esos temas y ahí terminé con el libro, pero no vine con ese proyecto.
- Ya que cita a Borges, ¿qué nos puede contar sobre su tesis y su relación con el escritor?
- El título de la tesis es “El lector heroico”. Es una frase que viene directamente de Borges cuando dice que es un lector heroico que nunca probó su fortuna dos veces con un texto desagradable. Y, la idea es que Borges leía lo que le gustaba y no leía lo que no le gustaba. Así, tiene una formación totalmente heroica. Partiendo de esa idea, trato de armar un aparato de teoría literaria para Borges y lo trabajo desde varios puntos de vista. Para el momento en que la hice, creo que no está mal, pero fue el comienzo de una conversación con Borges y con sus ideas que no ha terminado.
Borges para mí era un escritor sumamente rico y fecundo, y una de las cosas que más me molestaba cuando llegué en el ’75, es que nadie quería hablar de él. Todos los grandes intelectuales, y mis amigos, eran de izquierda y decían que Borges era un gorila que no entendía lo que era la Argentina.
Esas cosas me molestaron, porque para mí Borges es un punto de entrada en un mundo fabuloso donde es posible encontrar toda la filosofía, toda la literatura y una buena parte de la Argentina.
Hay un libro que dice que Borges “es el arte de las alusiones”. Y es verdad, Borges alude a todo. Nunca publiqué la tesis, debería haberlo hecho pero ya está bastante envejecida.
Mitre, una figura complicada
- Es muy curioso que un libro de historia y académico haya tenido una gran circulación mediática. Como autor del libro, ¿cuál es su impresión de la recepción que tuvo este texto en Argentina?
- Para mí fue una gran sorpresa. Escribí el libro porque me interesaba el tema. Uno de los primeros lectores del libro fue Tomás Eloy Martínez, quien me llamó inmediatamente y me dijo que debía ser publicado en Argentina.
Él me puso en contacto con Emecé y ellos decidieron publicarlo. Pedí específicamente que Cesar Aira fuera el traductor. Por otro lado, Eloy Martínez me pidió que empezara a publicar extractos del libro en el diario Página 12 y escogió la página más polémica sobre Mitre. Esto me valió una columna muy negativa de un señor que en ese momento era director de La Nación.
Además, recibí una serie de ataques impresionantes, pero me hizo muy bien porque escribí una réplica en Página 12. Así que, con semejante polémica, el terreno ya estaba preparado para la publicación.
Salió la versión en español con críticas mixtas. Algunos historiadores decían: “bueno, para un literato no está mal”. A una persona le molestó que como norteamericano escribiera sobre la Argentina, sin pedirles permiso a los argentinos. También hubo algunos historiadores populares que hablaron bien de mi libro. Ahí tomé conciencia de que la historiografía académica en la Argentina está muy distanciada del pueblo. Los historiadores que más se leen son populares, en cambio el gran pensamiento historiográfico académico no tiene público.
-¿De qué forma se puede hacer un análisis de la retórica hegemónica de Mitre al servicio de los porteños, en términos políticos y por qué se impone la historia de Mitre?
- El capítulo sobre Mitre es el que más me costó, porque es una figura muy complicada. Nadie hacía más que Mitre, ni siquiera Sarmiento. Él era general, traductor (malo pero lo era), novelista, historiador, presidente, senador y golpista. Sin embargo, hay algo que une todas estas imágenes que tenemos de él. Mitre tenía un concepto de lo que la Argentina necesitaba, y encontraba esos ejemplos en San Martín y Belgrano, los dos militares. Su idea de historia era una forma más para reforzar la hegemonía, o por lo menos la centralidad de Buenos Aires en la historia argentina.
Por otra parte, hay que reconocer que fue el primer historiador que trabajó con documentos. La biblioteca de Mitre es un tesoro de documentos sobre la historia, pero también por eso fue muy criticado en su momento. Alberdi dijo que lo que escribía eran “leyendas documentadas”.
Mitre fue polémico, pero curiosamente es un hombre que siempre se presentaba bien. Su primer periódico se llamó Los debates, aunque no incluía diferentes puntos de vista. Es decir, había sólo un punto de vista que era el de Mitre. Y después fundó La Nación. Con sólo considerar la elección de esas palabras, vemos que tenía una gran visión de las relaciones públicas.
- En el capítulo sobre el Salón Literario de 1837 señala que todos los discursos sobre la nación están basados en paradigmas importados. ¿Cuál es la relación entre los discursos locales, nacionales y los importados?
- Creo que hay dos errores fundamentales cuando intentamos entender los discursos importados y sus efectos en el país. El primero es pensar que, si se puede explicar el sentido de una frase o idea en Europa, de alguna forma, podemos comprender lo que quiere decir en Argentina. Esto es un error, porque lo primero que hacemos es tomar ideas europeas y pervertirlas o distorsionarlas.
Por ejemplo, las ideas que encontramos en Montesquieu sobre el equilibrio del poder incidieron especialmente en la creación de la Constitución de los Estados Unidos. Pero, si se comienza a ver la aplicación de esas ideas dentro de la realidad norteamericana, se ve claramente que Estados Unidos tomó esa idea y la pervirtió, la cambió, la distorsionó para su propio fin. Así que en América adoptamos una idea europea, pero distorsionada.
El segundo error es lo contrario. Pensar que Argentina o Estados Unidos son tan diferentes que lo que pasa en Europa no tiene nada que ver con nosotros. O, para repetir lo que dice Borges, somos tan diferentes que de alguna forma somos interesantes. Obviamente, las ideas europeas también están presentes. Pero entre esos dos polos encontramos dónde estamos en nuestros intentos de improvisar y crear una identidad de nación.
- Hay muchos argentinos que piensan que la Argentina todavía no encontró su identidad, ¿esto puede ser posible después de casi 200 años de independencia?
- Sarmiento, cuando escribe el Facundo crea una especie de subgénero literario, que es efectivamente una explicación del fracaso. Para Sarmiento, en 1847 la Argentina era un país fracasado.
Es decir, las ideas de la Revolución de Mayo, del Congreso de Tucumán, la Constitución de Pueyrredón y Rivadavia se habían venido a menos y la Argentina había caído en la dictadura de Rosas. Entonces, el Facundo es una forma de explicar el fracaso. Por otro lado, Martínez Estrada en sus escritos también trata de explicar el fracaso.
Además, hay que reconocer que desde 1930 la Argentina ha tenido una serie de gobiernos, que son más bien rupturas. Si hablamos del siglo XX, vemos que se sucede una serie de rupturas marcadas por golpes de estado y recuperaciones democráticas, planes económicos que van de un polo a otro, pero que no hay ninguna continuidad en los proyectos de país. Lo que más necesita un país es estabilidad y previsibilidad, y eso es lo que ha faltado. Ahí encontramos una explicación de por qué la Argentina no ha podido desarrollar su potencial como país.
- ¿Cuáles le parecen que son las ideas y discursos que circulan en este momento de la historia argentina?
- Cuando escucho algunos discursos del presidente (Néstor) Kirchner, sus polémicas contra los empresarios extranjeros o el FMI, sus apelaciones a cierto populismo, escucho ahí una genealogía y ciertos ecos de Hernández Arregui, que a la vez es un reciclaje de ideas de Jauretche y Scalabrini Ortiz. Una de las cosas que me interesó del movimiento kirchnerista es ver cómo esos viejos paradigmas de alguna forma se han presentado de nuevo. No son los mismos argumentos, ni las mismas ideas, pero tienen una larga genealogía dentro del país, así que creo que esos paradigmas tienen vigencia.
- Después de escribir este libro, ¿qué otros temas le llamaron la atención?
- La invención de la Argentina es un libro que me gusta, como a un padre le gusta que un hijo haya tenido un éxito. Ahora estoy preparando un libro que será una comparación sobre la invención de cuatro países: Argentina, Brasil, Estados Unidos y México, partiendo de la idea de que todos compartimos una serie de vocabularios e ideas. Todos estos países son hijos del liberalismo, entonces el vocabulario político y social que usamos es heredado de ellos, y lo interesante es ver cómo esas ideas se aplicaron de forma tan diferente en cada lugar.
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