Por las escuelas

Pensar un espacio para la educación

La Escuela de Ciencias de la Educación de la FFyH propició el desarrollo de un nuevo debate: la relación entre lo edilicio y lo educativo. Para eso invitó al arquitecto Miguel Cangiano, un especialista en la materia que trabajó en varios países y organismos internacionales, a dictar un seminario de posgrado. El profesional hace una dura crítica a la nueva arquitectura escolar y sostiene que los cambios necesarios en la educación sólo pueden producirse a partir del encuentro entre pedagogos y arquitectos.

Miguel Cangiano insiste en que los alumnos deben gozar de espacios que les permitan ejercer su autonomía.

“He entrado en muchas escuelas públicas de mi país y de América Latina, y la sensación es que allí el siglo XIX no ha terminado aún. Largos o cortos pasillos, en general aburridos e incluso a menudo con escasa iluminación natural, enlazan puertas rítmicamente colocadas cada seis o siete metros, que sugieren dar a un mismo tipo de recinto”, dice el arquitecto Miguel Cangiano en su trabajo “El espacio para la educación: ¿en las puertas del siglo XXI?, en el que critica la monotonía de las actuales escuelas.

En una entrevista con alfilo, Cangiano también destacó que los mayores problemas edilicios que sufren en este tiempo los establecimientos escolares están relacionados con un “tema deficitario de confort” y prosigue: “Este es un rango del problema que es prioritario y es un déficit que, según las provincias y los territorios, es de distinta gravedad”. 

Mientras los maestros se preocupan -y en buena medida padecen- los problemas derivados de la deficitaria infraestructura escolar, Cangiano alienta un debate más profundo. “En general (los docentes) hablan de que la luz no funciona, que hace frío, que hay ruidos. Nunca te dicen: ‘yo creo que el planteo de esta escuela está mal porque no tiene sectores, porque los chicos no están divididos, porque no hay espacios de expansión reales’”.

El arquitecto propone una escuela dividida en sectores donde “el alumno alcance posibilidades de mayor autonomía en el uso del tiempo y el espacio”. Y dice que el nivel medio requiere de mayor cantidad de espacios especializados y la reunión de éstos en áreas físicas definidas acordes con las correspondientes del currículum. “Así -explica- se puede generar sectores con identidad propia en los que pueden localizarse tanto los docentes como el equipamiento de uso compartido”. Esta especie de departamentalización, indica Cangiano en otro trabajo de su autoría titulado “Hábitat escolar”, implica la desaparición del aula común, sede fija del grupo, de modo que el alumno organice su jornada, haciendo uso de su mayor autonomía, tanto en la dimensión del tiempo como del espacio.

Sin embargo, para que estos cambios sean posibles es necesario un mayor intercambio entre docentes y arquitectos. “El tema del espacio para la educación no es un tema instalado, y tiene que haber parámetros de discusión en la Universidad. Esto no se tiene en cuenta ni en la Ley de Educación. Entonces, debería haber una política cualitativa de la cuestión escolar para que el discurso entre los docentes y los arquitectos tenga un ‘crack’ en algún momento”.

Y para echar luz sobre sus dichos, busca ejemplos de distintos lugares del mundo: “En la Universidad de Bolonia existe una materia, para licenciarte en educación, que se llama Arquitectura para la Educación; acá, en cambio, de lo único que se habla es de Foucault y su modelo del Panóptico y de ciertas cosas de política educativa que forman parte de una política estratégica general; entonces ¿cómo se puede construir esto si no hay intencionalidad?”, preguntó el especialista, procurando inquietar a los pedagogos y arquitectos que participaron del curso de posgrado “El espacio arquitectónico en el sistema educativo. La gestión interdisciplinaria de la infraestructura”, que organizó la Facultad de Arquitectura y adhirió la Escuela de Ciencias de la Educación de la FFyH.

Cangiano trabajó en el Centro de Construcciones Escolares para América Latina y el Caribe (CONESCAL) y es consultor de la Unesco para América Latina y Guinea Ecuatorial. Además, participó en el proyecto de planificación de construcciones escolares durante el gobierno de Arturo Illía, en el Consejo Nacional de Educación.

Y a partir de la experencia recogida en distintos países y niveles, asegura que es en el nivel medio donde se requieren los mayores cambios  ya que “no se puede tratar a un adolescente de 16 años como a un niño de jardín”. Y estos cambios, insisten, “tienen que nacer de una profunda discusión entre educadores y con la participación de arquitectos”.

En su opinión, “el diseño del espacio escolar debe ser un proyecto de los que vivirán en la escuela, pedagogos y docentes, alumnos y comunidad; proyecto al que los arquitectos y diseñadores debemos ofrecer las mejores alternativas de concreción en el espacio”.

Los docentes son los únicos que pueden indicarle a los arquitectos “los caminos alimentadores de proyectos útiles para una verdadera transformación del espacio que acompañe los cambios y reformas de los sistemas”.