Octubre - Noviembre de 2007 | Año 3. Nº20
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


Entrevista a Eduardo Romano

El humor siempre crea una situación de inestabilidad”

Para sorpresa de algunos, el humor argentino fue objeto de estudio en la Facultad de Filosofía y Humanidades durante el mes de agosto. Eduardo Romano ha sido, en este caso, el encargado de dictar el curso titulado “El humor argentino situado (¿sitiado?) en diversos géneros literarios y mediáticos", organizado por la Secretaría de Posgrado de la FFyH, el GIH (Grupo de Investigaciones sobre Humor) y el Grupo de Estudios Literarios del Cono Sur.


Romano: "En general, los profesores no suelen hacer chistes"

La propuesta fue –en términos del propio Romano- “escalonar varios casos significativos y situarlos de manera histórico-social, además de sitiarlos analíticamente, con el objetivo de comprender mejor las funciones y alcances que el humor desempeñó en esos textos escritos, espectaculares o híbridos”. El programa del curso incluyó el análisis de expresiones tan diversas como las revistas ilustradas a fines del siglo XIX (Caras y Caretas), las modalidades de la prosa costumbrista (Fray Mocho, Santiago D'Allegri, Félix Lima), la revista literaria Martín Fierro, la participación de Roberto Arlt en el Semanario Humorístico, Nicolás Olivari y su grotesco poético, el humor en la radiotelefonía y en el cine con Nini Marshall y el humor en el cancionero popular (Angel Villoldo y la orquesta de Juan D’Arienzo con su cantor Alberto Echagüe), entre otros géneros y autores.

Alfilo conversó con Romano, en una entrevista en la que el humor también fue uno de los protagonistas.

- ¿Porque seleccionó estos autores para desarrollar el curso?
- La idea es “el humor situado”. La idea de “situado” refiere al humor en ciertos contextos, en ciertas circunstancias; yo pensé que 1900, 1920, 1940 eran momentos en los que se podían hacer cortes horizontales. Desde los años ’60 en adelante hay otro tipo de humor, también hay otro tipo de cultura y otro tipo de  literatura. El curso está relacionado básicamente con la literatura de la primera mitad del siglo XX que llega hasta 1960 aproximadamente y arranca alrededor de 1890, o sea que es más de medio siglo. Allí hay una cierta continuidad.

- Los textos que utiliza son muy representativos de un humor porteño, de un humor de Buenos Aires…
- Sí, seguramente. Está hecho desde la perspectiva que yo tengo, desde mi mirada, que es la de un Rioplatense. Cada uno ve el mundo desde el lugar donde nació, donde se crió, donde vive. De todas maneras aparecen también escritores del interior pero lo que sucede es que luego se fueron a Buenos Aires, como Lugones por ejemplo.

- ¿Qué piensa del humor cordobés de aquella época?
- Me gusta. El humor de “Hortensia” es un humor de particularidades. El humor en ese sentido incide mucho o al revés, tiene mucho de la idiosincracia de cada pueblo. A uno le pasa cuando le cuentan chistes de otros países. Pienso en los cómicos norteamericanos a veces, hay algunos que inclusive son muy buenos pero hablan desde otro mundo, no es nuestra manera de ver el mundo y lo desconocemos. Falta una complicidad que me parece que es importante para el humor.

- ¿Por qué hace esta distinción entre humor fino, irónico y sutil y humor grosero, plebeyo y vulgar?
- Partí de un texto clásico que es el de Bajtín sobre Rabelais de la literatura del Renacimiento. En esa literatura (por lo menos en este autor), desemboca toda una corriente de comicidad que él define como realismo grotesco. Ahí, lo cósmico tenía un sentido de la regeneración, era muerte pero que renacía. Por eso el contacto entre los orificios y el mundo. Es decir, todos aquellos lugares a través de los cuales el hombre se reintegra al cosmos. Pero él dice que eso murió en el Renacimiento, culminó allí y no reaparece más.
A mi me  parece que no, que no es así, que seguramente ese sentido cósmico de la regeneración y demás tal vez se perdió, pero que hay un humor bajo; bajo en el sentido de que lo alto del cuerpo es la cabeza y lo bajo son los genitales. Entonces, hay un humor grosero y vulgar que siguió vivo y cuya historia no está hecha, pero ¿cómo buscarla en los archivos?
Por eso, para el curso, se me ocurrió que un lugar donde se encuentran muchas veces elementos de esa tradición es en el cancionero. Aunque nos encontramos ahí con otro problema de archivo, ya que de las canciones más procaces, más prostibularias, no han quedado grabaciones.
Por ejemplo, hay un libro de Lehmann-Nitsche, que fue un antropólogo alemán que se integró a un grupo de científicos del Museo de La Plata a fines de 1800. Él juntó material (sobre todo el que le traían sus alumnos de los prostíbulos de la zona de Beriso) y armó un libro con todo eso, en su mayoría de lo que se recitaba. Me parece que en esa época se recitaba un poco más y el recitado formaba parte de la reunión, de la gente. Algunos son relatos, largos relatos e inclusive algunos tienen autor. Otros provenían también de la cárcel. Él unió todo ese material y lo editó en Alemania como “Río de la Plata Folclore”, con un título que podía referir a cualquier cosa. En 1912, cuando llega la edición a Argentina (él ya había vuelto a Alemania) la censuran y no pasa la aduana. El prólogo estaba en alemán, pero después todo el texto estaba en lunfardo; entonces lo vieron y dijeron no, esto no. Ese texto se editó recién en la década del ’80, una librería de Buenos Aires (una librería cara) sacó una edición de tapas duras para que no fuese accesible a cualquiera. Ese material lo conocimos 20 años después, gracias a que a este alemán se le ocurrió escribirlo. Sino esto se hubiera perdido como tantas otras cosas.

- ¿Que piensa de los programas que utilizan hoy el humor para la denuncia social? Algo que en su momento hizo “Hortensia” y muchas de las revistas de esa época.
- Estos géneros, sobre todo televisivos, en determinado momento inauguran este cruce novedoso entre la noticia y el humor como género nuevo. Que el humor haya servido, no diría siempre de denuncia pero si de comentario social, es algo casi vinculado con la historia del humor. Siempre tuvo un poco ese sentido para los que lo hacían. Digo, como el caso de Fray Mocho en Caras y Caretas, siempre tiene un alcance, una repercusión, que es social pero no siempre de denuncia. Hay facetas más amplias, pero la vinculación con lo social es inevitable, porque se hace humor a partir de la lengua y de los niveles de lengua y las modalidades lingüísticas pero que están en vigencia. En el caso de Fray Mocho, era todo el encuentro de los inmigrantes con los criollos. Él hace hablar a los criollos como criollos viejos que conservan en su lenguaje una serie de modismos que vienen del mundo rural y sobre todo del mundo agropecuario. Cruza eso con toda la jerga de los napolitanos y genoveses.

- En una época en la que el problema era de la clase media, que se sentía amenazada por estos inmigrantes y por la gente de campo…
- Pero también de los nativos, todos los que se juntaban en el suburbio eran exiliados. Unos eran exiliados de la zona mediterránea y los otros eran exiliados rurales que ya no tenían tierra donde asentarse. Se había terminado de alambrar y todas las propiedades estaban construidas, entonces, emigraban a los suburbios. Ahí se encontraron y ahí generaron dos de los productos más originales, el género chico y el tango, que son el resultado de esa “mezcolanza” o hibridación que se produjo en el suburbio.

- Hablemos un poco de la academia y el humor. Usted dice que “el humor es corrosivo, desacralizador y opuesto a la seriedad y por eso no se lo toma desde la academia”. ¿Esto no es algo que habla a favor del humor?...
- ¡Si que habla a favor del humor! El humor crea una situación de inestabilidad siempre, de sorpresa, de inseguridad. En general el académico, me estoy refiriendo a razones sobre todo sociales, trata de tener un lugar consolidado, más o menos consagrado, estable y el humor no es acorde con esto. En general, los profesores no suelen hacer chistes, o por lo menos los profesores más tradicionales, posiblemente esté cambiando eso.
Cuando yo fui a la Facultad de Filosofía, los profesores daban clases sobre un estrado, con un escritorio alto y no tenían contacto con el alumno. Hoy eso se ha ido transformando, y creo que es coincidente con que el humor en esta época, puede interesar en el campo universitario.

- Una última pregunta… Romano ¿y usted de que se ríe?
- (Risas) Yo me río de muchas cosas, me gusta reírme, reír es sano, hace bien, impide envejecer por ejemplo. Son cosas que ningún medicamento da... (Risas).

Entrevista y fotografía: Alejandra Havelka

¿Y usted de qué se ríe?
“No hay duda de que la comicidad varía de acuerdo con la ubicación social, el grado de escolaridad, los roles que creemos cumplir o nos gustaría desempeñar en la sociedad, las personas que nos acompañan o el tipo de circunstancias en que estamos comprometidos en ese momento. Para seguir conmigo, recuerdo llegar tarde al responso de una tía, en una iglesia de la provincia de Buenos Aires, y al escuchar los elogios que el sacerdote dirigía a la occisa, muy agria y mezquina, en especial con los niños, le dije a mi padre, con el cual estaba: ‘Me parece que nos equivocamos de muerto’”.
Fragmento del ensayo “¿Y usted de qué se ríe” publicada en la edición Nº30 de la revista “El interpretador”. Ver artículo completo en:
http://www.elinterpretador.net/30EduardoRomano-YUstedDeQueSeRie.html