Diciembre de 2007 | Año 3. Nº21
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


Por las escuelas

El teatro y sus protagonistas

Pompeyo Audivert, Norberto Laino, Cristina Banegas y Rafael Spregelburd dieron un seminario en la FFyH, donde contaron su experiencia a los más de 100 inscriptos. En esta nota, algunos fragmentos de las charlas de Banegas y Spregelburd.


"La actuación es un acto de comunicación", dice Banegas

Durante cuatro viernes, entre los meses de octubre y noviembre, más de 100 estudiantes, directores y realizadores de teatro de Córdoba tuvieron la oportunidad de participar del seminario El teatro por sus protagonistas, organizado por la Facultad Libre Rosario, el Instituto Nacional del Teatro, la Municipalidad de Rosario, la Secretaría de Extensión Universitaria (Universidad Nacional de Córdoba), la Secretaría de Extensión y el Departamento de Teatro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.

El seminario estuvo a cargo de las reconocidas figuras del quehacer teatral, Pompeyo Audivert, Norberto Laino, Cristina Banegas y Rafael Spregelburd.

El primero en dar su conferencia fue Audivert (ver nota de archivo), quien se refirió a las “maquinas teatrales”, un sistema de improvisación creado por él. Después, el 26 de octubre, fue el turno de Norberto Laino, reconocido artista plástico y escenográfo, con el encuentro que llevó por título El espacio como soporte dramático.

Cristina Banegas en la UNC

El 2 de noviembre, en el espacio multicultural ubicado en el subsuelo del Pabellón Argentina, se presentó Cristina Banegas, quien cuenta con una larga trayectoria como actriz en teatro, televisión y cine, con participación en más de treinta películas. En teatro trabajó en La Señora Macbeth, dirigida por Pompeyo Audivert; Antígona, con la dirección de Alberto Ure, entre muchas más, y en 2007 dirigió La persistencia, basada en una obra de Griselda Gambaro. En televisión actuó en los ciclos Mujeres asesinas, Criminal, Locas de amor, Vulnerables y Gasoleros, entre otros.

Desde 1986 dirige su propio espacio teatral, “El excéntrico de la 18º”, donde se dictan talleres de actuación. Ha recibido numerosas nominaciones y premios por todas sus actividades artísticas. Este año, fue distinguida con un Martín Fierro como mejor actriz por su papel en Mujeres asesinas.

El encuentro en Córdoba, titulado El actor y la palabra, giró alrededor de diferentes problemáticas en torno a la compleja relación entre el actor y el texto, como la construcción del discurso del personaje; la articulación entre la voz, la palabra y la imagen; la dialéctica entre palabra y acción; la construcción de sentido, la verosimilitud y la apropiación del texto. Para esto, se mostraron algunos ejemplos a partir de las poesías de Juan L. Ortíz, Néstor Perlongher y Juan Gelman.

La actriz, que en 2007 cumplió cuarenta años de profesión en el teatro, dice que “la actuación se construye con un otro, que la sostiene”. “Hay una mirada que está afuera y la actuación es un acto de comunicación. La proyección, la comunicación, la circulación de las imágenes sucede realmente cuando uno incluye al otro. Esos otros forman parte de la subjetividad. Uno está constituido por esos otros, no sólo en cuanto al sonido de las voces, sino también por las imágenes o las gestualidades”, explica.

Rotos y fragmentados

Los actores no somos una unidad, estamos todos rotos y fragmentados, somos una especie de ciruja del ser que vivimos afanando signos para armar cada máquina que es cada obra, cada personaje, cada poética y cada lenguaje. Uno está habitado de muchos ‘sí mismos’, porque si no podríamos hacer un solo personaje, que además seríamos nosotros mismos”, define Banegas sobre lo que es ser actor.

Con respecto al público, dice que “nunca es igual” y que en cada función es distinto. “El público es un monstruo colectivo al que le tememos mucho los actores, pero que sin él no existiría el teatro”, apunta y completa: “A su vez, lo extraordinario que tiene el teatro es la posibilidad de que sea fugaz, de que tenga sentido ese momento de comunión entre los que vinieron esa noche y los que estamos en el escenario”.

Banegas contó que empezó a trabajar a los 19 años (“ahora tengo 59”, dice sin pudor) en una obra de teatro para niños, con música de Leda Valladares, que ella misma había escrito, en la que actuaba, cantaba y bailaba “como si supiera”. Recién al año siguiente, empezó a estudiar teatro.

La palabra y la acción

Todos los que subimos a un escenario, lo hacemos para que alguien nos mire -señala Banegas- y hay que poner el cuerpo y la emoción, conectarse y producir imágenes que rocen y conmuevan al público. Es muy difícil ponerse de este lado, si uno no está dispuesto a poner la carne en la parrilla y ser generoso”, declara.

Además, señala que “cada proyecto crea sus propias leyes de construcción y pide una búsqueda de un lenguaje que pueda interpretar ese papel escrito que es una obra”.

Por eso, la actriz explica que siempre trabaja en el dilema entre “la palabra y la acción”. “Siempre estoy construyendo desde esos parámetros. Trabajo mucho con la improvisación como técnica de búsqueda y no me gusta que se vea cómo está hecho, es mejor que se reciba el hecho estético, te atraviese el corazón sin más y que después trates de decodificar que pasó ahí”, manifiesta.

Finalmente, dice que “no se puede trabajar con la palabra si uno no trabaja con la música de los sonidos” y que por eso en el último programa de Mujeres asesinas le planteó al director hacer un trabajo sobre la voz y que funcionó bastante bien. “Tenía miedo porque en la televisión es distinto al teatro, para que la voz no quede exagerada o enfática con respecto al formato, pero nadie vino a decirme ‘trabajaste con tres voces diferentes’”.

La dramaturgia desde el caos

El último encuentro, el 9 de noviembre, estuvo a cargo de Rafael Spregelburd. Un joven y prestigioso dramaturgo y director, nacido en 1970. Si bien Spregelburd empezó como actor, al poco tiempo se dedicó de lleno a la dramaturgia y para eso estudió con Ricardo Bartis y Mauricio Kartun.

Fundó, junto a Andrea Garrote, la compañía teatral “El Patrón Vázquez”. Sus obras y montajes, entre los que se destacan La estupidez, Buenos Aires y La paranoia, participaron de festivales y teatros en diferentes partes del mundo, donde obtuvo numerosos premios.

La conferencia Una dramaturgia de la catástrofe, a cargo de Spregelburd, también tuvo lugar en el subsuelo del Pabellón Argentina, con una concurrencia masiva.

En la charla, el artista sostuvo que “la dramaturgia ha cambiado a partir de los nuevos paradigmas de la física del caos”. “La única dinámica en la que creo es la dramaturgia del actor o la idea del escritor que escribe sobre los cuerpos de los actores con los que está trabajando. En Córdoba no es nada nuevo, porque hay una tradición de este tipo de teatro, que se escribe a medida que se ensaya”, explica Spregelburd.

Estamos en un momento muy particular de la dramaturgia en el país y hay un montón de enfrentamientos teóricos. En este momento la pluralidad de voces es tal que nuestro trabajo es muy complicado porque ya no hay un centro ante el cual poder presentarse como periferia”, dice y manifiesta enfáticamente: “¿Dónde quedó esa época gloriosa en que la cultura era oficial y el arte era revolucionario, contestatario, vanguardista?. Todo esto está muy diluido en parte, creo, por la desaparición de un único sistema imaginario de construcción de relatos”.

Con respecto al arte, “o mejor dicho, el espíritu creativo del hombre”, subraya que “es el que ilumina a la mismísima ciencia cuando a esta se le han cerrado todos los caminos. El verdadero arte preanuncia movimientos científicos importantes”.

Así, en esta primera parte, el dramaturgo habló sobre lo que él llama “teatro catástrofe”, a diferencia del teatro trágico como modelo heredado. Luego, los asistentes hicieron ejercicios teatrales y finalmente se proyectó su primera película, adaptación de su obra de teatro Buenos Aires, que curiosamente no se estrenó en esa ciudad sino en Gales.

Viejos nuevos autores

Finalmente, Spregelburd habló de los autores clásicos y contemporáneos y del papel que tiene que cumplir el escritor en el tiempo que le toca vivir.

Shakespeare es fantástico porque tiene un tipo de estructura trágica y catastrófica al mismo tiempo. De Joyce a esta parte ha aparecido una literatura dramática en la cual los métodos de construcción anteriores no sirven”, ejemplifica.

Todo nuevo autor parte de la acción de cuestionar el modelo previo. Pero este modelo previo es añoso, viejísimo, por lo tanto es imposible no ser un nuevo autor. Pero también hay algo más inquietante, algunos viejos autores son también nuevos autores: Chejov, Joyce, Shakespeare, Beckett lo son por haber roto algo que les precedía”, observa y advierte que lo “maravilloso” de las obras de estos autores es que “están armadas con partes iguales de orden y de caos, y es en esa relación que surge la apariencia de lo vital, de sistemas que por estar vivos son impredecibles, fascinantes y con una lógica compleja”.

Pero también les dedicó algunas palabras y elogios a autores contemporáneos. En este caso al cineasta David Lynch: “Lo que es aterrador en Lynch es su grado de posibilidad, yo puedo seguir la película, pero se relaciona de una forma caótica y compleja ¿Cómo podemos hablar técnicamente de esto y no repetir un modelo que le pertenece al él? No tiene sentido copiar nada de eso. Cuando uno ve este tipo de relatos, lo primero que surge es la nostalgia o la angustia de la falta de ese otro tipo de relato. Es inherente a nosotros querer aplicar esas fórmulas que ya conocemos y querer comprender toda ficción desde ese punto de vista”.

Para concluir, dice que lo que tiene muy enojados a los autores “intergeneracionalmente” es “el derecho que se han arrogado las generaciones previas de ser los únicos que han logrado cambiar algo”. “No creo que Griselda Gambaro haya cambiado algo o resistido a su entorno. Ha resistido su inteligencia. Ella ha sabido preservarla de la estupidez que imperaba en la época de la dictadura en que ella escribía. Espero que todos nosotros resistamos a la estupidez que impera en este momento”, remata.