Diciembre de 2007 | Año 3. Nº21
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


Relación con la comunidad

La Catalogata en el Hospital Neuropsiquiátrico

En el mes de agosto, un grupo de docentes y alumnos de Bibliotecología empezó a trabajar en “La manzana”, la biblioteca comunitaria del Hospital Neuropsiquiatrico. El proyecto surgió como parte de las actividades de “La gran catalogata” que se realiza en esa escuela desde 2001.


Juan Pablo Gorostiaga, coordinador de la catalogata, y Juan Arrieta, colaborador de la biblioteca.

En 1988 se concibió el primer proyecto para hacer una biblioteca en el Hospital Neuropsiquiátrico. Recién ahora, casi 20 años después, ese sueño se hizo realidad y tiene nombre y fecha de nacimiento. “La Manzana. Biblioteca comunitaria”. Se inauguró el 19 de septiembre, en el marco de la Feria del Libro, con la presencia de la escritora Cristina Bajo.

El nombre surge porque la biblioteca depende de las instituciones de salud mental que están ubicadas, justamente, en la manzana del Hospital Neuropsiquiátrico: el Instituto Provincial de Alcoholismo y Drogadicción, el Centro de Rehabilitación Sociolaboral, la Casa del Joven y el propio Hospital.

Abracadabra” es una asociación civil sin fines de lucro que nació para gestionar este proyecto y fue una de sus promotoras. Además, la propuesta contó con la colaboración importantísima de la Biblioteca del Maestro, que distribuyó el software que se usa para cargar los libros en la base de datos y las bibliotecas de Bella Vista y Vélez Sársfield, que donaron numerosos ejemplares.

La Manzana” cuenta hoy con más de mil volúmenes que contienen material específico del área de salud mental, como así también libros de diversos géneros literarios de interés general y fue pensada con el fin de prestar un servicio abierto a toda la comunidad.

Todo el material fue organizado y automatizado como parte de “La gran catalogata 2007”, una actividad de extensión de la Escuela de Bibliotecología de la FFyH, nacida en 2001, destinada a vincular la Universidad con los sectores más necesitados y generar acciones solidarias entre los alumnos.


La escritora Cristina Bajo en la inauguración de "La Manzana"

Una tarea de extensión

“La catalogata” es una iniciativa que desarrolla el área de Procesos técnicos de la Escuela de Bibliotecología, a cargo de Juan Pablo Gorostiaga, junto con otros colaboradores, entre los que se encuentran alumnos y profesores de la Escuela: Silvia Mateo, Verónica Lencinas, Alicia Paltanavicius, Nancy Meyer, Romina Flores, José Luís Díaz, Laura Pérez Oyola, Claudia Juan y Karen Pardo.

No obstante, los grandes protagonistas de esta actividad son los alumnos de tercer año, que son los encargados de hacer toda la tarea de inventario y organización con la ayuda de los profesores responsables de la materia. Precisamente, una de las principales motivaciones que impulsó el nacimiento de este proyecto fue la necesidad de los estudiantes de contar con más práctica profesional, efectiva y real.

Según los encargados de “La catalogata”, sus objetivos se centran en “realizar, a través del trabajo conjunto y participativo de los alumnos, una tarea de extensión cultural aportando a la sociedad de manera solidaria los conocimientos adquiridos a lo largo de la carrera, demostrado el compromiso e importancia del rol del bibliotecólogo profesional”.

Además, sabiendo que uno de los mayores problemas que enfrentan los alumnos al egresar es la poca cantidad de horas de práctica, “se plantea como una actividad de cierre o integración de todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años de estudio, ya que en ella se engloban no sólo las actividades propias de procesos técnicos, sino tareas de organización, administración y automatización”.

Todos los sábados, cerca de 20 personas se encontraban en la biblioteca para llevar a cabo distintas tareas, entre las que se encuentran la selección del material donado, el control y sellado, el inventario, la catalogación y clasificación, la definición de bases de datos, la carga en bases de datos, el control de calidad, seguimiento, apoyo técnico y la evaluación de la biblioteca una vez terminado el proyecto.

Una bisagra

Una gran mesa, una computadora (donde se cargan los datos y se buscan los libros en el inventario) y un enorme mueble antiguo restaurado por los pacientes del Centro de Rehabilitación Sociolaboral, forman parte del salón donde funciona la biblioteca en el Hospital Neuropsiquiátrico.


Graciela Serrano, vecina del barrio y bibliotecóloga de la institución

Allí, Alfilo conversó con algunos de los responsables de la tarea y compartió parte de su trabajo: Juan Pablo Gorostiaga, docente de la cátedra Procesos técnicos y coordinador de “La catalogata”, Alicia Paltanavicius, jefe de trabajos prácticos de la cátedra, Mara Canciani, alumna de tercer año de la carrera de Bibliotecología, Rodolfo Paredes, médico psiquiatra y coordinador del área de Rehabilitación del Hospital, Graciela Serrano, bibliotecaria y vecina del barrio, y Juan Arrieta, integrante de la Casa del Joven.

“Este es un proyecto del área de Rehabilitación del Hospital, donde se hacen muchos talleres artísticos, coordinado por Rodolfo Paredes, quien junto a dos psicólogas, empezaron a invitar gente a La Manzana. Así, me incorporé yo y Graciela (Serrano), que empezamos a reflotar la idea”, explica Juan Arrieta, quien trabaja desde el año pasado buscando fondos y donaciones junto a las otras personas que se sumaron al proyecto.

Finalmente, se pusieron en contacto con la cátedra de Bibliotecología encargada de “La catalogata”, coordinaron las tareas y empezaron a trabajar juntos.

“Desde el Hospital se quería hacer algo pero sin una dirección clara de cómo hacerlo, por eso fue tan importante que se haga con ellos, sino hubiera sido imposible”, continúa Arrieta. “También la idea de esta Catalogata 2007 era trabajar y situarnos en una institución”, acota Juan Pablo Gorostiaga.

La docente Alicia Paltanavicius agrega que esta fue “una buena oportunidad para coincidir en necesidades”. “Los alumnos, para poder practicar y ellos para poder organizar una biblioteca para la comunidad interna y externa. Eso es lo que nos promueve y nos hace felices”, dice.

Posteriormente, Rodolfo Paredes señala: “Tenemos que pensar en instituciones abiertas, no sólo la universidad, sino también las instituciones de salud, que se unen para un trabajo en común y que la biblioteca sea una bisagra de esa apertura”. “Si logramos que la gente de la comunidad, del club, de la escuela venga a consultar a la biblioteca, estamos produciendo salud. Es un hecho cultural que va muy unido a la salud”, indica.

Graciela Serrano es bibliotecaria, recibida en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Es vecina del Hospital y una de los artífices de que esta biblioteca por fin pueda llevarse a cabo. Ella dice que “hay que abrir las puertas del Hospital y de la Manzana” porque “la intención es que la biblioteca sea del barrio”. “Queremos promocionarla para que la gente se acerque a la institución a través del llamado de la biblioteca y que pierda el miedo y los prejuicios. Me parece que con la biblioteca, además de los talleres, va a haber una interacción mayor”, asegura Graciela.

“Es interesante el proyecto porque el perfil que le quieren dar a la biblioteca es popular y científica. No solamente que sea abierta a la comunidad, sino que también sirva para que los doctores o la gente que venga a trabajar tengan material de consulta”, concluye Juan Pablo.