Relación con la comunidad

Niños arqueólogos en el
Museo de Antropología

Los chicos ya son visitantes habituales del Museo de Antropología. A partir de los talleres que se realizan en distintos momentos del año, los pequeños asistentes pueden jugar a ser arqueólogos por un rato, conocer sobre patrimonios indígenas y divertirse explorando otras culturas. En las vacaciones de invierno de 2005, unos 270 niños participaron de esa experiencia.

El silencio del Museo de Antropología se ve alterado por más de 20 niños corriendo por sus pasillos, con piezas históricas en sus manos, jugando a ser arqueólogos por un rato. La imagen que rompe con el concepto tradicional que se tiene de estos espacios -siempre asociados a la solemnidad y la quietud- se registra en uno de los tantos talleres desarrollados por el área de Educación y Difusión del Museo, con el objetivo de abrir las puertas de la institución y sumar nuevos públicos.

Durante las vacaciones de invierno y verano, como así también en momentos especiales del año, se llevan a cabo talleres y actividades destinadas a los niños, a partir de temáticas específicas. Además, durante todo el período escolar, los grupos de alumnos pueden recorrer el Museo mediante visitas guiadas y temáticas.

En estas vacaciones de invierno, un promedio de 270 chicos asistieron a los talleres, sin contar las visitas particulares que pueden realizar con la familia.

Jóvenes estudiantes de Geología, Paleontología, Historia, Teatro y Filosofía que realizan pasantías en el Museo son los encargados de diseñar y poner en marcha esta propuesta, que incluye talleres tales como “Misterios del Museo”, “Mundo material”, “Exploradores en la noche”, “Historias de animales grandes y otras bestias” y “Lo que oculta la tierra”.

Francisco Pazzarelli, uno de los encargados de dictar los talleres, dice que “es todo un desafío” porque la actividad prevé que los chicos participen en forma interactiva con los guías y, a través del recorrido de las salas, pongan a funcionar la imaginación y la curiosidad, disfrutando mientras aprenden.

Una idea que dio frutos

A raíz de la buena repercusión que tuvo esta propuesta en el invierno de 2003, se decidió repetirla todos los años, siempre atendiendo a las necesidades de la currícula escolar -si es un grupo de alumnos-, pero también a las posibilidades de investigación y a los intereses de tan particular público.

“Conocemos las potencialidades y limitaciones que tiene nuestra exhibición y sobre esa base diseñamos el contenido de los talleres”, explica la encargada del área de Educación y Difusión del Museo, Mariela Zabala. “Durante el año escolar los niños vienen con los docentes y ven el museo a través de ellos, más lo que nosotros podamos aportar. En las vacaciones, en cambio, lo ven a través de lo que les interesa a sus padres. Según quién los trae, cambian sus intereses y nosotros tratamos de adaptarnos a esas necesidades”.

El desafío, sobre todo tratándose de niños, no es menor: “La gente se tiene que ir conforme y tiene que sentir que está en un museo universitario; sino la tarea de la Universidad, que debe tener un impacto social inmediato, pierde sentido. Además, no queremos un museo de puertas cerradas”, finaliza Zabala.

Las salas con las que cuenta el Museo y puede visitar toda la familia son: Patrimonio Cultural, Arqueología Andina, Arqueología Serrana, Patagonia Indígena y Arte Textil Andino. A estas se le suman la Sala de Niños, la Sala de Muestras Temporarias y la Biblioteca.

Exploradores en la noche

Con las luces apagadas y ruidos que retumban por todos lados, los más de 30 chicos que participan del taller empiezan a jugar, primero con temor -algunos hasta amagan con que se quieren ir- y después con mayor confianza, tentados por la posibilidad de descubrir los misterios que guarda el Museo.

Se trata del taller “Exploradores en la noche”, que se realiza a partir de las 20, y cuyo nombre ya promete un rato de aventura y diversión. El recorrido comienza con la historia de un “objeto perdido”, que entre todos van a encontrar. Una carpa y un fogón, ubicados en el hall de entrada, constituyen el punto de partida donde los chicos se encuentran con los exploradores. Después todo el grupo, apenas con linternas, recorre las salas del Museo escuchando historias de los incas, los mapuches y del Cerro Colorado. Todo queda registrado en sus libretas de campo.

“Es bueno para abrirles la cabecita a los chicos”, dice el papá de Francisco, un niño de siete años que ya participó en varios talleres y que disfruta mucho la propuesta. También Santiago, de 10 años, reconoce que es “muy divertido y te enseñan como vivían los indios y las historias que contaban”. Y para Ignacio, de 8, lo más importante es que “te enseñan a ser explorador”.

Lo que oculta la tierra

En otro de los talleres, los chicos juegan a ser arqueólogos. Los guías les muestran cómo se realiza una expedición arqueológica, los instrumentos que utilizan y las diferentes capas de la tierra. En este caso, los chicos descubren por qué las cosas más antiguas se encuentran en las capas más profundas de la tierra y hasta se enojan cuando uno de los guías habla de “indios” para facilitar la comprensión. “Indígenas”, le gritan indignados un par de pequeños arqueólogos.

Después, visitan la cueva y la casa pozo donde los guías les enseñan cómo vivían los antiguos habitantes y cómo se realizan actualmente las excavaciones en esos lugares. Por último, desembocan en unas cajas con arena, donde todos excavan hasta encontrar restos que luego integran al Museo para descubrir su utilidad. Las piedras, huesos y pedazos de vasijas son objetos que “perdieron valor para la investigación” y por eso son usados como materiales de taller.

Manuel, Ana y Juan Pablo, de 11 años cada uno, hablan animados en una de las salas. Los tres coinciden en que es una visita “muy divertida” y a la vez “educativa”. Ana dice que “sería muy lindo que los que no tienen la posibilidad de ir con sus padres pudieran conocer el museo con las escuelas porque es una linda experiencia”. Cuando se les pregunta qué es lo más interesante que descubren durante el taller, Manuel responde sin dudar: “Te podés imaginar cómo vivían”.

Los colegios o grupos pueden solicitar turnos para desarrollar estas actividades en el Museo de Antropología, ubicado en la avenida Hipólito Irigoyen 174, de la ciudad de Córdoba. Teléfono (0351) 4331058 y correo electrónico: museo@ffyh.unc.edu.ar. La entrada general es de $2 y la actividad de los talleres tiene un costo de $3.