Sin Fronteras

Bernardo Illari, tras la música
de América

El doctor en Musicología Bernardo Illari, egresado y ex docente de la Escuela de Artes de la FFyH, pasó por Córdoba y habló sobre sus investigaciones en torno a la música histórica de América Latina. Destinatario de importantes premios internacionales, Illari está a punto de publicar un libro sobre el compositor Domingo Zípoli y pronto iniciará un trabajo similar sobre Juan Pedro Esnaola. Entre otros proyectos, prevé trazar una historia de la Argentina a través de sus canciones, comenzando por el himno nacional. Sobre esos temas conversó con las profesoras Andrea Sarmiento y Myriam Kitroser, del departamento de Música.

Illari vive en Estados Unidos, pero investiga sobre la historia de la música del Cono Sur.

Bernardo Illari es egresado de la licenciatura en Composición de la Escuela de Artes y fue docente en la cátedra de Historia de la Música de esa misma unidad académica. Entre 1988 y 1992 integró un equipo de Conicet que estudió el archivo musical de Chiquitos, en Bolivia. Se doctoró en Musicología en la Universidad de Chicago y recibió importantes premios como el Casa de las Américas 2003 y el Minoryties, de la asociación de Musicología de Estados Unidos, donde vive actualmente. Se dedica al estudio de la música histórica de América Latina, especialmente de Argentina, Bolivia y el Cono Sur.

¿Cuál es tu concepción sobre la investigación musicológica?

Dentro de la musicología hay visiones disciplinarias que distinguen entre una historia de la música, que en Estados Unidos se llama musicología; una antropología de la música, que llaman etnomusicología, y la teorización sistemática sobre aspectos de la estructura musical, que llaman teoría de la música. A mí me interesa mucho pasar por encima de estas divisiones que me parecen artificiales, y enfatizar más bien los puntos de contacto antes que las diferencias. Porque cualquier producto simbólico de la humanidad se puede ver desde un punto de vista diacrónico y desde un punto de vista sincrónico.

Y más allá de las limitaciones metodológicas, la diferencia entre sincrónico y diacrónico, entre antropología e historia o entre musicología e historia de la música es artificial; el objeto de estudio es el mismo y lo que cambia es el enfoque. De manera que es teóricamente posible también diseñar metodologías que incorporen elementos antropológicos y elementos históricos. De la misma manera, cualquier argumento que uno haga sobre una composición musical o una ejecución de transmisión oral tiene necesariamente que descansar sobre elementos teóricos que atañen a la estructura y eso integra a la disciplina de la teoría de la música en este trípitico.

¿Qué tema abordás en tu tesis doctoral?

Mi tesis doctoral toma la música de la catedral de Sucre, un tipo de tema tradicional en musicología histórica. Si bien la música de la catedral de Sucre fue poco estudiada, tenemos en España proyectos sistemáticos de la música en las catedrales. Hay una especie de metodología establecida que uno puede transportar de catedral en catedral. Sin embargo, ese es un enfoque que a mí no me interesa en absoluto. Me senté y leí todas las actas capitulares que pude desde 1680 hasta 1800.. ya no me acuerdo cuánto, y también conseguí datos exactos y completos sobre cuánto le pagaban a cada músico en esa fecha en esa catedral... una gran base de datos; y ese fue el punto de partida para abordar cuestiones de representación social y cultural. Entonces la tesis gira en torno a la idea de una cultura policoral, relacionando el tipo de estructuras musicales que se utilizaban más frecuentemente o que eran más prestigiosas entre 1680 y 1740 y el modo en que la sociedad era imaginada políticamente en esa época.

¿Hay fuentes de ese tipo en la Argentina que puedan estudiarse?

Sí, hay fuentes. En Córdoba está el archivo del museo Cristóbal de Aguilar, que debería ser objeto de atención oficial porque tiene fuentes muy importantes. También hay fuentes en los archivos de los dominicos, de los mercedarios y en la Biblioteca Mayor, muy poco estudiadas.

En la Universidad Católica de Buenos Aires hay un archivo de reproducciones muy importante que tiene básicamente todo lo del archivo colonial de Cuzco y de Lima. Pero no hay un proyecto de archivo nacional de música. Esa es una asignatura pendiente del gobierno. Aunque con la falta de proyectos de mediano y largo plazo que caracteriza a este país, eso no es una cosa extraordinaria.

Sabemos que estuviste trabajando sobre la obra de Domingo Zípoli...

Uno de los proyectos largos que hice fue la vida y obra de Doménico Zípoli, de nuevo planteado no desde el punto de vista tradicional de la vida y obra del compositor, ya que ese tipo de enfoque tradicional conmigo no va, sino combinando los elementos tradicionales con la construcción social del compositor. Es decir, las ideas y las personalidades que se crean sobre el compositor a través de las discusiones, de la literatura especializada y no tan especializada, digamos popular, etcétera... De manera que la historia se acerca bastante a las construcciones populares, y éstas pueden ser útiles para crear una especie de biografía a través del tiempo que permita mostrar cómo fue cambiando la personalidad del compositor, empezando por el compositor mismo... cómo él quería ser, cómo se representaba a sí mismo, qué posición creía él que ocupaba en el mundo y qué hacía en consecuencia. Mi proyecto sobre Zípoli, que fue desarrollado a lo largo de muchos años, consideró toda la documentación existente de fuentes latinoamericanas y europeas, referidas tanto a su figura como a su música. Y todo esto fue a parar a un libro que está en este momento en imprenta.

¿Cuáles son tus proyectos para el futuro?

En este momento estoy trabajando cada vez más sobre el siglo XIX, con alguna apertura al siglo XX. Los proyectos concretos giran en torno a la figura de compositores. Para empezar: Juan Pedro Esnaola, un gran desconocido, a quien espero también poner en el mercado pronto y editar su música. Todo esto va orientado hacia un proyecto grande que tengo, de mediano o largo plazo, que es una especie de historia de Argentina a través de las canciones y que va a empezar probablemente con el himno nacional, sobre el cual ya trabajé.

¿Qué rescatas de tu paso por la Escuela de Artes de la FFyH?

Creo que la Escuela de Artes proporciona un conjunto de formaciones básicas, pero no se puede hablar de una formación balanceada porque los desniveles entre las distintas cátedras son muy evidentes. Lo que rescato son ciertas individualidades, como César Franchisena en Composición, o la cátedra de Historia de la Música con Héctor Rubio y Leonardo Waisman, que fue realmente una historia de la música de lujo. Del resto, bueno, no me dejaron nada que sea realmente importante. Lo realmente importante es lo que a uno le cambia la vida, y creo que Franchisena, Rubio y Waisman me cambiaron la vida.