Galería de Imágenes 

CePIA: obras que muestran
lo monstruoso y lo abyecto

La muestra titulada “Deja que los ojos se acostumbren” se exhibió en el CePIA entre el 2 de setiembre y el 1 de octubre últimos. Incluyó obras de los artistas plásticos José Quinteros, Erica Naito, Rosana Fernández y Guido Yannitto, todos pertenecientes al departamento de Plástica de la Escuela de Artes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. En el texto que acompaña estas imágenes, la profesora Carina Cagnolo analiza las obras en tanto “máquinas desprovistas de propósito alguno o creadoras de universos sofisticados, ingenuos y perversos”.

Deja que los ojos se acostumbren[1] presenta rastros de conceptos, más que conceptos definitorios. Cada obra nos conduce hacia sus múltiples sentidos, se abre en su materialidad y se cierra en el lenguaje; devela y oculta.

Sentidos, multiplicidad de significados, intento mutable de establecer conceptos que no permanecen estables, no llegan a constituirse categóricamente. Sin embargo, sí hay categorías previas desde donde acercarse a las obras: lo monstruoso y lo abyecto nos dan una idea de doble juego, de significado huidizo entre lo poético, lo indefinido y lo deforme.

Mediante lo abyecto y lo monstruoso es posible mostrar lo vulnerable de la condición humana. En cada época, se ciega aquello que es desconocido, inclasificable. Se cierra los ojos ante la deformidad (deforme es aquello que no pertenece a una forma establecida, reconocida, nombrable, clasificable).

En el espacio de lo abyecto existe una posibilidad de disidencia callada, que es tal por pertenecer a aquello que queda fuera del proyecto de una época determinada. El monstruo no es sólo la figura antropomórfica, representada de manera deforme y terrorífica. El monstruo -o lo monstruoso- de cada época es una construcción a veces más sofisticada y abstracta.

El siglo XIX fue la gran época de los monstruos, de Frankestein a Mr. Hyde en la literatura, pero también los caprichos de Goya. Todos acusando un período de tecnificación que conducía a cambios desconocidos y, por lo tanto, temidos. En el siglo XX se detecta lo monstruoso en Dadá y el Surrealismo. Más adelante, en el body-art, los happenings y el arte de comportamiento en sus formas más radicales: amputaciones, suicidios, etcétera. Todas representaciones que denuncian los horrores del siglo.

Deja que los ojos se acostumbren invita a posar la mirada en un espacio poético ambiguo, de tangencial belleza, pero también de repulsión; de representación de deformidades sutiles mediante sus temas, pero también de corrimientos en el uso de técnicas y lenguajes.

Por momentos nos focalizamos en lo poético de las obras. Si los ojos se acostumbran, es posible develar otros sentidos, intersticios secretos de razón dormida. El sueño de la razón produce monstruos. Estos artistas producen máquinas desprovistas de propósito alguno o creadoras de universos sofisticados, ingenuos y perversos; figuras deformes, antropomórficas y extraños animales inertes; palabras de sentidos bifurcados, ambivalentes, irónicos o poéticos, que connotan relaciones intersubjetivas extrañas; acciones desnormalizadoras, costuras infértiles; todos ellos hábitos sustitutos en busca de un espacio callado y otro.

 

Carina Cagnolo

Prof. Departamento Plástica, Escuela de Artes (FFyH, UNC)



[1] [1] Título extraído de una obra de Rosana Fernández