Investigación
El “bajo
pueblo” en la crónica
policial
cordobesa del 1900
En la crónica policial de comienzos del siglo pasado existe una brutal descalificación de los sectores populares, a quienes se les adjudica un supuesto déficit intelectual y presuntas carencias morales. Ese discurso periodístico, su estilo sensacionalista y su relación con el pensamiento hegemónico de la época es la materia de análisis de la investigación que realizó la profesora Paulina Brunetti en su tesis de doctorado en Letras Modernas, que fue calificada como “sobresaliente”por el tribunal evaluador de la FFyH. Un capítulo de ese trabajo, además, fue premiado en el concurso “Jorge Rivera; historia de la prensa argentina”, convocado por la Bilbioteca Nacional.
Las crónicas
policiales del 1900 muestran que el sensacionalismo es un “pecado original”
de la prensa moderna argentina.
Que el discurso periodístico funciona como una poderosa máquina de construcción de identidad es uno de los postulados básicos del análisis de los medios de comunicación. Sin embargo, para comprender cuáles son las estrategias de ese discurso y en qué contexto funcionan sus operaciones es necesario realizar una investigación detallada y compleja, que puede demandar años de trabajo y cientos de páginas de lectura.
Así lo hizo la profesora Paulina Brunetti, docente de Lingüística en la Escuela de Letras y en Ciencias de la Información, que en el marco de su doctorado en Letras Modernas desarrolló un trabajo en el que repasa un importante período de la prensa escrita en Córdoba, precisamente el momento en que el periodismo de opinión se convierte en “periodismo de información”. En esa investigación, analiza cientos de crónicas policiales para determinar cómo éstas construyen la identidad de los sectores populares con las mismas características con que lo había hecho la teoría positivista.
Para eso, Brunetti partió de los cambios registrados en el periodismo moderno a partir de Joseph Pulitzer y William Hearst -impulsores de un nuevo modo de entender lo periodístico, jerarquizando los hechos por sobre la opinión-, reconstruyó el campo periodístico cordobés de la época y analizó dos tipos de discursos: la crónica roja propiamente dicha -un género fundamental de la “prensa de información”- y los llamados “ilegalismos cotidianos”.
La investigación titulada “Relatos de prensa: la crónica policial en los diarios cordobeses de comienzos del siglo XX (1900-1915)” requirió un trabajo de siete años y seis carpetas con cientos de crónicas extraídas (copiadas a mano) de los diarios “La Voz del Interior”, “La Libertad”, “Los Principios”, “Justicia” y “La Patria”, entre otros de la época.
Bajo la dirección de la comunicóloga Marita Mata, la tesis retoma el debate “acerca de los medios en el terreno del poder; es decir, en el terreno de los conflictos por la producción del pensar hegemónico”. Siguiendo esta posición, el análisis procura mostrar las características de la nueva “prensa de información” que, pretendiendo basarse en los hechos, terminó reproduciendo los mismos prejuicios de la sociedad y con ello, los valores considerados positivos y negativos por el pensamiento predominante de la época. La reconstrucción del campo periodístico de principios de siglo permite observar cómo las crónicas, que pretendían ser “populares”, fueron siempre escritas por miembros de clases no populares, en el marco de una praxis que exigía la tutela de un sistema axiológico hegemónico (el positivista). “Aún cuando pudieran ser leídas en claves diversas, resulta innegable la claridad y regularidad con que las crónicas expusieron sus juicios morales y la importancia que tuvieron los diarios como poderosa máquina de difusión de valores, imágenes sociales y de construcción de identidad”, explica la investigadora.
De acuerdo a lo analizado por Brunetti, hasta finales del siglo XIX existió en Córdoba un periodismo llamado “de opinión”, “partidario”, “combativo”, alineado con el modelo francés, como ocurría en todo el mundo. Sin embargo, con Joseph Pulitzer se genera un nuevo tipo de periodismo, que entraña conceptos revolucionarios acerca de la razón de ser de la prensa y de la labor periodística, y que se empieza a diseminar por las redacciones de diferentes puntos del planeta.
Esta influencia va produciendo una lenta transformación hacia lo que se conoce con el nombre de “prensa de información”, y que legó al periodismo recetas que aún siguen vigentes, como la construcción de una retórica produce ilusión de verdad, la autolegitimación, la autorreferencialidad, el periodista en el lugar de los hechos, etcétera. Esa transformación constituye la etapa inicial de la industria cultural y se encuentra en los orígenes de la prensa de masas.
En nuestra provincia, “La Libertad” y “La Voz del Interior” fueron los primeros que se diferenciaron de la antigua “prensa de opinión”. El primero se exhibió durante un período con la leyenda “Órgano independiente de la tarde”; mientras que “La Voz del Interior” optó por “Diario independiente de la mañana”. Este detalle los diferenció de los otros periódicos de la época, autodefinidos explícitamente como “voceros” de determinados partidos políticos, con la correspondiente inscripción en la parte inferior de sus páginas (“Órgano del partido…”).
Si bien es cierto que ambos diarios también defendían ideas partidarias, en general dependían económicamente de la publicidad y de la venta de ejemplares. En especial “La Voz”, que fue siempre un proyecto empresario, característica que explica por qué fue el medio gráfico que mayor cantidad de material aportó a la investigación.
Estos diarios ahora llamados independientes se volcaron entonces al modelo norteamericano y se lanzaron a la búsqueda de nuevos lectores, que no fueron reclutados en las élites políticas, sino entre las masas de nuevos alfabetizados de las incipientes ciudades burguesas.
Así, “La Voz del Interior” empieza a dedicarse a nuevos géneros y desarrolla, de manera amplia y con mucha cantidad de fotografías -llegando a ocupar casi una página-, la crónica policial. Este género es un componente fundamental, incluso considerado texto modelo de la “prensa de información”. En ese marco, la “crónica amarilla” se constituye en el espacio impreso que encarna nuevas percepciones de la profesión y la escritura.
El historiador Manuel Vázquez Montalbán afirma que “la valoración de la información y de la noticia en concreto creó la necesidad de establecer un código lingüístico. Y la competencia de mercado desmesuró ese código hasta los excesos de la prensa amarilla (…) de fines del siglo XIX. En mayor o menor grado (esos excesos) terminaron infectando la mayor parte de publicaciones con audiencias importantes”. El sensacionalismo es, así, el “pecado original” que marca el nacimiento de la prensa de masas.
La primera parte del trabajo aborda los antecedentes de la prensa norteamericana y reconstruye -sorteando varias dificultades, porque casi no existen antecedentes sobre el tema- el campo periodístico cordobés de aquel momento. En ese contexto, cobra preponderancia el modelo “prensa de información”, con un doble juego de normas: o va a ser prensa blanca o va a ser amarilla.
“La Voz del Interior” y “La Libertad” fueron ejemplos de prensa sensacionalista. “Los Principios”, en tanto, le dará también importancia a la información, pero usará un estilo serio, atento a su público cautivo: la sociedad católica de Córdoba. Ese diario, incluso, dedicó varias notas a cuestionar las estrategias redaccionales de la época, ya que sostenía que el periódico no debía servir para “divertir o pervertir” sino para “enseñar o regenerar”.
Además, se establece una comparación en relación con el tratamiento de la información policial: mientras en la época del “periodismo de partidos” se abordaba con una gran vaguedad y siguiendo la rutina del periodismo “de escritorio”, en la etapa siguiente comienza a incorporar datos y descripciones derivados de la presencia del periodista “en el lugar de los hechos”.
Otro aspecto abordado en esta primera parte es la indagación sobre el concepto de “prensa popular”, asociado alternativamente a denominaciones como “prensa amarilla”, “prensa comercial” y “prensa de masas”, aunque no siempre pueden ser considerados sinónimos.
Los diarios cordobeses estudiados fueron llamados “populares” no en referencia a sus contenidos (como los diarios “El Obrero” y “La Vanguardia” de Buenos Aires), sino porque estaban destinados al “gran público”. En formatos y lenguajes ya existentes fueron produciendo mutaciones, al tiempo que fueron perfilando un nuevo lector: el famoso “lector medio”, asociado a la aparición en escena de las multitudes argentinas.
Una segunda parte del trabajo se centra específicamente en el análisis de la crónica policial, más puntualmente en la llamada “crónica roja” (nombre dado por los mismos periodistas a las crónicas de asesinatos, suicidios, etcétera).
Allí se estudia el nuevo contrato de comunicación que se establece entre el diario y los lectores, y que está relacionado con la aparición de la figura del “periodista en el lugar de los hechos”. El cronista comenzaba entonces a ser un protagonista más de la noticia, consolidando los ribetes sensacionalistas promovidos por el modelo Pulitzer.
“Actualmente -dice Brunetti- cuando alguien lee una nota o escucha una información en la radio, supone, da por hecho, que el periodista está allí. En aquel entonces este contrato no estaba establecido y los diarios lo tuvieron que generar”.
Así, advierte que las “crónicas rojas” tienen una suerte de relato paralelo. Además de dar cuenta del hecho específico, incluyen -generalmente al comienzo- una descripción del viaje del periodista al lugar de los acontecimientos: cómo llegó al sitio en cuestión, los obstáculos que tuvo que vencer, los datos que recogió, lo difícil que fue su tarea, etcétera. En el mismo sentido, hay una alusión recurrente a “los curiosos” (los que se acercan a ver los accidentes o las escenas del crimen), que en definitiva son los propios lectores. De esta forma se fortalecía ese nuevo contrato de comunicación.
En esta parte se analizan también las operaciones narrativas y estilísticas de la “crónica roja” que definen el concepto de sensacionalismo. En definitiva, éstas provienen de los antiguos folletines, sólo que el relato de viaje mencionado verosimiliza la historia. Las crónicas policiales tratan de despertar la emotividad con los recursos más tradicionales y antiguos, que ya habían sido probados en la época del folletín.
Otro tipo de crónicas, a las que la autora identifica como “ilegalismos cotidianos”, ocupan la tercera parte del trabajo. Se trata de relatos muy breves, destinados a pequeños hechos delictivos: peleas en la calle, cuchilladas, infracciones urbanas, etcétera. Esta otra familia de acontecimientos deja ver claramente algo que en la “crónica roja” es más difuso. Esta última, más preocupada por los aspectos emotivos, destina allí sus artificios y muy aisladamente da atributos a los actores (víctimas y victimarios), como sí hacen los “ilegalismos cotidianos”.
En ambos casos -“crónicas rojas” o “ilegalismos cotidianos”- se trata de los mismos protagonistas, provenientes de los sectores populares, a los que el mismo diario llama “nuestro bajo pueblo”. Los atributos que se les adjudican a esos actores en los “ilegalismos” coinciden con las características que la criminología positivista había adjudicado a los agentes de la mala vida, y se unen estrechamente a los discursos de esta misma escuela en torno a la cuestión social. El relato policial, entonces, se vincula estrechamente con los conceptos de nomia y anomia de una sociedad: si no hay anomia, no hay relato policial.
La prensa situaba a los actores de los delitos en una escala de negatividad fundada de manera aproximada en estereotipos de patogenia psico-social. “La escritura de los ‘ilegalismos’es muy costumbrista, muy elaborada, pero ideológicamente brutal”, explica Brunetti, procurando dar cuenta del fuerte sesgo descalificador de esos relatos.
En estas crónicas se construye la identidad de los sectores populares con las mismas características que lo había hecho la teoría positivista. Allí se observa una asignación de atributos negativos, acentuando su descalificación al señalar insistentemente su “déficit intelectual” y sus “carencias morales”.
El siguiente fragmento de una crónica de la época permite analizar el carácter que advierte la investigadora: “Una vez más el barbarismo, con sus fatídicos desbordes, resta dos vidas relativamente jóvenes, vigorosas, en aras del perverso prejuicio de esa vergonzosa rutina de violencia temeraria que carcome ciertas capas sociales, aisladas por el medio ambiente con sus gérmenes de maldad, como lógica consecuencia de un vivir vegetativo y estrecho, sin otros horizontes que el rudo batallar y la perniciosa influencia del alcohol”.
Esta doble característica del discurso periodístico de la época, que por un lado parece buscar al lector y al mismo tiempo descalifica al pueblo al cual le habla, vuelve a plantear profundos interrogantes vinculados al carácter unívoco de estos escritos, a su destinación desde arriba (realizada por personas que no pertenecen a los sectores populares), y a la curiosidad que provoca en los de abajo. La vigencia de esta modalidad en productos mediáticos contemporáneos permite afirmar que no se trata de un debate acabado.
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Una parte de la extensa investigación realizada por Paulina Brunetti en torno a los diarios cordobeses de comienzos del siglo pasado recibió un premio pionero en la disciplina. El trabajo de la investigadora se ubicó en el primer lugar en el certamen “Jorge Rivera; primer concurso de investigación en periódicos argentinos", convocado por la Biblioteca Nacional de Argentina.
El concurso se realizó por primera vez este año y su objetivo es propiciar la labor investigadora sobre la historia de la prensa argentina y difundir el contenido de los fondos documentales de la Biblioteca.
Si bien Brunetti no se basó en los archivos de ese centro nacional para hacer su trabajo -titulado “Relatos de prensa: la crónica policial en los diarios cordobeses de comienzos del siglo XX (1900-1915)”-, el jurado consideró que el rigor de la investigación y la trascendencia del tema eran méritos suficientes para otorgarle la distinción.
El jurado estuvo integrado por Aníbal Ford, Eduardo Romano y Jorge Lafforgue. Y el trabajo de Brunetti sólo contiene una parte de la investigación que realizó para su tesis de doctorado en Letras Modernas, que en total ocupa unas 350 páginas.