Sin Fronteras
Música para chicos, pero a lo grande
Además de desempeñarse
como docente de la Escuela de Artes desde hace 18 años, Eduardo Allende integra
el grupo de música infantil “La Chicharra”, que ya cuenta con cuatro discos
y ha realizado giras por varias provincias y países. El grupo, a su vez,
integra un movimiento que promueve una oferta artística diferenciada para los
niños y se prepara para ser el anfitrión de un encuentro de la Canción
Infantil que se realizará en Córdoba en 2006.
Eduardo Allende y Coqui Dutto, integrantes de “La Chicharra”, asumen el desafío de pensar “lo infantil” a la luz de los tiempos que corren.
Apenas egresó de la Escuela de Artes de la FFyH, Eduardo Allende inició su carrera como maestro de música en el nivel inicial y enseguida descubrió la necesidad de abocarse a un género que demanda una enorme creatividad, aunque no siempre goza del prestigio que merece. Allende abrazó la tarea renovar un cancionero en el que María Elena Walsh había dejado importantes referencias y pronto comenzó a escribir letras y músicas para los niños.
Esa tarea se volvió sistemática a partir de 1989, cuando junto a Coqui Dutto -egresada de Didáctica y docente en la Escuela de Música Popular de Villa María- forman el grupo “La Chicharra”, que desde entonces se dedica a la creación, interpretación y difusión de música infantil. Al mismo tiempo, Allende se desempeña en la cátedra “Contrapunto II” del departamento Música de la Escuela de Artes, donde trabaja desde hace 18 años.
Este año “La Chicharra” presentó “Conciertos Bichos”, su cuarto material discográfico antecedido por: “Con gustito a choripán” (1990); “La Chicharra cantora” (1994, reeditado por el sello “Arca de Noé” en 1998); y “Caramelitos surtidos” (1999, reeditado por el sello “Goby Music” en 1993). Allende es el compositor de la música de todas las canciones. Las letras en algunos casos le pertenecen también, otras son compartidas con Coqui y otras llevan la firma de poetas como Ana María Shúa o Mariano Medina.
“Nuestra estética -comenta Allende- es más ‘Simpson’ que ‘Piñón Fijo’, con todo el respeto por lo que pueda hacer Fabián (Gómez). Rescatamos la temática de la niñez desde varios puntos, desde su complejidad, sin hacer algo ingenuo o algo didáctico. Contamos cosas, hablamos del amor, de las emociones, pero también de la fealdad y hasta de la violencia”.
La “Chacarera del choripán”, por ejemplo, es un hit que desde el ‘89 el público pide recurrentemente en todas las actuaciones de “La Chicharra”. Fue reeditado en el último disco y en su letra puede constatarse el tipo de humor al que Allende hace referencia. La canción habla de un roedor que, a bordo de un viejo calefón, navega el río Suquía estafando a los golosos con choripanes de celofán.
Allende sabe que pensar “lo infantil” resulta un desafío a la luz de los tiempos que corren. “La niñez ahora se agota a los seis años y a partir de allí ya hablamos de una pre-adolescencia con una serie de vínculos y de problemáticas complejos”, explica el autor. “La Chicharra” entonces toma los disparadores que este público de siglo XXI puede ofrecer y aborda temas que no necesariamente son “felices”.
Por caso, “Pobre Pedrito” es un rock que relata las desventuras cotidianas de un chico que sale a pedir plata por la peatonal: un adulto le quiere robar, corriendo atropella a una jubilada, lo muerde un perro, etcétera. Por su parte, “Amor de los basurales” es un tango compuesto con Mariano Medina que habla de la pasión entre dos cucarachas.
Del mismo escritor es una canción que se refiere al concepto de “patria” con una visión aggiornada: “Cuando digo bandera tengo más dudas / que certezas en mi alma y busco la cura. / Cuando digo bandera silba una pava / hasta el mate más rico también se lava. / Sabrá el hombre que sepa matear con calma / que si algo se conserva es porque algo cambia”.
“Cuando digo bandera” llegó a reemplazar al clásico “Aurora” en una escuela del sur de la ciudad, así como en otros establecimientos otros temas han sido incluidos en actos, fiestas y repertorios de coros. “Hay otra trascendencia, que no es la de la canción que está de moda, gracias a algunos docentes que también están comprometidos con este tipo de productos para los chicos”, explica Allende.
El talento de “La Chicharra”, incluso, trascendió el ámbito escolar. El grupo participó en algunos ciclos de televisión, permitiendo que sus caras fueran asociadas a sus canciones, y también tuvo una fuerte presencia en la radio: de la mano del periodista Miguel Clariá (Cadena 3), Córdoba y el país se despertaron durante ocho años cantando diez compaces de “La Chicharra”.
El
reconocimiento también llegó con premios: la municipalidad de Córdoba
galardonó su trayectoria con el Fondo Estímulo a las producciones discográficas,
logrando un Premio en el año 1994 y una Mención de Honor en 1999.
La tarea de “La Chicharra” no es solitaria. Desde 1993, el Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña convoca a músicos y educadores de América Latina, España y Portugal para compartir experiencias y mostrar sus producciones. El primer encuentro se llevó a cabo en Cuba, el segundo en Venezuela (1995), el siguiente en México (1997), posteriormente en Córdoba (1999), luego en Colombia (2001) y a continuación en Brasil (2003).
El último encuentro se realizó en octubre de este año en Montevideo y allá partió “La Chicharra”, cargando a cuestas toda la fauna de “Conciertos Bichos”. En esa ocasión se llevaron a cabo tres actividades diferenciadas: un festival artístico, un seminario académico y una feria de libros, discos y material cultural y educativo.
En tanto, en Argentina, el grupo integra el Movimiento de Música Infantil (www.momusi.org.ar), que tiene por objeto difundir y promover una oferta artística diferenciada para los niños. El trabajo de este movimiento se ha ido consolidando fuertemente en la Capital Federal, con un ciclo instalado todos los domingos en el Centro Cultural San Martín, al que asisten unas 800 personas por función.
En agosto del 2005 “La Chicharra” inauguró un ciclo de similares características, con tres fechas que incluyeron a Luis María Pescetti, “Los Tinguiritas” y la propia “Chicharra”. De esa manera dieron el puntapié inicial para el primer espacio de este tipo que se crea en una ciudad del interior y que tendrá continuidad el próximo año.
En setiembre de 2006, en el escenario a la Ciudad de las Artes, los cordobeses podrán disfrutar de tres jornadas en las que habrá talleres y espectáculos con grupos de todo el país que se dedican de manera seria, creativa y original a la música infantil. “La Chicharra” será la organizadora y la anfitriona de esa actividad, que tendrá el apoyo de la Agencia Córdoba Cultura.
Al tiempo que componía e interpretaba música para niños, Allende fue descubriendo otras vocaciones y participando de diversos proyectos artísticos, algunos de los cuales tuvieron una enorme repercusión.
En
1995 escribió el libro "Canciones, piezas y bases para la improvisación
melódica y rítmica" -coedición de Centro de Literatura Infanto - Juvenil
y Collegium- con el que recibió el Premio del Fondo Estímulo a la Actividad
Editorial, otorgado por la municipalidad de Córdoba.
En 2002, editó “Las cosas que odio y otras exageraciones”, un disco que musicaliza el libro del mismo nombre, cuya autora es Ana María Shúa, y que habla de los desencantos que sufren los chicos y de aquellas cosas que les molestan o les causan mal humor.
Además, junto al director Claudio Hochman musicalizó obras para la Comedia Cordobesa, entre las que figuran “Noches de reyes” y “Las Troyanas”.
Su pasión por el dos por cuatro lo condujo a “El Chamuyo”, un espectáculo de tango-concert que se puso en escena durante todo 2004 y que se presentó a sala llena en varios locales de la ciudad. “Un cacho de glamour” será la versión 2006 de esa propuesta tanguera que causó sorpresa entre los amantes del género y entre los novatos también.
Uno de los últimos proyectos
artísticos fue “Para ser y parecer”, que montó con el escritor Jorge
Felippa, y que presentaba un recorrido por una memoria poética de Córdoba,
incluyendo textos de Efraín Bischoff, Arturo Capdevila, Azor Grimaut, Juan
Filloy, Héctor Solasso, Daniel Salzano y el propio Felippa, entre otros.
Allende fue el director musical y pianista de la obra.
El
Acorazado en las Islas Malvinas
Cinco
egresados del departamento de Cine y TV de la Escuela de Artes participaron en
la producción de la película “Iluminados por el fuego”, de Tristán Bauer.
Los realizadores, integrantes del grupo
Acorazado, dicen que ésta fue su experiencia más importante y que les está
abriendo nuevas puertas. Además de las excelentes críticas recibidas, el film
ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián en
septiembre último.
María de la Paz Viñals junto a extras en la provincia de Santa Cruz.
La
película argentina “Iluminados por el fuego”, dirigida por Tristán Bauer,
obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de San
Sebastián en septiembre último. El jurado, compuesto por Anjelica Huston
(Estados Unidos), Verónica Forqué (España), Enrico Lo Verso (Italia), Claude
Miller (Francia), Lone Scherfig (Dinamarca), Antonio Skármeta (Chile) y Dean
Tavoularis (Estados Unidos), adujo que es “un film que transporta con emoción
e inteligencia el trágico sin sentido de la guerra y el efecto de la memoria de
una experiencia dolorosa en la vida cotidiana de la gente”.
Lo
destacable es que en la producción de esta película trabajaron cinco egresados
del Departamento de Cine de la Escuela de Artes de la Facultad. Leandro
Ipiña, Pablo Gonzáles, Adrián Fabrissin, Luciana Melto y María de la Paz Viñals
le dieron forma a la película desde el “detrás de cámara” y trabajaron
codo a codo con Bauer. Dos de ellos, Pablo Gonzáles y María de la Paz Viñals
(Marita), contaron su experiencia a Alfilo.
El
comienzo de un sueño
Durante
su carrera universitaria, Pablo y Marita junto a un grupo de compañeros
conformaron un equipo de trabajo llamado Acorazado, con el que produjeron
algunos cortometrajes y documentales, entre los que se destacan El médico
rural, El sereno, Eclipse y Santa Berlín.
El
origen del encuentro con Bauer se remota al 2002 cuando Leandro y Marita,
oriundos de la provincia de San Luis, se enteran que en esa provincia dictaban
unos cursos en el marco de la Ley de Cine, sancionada a principios de 2002. Se
inscribieron enseguida y poco después se sumaron a los cursos casi todos sus
compañeros.
“El
primer curso que tomamos fue de Dirección de Actores con Pino Solanas y en una
de las primeras clases le mostramos los cortos que habíamos realizado y le
gustaron mucho, por lo que nos recomendó ante Tristán Bauer, que estaba por
empezar a filmar la película Iluminados por el Fuego.
A las pocas semanas conocimos a Tristán, que también se entusiasmó con
nuestro trabajo, y nos propuso trabajar en su película”, cuenta Marita, todavía
asombrada.
La
película se realizó en tres etapas: se filmó en las Islas Malvinas y Buenos
Aires en el 2002, en Santa Cruz en el 2003 y en San Luis en el 2004. Leandro y
Marita empezaron como ayudantes de dirección. Luego Marita se encargó del
casting de extras que conformarían los ejércitos y Leandro tuvo una importante
participación en cuanto al guión técnico y el story board.
Adrián
empezó a trabajar en el año 2003 dentro del equipo de producción y Luciana en
el 2004, en la etapa de rodaje en San Luis, también en producción. Pablo, por
su parte, se encargó de la edición de la primera etapa de la película y después
asistió a Alejandro Brodershon, quien editó las siguientes etapas.
Aunque
ninguno de ellos estuvo en Malvinas, a donde sólo viajó un equipo de diez
personas, todos tenían clara conciencia de lo que realmente había ocurrido en
las islas. Sobre eso, Marita cuenta: “Me
atrajo mucho el tema de la película, la guerra y las historias de vida que se
sucedieron a partir de ella. Comencé a leer material y textos sobre la guerra y
también a ver el archivo que había en la Productora, un importante material
fotográfico, en su mayor parte perteneciente a la prensa británica. Empecé a
tomar mayor conciencia de que había sido una guerra real y que había sido
cruenta, que no había sido un ‘conflicto’. Descubrí que en ningún texto
ni en ninguna clase de Historia, de la escuela primaria o secundaria de mi
generación (de los que en el jardín de infantes llevábamos chocolates para
los soldados de Malvinas) se había hablado de ésta guerra con la profundidad y
el rigor histórico que éste hecho exigía”.
Y
agrega: “Las imágenes de la guerra de Malvinas, sus motivos, sus muertos, sus
héroes, sus víctimas, sus responsables, sus defensores y sus opositores, sus
nombres, sus bases ideológicas, nada formaba parte del vocabulario ni de la
conciencia histórica de los argentinos de mi generación. Todo lo relacionado
con Malvinas era confuso y difuso, un mensaje oscilante entre un patriotismo mal
entendido y una negación insana, y por cierto muy injusta para los que vivieron
esa guerra en carne propia. Entonces creí que una película sobre Malvinas era
indispensable”.
Además,
la cineasta piensa que “el principal valor de este film es haberle dado a los
argentinos una imagen de Malvinas: un lugar geográfico, un paisaje, un clima,
caras, gestos, gritos, imágenes del dolor” y que por eso “se trabajó con
muchísimo rigor en la reconstrucción de escenarios y situaciones, se prestó
enorme atención a los materiales de archivo y se trabajó en permanente
colaboración con Edgardo Esteban, quien escribió la novela sobre la que se
basa el guión de la película, y que cuenta su experiencia personal en la
guerra”.
“En
el caso de Iluminados por el Fuego, si bien se trata de un relato de ficción,
es justamente un fuerte sesgo documental el que alerta las facultades críticas.
Aborda el tema abiertamente y obliga al espectador a tomar posición de alguna
manera”, señala la joven realizadora.
La
película “significó una experiencia enorme” para
los jóvenes egresados. “Por un lado -cuenta Marita- fue la oportunidad de
trabajar por primera vez en un largometraje y no de una película cualquiera. Éramos
concientes de que una película con ese despliegue de producción no se realiza
todos los días en la Argentina. Y también fue la oportunidad de probarnos
fuera de nuestros compañeros de siempre. Por otro lado, me alegró muchísimo
comprobar que la formación que habíamos recibido en Cine, sumado a lo que cada
uno hizo por su cuenta, nos permitía movernos bien en un equipo de rodaje
profesional”.
Por
su parte, Pablo dice que fue una “experiencia alucinante, por el hecho de
trabajar en la película y también por la posibilidad de conocer gente, el
medio y de poder insertarse laboralmente en el ámbito de producción cinematográfica
de Buenos Aires”.
Actualmente,
la mayoría de los que conforman Acorazado
están viviendo en Buenos Aires, buscando mejores oportunidades laborales que
les permitan seguir avanzando a cada uno en sus respectivas áreas. Sin embargo,
Marita aclara que “la idea es seguir adelante con Acorazado,
consolidar el grupo y encaminarnos hacia un terreno más sólido”.
En
ese sentido, cuenta que en agosto último realizaron una muestra de dos días en
el Centro Cultural Recoleta con el fin de presentar el documental Asepsia,
de Adrián Fabrissin, y proyectar el trabajo del grupo en la Capital, ya que los
distintos cortos habían sido televisados y proyectados en Festivales, pero
nunca todos juntos. “La idea es adentrarnos en el terreno del largometraje y
actualmente hay algunos proyectos que seguramente se concreten en el año
2006”.