Editorial

 

A 30 años del golpe militar

 

Fotograma extraído del corto "76/..." de Lucas Schiaroli

Los 24 de marzo se han convertido desde hace varios años en fecha de conmemoración. Esto es, de recordación colectiva, de ejercicio y actualización de las memorias, de incorporación de nuevas voces que pugnan por la construcción de los sentidos del pasado. De este modo, progresivamente, producto de marchas y contra-marchas, una de las páginas más negras de nuestra historia ha trascendido el exclusivo territorio de las memorias colectivas para inscribirse como memoria social y como objeto de estudio de la historia. Se ha convertido también en objeto de reflexión pública, en una preocupación del presente, que obliga a sobreponer la tristeza y emoción provocados por el recuerdo de aquellas personas que ya no están para intentar explicar qué hizo posible que lo que ocurrió tuviera lugar. Es decir, a preguntarse sobre la responsabilidad social de lo  ocurrido, acerca del contexto histórico que legitimó la violencia como forma de hacer política y sobre sus terribles consecuencias para las generaciones que le siguieron. Instalar este tema es tanto una demanda de conocimiento, de búsqueda de la verdad histórica, como  un compromiso ético y político, dado que de las respuestas que se den a aquellos interrogantes dependerá el sentido de orden futuro a construir.

¿Cuál es la particularidad de este 24 de marzo? Más allá del 30° aniversario que invita a revisitar la tragedia ocurrida y a mirar la trayectoria recorrida desde entonces, el hecho de que ésta se haya convertido en objeto de reflexión pareciera deberse a la existencia de “disparadores” de memoria y de historia, coyunturas propicias para la visibilidad de procesos acumulativos y de trabajos cimentados en muchos años de esfuerzos, que se conjugan  con políticas oficiales que activan la reflexión, generando condiciones para la circulación de ideas y para la revisión crítica de esos años. Parece ser también el tiempo de poner las cosas en su lugar, de asumir colectiva e institucionalmente el desgarro producido, dado que sin verdad no sólo no puede haber justicia sino tampoco futuro, sólo un ciego deambular, una construcción endeble que permanentemente nos retrotraerá hacia los espacios más oscuros de ese pasado no cerrado. La posibilidad de futuro se basa en la asunción de la verdad histórica, en la madurez para asumirla.

Es por ello que, para el próximo aniversario del golpe militar, las Facultades de Filosofía y Humanidades y de Psicología están organizando una serie de actividades que convoquen a pensar, debatir y dialogar sobre lo sucedido. La idea es continuar una línea de trabajo que en sucesivas oportunidades, y en ocasión del mismo aniversario, se han venido desarrollado en estas Facultades.

Nuestra intención es generar un espacio amplio en el que tengan cabida diversas expresiones artísticas y de debate del cual participen no sólo los protagonistas de aquellos tiempos, sino – sobre todo- aquellos que, sin haber tenido una implicación directa, tienen deseo de reflexionar críticamente y opinar como actores sociales atravesados por una historia en común, sobre lo que ha sucedido y todavía sucede. La invitación es a compartir este espacio entre generaciones, un espacio en donde las diferentes miradas, palabras y reflexiones nos ayuden a comprender lo que ha pasado como una posibilidad de aprendizaje y construcción de nuestra subjetividad y de nuestra identidad colectiva.

En ese sentido, consideramos que la Universidad tiene también la responsabilidad de promover el encuentro de perspectivas en torno a los aspectos históricos, políticos, económicos, culturales y sociales cuya lectura crítica resulta fundamental a la hora de construir la memoria del pasado como herramienta activa de la experiencia social.

 

 

Comisión organizadora de las jornadas “Memoria y construcción de nuevos sentidos del pasado”