Opinión

 

¿Progreso para las mujeres?
Optimistas o escépticos

Consideradas como “las más pobres entre los pobres” y, al mismo tiempo, protagonistas de “una de las revoluciones más importantes del siglo”, las mujeres son analizadas en esta nota bajo la óptica de Patricia Morey, directora del programa “Mujer y género” de la Facultad. El avance social de las mujeres y los desafíos pendientes para crear sociedades más justas son algunos de los temas que aparecen en el centro del debate, a pocos días de celebrarse el Día Internacional de la Mujer.

 El progreso de la humanidad, concebido como un proceso ascendente de perfeccionamiento continuo, ha sido una presuposición importante de toda utopía social con ideales. Sin embargo, la confianza en el futuro debería ser resultado de un análisis cauteloso -probablemente signado por una incompletitud esencial- que evalúe los logros del ser humano en su desarrollo histórico. Un exceso de optimismo en el futuro crea utopías irrealizables que a menudo finalizan en fracasos estrepitosos. Un desborde de pesimismo conduce a la inmovilidad, a la banalidad mediática, al individualismo hedonista. O reduce al individuo a la suave embriaguez de la felicidad familiar, sin proyectos sociales.

Escépticos y nihilistas señalarán justificadamente las lacras de fin de siglo: las profundas exclusiones y las marginaciones crecientes, la irracionalidad del holocausto, la destrucción despiadada del planeta, las injusticias persistentes, novedosas violencias con grados de sofisticación creciente, la despolitización y apatía del mundo contemporáneo. Hoy existen casi mil millones de personas que diariamente pasan hambre, cinco millones al borde de la muerte, la mitad de las cuales están en Africa. La brecha económica entre los países del norte en relación a los del sur, sigue aumentando. América Latina es la región más desigual del mundo y su riqueza natural contrasta con la desigualdad de su distribución.

Un desproporcionado número de estas personas son mujeres. La pobreza golpea mundialmente a millones de mujeres, y para muchas de ellas la sobrevivencia, la salud, la comida diaria, el agua son las preocupaciones principales. El número de mujeres pobres ha crecido en todas las regiones del mundo, son las más pobres entre los pobres, son las que pagan con su tiempo los ajustes estructurales, son marginadas de los espacios urbanos, trabajan más tiempo, y ésta tarea es invisibilizada no sólo por los miembros de la familia sino también por los presupuestos nacionales.[1]

Si se enfatizan estos aspectos, nos alejamos irremediablemente del moderno mito de la posibilidad del perfeccionamiento social y la ilusión de un mundo mejor es de dudosa razonabilidad. Sin embargo, la lista de logros compite en importancia: los asombrosos triunfos técnicos, el aumento prodigioso del conocimiento, el control exitoso de la natalidad que ha permitido independizar el sexo de la procreación, la mayor participación política de grandes masas. La expectativa de vida se ha prolongado para la mayor parte de los seres humanos. Estos y otros ejemplos son evidencia suficiente para algunos teóricos y políticos para fundamentar su confianza en el futuro.

En esta evaluación, el progreso de la mujer en los últimos años es decisivo. La invisibilidad política milenaria evolucionó en el reconocimiento de su ciudadanía. El acceso masivo a la educación y la posibilidad de trabajo remunerado se constituyeron en alternativas reales para su expansión personal. Apareció como sujeto y como objeto de estudio. Por primera vez, en algunos países occidentales, la procreación y la sexualidad fueron producto de su decisión y no de imposiciones religiosas, mandato familiar o exigencia estatal. Aunque estas importantes conquistas no han significado triunfos demoledores, sino avances considerables, la transformación de la mujer en los últimos años es una de las revoluciones más importantes de este siglo.

Una presuposición a priori sobre el progreso deberá ser una tesis empírica susceptible de ser continuamente analizada. Creemos que la evaluación sobre la existencia de razones suficientes para confiar en el progreso resulta en un débil optimismo, en una tenue posibilidad de nuevas utopías. El avance social de la mujer no es un elemento menor para considerar la posibilidad de que el ángel-diablo-ser-humano pueda crear sociedades más justas, más equitativas y más felices.

 

 

Dra. Patricia Morey
 
Directora del Programa “Mujer y Género” y coordinadora del Área de Ciencias Sociales


 

[1] A esto es necesario agregar la degradación ambiental, la polución, el cambio climático, los procesos de desertificación y deforestación. Quienes están más afectadas por estos fenómenos naturales según la Plataforma de Acción son las Mujeres. Beijing.