Entrevista
“Los 30 años pueden ser un
momento oportuno para saldar
cuentas
con el pasado”
Durante su visita a Córdoba, el politólogo Hugo Quiroga dialogó con Alfilo sobre los sentidos que adquiere en la actualidad la terrible experiencia de la última dictadura militar. En las jornadas conmemorativas del 30 aniversario del golpe de Estado, el investigador rosarino presentó el libro “Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia”.
Quiroga es profesor titular de la cátedra de Teoría Política de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y ha desarrollado una intensa labor en el estudio de las instituciones de la democracia argentina. Esta preocupación se ve reflejada en libros de su autoría como “Estado, crisis económica y poder militar” (1985), "El tiempo del Proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares" (2004) y “La Argentina en emergencia permanente” (2005). Además, integra el Consejo Editorial de la Revista Estudios Sociales de la Universidad Nacional del Litoral y es director de la colección Politeia de la editorial Homo Sapiens de Rosario.
El abogado, politólogo e investigador fue convocado por las facultades de Filosofía y Humanidades y de Psicología (UNC) para dictar la conferencia “La dictadura militar de 1976 y sus pretensiones fundacionales”, durante las jornadas de reflexión que se llevaron a cabo del 20 al 22 de marzo. En esa oportunidad, Quiroga además presentó una publicación que reúne textos de Waldo Ansaldi, Patricia Funes, Lucio Garzón Maceda, Cecilia Lesgart, Norma Morandini, Luis Alberto Romero y Ricardo Sidicaro, compilada junto a César Tcach.
Al finalizar la conferencia, Alfilo entrevistó a Quiroga para profundizar algunos conceptos que fueron vertidos durante la charla que se llevó a cabo en el Pabellón Francia Anexo.
- En relación con el golpe del ‘76 usted habló de “rememoraciones”, ¿por qué es necesario “rememorar”?
- Es verdad, el término puede confundir, habría que hacer una aclaración del sentido en que yo lo usé. Obviamente no se trata de una “celebración”, en ese caso habría que celebrar las “elecciones fundacionales” del mes de octubre de 1983. Rememorar o conmemorar es traer a la memoria un hecho o un acontecimiento. La rememoración se traduce en un discurso que tiene lugar en el espacio público, porque la memoria colectiva, a diferencia de la memoria individual, es una construcción discursiva que se desarrolla en el espacio público. Es necesario rememorar, aun sabiendo que el exceso de la memoria -como advierte Todorov- puede conducir al aislamiento de los recuerdos, no sólo para que el pasado que se critica no vuelva a repetirse sino también para comprender el presente a través del pasado. Las fechas simbólicas, como la del 24 de marzo de 2006, pueden ser un momento oportuno para saldar cuentas con el pasado, no con cualquier pasado sino con un pasado abominable, con una historia oscura, sombría, con un pasado histórico doloroso por sus secuelas de muertos y desaparecidos, por el terror, por la chatura cultural, por la destrucción de la economía, por una guerra perdida.
- A treinta años de que comenzara la dictadura, ¿cuáles son los sentidos que se construyeron sobre ese período?
- Hay una construcción de sentido en la tarea de comprender el pasado, cuando se recuerda se trata de comprender el pasado. Dice Ricoeur que la memoria es el lugar del paso obligado de toda reflexión sobre el tiempo. La horrorosa experiencia de la dictadura militar de 1976 enseñó a la sociedad argentina a valorar la permanencia de la democracia, y la legitimidad democrática de hoy, a pesar de las dificultades económicas y sociales y de la crisis de representación, procede del profundo rechazo que provocó ese régimen. Como nunca antes, se ha configurado un poder democrático legítimo. Pero también en la Argentina se empezó a reconocer el valor de los derechos humanos a partir del conocimiento de los crímenes cometidos por la dictadura. La lucha por la defensa de esos derechos fue una interpelación a los fundamentos del orden autoritario y permitió montar un nuevo escenario que organizó una relación diferente entre derechos humanos y política. La defensa de la vida y el respeto por la libertad proporcionaron un marco dentro del cual se va a desenvolver la acción política. Hablábamos de saldar cuentas con el pasado, eso implica la posibilidad de confrontar el presente con el pasado, en prestar más atención a la relación entre dictadura y democracia, puesto que los acontecimientos ocurridos en la dictadura y en la democracia se inscriben en un mismo, aunque cambiante, espacio político y cultural.
- ¿Cómo incidieron el juicio a las juntas militares, las leyes de obediencia debida y punto final y los indultos en la construcción de esos sentidos?
- El juicio a las juntas militares y el Nunca Más de la CONADEP, y este es su significado histórico, permitieron levantar un escenario público para la reconstrucción de los crímenes, lo que demostró el interés del Estado democrático por acceder al pasado. La naciente democracia juzgó con sus instrumentos legales a los responsables del quiebre institucional de 1976 y, por tanto, a los responsables de las atrocidades. Simbólicamente se juzgó también a todos los golpes de Estado y al autoritarismo militar que durante cincuenta años hegemonizó la política argentina. La labor de la CONADEP fue sin duda el espacio de la sociedad civil y el informe Nunca Más promovió el más grande acto de toma de conciencia de una sensibilizada sociedad. Es cierto que lo que siguió después fue un retroceso. Las leyes de punto final y obediencia debida y, fundamentalmente, el indulto, fueron medidas que concurrieron con la intención política de frenar la responsabilidad del Estado democrático en el castigo a los responsables de esas violaciones. Aquí la verdad de la justicia no coincidió con la verdad de la política, fue el triunfo del realismo político, la democracia perdió una batalla librada desde el campo de la justicia, que sin duda causó un impacto negativo en la conciencia y en el ánimo de los ciudadanos. Sin embargo, una parte activa de la sociedad prosiguió la lucha en defensa de la continuidad de los juicios y la aplicación de las condenas. A pesar del retroceso, lo que ha permanecido es la valoración de la memoria, la defensa de los derechos humanos, la transformación de la cultura política, la legitimidad del poder democrático, el rechazo a la violencia política. Lo que en el fondo importa es que no se cerraron las puertas a la producción de sentido, ni ésta se vio afectada por los retrocesos. El debate siempre abierto de los derechos humanos ha retomado el camino durante el gobierno de Kirchner y es una clara demostración de que el tema no había entrado en un cono de sombra.
- ¿Podría explicarnos brevemente por qué dice que los argentinos construimos un “sistema de corte pretoriano” entre 1930 y 1983?
- Decía que la dura experiencia de la dictadura ha dejado sus enseñanzas, y que ha habido transformaciones en la cultura política. El “pretorianismo” es la aceptación social de la participación de los militares en la esfera política. Entre 1930 y 1983 el sistema político funcionó en la realidad histórica a través de una articulación que combinó en su estructura los gobiernos militares con los gobiernos civiles. Esto significa la presencia del poder militar en la vida política, que dio lugar a la coexistencia durante cincuenta años de los militares y civiles en el interior del mismo y único sistema. El constante juego pendular de políticos y militares gobernando el país entre 1930 y 1983 dejó su impronta en una sociedad que asumió comportamientos pretorianos. Nació entre los partidos y los militares una larga y compleja relación de “aliados-adversarios” que los mantuvo, a la vez, unidos y separados.
- ¿Cree realmente que hay una lógica en la sociedad que admite esto?
- Sí lo creo, y en la lógica de un sistema político pretorianizado emergen las deslealtades partidarias y cívicas al sistema democrático. El autoritarismo militar no es algo que procede de afuera, del exterior del Estado. Surge del seno de la crisis del Estado democrático, y pretende ser el medio más adecuado para resolverla en la lógica de un sistema político caracterizado, como dije, por las deslealtades partidarias y cívicas y por la escasa entidad de las convicciones democráticas. El autoritarismo militar no emerge automáticamente, ciertas condiciones le son particularmente favorables. La primera de ellas es la poca fe de los ciudadanos y dirigentes en las instituciones democráticas. La segunda es el rol casi inexistente de los partidos como escudos de la democracia. Es por eso que el fin de la dictadura se decidió primero en la conciencia de los ciudadanos, cuando ellos rechazaron a los militares como actores políticos.
- ¿Quedan temas pendientes después de treinta años?
- Varios, y los relaciono con los desafíos de la democracia. En el espacio temporal de los últimos veinte años se han superado muchas dificultades (subordinación de los militares al poder civil, legitimidad democrática), pero se han acumulado otras que se relacionan con las desigualdades sociales inaceptables, las deficiencias institucionales y las vergonzantes políticas estatales clientelares y prebendalistas. Los desafíos de la democracia no son pocos y están a la vista. La democracia es tal como la hacemos, de todos nosotros dependerá su permanente construcción.