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La restauración de un libro paso a paso

Cristina Flexes, titular del Taller de restauración de documentos, explica a Alfilo cómo se realiza este proceso. En la Escuela de Archivología, estudiantes y docentes desarrollan esta práctica en el Pabellón España y planean, próximamente, implementarla como un servicio.

Si bien lo ideal es tratar de preservar y conservar los documentos para que los daños no lleguen a perjudicarlos, la docente manifiesta que hay momentos en que la restauración es necesaria. Este es un trabajo lento y costoso, por lo que siempre se elige hacerlo con escritos únicos y valiosos. Los criterios están relacionados con lo que es más antiguo, lo que está más dañado o lo que es más importante.

Según explicó la licenciada, la acidez es uno de los factores que más deterioro produce y su presencia en los documentos determina la necesidad de poner en marcha el proceso de restauración para evitar la pérdida del material. “En la restauración también hace falta mucha práctica –dice Flexes- porque al manipular los libros a veces se puede perjudicar el material”.

De acuerdo con la especialista, cualquier documento puede restaurarse, pero lo más complicado es recuperar un libro, precisamente, por la encuadernación que lleva. En este caso, Alfilo presenta con imágenes los pasos que deben seguirse para lograr la restauración de un libro.

En primer lugar, cuando el libro llega al taller se confecciona un informe que consiste en una identificación por escrito de todos los datos y características que pueden visualizarse del objeto a reparar. En este análisis también se establece el estado de conservación de la obra y se registran todos lo daños que se observan en su superficie. El deterioro puede ser físico (roturas, manchas, quemaduras); químico (relacionado con la acidez) y biológico (daños causados por hongos, bacterias, insectos, roedores o el hombre). Luego del informe se realiza la propuesta de restauración, de acuerdo con el tipo de daños que fue detectado.

El segundo paso consiste en tomar fotografías del libro, tal como llegó al taller (ver foto 1). Estas imágenes deben registrar tanto el aspecto general de la obra como el detalle de cada uno de las imperfecciones que se van a reparar. Otro paso es la fumigación de los daños biológicos. Sin embargo, la profesora advierte que este procedimiento no es común actualmente porque los productos químicos que se requieren pueden ser perjudiciales para el hombre o para el mismo documento, por lo que se trata de eliminar las manchas de otra manera.

Foto 1

A continuación se realiza el desglose, que consiste en desarmar el libro en todas sus partes. Después que las hojas están separadas se efectúa una limpieza en seco para eliminar el polvo y aquellos elementos que no pertenecen a la obra original, como puede ser el caso de los ganchitos metálicos.

Una vez que las hojas ya no contienen polvo se someten a un proceso de lavado individual pero antes hay que realizar un estudio de solubilidad de tinta, para ver que lo impreso no se diluya con el agua. En el caso que la tinta sea soluble, entonces, se le aplica un fijativo.

El lavado se hace con agua tibia y un detergente neutro (ver foto 2).

Foto 2

Este procedimiento puede llevar varios días y, una vez finalizado, las hojas se secan y escurren con un papel secante especial. (Ver fotos 3 y 4).

Foto 3

Foto 4

El paso siguiente consiste en eliminar las imperfecciones que no salieron con el proceso de lavado. En este sentido, la profesora señala que existen manchas que no son solubles en agua y, por lo tanto, requieren un tratamiento localizado (ver foto 5). Este procedimiento es riesgoso y requiere de especial cuidado, ya que los productos químicos que se utilizan a veces pueden perjudicar el libro.

Foto 5

Seguidamente, continúa el blanqueado, (ver foto 6) otro de los procedimientos que puede dañar el documento si no se toman las precauciones necesarias para evitar los daños que pueden provocar los productos químicos (ver foto 7).

Foto 6

Foto 7

Una vez que terminan los pasos en húmedo sigue el proceso en seco. El primero es la reparación de cortes y desgarros. Aquí, indica Flexes, es más difícil unir las roturas hechas por un elemento cortante que por un desgarro, porque en este último caso quedan rebordes que se permiten unir con más facilidad las partes separadas. La  reparación se lleva a cabo con la aplicación de un adhesivo neutro y no es conveniente usar ni el tipo de cinta transparente ni otros pegamentos.

A continuación se procede a efectuar los injertos, en los casos en que, por ejemplo, a la hoja le falte una parte. Los huecos se rellenan de forma manual con un papel del mismo tipo que el original, con el mismo color y espesor.

La laminación es el último paso de la restauración. La especialista comenta que existen documentos que por el uso están más finos que los originales y, por consiguiente, se rompen con facilidad; entonces la laminación funciona como un plastificado.  La forma de proceder es la siguiente: a la hoja del libro se le agrega un producto químico y un papel tipo “tissue” que se adhiere al documento con un adhesivo neutro para que quede reforzada.

Una vez que se terminó con la restauración de todo el libro se procede a encuadernarlo con la misma técnica que se había utilizado originalmente. Flexes explica que “una de las reglas de la restauración dice que el trabajo no puede quedar perfecto, tiene que notarse, porque esto es parte de la historia del libro”.

Por último se fotografía el trabajo completo y se prepara un informe final que conserva la persona que realizó la restauración y se les dan las recomendaciones para su cuidado a quien trajo el libro al taller.