Opinión

 

“Argentina y Uruguay no tienen capacidad
técnica para controlar a las papeleras”

La frase corresponde al geógrafo Carlos Reboratti, docente de la carrera de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC), quien participó de una charla debate acerca de la problemática de las papeleras, realizada el 18 de mayo en el Pabellón Residencial. Reboratti, además de ser investigador del Conicet, dicta clases en la cátedra de Geografía Rural de la Universidad de Buenos Aires y también en la Maestría de ordenamiento territorial de la Universidad de la República, en Uruguay. Recientemente fue convocado por la prestigiosa revista francesa de geografía Hérodote para publicar un artículo sobre el conflicto que se suscitó a raíz de la instalación de dos fábricas de pulpa de papel sobre el río Uruguay.


Reboratti: "Las papeleras, si son controladas, no contaminan."

A continuación, Alfilo reproduce algunas opiniones vertidas por el especialista antes de la conferencia organizada por el Departamento de Geografía.

Movimientos ambientalistas y política ambiental

“El ambientalismo es muy necesario y está bien que exista, porque es una especie de campana: sus consignas son ruidosas y, a través de sus acciones, las temáticas ambientales aparecen en los medios de comunicación. Sin embargo, para que el ambientalismo sea realmente útil y sus reclamos sean usados en provecho de la sociedad, debe haber una contraparte. O sea, el Estado debe tener una política ambiental definida que tome lo que opina el ambientalismo, lo procese y, después de analizar todos los factores que intervienen en ese contexto, responda. Porque una de las cosas que tiene el ambientalismo es que sólo mira el aspecto ambiental. No repara en otras cuestiones como las relaciones internacionales, los factores económicos, etc.

Greenpeace, en este caso, tiene una posición muy particular y más tendiente a la negociación que el movimiento ambientalista de Gualeguaychú, que dice ‘no a las papeleras’. En tanto que Greenpeace sostiene ‘no a la contaminación que producen las papeleras’. En este sentido, para un movimiento ambientalista reclamar que no se instalen las papeleras en Uruguay, pero ser indiferente a que se ubiquen en otros lugares, es una posición complicada.

El principal problema en relación a este conflicto es que como el gobierno no tiene una política ambiental, al encontrarse ante una protesta masiva decide responder políticamente en vez de técnicamente. Curiosamente, el gobierno toma la bandera del ambientalismo y presenta esa postura ante la Corte Internacional de La Haya: ‘No a las papeleras’.

Cabe aclarar que los movimientos ambientalistas son proclives a manejar creencias antes que información cierta, lo que los lleva muchas veces a establecer objetivos de máxima que les cuesta luego negociar. En algún momento de este prolongado conflicto, el movimiento de Gualeguaychú se metió en una situación sin salida”.  

Sin capacidad técnica

“El trasfondo de este asunto es que ni Argentina ni Uruguay tienen capacidad técnica para controlar a las papeleras. Entonces, es como el berrinche de un niño ante una situación que lo desborda. En nuestro caso, tenemos una Secretaría de Medio Ambiente creada en 1973 que, con el paso del tiempo, se transformó en una oficina burocrática sin capacidad técnica.

Las papeleras, si son controladas, no contaminan. Estas mismas industrias de celulosa están instaladas en Estados Unidos, España y Finlandia y no emiten contaminación, porque los gobiernos aplican rigurosos controles.

Cabe destacar que las papeleras se instalan en un período de tiempo bastante prolongado. Por ejemplo, las dos empresas que quieren emplazarse en Uruguay, hace quince años que están plantando eucaliptos en la región. Si uno observa el mapa de la distribución de los eucaliptos –con casi 600 mil hectáreas de plantaciones- puede advertir que están ubicados principalmente sobre el río Uruguay. En consecuencia, los gobiernos de ambos países deberían haber reparado en esta cuestión hace bastante tiempo y desarrollar una capacidad de control para cuando las fábricas comiencen a funcionar”. 

Costo ambiental

“Uruguay, a partir de 1987, puso en marcha una ley de forestación y decidió, a través de esta medida, salir de su estancamiento ganadero.  El país vecino, cuyo principal producto de exportación es la carne, tiene prácticamente la misma cantidad de población desde hace veinte años. Esto indica que, ante una economía estancada, los uruguayos emigran.  El gobierno oriental decidió cambiar esa situación y apostar a una producción con mayor valor agregado y, también, con un mayor costo ambiental. Actualmente, hay una discusión muy intensa sobre cuáles son los efectos que producen los eucaliptos en un ecosistema de pradera como el del río Uruguay.  Para poder actuar, en este sentido,  el gobierno debería haber evaluado cuáles eran las ventajas y consecuencias de esta política, ya que toda actividad económica que desarrolla el hombre produce contaminación- y consultar a la sociedad al respecto. Sin embargo, los gobiernos no hacen este tipo de proyecciones”.  

Comisión binacional

“Argentina nunca tuvo una política ambiental y dejó hacer siempre lo que las empresas querían hacer. Algo positivo, que puede derivar de este conflicto, es que de repente Argentina se transforme en un ‘país ambientalista’. Aunque la realidad indique que es una situación hipócrita, si se considera, por ejemplo, el nivel de contaminación del Riachuelo o nuestra incapacidad para controlar los impactos generados por las numerosas papeleras criollas.

Hay también un problema de escala. Para Uruguay, la instalación de las papeleras significa una de las inversiones más grandes de su historia. En tanto que para Argentina es una pequeña inversión. En este sentido, Argentina aparece ante el mundo como un gran país que avasalla y acorrala a otro más pequeño.

La posible solución a este conflicto sería la conformación de una comisión binacional con capacidad de control de las empresas. Para ello, la comisión debería contar con capacidad política y de ejecución”.