Alexandra Pita González y Claudia Tomadoni son egresadas de la FFyH y trabajan desde hace mucho tiempo en universidades de México y Alemania, respectivamente. Durante el mes de julio, volvieron a Córdoba para presentar su libro “ESCLAVITUD, REDES y TERRITORIOS. El comercio de esclavos en el espacio cordobés (1588-1640)”, publicado por la Universidad Politécnica de Valencia. Este trabajo originariamente fue su tesis de grado para recibirse en la Licenciatura en Historia en 1994.
Hace más de 30 años, Alexandra Pita González y Claudia Tomadoni cursaron la carrera de Historia en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Su trabajo final de Licenciatura, escrito entre 1990 y 1994, presentaba los resultados de su investigación sobre el comercio de esclavos durante los primeros años de la ciudad de Córdoba.
“Alejada del puerto oceánico pero convertida en una aduana seca, Córdoba fungió como un nodo indispensable en el tráfico comercial al conectar el Alto Perú, Chile, Buenos Aires, Brasil y las costas de África. Este comercio, aunque frío en sus dimensiones humanas, fue la vía de entrada para comprender el impacto territorial de un trajinar que configuraba el espacio a través de circuitos y redes comerciales en torno al comercio y contrabando de esclavos, mulas y carretas; un trajinar que surcaba océanos, pampas, ríos, sierras y cordilleras”, escriben Alexandra y Claudia en la introducción del libro “ESCLAVITUD, REDES y TERRITORIOS. El comercio de esclavos en el espacio cordobés (1588-1640)”, que derivó de ese trabajo de tesis defendido ante un tribunal en julio de 1994 y que finalmente fue publicado en mayo de 2025 por la Universidad Politécnica de Valencia.
El libro se presentó en Córdoba el 28 de julio en el Museo de Antropologías de la UNC, con la participación de las autoras, y los comentarios de María José Becerra, de la Universidad Nacional de Córdoba y Danay Ramos Ruiz, de la Universidad de La Habana. La actividad fue organizada por el Departamento de Geografía de la FFyH, con quienes Claudia mantiene un vínculo permanente.

“La vida personal y académica nos llevó fuera del país. Hoy regresamos a Córdoba cumpliendo un sueño trunco por aquel entonces: la publicación de nuestra tesis de licenciatura sobre el comercio de esclavos. Han pasado ya casi treinta años y las historias de nuestros ancestros traídos del África necesitan visibilización”, escribió Claudia en el correo electrónico que invitaba a la presentación.
Es que Alexandra partió primero a México, donde realizó sus estudios de maestría y doctorado en El Colegio de México. Trabaja en la Universidad de Colima desde 2004, como docente, asesora de tesis, coordinadora de posgrado y directora de un centro de investigación. También es integrante del Sistema Nacional de Investigadores y de la Academia Mexicana de Ciencias. Ha recibido premios y menciones nacionales e internacionales, y es editora de la Revista de Historia de América desde 2017.
Por su parte, Claudia se fue del país luego de la crisis de 2001hacia Alemania. Es doctora en Filosofía por la Universidad Bauhaus de Weimar, doctora en Geografía por la Universidad Nacional de La Plata y magíster en Impactos Territoriales y Ambientales de la Globalización de la Universidad Internacional de Andalucía. En la actualidad es coordinadora científica del Centro Internacional de Estudios Transdisciplinarios Argentina/Cono Sur (ARCOSUR) de la Universidad Friedrich-Schiller de Jena y coordinadora científica de la Red alemano-argentina para la transformación socioambiental en una perspectiva glocal: cadenas de suministros sustentables en tiempos de descarbonización (TraSAs). Fue Premio Nacional de Geografía en 2006 y, en 2019 fue una de las fundadoras de la Red de Mujeres en Diálogo Ambiental. También es parte desde 2009 del Programa RAICES, que dependía del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación.
“Eran los noventa y con universidades y un CONICET totalmente desfinanciados no había lugar para desarrollar una carrera como investigadoras. Empezar de nuevo en otro lugar no fue sencillo. Otras culturas académicas y códigos diferentes no hicieron fácil el camino. Pero así todo con la formación de excelencia que recibimos en la UNC, logramos doctorados en el exterior y fuimos muy competitivas. Esto y nuestra tenacidad (risas) nos abrieron caminos en otros países. Seguimos ligadas a Argentina ante cada invitación que nos hicieron”, cuentan por correo electrónico a Alfilo.
- ¿Cómo fue que llegó a publicarse en España esa tesis de 1994 después de más de 30 años? y, en ese sentido, cómo fue emocionalmente regresar después de tanto tiempo a ese texto, leerlo desde otras experiencias o recorridos. ¿Qué les pareció ese trabajo a la distancia?
Siempre sentimos una deuda con publicar aquel trabajo. Éramos dos entusiastas jóvenes estudiantes de historia que con disciplina y constancia por más de dos años habíamos dedicado mucho tiempo al trabajo de archivo y al análisis de documentos de fines del siglo XVI y comienzos del XVII. Documentos que no eran de fácil lectura por la letra encadenada, es decir sin separación entre las palabras, el castellano antiguo y el mal estado de conservación que suponía muchas veces que las hojas se desgranaran ante nuestros ojos. Después de la aprobación de la tesis, quedó en resguardo de la Biblioteca de FFyH y desde allí fue consultada (recordemos que en aquellos tiempos no se acostumbraba publicar los trabajos de grado); hasta que un día manos dueñas de lo ajeno robaron ese ejemplar.
Recién nos volvimos a rencontrar físicamente en 2018. Allí renació ese sentimiento de deuda. Desde entonces nos encontramos en varias ocasiones y el deseo estaba allí. Pero no encontrábamos los fondos ni los tiempos para retomar el desafío. En 2023 surgió la convocatoria de la Universidad Politécnica de Valencia para la publicación en la serie Estudios de Historia Local, dirigida por Vicent Giménez Chornet. Enviamos nuestra propuesta y fue aceptada! Nuestra alegría fue inmensa porque significaba no solo nuestro reencuentro académico sino también que compartiríamos muchas horas de trabajo para llevar adelante nuestro sueño de concretar la publicación
Pusimos manos a la obra y el primer desafío era rescatar de viejos diskettes (Floppy 3) y los textos escritos en un sistema de Mac. Para cuando logramos rescatarlos muchos pies de páginas se movieron (en total el trabajo tiene un aparato erudito de 313 pies) y muchos gráficos se estropearon. Allí comenzó un trabajo de meses. Emocionalmente leer cada renglón era recordar como fuimos enlazando la teoría con las evidencias que surgían de los archivos. Fue un trabajo increíble. Ejemplificar cada afirmación con una fuente, cruzarlo con otros datos no solo de Córdoba sino también de otras regiones de la colonia. Era recordar aquel trabajo que nos unió como amigas y que nos permitía sacar a la luz a una población olvidada y ocultada de la historiografía local.

Desde la propuesta inicial a la editorial habíamos decidido mantener el formato original de la tesis; pues si bien había sido defendida en 1994 y aun cuando la bibliografía estuviese desactualizada, no queríamos cambiar el sentido con el cual habíamos construido la investigación. Así, se tomó la decisión de que los capítulos mantuvieran su estructura, aunque se modificaron algunos títulos y subtítulos. Mientras que los gráficos, tablas, figuras, anexos y mapas fueron reelaborados para una mejor calidad en la visualización. Tanto la introducción como la conclusión se mantuvieron intactas, pero se agregó un prefacio y una reflexión final.
Decidimos que sería difícil e improcedente actualizar la bibliografía en la versión inicial, porque modificaría la interpretación realizada por aquel entonces. Por ello, se dejó intacta en la introducción aquel viejo estado del arte, pero se agregaron en el prefacio algunas consideraciones sobre las tendencias en las recientes investigaciones sobre los afroargentinos, y se incluyeron como nueva bibliografía.
Una propuesta novedosa nos llegó en el momento de la maquetación, pues los editores nos propusieron construir imágenes de época utilizando una inteligencia artificial. Si bien en un principio la idea no atrajo, a medida que fueron llegando las imágenes y las fuimos corrigiendo pues había mucha descontextualización, las imágenes comenzaron a pintar mejor la historia que queríamos visibilizar y resultó en una edición de altísima calidad en papel facetado y a todo color.
- ¿Por qué eligieron en ese momento el tema de la esclavitud en Córdoba para trabajar en la tesis? ¿Qué aportes piensan que puede hacer este trabajo en formato de libro ahora?
Nuestra intención inicial fue descubrir el simple hecho de si habían existido esclavos en Córdoba, entender cómo habían llegado, por qué y para qué. Las actas notariales de compraventa eran áridas para encontrar a un ser humano tras el bien mercantil. Las tachas grabadas a fuego en el cuerpo de los esclavos eran marcas de identificación de un producto (algo así como un código de barras actual). Los documentos que supuestamente brindaban información más humana, como las dotes, permitían imaginar que, amén del valor mercantil que pagaba un padre para dotar a su hija de un buen marido, había al menos la posibilidad de escoger que ciertas personas, con las que posiblemente había crecido, seguirían con esta joven en su nueva vida marital.
Asimismo, los testamentos llevaban a la culpa, a la búsqueda de redención y al temor a Dios, más que a la búsqueda de perdón de algún hijo o hija bastardo que había crecido bajo su techo en la esclavitud. Los pleitos judiciales, si bien abrieron nuestro camino en un sinnúmero de posibilidades para averiguar cómo se utilizó y configuró el espacio rioplatense a medida que este tráfico crecía, entender cómo se ingresaban los esclavos y comprender el porqué les ponían numerosos atuendos y en el camino los iban despojando de estos bienes para venderlos, dejándolos como maniquíes casi desnudos, solo algunos pleitos nos permitieron adentrarnos en una veta más humana, que tal vez, en ese momento, por inexperiencia o falta de tiempo no pudimos ahondar. Entre esos datos podemos mencionar por ejemplo: un pleito por brujería por el que quemaron a una negra esclava y otro, más extraño aún para nosotras de comprender, como el de un esclavo ya liberado que atacó a un enemigo de su ex amo y fue castigado por ello. Esto último, sobre todo, nos abría un mundo de preguntas: ¿Por qué alguien que sufrió la esclavitud era capaz de dar su vida por aquel que lo había comprado?
Esta pregunta sigue sin ser respondida. Posiblemente porque la perspectiva inicial que tomamos desde la historia económica no daba lugar a ese tipo de respuestas o quizás porque las características de los documentos en los cuales estas personas eran consideradas un bien mercantil de trabajo o de intercambio, tal como lo era la compraventa de una mula o un inmueble, no daba la información necesaria para responderlas más allá de la imaginación o la suposición extemporánea. Por ello, y tras la finalización del trabajo en los años siguientes, hicimos nuevas preguntas sobre esta población de migración involuntaria, así como sobre la construcción del espacio y las redes que le dieron vida y lo geografizaban.
La primera línea fue seguida por Alexandra en otros trabajos sobre esta población en el siglo XVIII. La duda de qué había pasado con esta numerosa población comenzó a tener algunas respuestas a través del análisis de las actas de bautismo, donde lo que se observaba era un fuerte mestizaje, uno que posiblemente de manera natural y otro tanto forzado por la implementación de medidas más estrictas de control social, como los papeles que afirmaban “tenía la sangre limpia al no tener ninguna ascendencia de negros”. Se observaba también el importante papel de las mujeres, sus redes y complicidades con otras mujeres que servían de madrinas, aunque fueran de otros grupos étnicos, su insistencia en convencer (con dádivas posiblemente) al sacerdote para que afirmara que sus hijos/as no eran negros, sino al menos mulatos o mestizos. En otro trabajo (igualmente inédito) Alexandra estudió la desmembración de las familias cuando, tras la expulsión de los jesuitas, se remataron sus bienes, entre ellos sus esclavos. Ninguno de estos trabajos permitió responder del todo qué había pasado con esta población en Córdoba, pero comenzó a trazar una respuesta que otros investigadores avanzarían después no sobre la desaparición de los esclavos, sino sobre su invisibilización en el siglo XIX.
Mucho tiempo después, Alexandra cambió de siglo de estudio al analizar las redes de intelectuales antiimperialistas latinoamericanas que buscaban crear una unión entre estos países. Aunque parecían mundos distintos, ambos compartían de alguna manera tanto la (aún) ilusa convicción de que los sueños y utopías merecían un lugar en la historia, aunque no se hubieran concretado.
Por su parte, Claudia, siguió su camino profundizando hasta límites que nunca imaginó en la geografía humana para preguntarse por otros procesos de comodificación que implicaban no solo la mercantilización de esclavos o posteriormente la apropiación flexible de la mano de obra de trabajadores industriales, sino también la de los mismos espacios urbanos donde se desarrollaban esas actividades. Así, su pasión hacia la geografía no la alejó empero de su formación histórica, la cual le permitió dar una nueva dimensión tanto a los períodos estudiados en sus investigaciones iniciales como para buscar esa profundidad en la comprensión de los procesos que compartimos los historiadores en una búsqueda quijotesca por “comprenderlo todo”. Profundizó en cada una de sus investigaciones posteriores cómo el territorio es una construcción social a través de espacio-tiempo. Una construcción dotada de razón y emoción. Allí surgieron nuevos objetos de estudio dentro de la historia local pero no ya en un período de capitalismo mercantil cuyo objeto en cuestión habían sido los esclavos, sino en uno de capitalismo financiero que hacia finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI derivó en procesos de reestructuración de actividades industriales y de servicios con impacto socioambiental en los espacios urbanos. Pero en todos los casos, el común denominador para sus estudios de comodificación de los espacios fue el trabajo y sus interrelaciones como motor de la configuración territorial.

- Como egresadas de la Universidad Nacional de Córdoba e investigadoras en otros países, ¿cómo ven y sienten el ataque a la ciencia y las universidades públicas de parte del gobierno nacional?
El ataque a la ciencia es un contrasentido histórico. Vivimos en un mundo de cambios acelerados donde la matriz motora es el conocimiento y la información. Es nada inteligente ir en contra de la ciencia. Es un oportunismo que usan los populismos de extrema derecha para obtener votos entre los desilusionados y excluidos del mismo sistema neoliberal que ellos promueven.
Argentina desde mediados del siglo XX ha buscado jugar en las primeras líneas en el ámbito internacional formando gente, investigando, desarrollando y creando para el beneficio de la sociedad. Eso significó un gran esfuerzo personal y familiar así como fuertes inversiones públicas, y porque no privadas, que siempre por su naturaleza dieron frutos en lo social y económico; por un lado, la movilidad social ascendente y por otro lado el desarrollo económico que permitió la misma. Así por ejemplo, una investigación que resulta en una patente o en una política pública no sólo beneficia al investigador y su equipo con honores y reconocimiento sino también beneficia al sistema productivo porque son un factor clave para el desarrollo de cualquier país. Los estudiantes, profesionales e investigadores surgidos de las universidades públicas son mano de obra altamente calificada para una sociedad que necesita más y mejores conocimientos. Desfinanciar el sistema público de formación, ciencia y tecnología es como dispararse en los dos pies.
Por todo ello, te lo decimos en términos de mercado por si lee esto algún neoliberal distraído: es descapitalizar el mercado mientras esperas sentado que “caigan” inversiones desde las fuerzas del cielo, valga la paradoja.
Por Pablo Giordana
Fotografías: Irina Morán/ Museo de Antropologías


