Natalia Bermúdez y Gonzalo Assusa, investigadorxs de las unidades asociadas de Conicet a la FFyH, fueron parte del equipo de trabajo conformado por la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad COVID-19, que elevó al Poder Ejecutivo Nacional un informe que sirvió como base para analizar las políticas públicas implementadas por el Gobierno durante los primeros días de la cuarentena.
La Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad COVID-19, coordinada por Gabriel Kessler (sociólogo del Instituto en Humanidades y Ciencias Sociales del CONICET y profesor de la UNSAM) se organizó con un grupo de científicos del área de Ciencias Sociales y Humanidades de CONICET apenas se decretó el aislamiento social y preventivo para frenar la expansión del coronavirus y fue convocada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación para relevar la respuesta de diversos sectores sociales sobre los primeros días de cuarentena.
Gonzalo Assusa, sociólogo e investigador de Conicet en el Instituto de Humanidades (IDH), y Natalia Bermúdez, investigadora del Instituto de Antropología de Córdoba y docente del Departamento de Antropología de la FFyH, participaron en la elaboración del informe que fue elevado al Gobierno Nacional y sirvió como base científica para analizar las políticas públicas implementadas en la pandemia.
“A mí me convoca la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad COVID-19 porque se iba a generar algo con carácter institucional para hacer una intervención desde las ciencias sociales. Concretamente la tarea que me asignan es la de coordinar el procesamiento de los datos que fuimos recopilando”, cuenta Assusa.
Por su parte, Natalia Bermúdez también fue convocada “para incorporar una mirada antropológica al equipo que se había conformado”. “De esa manera, colaboré con el diseño del cuestionario y de los criterios y requerimientos necesarios para su implementación. Fue necesario activar las redes científicas de las ciencias sociales en Córdoba de manera formal pero también informalmente dada la premura para realizar el relevamiento”, apunta la antropóloga, que formó parte de la Comisión junto al vicepresidente de Asuntos Científicos del CONICET, Mario Pecheny y lxs investigadores Marcela Cerrutti, Ariel Wilkis, Georgina Binstock y Juan Ignacio Piovani.
Desde su aislamiento obligatorio, pero en conjunto, desarrollaron una metodología que les permitiera tener rápidamente y de manera federal una mirada sobre los posibles problemas generados por la cuarentena. “Coordinamos las consultas de les investigadores que llevaron a cabo el relevamiento y que provenían de todas partes del país. Mientras iban llegando los cuestionarios respondidos, colaboramos en el proceso de recepción y primera gran organización de los cientos de archivos recibidos. Finalmente, y con el apoyo de otres investigadores escribimos el informe en base a ciertos lineamientos previos que discutimos y analizamos conjuntamente”, relata Bermúdez.
La metodología de trabajo
La estrategia consistió, entonces, en contactar a informantes clave de las universidades –referentes académicos de Sociología, Antropología, Trabajo Social, Ciencias Políticas, Educación, entre otras disciplinas- que tuvieran a su vez vínculos con referentes locales -gente que viva en el territorio, líderes políticos, sociales, religiosos, indígenas- y se envió el cuestionario sobre los principales problemas surgidos a partir del confinamiento.
“Se diseñó un cuestionario con preguntas estandarizadas para tener datos equivalentes de todos los lugares y se socializó entre investigadores de unidades académicas de todas las provincias. Estos cuestionarios fueron aplicados por teléfono y reenviados nuevamente a la coordinación por mail. Cada uno de esos informes que elevaron los más de 500 investigadores que participaron fueron leídos y procesados de manera sintética por este grupo de 40 becarixs e investigadorxs que cargaron en esa base de datos que contenía básicamente las dimensiones del cuestionario”, explica Gonzalo, quien coordinó la tarea de sostener la logística del grupo que realizó el procesamiento y la carga de datos.
El tiempo fue una de las cuestiones centrales para desarrollar el trabajo. “Nosotros necesitábamos avanzar rápidamente porque había una reunión del Poder Ejecutivo con los ministerios que iba a ser definitoria para la toma de decisiones sobre el qué y el cómo de la cuarentena, entonces corríamos con tiempos muy rápidos, eso implicaba que la tarea de logística debía ser muy aceitada porque estábamos, de alguna manera, procesando datos en tiempo real”, dice Assusa.
“Esto se hizo porque había una cantidad de material que hacía imposible que quienes fueran a realizar los informes provinciales y el resumen al Ejecutivo a nivel nacional pudiesen leer detenidamente cada uno de los casi 1500 informes en total que recibimos de todo el país”, continúa. “Entonces, lo que se organizó es una matriz de dimensiones que fuese legible y accesible para quienes iban a hacer los informes provinciales y de esa manera agilizar ese paso del dato primario que nos llegaba de cada uno de los investigadores a algo accesible y organizado para quienes iban a formular los informes provinciales”.
El informe final
El documento final tiene de 140 páginas y contiene resúmenes ejecutivos y un capítulo por provincia, del que participaron más de veinte investigadores del Conicet y de universidades nacionales de todo el país en la redacción. Allí se enumeran los problemas, soluciones y buenas prácticas que se desprenden de los primeros días de aislamiento social. Esto funcionó como una radiografía federal y social del momento y fue elevado al Poder Ejecutivo, que lo tuvo entre sus insumos durante las primeras reuniones en Olivos.
En Córdoba, particularmente, se enviaron cuestionarios a 58 referentes académicos y 196 informantes clave, participantes de asociaciones barriales (clubes, centros vecinales, merenderos, bibliotecas), centros de salud, organizaciones políticas (desde partidos a agrupaciones de oficios como carreros o trabajadoras sexuales), y de agrupaciones de género. También a profesionales de la psicología y de trabajo social, y algunos integrantes de comunidades indígenas y organizaciones religiosas.
“Los resultados fueron similares en todo el país”, afirma Bermúdez. “Pero podríamos decir que mostraron las precarias condiciones materiales en las que se encuentran las comunidades vulnerables de la Provincia, así como el trabajo de organizaciones sociales y de redes comunitarias estructuradas previamente al aislamiento que eran necesarias de ser repensadas, reactivadas y/o apuntaladas”.
Assusa, que forma parte del proyecto de Conicet “Desigualdad social en Córdoba: estrategias familiares y dinámica de clases”, dirigido por Alicia Gutiérrez y codirigido por Héctor Mansilla, señala que “a grandes rasgos quizás había más material vinculado a problemáticas específicas de la ruralidad en otras zonas como el noroeste del país, y en Córdoba había más proporción de problemas urbanos y en donde pesó particularmente la problemática del policiamiento de la cuarentena”. “La policía es un actor estatal hiperpresente y tiene toda una tradición de intervención sobre la conflictividad social que no se modifica de cuajo por más que venga una crisis y una pandemia mundial y que genera nuevas problemáticas, incluso en relación a la protección de los derechos de esos trabajadores, que son la policía”, afirma.
Las ciencias sociales tienen mucho para decir
Si bien en los medios son constantemente consultados los profesionales de la salud, principalmente los epidemiólogos, y segundo lugar los economistas, a partir de la experiencia del informe se puede afirmar que las ciencias sociales y las humanidades pueden aportar un amplio conocimiento de las problemáticas que surgen en este contexto. “Ese fue un punto alto de la participación, no sólo porque no suelen ser un agente de consulta, a pesar de que tenemos una masa crítica de investigadores en ciencias sociales -incluyendo a la economía- en el sistema científico argentino”, dice Assusa y agrega: “Hay algo del orden de lo práctico que me parece fundamental, y es que las ciencias sociales a grandes rasgos y de distintas miradas, todas tratan de explicar y conocer porque las personas actúan como actúan. Y hay un punto fundamental en la gestión de esta crisis en particular, que tiene que ver con que el Estado está tratando de regular determinadas prácticas: cómo nos juntamos, cómo circulamos, cómo nos proveemos de recursos y alimentos, qué casos específicos y generales hay, qué hacemos con los que no cumplen la norma. A todo eso se dedican las ciencias sociales y aún cuando uno tenga toda la información epidemiológica y de intervención médica, como Estado está absolutamente atado de manos si no entiende que el argumento científico no es siempre un argumento que convenza en todos los sectores. Hay que entender que una enfermedad es mucho más que un fenómeno médico y entender que la economía tiene muchísimos más aspectos que la caída de la rentabilidad”.
Por su parte, Bermúdez reflexiona: “Las ciencias sociales tienen mucho que decir y hacer en estos momentos para incidir en el diseño de políticas públicas. En relación a entender cómo las personas, en su diversidad, significan y experimentan la pandemia. En general, desde otras disciplinas ‘más clásicas’ para el abordaje de estos temas, suelen pensarse medidas como el aislamiento desde cierta normatividad etno y sociocentrada, es decir, desde lo que ‘deberíamos hacer’ homogeneizado a los llamados ‘destinatarios’ de tales medidas”.
A continuación ejemplifica: “Una de las cuestiones más importantes que salieron en el informe es el grado de hacinamiento en el que vive buena parte de la población en nuestra Provincia. ¿Cómo podría sostenerse un aislamiento familiar prolongado en esas condiciones? Resulta necesario pensar otras estrategias, adecuar las medidas a estas condiciones. ¿Qué decir de aquellas comunidades cuyos sentidos sobre la espacialidad, sobre lo público y lo privado, sobre dónde empieza y termina un hogar, son diversas y claramente distintas a las conocidas por las clases sociales más acomodadas? Vale la pena también pensar cuáles son las representaciones sobre el ‘Coronavirus’ que hemos podido relevar. En muchos barrios se viene concibiendo como una enfermedad ‘de gente viajada’ o del ‘extranjero’, es decir como de ‘afuera”.
“Estas nociones repercutirán probablemente sobre las prácticas de cuidado cotidianas. Como hemos visto, han activado además prejuicios entre los ‘puros’ y los ‘contaminados’ y que, como en otras pandemias se ha estudiado, pueden generar o hacer resurgir significativas segregaciones, y reverberar negativamente sobre las relaciones familiares y comunitarias, sobre los acompañamientos, sobre las prácticas de contención, sobre los rituales de cuidado o de duelo”, concluye la antropóloga.
Por Pablo Giordana
Fotografías: gentileza La tinta. Portada: La Garganta Poderosa