Entre el 24 y el 28 de junio, el sociólogo Ernesto Meccia dictó en la FFyH un seminario de posgrado sobre metodología de la investigación, organizado por la Secretaría de Posgrado de nuestra Facultad, y el miércoles 26 brindó una clase pública titulada “Salir del armario: procesos de individuación, política y subjetividades contemporáneas”. En ese marco, conversó con Eduardo Mattio, director del CIFFyH, sobre sus trabajos de investigación y los aportes que pueden hacer las humanidades contra las violencias y la discriminación.
Ernesto Meccia es un reconocido sociólogo, egresado de la UBA, doctor en Ciencias Sociales y magíster en Investigación en Ciencias Sociales. Es profesor regular de grado y posgrado en la UBA y la Universidad Nacional del Litoral, donde actualmente es director del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias. Fue secretario académico de la Carrera de Sociología de la UBA y trabaja en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHUCSO, CONICET-UNL) y en el Instituto Gino Germani de la UBA.
Sus temas generales de interés son la discriminación y la interacción social, la sociabilidad gay, las consecuencias de la humillación social, la microsociología, los enfoques sociológicos de las narrativas biográficas y los métodos cualitativos de investigación. Es autor de “La cuestión gay. Un enfoque sociológico”, “Los últimos homosexuales. Sociología de la homosexualidad y la gaycidad”, “El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia” y «Biografías y sociedad. Métodos y perspectivas«.
El 26 de junio, dictó la clase pública titulada “Salir del armario: procesos de individuación, política y subjetividades contemporáneas”, en la que un copioso auditorio siguió con atención la amable y aguda presentación donde comparó y analizó las diversas significaciones que la salida del armario tiene para varones gays mayores de 60 años y para otros menores de 30 años residentes en la ciudad de Buenos Aires.
Aprovechando su estancia en Córdoba, Eduardo Mattio, presentador de la charla y director del Centro de Investigaciones de la FFyH, lo entrevistó para conocer un poco más de su influyente trabajo académico en el campo de los estudios sobre sexualidades.
- Tus trabajos sobre las temporalidades de la sociabilidad gay en Argentina se han transformado en una referencia valiosa para académicxs y activistas que trabajan en el campo de la diversidad sexo-genérica. ¿Qué entendés que aporta una mirada sociológica como la tuya a una comprensión más rica y precisa de las sexualidades no heteronormadas? ¿Qué principios metodológicos han orientado tu trabajo de investigación en estos temas?
Estudio la cuestión gay desde hace más de 25 años. Cuando te detenés en una problemática de investigación podés darte ciertos lujos, por ejemplo, mirarlo desde muchos puntos de vista. Es impresionante cómo esa perspectiva cambiante te enriquece. Estudié la vida de los gays desde el movimiento político, desde el plano jurídico, desde la óptica estatal, desde la perspectiva intergeneracional, desde las representaciones en los medios de comunicación y, sobre todo, desde la interacción social. Siento que no tengo una mirada espontánea sobre lo que investigo, me avala una trayectoria humilde, impulsada por mucha curiosidad y hecha realidad por muchas horas frente a la computadora que me hizo tener una visión realmente multidimensional de la cuestión gay. Pero, al mismo tiempo, hay algo muy interesante que te da el paso del tiempo: ver cómo se mueve, cómo cambia aquello que investigás.
Imaginate que mi primer artículo sobre los gays es del año 98. ¿Quién, que no fuera adivino, podía pensar en todo lo que vino después? No hay plano de la vida social que no haya sido tocado por el cambio y, entonces, es excitante que te aparezca todo el tiempo la pregunta “¿cómo fue posible que haya pasado esto?” ¿Cómo fue posible el matrimonio igualitario en un país cuya clase política estaba permeada por compromisos con la Iglesia Católica? ¿Cómo fue posible que una epidemia estigmatizadora haya, al mismo tiempo, sido la gran y súbita fuerza visibilizadora de nuestro mundo? El tiempo no para, te obliga a detenerte y mirar hacia atrás, y cuando lo hacés, tenés que fijarte en muchas cuestiones que exceden a la cuestión gay para entender la cuestión gay. Por eso, bien vista, es un analizador social general. Y también te pasan cosas personales que alimentan las preguntas sociológicas: cuando pienso en mi identificación con el feminismo me acuerdo de las veredas. Como le pasó a tantos gays y a tantas mujeres, mil veces tuve que cruzarme de vereda cuando divisaba a algunos machotes del espacio público. Las ofensas realmente me perforaban el alma, me hacían temblar las piernas. La Sociología me ayudó a comprender que cuando un varón me gritaba “puto”, el mensaje estaba menos dirigido hacia mí y más hacia él y a quienes estaban sentados a su lado. Comprendí que necesitaba etiquetarme a mí para que él se reconociera en la imagen convencional de un varón. Era un ritual de confirmación de pertenencia a una estirpe. Te aseguro que hace mucho tiempo que no me gritan en la calle ni tengo la necesidad de cruzar la vereda. Esa situación microscópica también condensa mucho cambio social y es estimulante porque te hace pensar en ciertos avances culturales, pero, al mismo tiempo, te obliga a entrenar la mirada porque no ves más la homofobia ahí donde estaba pero sabés que sigue existiendo, que la hay la hay. ¿Dónde, en qué forma, en qué situaciones? No para tu cabeza de hacerse preguntas.
- Tus investigaciones prestan particular atención a las modulaciones generacionales que se expresan en las narrativas identitarias, por ejemplo, respecto de temáticas clásicas como la salida del armario. ¿Qué modificaciones sociales, políticas o culturales te parece que más han impactado en la modificación de dichas narrativas en la historia argentina reciente? ¿Qué dimensiones de tu trabajo de campo te estimulan a seguir investigando las sociabilidades sexualmente diversas?
La salida del armario es una interpelación, una especie de llamado, que marca la vida de los gays desde los años 70. Los muchachos de antes no tenían eso en la cabeza: pensar que algún día deberían salir de la oscuridad comunicando no sólo su orientación sexual sino también enorgullecerse. La salida del armario funciona como un ritual de pasaje que te permite entender tu situación social. Por supuesto no surgió de la nada: hubo mucha movilización política detrás. Algunos colegas ven la salida del armario con muchas sospechas. Sin embargo, para generaciones enteras de homosexuales que estaban aplastadas en el barro por la razón heterosexista, esa interpelación nueva (“¡salí!”) era el modo por excelencia de sacar la cabeza del mundo de la ignominia. Me decepcionan un poco esas sospechas, especialmente porque creo que no tienen en cuenta que, en ciertos contextos, la gente necesita una identidad, por más que la misma sea una ficción. Ahí tenés una buena oportunidad para pensar que algunas identidades son estratégicas. Y luego tenemos lo de siempre: el cambio. 40 años después es lógico que una identificación tan fuerte no sea necesaria pero, justamente, porque la visibilización que posibilitó la salida del armario hizo que, de alguna manera y con limitaciones, el imaginario social haya metabolizado la idea de que los modos de vida son plurales y exceden los moldes dominantes.
Hoy la gente maneja otras ideas, las mismas que puso a circular el proceso imparable de la salida del armario. Recuerdo que una madre, al ser preguntada por su hijo gay, dijo que cuando se enteró pensó que su hijo era un “maricón”. Si analizamos este pensamiento, tal vez, nos demos cuenta de que el veredicto reflejaba más confusión que homofobia. Las mamás y los papás no tenían otros conceptos para localizar lo que estaban viviendo sus hijos. Ahora sí los tienen y es otra la historia. Fijate que cuando terminé la conferencia en la Facultad de Filosofía y Humanidades se me acercaron mamás católicas que quieren incorporar a la agenda de trabajo parroquial el orgullo por sus hijos gays. En los próximos años me gustaría investigar las actitudes de papás y mamás ante la sexualidad de sus hijxs. Es un modo de estudiar la salida del armario de ellos. Ya supimos de historias donde hijxs cuentan a sus padres. Pero sabemos poco de cuando una mamá cuenta en sus círculos sociales que tiene un hijo gay. Por suerte, ya tengo bastante material: durante todos estos años me escribieron muchos familiares de gays.
- Teniendo en cuenta la creciente circulación de discursos y prácticas que vulneran los derechos civiles y sociales de las personas LGTBIQ+, ¿qué recursos crees que pueden aportar las ciencias sociales y humanas, en general, y los estudios sociales en particular, a la desarticulación de las violencias y de la discriminación?
Las ciencias sociales y humanas pueden ayudar a que veamos los procesos, a que hagamos comparaciones, a engrandecer la capacidad de nuestra imaginación. También sirven para que nos familiaricemos con lo extraño y para que nos extrañemos de lo familiar. Ayudan a tener más de un punto de vista. Son, objetivamente hablando, un atentado crónico contra el pensamiento único. A menudo recuerdo al sociólogo Howard Becker, un especialista en lo que llamaríamos la gente “rara” o “desviada”. Si tomamos distancia de esa idea tan familiar, seguro que podemos aprender algo: por ahí que todos somos raros y, de ahí, derivar que, si todos somos raros, la rareza es una normalidad. Becker (que además era un humorista fino), decía que la mayoría de la gente se pregunta por la intención de la persona desviada que la lleva a hacer lo que hace. Este supuesto achica el campo de estudio porque hay gente que siente, pero no hace. Quiero decirte: no hay buenas razones para pensar que quienes se desvían de la norma son los únicos que tienen el impulso de hacerlo. Probablemente la mayoría de la gente tenga impulsos desviados todo el tiempo. En sus fantasías, la gente es mucho más desviada de lo que parece: levantan el dedo índice en público, pero fantasean en privado mirando el cielorraso. Por eso, dice Becker, en vez de obsesionarnos preguntándonos por qué quienes de desvían de la norma hacen cosas que condenamos en público, deberíamos mirar a la gente normal y preguntarnos por qué no lleva a la práctica sus impulsos “desviados”. Muchas veces, cuando se me pregunta por la dinámica de los vínculos de pareja gays (comparativamente más plurales y negociados) he sentido esa normal fascinación por lo extraño.
- Una de las esferas en las que se destaca tu trabajo académico es en la formación de grado y posgrado que realizas con tanto entusiasmo y esmero. Cuando tanto se ha dicho últimamente sobre el adoctrinamiento en las universidades, ¿qué entendés que aporta nuestro trabajo docente a la democratización de la opinión pública?
El adoctrinamiento es una de las mentiras en las que basa su discurso adoctrinador el gobierno de Javier Milei. Me temo que no conoce la vida en la universidad pública de Argentina. Sobre nuestra labor como docentes, entiendo que siempre tenemos que trabajar para generar preguntas y para abandonar toda zona de confort.
Entrevista: Eduardo Mattio
Fotos: Pablo Giordana