Georgina Orellano, secretaria general nacional de Ammar, vino a presentar su libro “Puta Feminista” en la FFyH, en una actividad organizada por el Programa de Derechos Humanos y la cátedra de Geografía Humana del Departamento de Geografía. Fiel a su estilo frontal, cuestionó a los feminismos que “no bajan al territorio para hablar con las putas”, reivindicó los derechos labores de las trabajadoras sexuales y la organización sindical que los hace posibles, y la importancia de tener conciencia de clase para entender que “el capitalismo no te da dignidad por tener un trabajo asalariado, el capitalismo genera explotación”.
“Después de tantos papers en los que nos leí en un lugar secundario, hoy vengo por la revancha. Si van a leer deberán leer a las putas. Si van a escribir papers, que incluyan nuestros conocimientos y nuestra experiencia», propuso, con la honestidad con la que ejerce su trabajo sexual y su responsabilidad sindical, Georgina Orellano, Secretaria General Nacional de Ammar y autora de “Puta Feminista”, un libro que mixtura su historia de “puta”, como se define orgullosamente, y la lucha de las trabajadoras sexuales para ser reconocidas como tales.
Presentada por Victoria Chabrando, directora del Programa de Derechos Humanos de la FFyH, y coordinada en las preguntas y las intervenciones por Noe Gall, investigadora del CIFFyH y feminista prosexo, la presentación se hizo el 8 de junio en el Auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela, que se llenó de estudiantes, docentes, activistas sexuales y público en general, quienes además de agotar la venta del libro se llevaron la gratificación de ver y escuchar a una dirigente sindical comprometida con sus representadas, de vastísima experiencia de lucha y gran lucidez política.
Durante casi dos horas y media, en un idea y vuelta con Gall y el público que pudo realizar preguntas y aportar opiniones al debate del trabajo sexual y su cruce con los feminismos que lo cuestionan, Orellano valoró la posibilidad de estar en un ámbito universitario para compartir sus saberes, nutridos de su trabajo callejero y su experiencia sindical: “Gracias por la invitación, gracias a las compañeras que me acompañan en el panel, al profe Rabboni, con quien compartimos una clase recién, porque es una posibilidad de poder tener un diálogo donde conozcan verdaderamente nuestra realidad, se acerquen a nuestro espacio de trabajo, sepan lo que nos atraviesa como trabajadoras y trabajadores sexuales y que el diálogo sea un poquito más en igualdad de condiciones”.
Crítica de quienes no reconocen el trabajo sexual como un trabajo o de las iniciativas que desde diferentes niveles estatales han buscado regularlo en detrimento del ejercicio de la prostitución, Orellano reclamó humildad a la hora de abordar el tema: “No queremos discutir cuál sería el marco jurídico o el modelo reglamentarista o el modelo abolicionista, no, vení a discutir lo que pasa en el territorio, que no es ni modelo jurídico o un debate teórico, vení a discutir supervivencia. Vení a debatir con las putas cómo hacemos para sobrevivir y tener mejores condiciones laborales y, sobre todo, vení al territorio a darte un baño de realidad para que de una vez por todas dejes de considerar como infantiles a las personas que venimos de los sectores populares”.
Ante las posturas –políticas e intelectuales- de que las mujeres ejercen la prostitución porque
no tienen otra salida o posibilidad laboral, la dirigente fue contundente: “No somos tontas, no
somos idiotas, tenemos capacidad de organización, capacidad de incidir, capacidad de decidir
sobre todo, y estamos cansadas de que todo el tiempo se infantilice nuestras voces y se
deslegitime nuestra palabra con ‘ah, esta porque es pobre no elije y la otra porque es clase
media sí elije’. Claramente ahí hay un corte de clase y hay un feminismo elitista que piensa que
ciertos sectores tienen esa potestad de decidir de qué manera transitar el espacio público, o
cómo gozar de ciertos derechos, y a otras nos queda la marginalidad, la precarización y
solamente la categoría del discurso victimizante que, la verdad, no encaja. Porque a pesar de
todo lo que pasamos, como el pago de coimas, detenciones arbitrarias, nosotras no nos
consideramos víctimas, somos trabajadoras sexuales precarizadas, nos pasó todo esto porque
trabajamos en condiciones de mierda. Y por eso nos organizamos, para poder tener un estado
presente que garantice que los derechos nuestros no van a ser vulnerados. No es tan difícil de
entender, pero parece que la dificultad está en no poder escuchar y eso es lo que propone el
libro, un diálogo en donde las condiciones las pongamos la putas”.
Explotación capitalista y conciencia de clase
Además de anécdotas y situaciones personales que construyeron su vida de “puta”, de
compartir preferencias sexuales y desafíos maternales, de relatar cómo resuelven las
trabajadoras los conflictos entre pares, y de cómo la organización sindical ha sido la clave para
mejorar sus vidas pero también la herramienta para enfrentar a la policía o negociar con el
poder político y judicial, una parte importante del conversatorio giró en torno al conflicto que
la prostitución genera en los feminismos. Y en ese terreno, incómodo para algunos planteos,
Orellano apeló a la política para plantear el asunto en otros términos: “Nos importa la
explotación de la puta, pero no la explotación de un minero. Porqué nos importa la
explotación de una trabajadora sexual y no la de una compañera que trabaja en casas
particulares, limpiando inodoros, o de una compañera migrante que trabaja horas y horas en
un taller textil clandestino con condiciones de insalubridad tremenda. Por qué no nos molesta
o no nos interpela la explotación de compañeras y compañeros que trabajan en el campo, por
qué no queremos ir a salvarlos ni genera tanto debate”.
Para la dirigente y autora de “Puta feminista”, que en el Chávez se vendió como pan caliente,
la discusión tiene que ver con las partes del cuerpo que están socialmente aceptadas para ser
explotadas y otras que no: “Nos dicen ‘esto es propiedad privada, no lo saques a lo público,
esto es gratis, es por amor, no cobres por esto, esto es sagrado, tenes que guardarlo’. Como
decían a veces las compañeras ‘algo hay que guardarle al novio’, aunque no lo tengan, pero en
algún momento va a venir y yo ‘algo de pureza le tengo que dar, porque tengo que guardar
algo de dignidad’. Y lo que creo es que hay que dejar de pensar a la sexualidad con estos
parámetros de la sacralidad, dejar de hacer esta distinción de que a las manos las explotas, las
metas donde las metas, no importa, pero no la vas a meter en ninguna herramientas que esté
asociada a la genitalidad o sexualidad, porque ahí sí se habilitan todos los dispositivos del
pánico moral y el pánico sexual”.
A quien le costó años definirse sexualmente, el desafío es “replantearnos y repensar porqué
solamente nos molesta o nos interpela y queremos ir a salvar a las putas, cuando explotados y explotadas somos todas, somos todes, y cuando le pedimos a las compañeras trabajadoras sexuales que ejerzan un trabajo digno cuando el trabajo de ustedes (en referencia al público) es un trabajo de mierda, y piensan que nos va a dar la dignidad un trabajo asalariado. No, el capitalismo no te da dignidad, te da explotación, lo que te da dignidad es luchar sindicalmente, es tener conciencia de clase, a nosotras lo que nos dio dignidad es nombrarnos trabajadoras sexuales, organizarnos sindicalmente y defender nuestros derechos para que nadie mas hable por nosotras, para que nadie mas nos trabaje la culpa ni la vergüenza”.
Texto y fotos: Camilo Ratti