Porque lleva el acento…

María Teresa Toniolo, docente jubilada e investigadora de la FFyH, fue distinguida con el premio Jerónimo Luis de Cabrera 2021, que la Municipalidad de Córdoba entrega a personalidades destacadas en diferentes ámbitos, en una ceremonia realizada el día 18 de octubre. Toniolo recibió el galardón como reconocimiento por el estudio “Las hablas de Córdoba”.

La trigésima edición de los Premios Jerónimo Luis de Cabrera , que otorga la Municipalidad de Córdoba, se llevó adelante el 18 de octubre en el Teatro del Libertador San Martín. La entrega del máximo galardón que concede desde 1992 el Gobierno de la Ciudad a referentes locales de la cultura, la salud, la educación, el deporte, el periodismo, las comunidades barriales, instituciones, el comercio y el emprendedurismo, convocó también a los elegidos durante la edición 2020, que se realizó de manera virtual.

En 2021, los distinguidos fueron Carlos Náñez, José Falco, Alejandro Cohen, Hugo Pizzi, Cristina Gallardo y Marcelo López, Juan Ratti, Luciano Nicora, Carlos Sagristani, Juan Cruz Komar, Cecilia Biagioli, Casa Petroff, María Teresa Toniolo y Angel Rossi.

También se otorgaron los dos “Jerónimo de la Gente 2021”, en reconocimiento a personalidades y entidades que llevan adelante esfuerzos concretos por la comunidad, generalmente vinculados al servicio social y la solidaridad, y los premios “Jerónimo In Memorian”, establecidos para distinguir “a cordobeses cuyo legado sigue vigente pese a su desaparición física”, entre los cuales se encuentran Mario Pereyra, Osvaldo Arduh, Adriana Cheble y Gustavo Salemme, Quito Mariani y Paola Suárez.

En el caso de María Teresa Toniolo, egresada de la Escuela de Letras, docente jubilada e investigadora, fue distinguida por sus estudios sincrónicos y diacrónicos sobre las características del español en los diversos registros de habla existentes en la provincia de Córdoba.

En la entrevista con Alfilo, realizada a través de meet, Toniolo repasa su trayectoria como docente e investigadora en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, mientras el premio Jerónimo reposa detrás, sobre un mueble. “Como verá, no me senté entre mis libros, si no acompañada por el Jerónimo, con su base de piedra serrana, que tiene nombre y año, grabados, de cada persona distinguida ”, dice orgullosa María Teresa.

“A fines de septiembre, me habló el Secretario de Gobierno de la Municipalidad, a quien no conocía, y me dijo que había sido nominada y seleccionada para una de las distinciones. Yo me sorprendí mucho y me manifesté muy honrada, pero pregunté cómo había sido mi elección y cómo había surgido mi nombre, porque no tenía la menor idea. Me explicó que desde hace unos años interviene una comisión constituida por personas que fueron distinguidas en oportunidades anteriores y con reconocido destaque en distintas áreas más dos miembros de la Municipalidad: dos concejales de distinta adscripción política”, cuenta sobre cómo se enteró de su nominación. “Me tomé un mínimo de tiempo para pensarlo, pero acepté”, completa. “El momento de la entrega ­– de las distinciones – resultó una ceremonia muy linda, emotiva, compartida con gente muy interesante: docentes, deportistas, actores sociales de la comunidad, personalidades de las ciencias, arte, religión, comunicación y empresariado”.

Apasionada trayectoria

María Teresa comenzó a estudiar la carrera de Letras Modernas en la década del 60, donde se recibió primero de Licenciada en 1968 y luego de Profesora. “Antes los planes eran diferentes y eran épocas muy complicadas. Algunos profesores, por razones políticas, se alejaron de sus cátedras y el desarrollo de las clases perdieron regularidad. Muy complicado todo. Demoré como tres años para hacer cuatro materias”, relata sobre su época de estudiante en la FFyH en esos tiempos turbulentos y aclara: “Siempre trabajé y estudié. Trabajé como maestra en el Instituto de Educación Córdoba mientras terminaba de estudiar en la Facultad”.

Después de recibirse, Toniolo concursó un cargo de ayudante en la cátedra “Historia de la Lengua” en la primavera de 1973. “La titular era la doctora Alicia Malanca, hija del pintor José Malanca, una apasionada por la historia de la lengua. También participaba en la cátedra la doctora Nora Prevedello, quien había sido mi profesora en el colegio Carbó, en el secundario. Ellas fueron quienes despertaron mis inquietudes acerca de estudiar hacia atrás, en la diacronía, la historia de la lengua española, sobre todo la historia de la lengua española venida a América”, repasa.

En el trabajo final de Licenciatura trabajó con antiguos manuscritos, y expedientes de tiempos coloniales de nuestro archivo histórico y, en 1977, a través de una beca predoctoral que obtuvo en la Hispanic Society of America de Nueva York, donde estuvo radicada algunos meses junto con otra recordada profesora de la FFyH, Gladys Gatti, y tuvieron la oportunidad de estudiar una crónica de indias de casi 300 páginas, escrita por un sacerdote franciscano llegado  a América y que al inicio del siglo XVII aparece acompañando a un grupo de exploradores de lo que hoy es el territorio paraguayo. Allí Toniolo tuvo acceso al documento, y cuenta que “hay un museo que guarda muy bien decenas de manuscritos antiguos de la época de la conquista y exploración de América y Asia. Con Gladys obtuvimos una beca compartida y estudiamos ese manuscrito original. Realmente fue lo que a mí me movió a seguir investigando el español cuando va llegando a América y cómo se va marcando distintivamente, poco o mucho, por el contacto con las lenguas de los pueblos indoamericanos”, dice María Teresa.

Después, Toniolo realizó algunas experiencias de investigación lingüística en Lima (Perú), donde asistió por primera vez a un congreso internacional de ALFAL, la Asociación de Lingüistas y Filólogos de América Latina. A través de estos contactos que iba forjando en su carrera como investigadora, a principios de la década del 80 obtuvo una beca de especialización en el Instituto Caro y Cuervo de Colombia, que tiene sedes en Bogotá y en Yerbabuena. “Este es un lugar muy bucólico donde, todos los días desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde y por dos años, realicé la especialización con sociolingüistas y dialectólogos muy reconocidos. Además tienen una biblioteca espectacular. En ese momento eran los únicos en Sudamérica con un laboratorio de fonética con instrumentos de avanzada.. Allí me entrené en situación de estudios lingüísticos de campo – lingüística aplicada –, en hacer grabaciones a la gente mediante entrevistas semiestructuradas  para observar y analizar después cómo era el habla de la gente colombiana y participé en las actividades anteriores a la concreción del atlas lingüístico etnográfico de Colombia que se finalizó en la década del ‘80, que es una obra extraordinaria. A mí me sirvió muchísimo participar con los directivos de este atlas para aprender esa tarea de estudio de campo sobre la lengua real”.

A su regreso, ya por el año 83, la profesora Malanca se retiró de la cátedra y también  Prevedello y así, María Teresa, por entonces adjunta por concurso, quedó a cargo de “Historia de la Lengua”, donde más tarde rindió su cargo como titular y de la cual se jubiló en 2015. En la FFyH, Toniolo también fue responsable de la cátedra “Dialectología Hispanoamericana” y seminarios sobre “Metodología de la investigación lingüística”. En los años 80, ya en tiempos democráticos, también ingresó como docente a la Facultad de Lenguas de la UNC.

En la década del 70, Toniolo también había formado parte de un grupo de estudio independiente con docentes de universidades nacionales de varias provincias, entre quienes intercambiaban bibliografía, se autoformaban y actualizaban con respecto a los nuevos conocimientos en la lingüística. Profesoras y profesores de Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, La Pampa, Mendoza y San Juan se juntaban tres o cuatro veces al año hasta que llegó a su fin. “Nos reuníamos hasta que fue muy difícil hacerlo porque el contexto político era complicado. Para algunos, esas reuniones eran sospechosas, aunque eran totalmente académicas. Eso constituyó  un interesante proyecto sobre el español de la Argentina mediterránea”, recuerda.

En ese proyecto trataban de descubrir cómo se desarrolló el español en la zona de Cuyo, el NOA y fue lo que justamente le permitió a Toniolo acercarse a las lenguas de Córdoba, que conforman una especie de región lingüística central con parte de San Luis. “Ahí realmente me apasioné por estudiar el habla de Córdoba, desde ese español que trajo Jerónimo Luis de Cabrera y cómo se fue marcando con el contacto con las lenguas aborígenes”.

El cantito cordobés

Si bien María Teresa fue distinguida con el premio Jerónimo por la investigación colectiva “Las hablas de Córdoba. Registro, conflictos y proyecciones”, desarrollada en la Facultad de Lenguas de la UNC durante 2017, 2018 y 2019, y de la cual fue directora académica, Toniolo estudia este tema desde hace muchas décadas. Ella afirma que tanto los sanavirones (salavinas) como los comechingones ( etnias henia-camiare) dejaron marcas sobre el español hablado que transplantaron los conquistadores a fines del siglo XVI. Seguramente menos huellas que en el español de otros paisajes americanos donde tuvo y tiene períodos de bilingüismo sostenido con lenguas originarias imperiales, que no es el caso de nuestra Ciudad y Provincia.

“Lo que lo que no hay que discutir es la tonada capitalina, que en realidad es de Córdoba Capital y de las zonas aledañas. Esto es indiscutiblemente de pueblos originarios. Hay discusiones si es de los comechingones, o sea los henia-camiare, o de los sanavirones, pero en la provincia otros dejos, tonadas o cantos se dejan oír. Algunos “cantitos” pueden adjudicarse a otras lenguas originarias y en otros casos a dialectos itálicos y españoles del siglo XIX. Es decir, justamente lo que tiene de interesante la provincia de Córdoba y una partecita de San Luís es que allí se da una amalgama de líneas que estaban latiendo en ese español traído a América, y como toda la provincia de Córdoba tiene tonadas diferentes y huellas toponímicas diferentes”, explica.

En ese sentido, Toniolo observa como las tonadas varían a lo largo de la Provincia, como la tonada del esdrújulo en el noroeste y que en el sur, desde Río Cuarto, “pareciera que la tonada aparentemente no existe pero hay una y no tiene nada que ver con el cantito cordobés ni con la tonada del esdrújulo”. “También hay una especie de sonoridad italianizante en el sureste de la Provincia”, señala la investigadora y concluye que “por lo menos hay cuatro tonadas” repartidas en el territorio mediterráneo.

Además, María Teresa aclara que muchas veces, como sucede en la Capital, esta tonada se fue perdiendo. “Córdoba es una gran urbe y tiene mucho contacto con Buenos Aires a través de los medios masivos de comunicación y de las presiones sociales”. “Córdoba es una región central donde divide aguas la antigua Nación Argentina o, digamos, la primera Nación que miraba hacia el Alto Perú y desde el siglo 20 es como que Córdoba rota su modalidad de habla porque, aunque la discute, mira mucho, escucha mucho e imita en ciertos sociolectos lo que viene desde Buenos Aires a través de la radio o la televisión”, continúa.

Así, una de las cosas que más le llama la atención en la tonada cordobesa es como se fue perdiendo “el ieismo” a través de los años. Por ejemplo: “Taieres” o “eia”. “Ese ‘ieismo’ primero estaba dialectalmente marcado para toda Córdoba porque es lo que trajo Cabrera porque era sevillano. Aunque España territorialmente es tan pequeña, en ese momento de la conquista y de la la colonización ya tenía regiones lingüísticas diferentes. Esa ‘ll’ castellana (palatal lateral sonora) de llorar, de bella, no llegó a estas tierras, no llegó a Argentina de manera general. Aquí llegó el ‘ieismo’ y llegó el ‘seseo”.

“En este momento en nuestra ciudad capital tenemos distintas articulaciones sonoras para las grafías “ll”, “ y” , pero lo que  en los siglos XVI-XIX  era marca regional en todos los sectores sociales cambió. Aquí y ahora uno puede decir que el ‘yeísmo’, el ‘ieismo’ y la pérdida de esa articulación está sociolectalmente marcada. Esto es: depende de qué sociolecto estemos escuchando, si más escolarizado o menos escolarizado”, señala.

Las otras marcas en el habla de Córdoba

Otras marcas también se observan en la toponimia. Toniolo apunta que esto se debe a los “indios lenguas” que venían con Jerónimo Luis de Cabrera y que fueron poniendo los nombres en accidentes geográficos o ríos en quechua o aymara, sobre todo en lo que después fue el llamado Camino Real hacia el norte. Además, destaca la veta tupí-guaraní que entró con posterioridad con los jesuitas, y pone como ejemplo al nombre del barrio Iponá (“agua hermosa”). “Todos deberíamos saber qué significan los topónimos que hay en la Ciudad y la multitud que hay en la Provincia. Siempre me interesó ver las huellas en el léxico (indoamericano, español patrimonial, italiano, francés, inglés…) y las razones que expliquen su adopción por los hablantes, aunque también me ha interesado el nivel gramatical”.

Con respecto a esto, María Teresa ejemplifica los usos en las distintas regiones de la Provincia, como las formas verbales de referirse al tiempo pasado. En algunos lugares como el noroeste se dice “la he visto esta mañana” y en Córdoba o zonas aledañas directamente “la vi esta mañana”.

Finalmente, está la “huella afro”. Antes de 1810 más del 50 por ciento de la población cordobesa era afrodescendiente. ¿Dónde quedaron las marcas lingüísticas de los dialectos de estos habitantes? ¿Por qué no se expandieron y generalizaron más voces? ¿Cuántos seres profundamente racistas tendrán sus mismos genes y repetirán palabras acuñadas en el seno de los esclavos africanos? ¿Cuánta gente hará dormir a sus niños con el ‘arrorró’ sin conocer el origen del vocablo?

La investigación “Las hablas de Córdoba. Registro, conflictos y proyecciones”, entonces, resume todo eso. Es un testimonio, a través de la creación de un corpus digital extenso y diverso, de cómo hablan los cordobeses, cuáles son las características distintivas, cuáles son las marcas locales, contrastes, diferencias o huellas comunes entre las distintas localidades estudiadas y que todos los puntos de la Provincia estuvieran representados.

Entre las ciudades elegidas que se encuentran seis: Córdoba capital, Villa del Rosario, Villa de Tulumba, Villa Cura Brochero, Huinca Renancó y Marcos Juárez. “Yo sostenía que realmente la Provincia tenía diversidad según escucháramos el modo de hablar en distintos puntos geográficos. También elegimos algunas ciudades antiguamente fundadas y ciudades modernas”, explica Toniolo.

El equipo se quedaba durante dos o tres días en el lugar, además de haber concretado visitas previas en cada localidad para interiorizarse del contexto histórico, social y productivo, donde se seleccionaron informantes que cumplieran con varios de los protocolos que exige la sociolingüística: variables etaria, genérica, de nivel educativo y regional Se escogían dos personas, que se adjudicaran ya el género masculino, ya el femenino y de distintos sociolectos, con escolaridad primaria, secundaria, terciaria o universitaria.

Después se indagaba en la historia de la ciudad, quiénes fueron los primeros pobladores (si hubo pueblos originarios en la zona), cuando llegaron los españoles a esos lugares y cuando fueron llegando poblaciones migratorias, como los italianos, y finalmente se grababa el relato de vida, realizado a través de una entrevista etnográfica semi estructurada, en el cual dejaban relatar libremente para que surgiera la tonada, las articulaciones fonéticas, los tiempos verbales, etc. Además de la entrevista etnográfica videograbada se aplicaron cuestionarios léxicos y fraseológicos, indagándose de esta manera a doce informantes por localidad, salvo para la ciudad de Córdoba, en la que por razones demográficas se recogieron cuarenta y ocho muestras. “Fue una experiencia socialmente hermosa para todos los integrantes del proyecto y desde el punto de vista lingüístico muy productiva, donde se confirmaron muchas hipótesis y se desbarataron algunas pocas. Ojalá se continúe la investigación en los restantes departamentos provinciales”, concluye.

Por Pablo Giordana