Especial #10AñosProgramaDDHH | En noviembre de 2022 se cumplieron 10 años de la creación del Programa de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades, y en esta nota reflexionamos sobre el camino transcurrido, el crecimiento institucional, el trabajo del Consejo Asesor integrado por los cuatro claustros universitarios, y la potencia que adquiere pensar y trabajar temáticas diversas en clave de derechos humanos y desde un abordaje multidisciplinar.
La creación del Programa de Derechos Humanos en noviembre de 2012 tuvo entre sus objetivos principales articular diversas acciones llevadas a cabo en la FFyH desde diferentes inscripciones institucionales y generar nuevos espacios orientados a la sensibilización y formación en derechos humanos. Los diez años de camino recorrido dan cuenta de un crecimiento institucional, expresado en una propuesta con amplitud temática, con anclaje social y territorial que dialoga y construye con espacios académicos, organizaciones políticas, sociales, instituciones y organismos de la sociedad civil.
A modo de balance y para plantear interrogantes de lo que vendrá, entrevistamos a la Directora y a quienes integran el Consejo Asesor del Programa.
Victoria Chabrando, Directora del Programa de Derechos Humanos de la FFyH
- ¿Cómo surgió el Programa de Derechos Humanos en la FFyH? ¿Qué importancia tiene la vinculación del trabajo en Derechos Humanos desde la FFyH con otras instituciones y organizaciones políticas y sociales?
El 12 de noviembre de 2012, por resolución del Honorable Consejo Directivo, se creó el Programa de Derechos Humanos, siendo la FFyH una de las primeras Facultades en contar con un espacio específico para abordar problemáticas con enfoque de derechos humanos, casi a la par de la creación desde el área central de la UNC del Observatorio de Derechos Humanos. En sus 10 años de existencia, el Programa Derechos Humanos fue construyendo un lugar de referencia, poniendo en diálogo las diferentes líneas de trabajo relacionadas con Derechos Humanos en el ámbito de la FFyH, promoviendo el desarrollo de nuevas líneas de acción desde un espacio colectivo para la reflexión, fortaleciendo lazos de trabajo de diversas problemáticas a través del intercambio entre las producciones de la FFyH con organismos de Derechos Humanos, Sitios de Memoria, organizaciones sociales, políticas e instituciones que estimulan e intervienen en la defensa, promoción y ampliación de derechos. Así mismo, el Programa asumió un lugar de referencia para el Consejo Directivo respecto a pronunciamientos e iniciativas ligadas a este ámbito, cuando el máximo cuerpo colegiado necesitó posicionarse en estas temáticas. Desde sus inicios, uno de los principales objetivos del Programa fue el de garantizar la transversalidad de los derechos humanos en la oferta de formación, investigación, extensión e intervención de la FFyH, por esto es fundamental la vinculación con el trabajo cotidiano de las escuelas y departamentos, secretarías, programas, áreas, el CIFFyH y el Museo de Antropologías de la Facultad. Sumado a esto, una de las principales virtudes del Programa es que trabaja con un Consejo Asesor integrado por representantes de los distintos claustros: docentes, graduades, no docentes, y estudiantes, donde cada integrante aporta valiosos y singulares saberes respecto a los distintos lineamientos de trabajo.
En otra clave, -aunque en el mismo sentido- si tenemos en cuenta el contexto global y local que atravesamos como sociedad, es prioritaria la coordinación de agendas con distintos sujetxs, colectivos, organizaciones e instituciones para actualizar trabajos en pos de la observancia, la defensa y la ampliación de los Derechos Humanos, una idea -que al igual que la de democracia- es abstracta si no tenemos en cuenta la vida política donde fue gestada, los intereses y trayectorias de quienes nombraron y nombran esta palabra. Casi 40 años después de recuperado el sistema democrático en nuestro país, podemos afirmar que costó muchísimo tiempo y esfuerzo ligar la noción de Derechos Humanos con la lucha del Movimiento de Derechos Humanos, como también relacionar a los Derechos Humanos con nociones de justicia social, equidad e igualdad como derechos inalienables de toda la ciudadanía. A partir de todo lo construido, articulado, consolidado a lo largo de estos años, se presentan nuevos desafíos como la resignificación de la noción de Derechos Humanos, la no repetición de fórmulas, ni el apego melancólico al pasado. Es fundamental que afinemos la mirada en el presente e indaguemos sobre lo que no se explicita en las calles, en las marchas y en los estallidos excepcionales. ¿Qué piensan y atraviesan aquellas personas que marchan cada 24 de marzo y sin embargo hoy eligen proyectos basados en la exclusión? Esta pregunta sólo es un ejemplo para dar cuenta que nuestra actualidad nos muestra claramente la imposibilidad de afirmar que el futuro se construye a partir de una síntesis de lo que ya existe o del convencimiento sobre todo lo que se hizo bien. Ya no alcanza con mirar lo que sucedió o sucede en determinados momentos, sino que hay que producir cercanías con quienes seguramente están de acuerdo con algunas premisas, pero eligen modelos de gobiernos y representaciones sociales que están en las antípodas de lo que se lee en el documento de la marcha cada 24 de marzo. Este tiempo nos impulsa a preguntarnos sobre lo que no podemos asir, sobre la emergencia de agendas punitivas, de centro derechas, sobre el avance imparable del neoliberalismo en nuestras vidas, sobre los discursos de odio y los neo fascismos y también sobre los nuevos modos de resistencias y construcciones colectivas creadoras de comunidad. Es tiempo de construir lo que aún no se gestó, por supuesto sosteniéndonos en el legado de quienes pese a todo hicieron que nuestro lugar sea más habitable.
Las construcciones colectivas me enseñaron que la práctica desde el paradigma de los derechos humanos implica un compromiso para construir junto a otrxs un futuro mejor, reconociendo nuestras herencias y ampliando objetivos, buscando la creación de diversos repertorios para concretar la ansiada igualdad de oportunidades y terminar con las múltiples vulneraciones de derechos que padecemos como sociedad, como es el extractivismo y la acumulación de la renta de la tierra que avasalla miles de vidas campesinas; los procesos de desmonte y fumigaciones que perjudican el futuro de nuestra existencia; la falta de reconocimiento de territorios y culturas de pueblos originarios; las atroces condiciones de vida en las ciudades con personas que viven en basurales a cielo abierto, familias con problemas habitacionales y falta de acceso al derecho a la vivienda y servicios básicos que conlleva otra cantidad de vulneraciones de derechos; la continuidad de casos de gatillos fácil; la persecución a trabajadoras sexuales; la falta de regulaciones para garantizar el trabajo digno; la persecución a cuerpos feminizados, a las comunidades travestis-trans y no binaries, las escasas oportunidades para miles de niñes y jóvenes a un sistema educativo que contemple sus particularidades; la vulneración de derechos de personas migrantes; el atropello a personas que viven en contextos de encierro, la falta de políticas para garantizar el acceso y permanencia a estudios universitarios, son problemas nodales y urgentes a resolver para que podamos vivir en una democracia verdaderamente comprometida con los derechos humanos. En este sentido, las investigaciones y trabajos desde el campo de las Humanidades y la comunidad científica tienen mucho para aportar, decir, indagar e intervenir siempre en diálogo con los tiempos de la política y el avance de lo social.
Jaqueline Vasallo, Docente en la cátedra de Legislación y normativa archivística en la Escuela de Archivología de la FFyH
- ¿Por qué es importante incorporar una mirada de Derechos Humanos en el proceso de formación de archivistas?
Entiendo que el trabajo y la formación de archivística desde una mirada de derechos humanos es esencial ya que se inscribe en una de las funciones de los archivos en tanto garantes del acceso a derechos de las personas. Por ende, atraviesa la praxis de los gestores de documentos como sujetos activos en la defensa de los derechos humanos y las labores de su especialidad: desde la conservación y el acceso a la información- a través de la implementación de políticas concretas, incluida la descripción adecuada de los fondos y la protección de datos personales/sensibles-, hasta las tareas de formación y difusión que se realicen en las unidades de información especializadas o generales.
Múltiples pueden ser las aristas de trabajo en los archivos en pos de garantizar los derechos humanos, ya que la misma implica no solo labores en los archivos de la memoria, sino también, por ejemplo, en los archivos de la memoria trans o los de mujeres y feminismos y de tantos otros no especializados en los que se encuentra información necesaria para garantizar los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución Nacional y los tratados internacionales de derechos humanos señalados en el art.75 inc. 22, que tienen rango constitucional. Cabe recordar, asimismo, la existencia de un instrumento fundamental con el que cuenta la comunidad archivística mundial: el convenio celebrado entre la Unesco y el Consejo Internacional de Archivos que fue actualizado y publicado en 2008 bajo el título Políticas archivísticas para la defensa de los derechos humanos, en el que se dan recomendaciones para las buenas prácticas en archivos que contienen información relevante para documentar violaciones masivas de derechos humanos.
Por tanto, se hace necesario trabajar de manera continua en la formación curricular de les archiveres con un perfil especialista en derechos humanos, en el que queden comprendidas, entre otras, las directrices organizativas previas y las tareas de gestión, acceso y la prestación de servicios a particulares, investigadores, representantes legales y órganos de justicia.
Santiago Llorens, Docente en la cátedra de Epistemología de la geografía en la cátedra de Geografía humana, Departamento de Geografía de la FFyH
- ¿Cómo vislumbramos la relación entre aprendizajes en clave de derechos desde la geografía?
Hay un marco ineludible que con sus matices estaríamos de acuerdo, que es que ante la matriz neoliberal y décadas de crisis económicas, en América Latina como en Argentina, nos encontramos en territorios urbanos y rurales que estructuralmente reforzaron e introdujeron nuevas formas de desigualdad e injusticia. En términos generales, en geografía, las denominamos como procesos de producción de geografías injustas, las cuales se expresan y reproducen en las estructuras geográficas más amplias globales, regionales y/o urbanas, como en las micro geografías de la vida cotidiana. Estas se convirtieron en un verdadero desafío tanto para nuestras disciplinas como para las democracias latinoamericanas. Trabajar en clave de derechos humanos permite articular analíticamente estas dimensiones, así como buscar alternativas.
Las geografías injustas han colocado la pregunta intelectual y la preocupación práctica de imaginar y producir geografías más inclusivas, y en especial indagar en aquellas experiencias, más o menos novedosas en lo que refiere a la producción de geografías más justas. En la actualidad, al hablar de interseccionalidad, de la simultaneidad de las opresiones, o de las geometrías del poder, sabemos que hay muchas fuerzas y agenciamientos que interactúan simultáneamente en la producción de geografías injustas: como la discriminación por razones económicas, étnico-raciales, nacionalidad, de género, orientación sexual, grupos de edad, entre tantas otras. En esta línea la espacialidad, o giro espacial, permite situar las luchas por los derechos humanos universales que muchas veces se presentan excesivamente abstractos. Por último, en términos espaciales, toda decisión espacial, sea la definición de la localización de un instituto educativo, un centro de salud, de viviendas, el acceso a espacios verdes, de una industria contaminante o un vertedero de residuos, establece una desigualdad en la distribución de dichos bienes o ante procesos ambientales que pueden ser discriminatorios. Aquí, también, la clave de los derechos humanos puede orientar política y éticamente la producción de geografías que colaboren con proyectos políticos más equitativos y justos.
En pocas palabras, los derechos humanos pueden ser una clave para orientar nuestras geografías hacia matrices descolonizadoras, ambientalmente más equitativos, más esperanzadoras, participantes, plurales, y atentas a las consecuencias locales, regionales como globales de nuestras decisiones y prácticas.
Laura Arese, Docente en la cátedra de Problemáticas Filosóficas y Educación de la Escuela de Ciencias de la Educación de la FFyH
- ¿Cuáles son los desafíos pendientes para seguir profundizando en las aulas el abordaje del pasado reciente con jóvenes en clave de derechos humanos?
Un desafío creo que es lograr mayor articulación entre los debates académicos relativos al pasado reciente y la perspectiva de derechos humanos, y la enseñanza de estos temas en nivel medio. Pienso en esta articulación en dos sentidos. Por un lado, se trata de lograr que las dificultades que encuentran lxs docentes en las aulas, pero también los logros y la creatividad que emergen ahí se conviertan en un insumo para nuestra producción académica.
Por otro lado, tenemos que pensar el modo en que nuestros debates filosóficos, historiográficos, antropológicos, literarios, etc., puedan enriquecer la formación docente y la producción de materiales para las escuelas cordobesas. Si se lograra esta articulación, nuestra Facultad, que además trabaja con una impronta local que constituye un aporte importante en el abordaje de estas temáticas, podría convertirse en un espacio de encuentro y referencia para quienes trabajan con jóvenes. Con esta articulación podríamos pensar mejor qué hacer y cómo trabajar en relación a discursos que socavan esa suerte de pedagogía social de los derechos que se ha ido construyendo a lo largo de los años: ¿Cómo trabajar con el negacionismo relativo a la dictadura que aparece no sólo en los medios sino también en las aulas? ¿Qué hacer con los discursos que presentan los derechos, especialmente los sociales, a onerosos privilegios para “quienes no quieren trabajar”? ¿Cómo abordar pedagógicamente la creciente estigmatización de las luchas de distintos movimientos sociales, las cuales, como sabemos, constituyen la base para una dinámica de ampliación y reinvención de derechos?
Ana Levstein. Docente en la cátedra de Hermenéutica en la Escuela de Letras de la FFyH
- ¿Existen temáticas que el campo académico viene desarrollando e implican un esfuerzo para que la comunidad educativa se implique en estas problemáticas?
Los aportes al Programa de Derechos Humanos parten del interés en el campo de los estudios sobre «nuevas subjetividades» en una perspectiva de justicia entendida siempre como un «más allá del derecho» y en una relación más bien conflictiva entre ambos. Esto me llevó a indagar aquellas dimensiones de la experiencia que se conectan con un vastísimo y complejísimo cuadro de interrogantes, donde en el marco de las negociaciones y las disputas que existen entre el derecho y la justicia, entre «lo singular» de la subjetividad y «lo general» del Estado, tienen, o tenemos, mucho por hacer. Particularmente en mis estudios relacionados a la «muerte propia», la muerte y la imposibilidad de cualquier forma de delegación o transferencia respecto de un «otre», una alteridad, humana o no, que ocupe ese lugar, en el que somos irremplazables. De este horizonte de desafíos relacionados con la muerte como lo único «propio» y la ampliación de derechos, surge también una reflexión en torno a la eutanasia en conexión con la eugenesia, que van desde las leyes de «muerte digna» y de «suicidio asistido», hasta la esterilización voluntaria o no, el control de natalidad, el transplante de órganos y la distribución desigual de la asistencia médica.
De estos trabajos fueron emergiendo líneas académicas-investigativas y de extensionista, siendo uno de mis desafíos interconectarlos con los abordajes en la clave de ampliación de derechos que promueve el Programa de Derechos Humanos.
Carolina Álvarez Ávila, Docente asistente en Etnografía de los Grupos Indígenas, FFyH. Investigadora Asistente del CONICET en IDACOR-Museo de Antropología
- En la FFyH se investiga y se interviene en casos específicos que afectan a territorios ancestrales de comunidades indígenas. ¿Cuál es el mayor reto en la defensa de los derechos humanos con esas comunidades?
En el caso de los pueblos indígenas en Argentina, uno de los grandes desafíos es la noción misma de derechos humanos. Esta noción junto con el sistema de justicia es producto de una historia moderna, euroccidental y eurocentrada y eso conlleva muchas reflexiones y desafíos que se vuelven cada vez más acuciantes en el caso de los conflictos y reclamos donde los pueblos indígenas son protagonistas. Me refiero a esta idea de los derechos humanos centrado sólo en los humanos, no atendiendo, considerando o reconociendo la presencia de una cantidad de no humanos, como por ejemplo el territorio, seres de la naturaleza como las montañas, los ríos, los bosques que también tienen derechos para los pueblos indígenas a lo largo y ancho de todo el continente y que no son considerados en esta malla euro moderna occidental de pensar quienes tienen agencias y quienes son las entidades o los seres que merecen ser tenidos en cuenta en términos de derechos, agencias y en términos de existencia.
La antropóloga Claudia Briones, por ejemplo argumenta que “si honrar la declaración de los DDHH resuelve ciertos problemas medulares de nuestras convivencias fallidas, paradójicamente eso invisibiliza y hace inaudibles otras cuestiones, y es precisamente esto lo que está exacerbando ciertas conflictividades (2021, p.45) A lo que luego agrega: “si no modificamos la idea de DDHH que promueve la Declaración Universal de 1948, las reivindicaciones indígenas no van a poder ser ni escuchadas ni entendidas, y no vamos a poder ni tramitar el desacuerdo que desata las conflictividades, ni garantizar convivencias más justas y fiables”
Los conflictos que los pueblos indígenas atraviesan actualmente nos instan a bregar por una interculturalización de la justicia, de los funcionarios y los trabajadores de los sistemas judiciales en sus diversos niveles, y nos insta a re pensar la noción misma de derechos humanos, a intentar un ejercicio descolonizador de esas nociones, a genealogizarlas. Esto se vuelve cada vez más imperioso porque ese corpus de derechos humanos obtura otros modos de pensar el porqué de un conflicto y cómo se debería solucionar.
Gisel Farga, docente de escuela media y terciaria, licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba
- ¿Cuál es el sentido en intervenir desde un enfoque de derechos humanos el trabajo en el aula como docente particularmente en tus abordajes de la ESI?
Una de las preguntas que me inquietan es ¿cómo es que pasamos de una educación sexual sobre la normalización de los cuerpos y el deseo a una que promueva la diversidad, la igualdad y la vida democrática? A mi juicio hay tres claves que, por supuesto, dialogan entre sí y que nos permiten comprender ese cambio de enfoque: en primer lugar, la identificación de la educación sexual como un derecho enmarcado en la lucha por los derechos humanos. La ley 26.150 de Educación Sexual Integral declara de manera contundente en su primer artículo que recibir educación sexual integral es un derecho. ¿Qué implica tal afirmación? Por un lado, leer la educación sexual integral dentro de un marco histórico de luchas y conquistas que resultaron en la construcción de los derechos humanos, entendiendo que esa construcción es permanente, expansiva y que varía según las épocas, lugares y culturas. Al mismo tiempo, que sea un derecho supone la existencia de un marco legal con el que dialogar. Por ejemplo, la ley Nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de niños, niñas y adolescentes vigente desde 2005 que introduce un nuevo paradigma sobre la infancia en el que reconoce a les niñes y adolescentes como sujetos de derechos y no ya como posesión de sus xadres o tutores. Un buen punto desde donde combatir, por ejemplo, los ataques a docentes y escuelas de parte de algunas familias que llevando como bandera “con mis hijos no se metan” irrumpieron en los establecimientos educativos. Pero sobre todas las cosas, hacer de la ESI un derecho es dar a su acceso y dimensiones carácter público.
En segundo lugar, debemos resaltar la importancia de las luchas y agendas de los movimientos feministas y disidentes que lograron poner el deseo y las problemáticas de géneros en el espacio público contribuyendo a que la ESI tenga también un abordaje específico. La escuela y los espacios educativos han sido y, en muchos casos, continúan siendo, lugares de reproducción y control de las lógicas patriarcales. La agenda de estos movimientos sociales permitió no sólo la identificación y denuncia de esas lógicas sino, también, la incorporación y problematización en los lineamientos curriculares de la ESI temáticas como: la perspectiva de géneros y diversidad, el respeto a la diversidad sexual y de cuerpos; el cuestionamiento a los estereotipos de género y al discurso binario; la importancia de los afectos para la vida en común; la toma de decisiones libres e informadas sobre el cuerpo, la sexualidad y la salud; el respeto y el cuidado de la intimidad propia y la de las demás personas; la prevención situaciones de abuso sexual; la identificación de situaciones de violencia, entre muchas otras. Y en tercer lugar, uno de los elementos que más contribuyó al cambio de enfoque sobre la ESI es la desidentificación entre sexo y sexualidad que nos permitió comprender a esta última como un concepto complejo que abarca diversas dimensiones de la vida de una subjetividad. La sexualidad articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos de las personas, lo que implica entender que la identidad no se puede cortar con un bisturí para ser tratada de a partes como se pretende. Por lo tanto, cuando nos referimos a la sexualidad no estamos indicando sólo la genitalidad o las relaciones sexuales, por el contrario, hablamos de formas de pensamiento, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, practicas, roles que involucran aspectos de diversa índole que se ponen en juego todos a las vez en las relaciones con otres. La enseñanza de la ESI debe atender a que la sexualidad de una persona es diversa pero también, modificable, indefinida, abierta, sujeta a cambios y expuesta. De manera que la educación sexual es integral porque nuestras identidades son diversas y multidimensionales y a su vez, porque requerimos para desarrollarnos de otrxs que también son seres diversos, por ello, el modo en el que nos vinculamos con nosotrxs y con los otrxs es tema primordial de la ESI. ¿Es suficiente la sanción de una ley para garantizar el acceso a los derechos que dispone? No, la ESI presenta múltiples desafíos que no quiero dejar de mencionar y que van desde la ausencia de políticas públicas de formación y actualización de contenidos para docentes e instituciones, falta de presupuesto y material educativo, resistencias de una buena parte de las familias, persecución y apartamiento de docentes que intentan garantizar sus contenidos, dificultades para pensar su transversalidad en todas las asignaturas, desamparo y desprotección frente a las denuncias de abuso y acoso que son vehiculizadas desde las instituciones educativas, deserción escolar, precarización salarial, entre muchos otros retos.
Por ello, es tan valioso que programas como el de Derechos Humanos de la FFyH incorporen en sus agendas las problemáticas de ESI, para promover espacios de formación, debate, articulación entre los distintos niveles educativos, el acceso y disposición de material y la posibilidad de una construcción transversal e interdisciplinar que invite y reúna a egresades que se encuentran enseñando en distintas instituciones, a docentes, cátedras y equipos de investigación que desarrollan y profundizan sobre la ESI.
María Rocío González Amaya, estudiante de la carrera de Historia y Co-Secretaria de Derechos Humanos en el Centro de Estudiantes de la FFyH
- ¿Cómo estudiantes que experiencias nutren su formación como parte del Programa?
Como estudiante, la participación en el Programa me permite profundizar en algunas cuestiones que tienen que ver con las demandas por Memoria, Verdad y Justicia y del movimiento de derechos humanos, pero sobre todo me permite ampliar la categorización de lo que significan los derechos humanos, y poder pensar en una escala más grande de que todos son derechos humanos, mirándolo desde cierta perspectiva de derechos. Pensarlo así tiene una potencia para sacar herramientas de las experiencias y poder proyectar como los jóvenes nos proyectamos sosteniendo las demandas y las luchas en el futuro. También creo que si hay algo valioso es poder construir todos estos nuevos conocimientos y demandas no de manera aislada, sino en vinculación con personas externas a la Facultad, con otras instancias de la Facultad, encontrándonos en un espacio interclaustro que es super valioso porque es transversal, como es el Programa.
Tomás Altamiranda, estudiante de la carrera de Ciencias de la Educación, Militante de la Agrupación Estudiantes al Frente
Para mí la importancia de estar en el Programa es que me da herramientas para materializar las luchas por derechos humanos en conquistas para democratizar el derecho a la educación para todxs. Como estudiante de ciencias de la educación, me parece importante encauzar la lucha permanente por los derechos humanos en la formación de profesionales con una perspectiva acorde, que no retroceda en la búsqueda por memoria verdad y justicia, que sea más inclusiva, plural y justa. Para ello lo que debemos hacer es disputar la curricularización de los derechos humanos en nuestros planes de estudio de forma transversal.
Camilo Ratti, Comunicador social, trabajador nodoente del Área de Prensa y Comunicación Institucional de la FFyH
- ¿Cuál es tu mirada sobre la participación del cuerpo no docente en el Programa?
Considero fundamental que los derechos humanos sean parte de nuestra formación académica y ciudadana, contenido transversal de los proyectos curriculares e institucionales en todos los niveles educativos. En lo personal, valoro muchísimo la creación del Consejo Asesor de Derechos Humanos de la FFyH, que tenga un abordaje multidisciplinar y que el claustro nodocente tenga representación en ese espacio institucional. Es tiempo de que lxs trabajadorxs no docentes empecemos a ser parte del diseño y planificación de las políticas universitarias, y que también nos comprometamos en ocupar estos espacios para aportar nuestras miradas y experiencias. La primera experiencia de participación del claustro en el Consejo fue muy activa, lo que redobla el desafío mío y de lxs trabajadorxs no docentes de ser parte del diseño institucional.
Durante gran parte de mi experiencia laboral en la Facultad o en medios periodísticos investigué sobre temáticas de memoria y derechos humanos, y siempre me sentí cerca de las luchas campesinas y ambientales, que son algunos de los ejes de trabajo del Programa. Investigué y publiqué un libro sobre Luciano Benjamín Menéndez y la última dictadura cívico-militar, y las temáticas políticas y sociales han sido otros de los ejes de mi trabajo periodístico y político.
Siguiendo esta línea laboral y personal, los derechos humanos son una manera de entender el mundo, que trasciende las temáticas de memoria. Son los cimientos de una vida con justicia y libertad. Los derechos básicos, como el derecho a la salud, al trabajo, a la educación, a la vivienda y al ambiente, son derechos humanos. Mirar el mundo desde ese prisma es el desafío de una sociedad democrática real y de la universidad pública como integrante de la misma. La universidad pública es una actora política de peso, y como parte de esa voz pública tiene una oportunidad y una responsabilidad para que los derechos humanos sean parte de la agenda y el debate público.