Eliana Lacombe es antropóloga social, docente e investigadora de la FFyH y vive en Santa Ana, la primera localidad de Córdoba que fue totalmente aislada en la provincia por el Covid-19. Aquí, cuenta el impacto que la pandemia generó en un pueblo atravesado por problemáticas ambientales, las reacciones positivas y negativas de la cuarentena. También, advierte que es necesario y oportuno reinventar una sociedad que no vuelva a la explotación, el extractivismo y desprecio por la vida y la naturaleza humana y no-humana.
Si bien la Pandemia del Covid-19 es la primera que impacta al mundo entero en forma simultánea, sus efectos difieren según el territorio y la comunidad involucrada. Los recursos y posibilidades para transitar esta experiencia traumática no son iguales y las consecuencias tampoco.
Santa Ana es una localidad pequeña, que combina una vida rural con su condición de ciudad dormitorio al ser parte del Gran Córdoba hacia el sur, que además tiene la particularidad de estar atravesada por distintas problemáticas socioambientales, ya que ahí la Provincia intenta instalar el predio de enterramiento de basura más grande de Sudamérica, frenado hasta el momento en la justicia a partir de una larga y sostenida lucha de lxs vecinos y habitantes del lugar.
Como en otros temas que involucran a comunidades que luchan por sus derechos, la FFyH se ha pronunciado en relación al megabasural, y viene participando de distintas experiencias de acompañamiento en el marco de la actual Pandemia. En esta nota, entrevistamos a Eliana Lacombe, Doctora en Antropología, docente e investigadora de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, quien cuenta los impactos que ha tenido el Coronavirus en esa localidad, las distintas reacciones que generó en su comunidad y cómo analiza desde su disciplina y experiencia lo que estamos viviendo y lo que podría venir si se supera esta crisis mundial.
- ¿Qué impacto generó y cómo se vive el aislamiento social en tu localidad, que fue una de las localidades afectadas y que estuvo completamente aislada por unos días?
– La cuarentena por COVID-19, sin lugar a dudas, ha alterado nuestro sentido y experiencia de la temporalidad. Ese para mí es el primer impacto. El sentido sobre los días que pasan y cómo pasa el día, es completamente diferente a la “normalidad” anterior. Y este nuevo tiempo nos muestra la locura de nuestra vida “normal” anterior, en sus ritmos y desplazamientos…Sobre todo, porque al vivir en un “pueblo dormitorio”, viajamos todos los días hacia Alta Gracia a llevar niños a la escuela y a Córdoba, para trabajar. La vida en casa, con este clima excepcional, se hace bastante placentera…
En cuanto a la experiencia de aislamiento total del pueblo por la detección de casos de contagio de Covid-19 “por conglomerado”; la principal dificultad que se planteó fue el desabastecimiento de alimentos. Como los proveedores de los mercados no podían entrar al pueblo, en un par de horas los vecinos compraron todo lo que había en los almacenes locales y pronto no quedó nada para re-abastecerse. Más allá de la zozobra que esto generó entre los vecinos; la situación se fue normalizando gracias a las gestiones del COE y los comerciantes locales que se organizaron para hacer posible el ingreso seguro de alimentos básicos. Por otra parte, al ser el primer caso de aislamiento total en la provincia, tuvo mucha cobertura de los medios; en general en un tono “catástrofe” que no ayudó a calmar los ánimos de los afectados. Además, generó ciertas suspicacias: ¿Era esto un castigo sobre Santa Ana por su historia de luchas ambientales? ¿O ahora nos están cuidando? Esas eran un poco las discusiones que se daban en redes sociales… Finalmente, la absoluta mayoría de los hisopados dieron negativo. Lamentablemente, el primer vecino contagiado falleció y cuatro miembros de su familia dieron positivo. Pero nadie más se contagió en el pueblo. Eso trajo cierta tranquilidad, no hubo contagios masivos y creo que disolvió el miedo a la estigmatización que pesó sobre Santa Ana por aquellos días… Porque tan malo como estar enfermo es la discriminación que pesa por estos días sobre los “infectados”…
- ¿Cómo reaccionó la zona, que si bien es pequeña de manera independiente y de connotaciones rurales, forma parte del gran Córdoba y estuvo y está atravesada por otros conflictos socioambientales?
-En esos días -como viene sucediendo en todos lados- hemos conocido las peores miserias de algunas personas que atacaron por redes sociales a la familia de los enfermos y por otra parte, fuimos testigos de hermosos gestos de solidaridad, tanto con la familia afectada como entre vecinos que estuvieron muy atentos a qué le hacía falta al otro, y de ese modo subsanaron la falta de ciertos medicamentos crónicos, leches especiales, alimentos, pañales, etc.
En general aquí se respeta el aislamiento, la distancia social, el barbijo… Contrariamente al sentido común, a mí me sorprende lo rápido que la mayor parte de la sociedad se ha adaptado a estos cambios tan rotundos de las rutinas diarias.
- En relación a los lazos sociales que habitualmente se tejen en estas comunidades, ¿el aislamiento social preventivo y obligatorio reforzó esos lazos o se debilitaron? ¿Cómo se siguen traccionando las acciones solidarias y de contención en el día a día?
– Es una buena pregunta. Dos de mis mejores amigas viven sobre la misma cuadra de mi casa y hace dos meses que nos nos vemos “físicamente”. Mi hija (7) le escribió a Fernández una cartita: “Quiero ber (sic) a mi mejor amiga señor presidente”. Su mejor amiga vive a media cuadra, se conocen desde la panza, nacieron con 14 días de diferencia, iban juntas a la escuela, jugaban juntas cada día y hacían pijamadas cada semana… En fin… En dos meses se han visto un par de veces gritándose cada una desde el portón de sus respectivos patios. Al principio se hacían muchas videollamadas… Pero hay un punto donde no quiere más este tipo de relación… No es lo mismo que jugar, abrazar y compartir… Lo que me preocupa es que cada vez hace menos “berrinches” por verla y eso puede ser un indicador de que se está habituando a la distancia social… A mí también me cuesta salir… La profilaxis del retorno es agobiante… El teletrabajo, también, pero al menos no hay que “desinfectar” después de usar zoom, meet, bigbluebottom, chat, foro, whatsapp… Claramente también usamos las redes virtuales para seguir conectados con nuestros afectos… y en tal sentido quizás hoy nos comunicamos más que antes… La pregunta es cómo esta “virtualización” de toda la vida social va a afectar nuestra subjetividad…
- Cómo antropóloga social, ¿pensás que tendremos secuelas importantes en relación a las formas y modos de relacionarnos, por el miedo que se ha generado alrededor de este virus?
Esa es una de mis grandes preocupaciones… el miedo al otro. La reducción de la persona a un “sospechoso portador de covid”… Es impactante observar lo rápido que se instaló esa idea… Entiendo que epidemiológicamente pueda resultar efectiva; pero socialmente puede ser lamentable. Lo vemos en los linchamientos públicos a los enfermos de covid y al personal de salud (al que se aplaude desde el balcón, pero le dejan un cartel en la puerta de su edificio amenazándolo para que de vaya)… Es muy triste… El otro como sospechoso siempre es pasible de violencias… Pero veo que hay voluntad política de operar en esas dimensiones simbólicas, entonces también encontraremos las formas de re-instalar la solidaridad, la confianza… Volveremos a abrazarnos… (pero no sé si volveremos a compartir el mate…)
- Este tiempo, donde el ritmo acelerado de la ciudad se ha detenido y se observan algunos beneficios en el medio ambiente, ¿invita a pensar un nuevo orden de producción y organización social más justo?
– La reducción drástica del tránsito entiendo que debe ser uno de los beneficios ambientales más importantes de esta pandemia. Pero sabemos, por otra parte, que en el barrio San Antonio están mucho peor porque la fábrica de alcohol Porta (que no tiene licencia ambiental) está funcionando a pleno las 24 horas… Entonces ¿cómo hacer para que ya no haya más lugares de sacrificios ambientales? Un poco ese es el desafío. Cambiar el orden de producción industrial y extractivista implica dejar de creer que el beneficio de algunos vale el sacrificio de otros. Es necesario poner en evidencia la mentira en las promesas de “remediación” o el “seguro ambiental”, porque nada repara ni paga la vida contaminada. Y eso implica, también, cambiar radicalmente nuestros consumos.
- ¿Qué pensas que es esta pandemia? ¿Derribará algún paradigma social y económico? ¿Cómo imaginas el mundo postpandemia?
Tengo más preguntas que respuestas… No tenemos certezas sobre los rumbos que esta experiencia tomará, no sabemos cuánto tiempo se extenderá… La incertidumbre es parte de la característica de este tiempo crítico… Lo que hace a la crisis es la propia ruptura de continuidad con el pasado y perspectiva de futuro. Es como un hiato en el sentido de la temporalidad… Pero como plantearon en un artículo de La Tinta: deberíamos reinventarnos para no volver a la “normalidad”; a la de la explotación del más fuerte sobre el más débil, a la auto-explotación, a la del extractivismo, el desprecio por la vida de toda la naturaleza (humana y no-humana)…
Es muy difícil hacer “futurología”, quizás sea un buen momento para crear utopías… Podemos ponernos a imaginar EL MUNDO QUE DESEAMOS… Sería una buena tarea escolar… “Un mundo dónde quepan muchos mundos” decía la consigna del Foro Social Mundial…Pero ¿qué mundos? Siempre estaremos conjugando futuros imperfectos… Lo que no podemos hacer es volver como si nada a la antigua “normalidad”… Para eso deberemos activar las memorias y las luchas sociales; porque si algo nos enseñan los estudios sobre el pasado, es que no hay conjuros mágicos para no repetir las tragedias humanas… Lo único que tuerce, de vez en cuando, la balanza de la (in)justicia es la organización y acción política de los pueblos… Y no creo que eso sea diferente en la era post-pandemia… Mi mundo deseado, entonces, es uno dónde la vida, en todas sus diversas formas, valga más que el oro.
Por Camilo Ratti
Fotografías: gentileza Eliana Lacombe y La tinta