“Reconocimiento Académico”: consideraciones sobre la propuesta impulsada por el Rectorado de la UNC

Por Daniel Saur
Investigador del CIFFyH y docente de la UNC |

A principio de julio se desarrolló en la UNC el Congreso Internacional de Universidades Públicas (CIUP 22) donde se firmó una carta de intención entre universidades argentinas y la Universidad de la República de Uruguay. Entre otros objetivos, el acuerdo procura establecer condiciones para el reconocimiento recíproco de trayectos de formación realizados por estudiantes de las universidades firmantes. De este modo, se avanza en una propuesta presentada el pasado 13 de abril por el ahora ex rector Hugo Juri al Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) para facilitar lo que podría advertirse como la paulatina liberalización de las trayectorias formativas.

El proyecto se presenta auspicioso, afirmando que así se afrontan los desafíos de la sociedad del conocimiento y se articulan los sistemas educativos, decorando la argumentación con expresiones como innovación, diálogo interinstitucional, integración, movilidad, etc.; expresiones de alta aceptabilidad a nivel del sentido común, pero: ¿Cuál podría ser el riesgo de iniciativas este tipo?

Reconocimiento (o crédito) académico

La intención de establecer créditos académicos se viene discutiendo hace tiempo en el Sistema Universitario Nacional, con Hugo Juri como un impulsor fundamental, siendo un hito importante la Resolución 1870 de 2016 del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación, durante el gobierno de Mauricio Macri. En abril último, en el 87° Plenario del CIN, las autoridades de la UNC presentaron al conjunto de rectores un software denominado Atlas, que sería de utilidad para implementar este proyecto. Pero, ¿en qué consiste Atlas?: se trata de una herramienta informática en la que, el estudiante puede seleccionar a voluntad, como si fuera un menú “a la carta” (sic), las asignaturas que desea cursar, circulando, en una primera instancia, entre distintas carreras e incluso facultades de nuestra universidad. Atlas es, básicamente, un motor de búsqueda a partir de palabras claves y contenidos mínimos.

Bajo la idea de libertad, expresión tan utilizada en estos días y pocas veces tan malversada, se apunta con esta propuesta a dejar a criterio de los y las estudiantes decidir sus propios recorridos y trayectorias formativas on-demand. Más allá o más acá del enorme trabajo pedagógico expresado en propuestas curriculares, en los modos de pensar las secuencias formativas y los modelos integrales de enseñanza, donde intervienen saberes y experiencias acumuladas durante décadas por la Pedagogía, las Ciencias de la Educación y otros campos de conocimiento largamente probados; bajo un dudoso concepto de autonomía se presenta Atlas, como una suerte de Tetris de auto armado, o la emulación de la saga literaria “Elige tu propia aventura”, donde los diseños pedagógicos parecen quedar neutralizados o directamente perimidos.

Si bien, con amabilidad retórica se habla de “reconocimiento a la trayectoria”, a poco de andar aparece el sintagma central en la cuestión: “crédito académico”. La plataforma ofertará cada asignatura en virtud de su carga horaria total, su carga semanal, contenidos mínimos y programas analíticos; otorgando a cada asignatura, como fue informado oficialmente por la UNC, los créditos correspondientes según la normativa de cálculo del Crédito Académico Europeo. Como en muchos de los países de nuestra región, de nuevo el Espacio Europeo de Educación superior, con más de dos décadas desde su implementación y luego de mostrar incontables problemas, una y otra vez, y sin el suficiente aprendizaje, crítica, ni reflexión, se fortalece en el imaginario de las políticas universitarias de Argentina.

Calculo y crédito, se anuncia. No hace falta redundar, a esta altura ya conocemos las implicancias que tiene el ingreso de palabras acuñadas en el campo de la economía, en este caso en el mundo de las finanzas, cuando atraviesan el umbral educativo para adquirir derecho de ciudadanía y establecerse como conceptos organizadores. Los antecedentes son muchos y han ejercido fuerte presión política orientando los modos de entender y de hacer la educación superior, cada vez más asociada al mercado. Me refiero a significantes tales como competencias, eficiencia, productividad, y el más instalado de todos: calidad. Expresiones naturalizadas que, en el caso de la calidad ha sustituido a otros significantes, a mi parecer, mucho más pertinentes, como la de educación relevante o digna, expresión esta última, caída en desgracia, aunque apunte a la honestidad, compromiso, respeto y estima en la tarea.

Paridad entre universidades públicas y privadas

El propósito trasciende a la UNC y la presentación que realizó al CIN apunta a objetivos mayores. Se propuso a Atlas, como modalidad para ser implementada en todo el sistema universitario argentino, con proyección regional; la firma del convenio mencionado en el CIUP22 va en esa dirección. La idea es facilitar recorridos interinstitucionales donde los y las estudiantes puedan también cursar asignaturas o realizar trayectos que puedan vincularse entre distintas instituciones. Si bien la posibilidad de validar asignaturas de una institución en otra es una realidad existente desde hace mucho tiempo, en este caso, con una intencionalidad inquietante, se pretende integrar en este sistema a las universidades públicas con las privadas. Con esta modalidad, entre otras posibilidades, un estudiante podría realizar gran parte de su trayectoria en una universidad privada de dudosa seriedad y, luego de realizar un trayecto final en una universidad pública de alto prestigio, podría acceder a una doble titulación.

Una de las consecuencias de esta propuesta, como es tendencia, es abrir espacio y otorgar mayor presencia a la educación privada, sin dejar de reconocer que existen algunas instituciones serias, las menos, que brindan buena formación y realizan algo de investigación y eventualmente, extensión. Esta operación homologa a las privadas (instituciones prácticamente sin ciudadanía activa, gerenciadas, sin cogobierno, donde el ingreso a la planta docente habitualmente no requiere concurso de antecedentes ni oposición y, como dijimos, en la mayoría de los casos sin investigación ni extensión) con las universidades públicas, muchas de ellas de renombre, de gran prestigio, de una trayectoria que llevó en algunos casos siglos construir.

Sostenido en expresiones que tienen buena aceptación como libertad, igualdad e integración, se pone a instituciones públicas que, desde la Reforma de 1918 en Argentina, se modernizaron para fortalecer la sociedad, la ciudadanía, la cultura y la vida en común, en un sentido amplio de lo social y lo educativo como derecho; a la par de otras privadas que son concebidas como prestadoras de servicio, legitimando a éstas últimas por la contigüidad que otorga este emparejamiento. O, dicho de otro modo, desjerarquizando a las públicas en este juego de equivalencia.

Si bien y con alguna razón, se critica cierta rigidez de los currículums, la supuesta flexibilidad de esta propuesta abre muchas preguntas, sobre las cuales no se ha dicho nada públicamente: cómo y quiénes harían la gestión administrativa de los y las estudiantes, cuál sería el órgano que la llevaría adelante, aparentemente de nivel suprauniversitario; esta concentración en la cúspide, cómo perjudicaría la autonomía de las unidades académicas; cómo impactaría en el financiamiento esta circulación de estudiantes entre facultades o universidades; cómo se resolvería la ciudadanía universitaria en esta circulación, que incluye un mix entre instituciones públicas y privadas; cómo repercutiría en las culturas académicas e institucionales; cómo afectaría este modelo abierto a las identidades disciplinarias, los perfiles profesionales, su tipo de desempeño, sus incumbencias, etc., aspectos que CONEAU tiene muy presente a la hora de la acreditación de carreras; entre otras cuestiones importantes.

Espacio Europeo de Educación Superior

Como decía más arriba, el horizonte sigue siendo el Espacio Europeo de Educación Superior, cuando nos acercamos a un cuarto de siglo desde su lanzamiento, y hace tiempo se pueden constatar enormes problemas y efectos negativos con inequidades de diverso tipo: reproducción ampliada de desigualdades a partir de condiciones diferenciales del estudiantado (sociales, económicas, étnicas, de género, localización, etc.); profundización de la competencia y desigualdades consolidando mercados; refuerzo y profundización de jerarquías materiales y simbólicas preexistentes; privilegio de la formación instrumental, orientada al mercado y a necesidades empresariales, pero de bajo nivel académico; drenaje de capital cultural de las instituciones chicas a las grandes; redefinición del estudiante como “cliente”; etc. Por caso, si bien aumentó la matrícula en Europa, lejos de una democratización y horizontalización del sistema, se dan claros procesos de concentración y diferenciación estratificante, sin simetría ni reciprocidad, donde se imponen instituciones, países y regiones en desmedro de la multiculturalidad y una multilateralidad democrática y amplia. Más allá de los objetivos enunciados en sus orígenes, los programas de movilidad siguen siendo de elite: de este a oeste; del sur al norte; donde se impone la supremacía de las lenguas y el peso de las instituciones.  En síntesis, el balance no muestra que se hayan revertido, sino que se han profundizado procesos crecientes de segmentación diferencial como han denunciado con lucidez colectivos como el Grupo Indocentia de España, o como se expresa en la Carta de la Desexcelencia suscrita por numerosos y prestigiosos académicos de distintos países.

A partir de lo anterior, diría que es fundada la inquietud de quienes defendemos y alentamos la educación universitaria pública; partiendo de la base que tenemos un sistema perfectible pero que es modelo para otros países dado su acceso libre, gratuito, con gobierno democrático, autónomo y concebido como derecho. De modo que, frente al cambio de autoridades y la llegada de Jhon Boretto al Rectorado de la UNC, estas líneas tienen por finalidad promover la reflexión y reforzar la atención sobre una cuestión relevante, fortaleciendo una vigilancia activa para capitalizar experiencias y no repetir errores probados y evidentes de otras latitudes.