Saúl Taborda, comuna y pedagogía

Ignacio Barbeito, docente de la cátedra «Historia de la Educación Argentina» e investigador del CIFFyH, escribió para Alfilo un ensayo sobre la figura y trayectoria de Saúl A. Taborda al cumplirse 80 años de su fallecimiento. En este marco, Barbeito formó parte del comité organizador de las jornadas en homenaje a Taborda que se realizaron recientemente en la Facultad de Filosofía y Humanidades, en las cuales se recuperaron aspectos significativos de su obra y contribuyeron a suscitar un renovado interés por su pensamiento.

La figura y la trayectoria político intelectual de Saúl A. Taborda (1885-1944) se proyectan desde el centro de los acontecimientos que dieron espesor histórico a la Reforma Universitaria de 1918 hasta la creación en 1941 y primeros pasos de esa original experiencia educativa que fue la Escuela Normal Superior de Córdoba y su Instituto Pedagógico. Pero ya desde comienzos del siglo XX, impulsa y sostiene una amplia red de sociabilidad literaria, artística y político intelectual, que se extiende progresivamente por Córdoba, Rosario, Santa Fe, Buenos Aires, La Plata, Tucumán y cruza más tarde el Atlántico para prolongarse por Alemania, Italia, Francia y España, entre otros ciudades y países.

En 1913 la Universidad de Santa Fe le otorga el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, tras defender la tesis titulada «La eximente de beodez en el Código Penal». Sus simpatías anarquistas y socialistas trasuntan en sus primeros escritos, cobrando organicidad en Reflexiones sobre el ideal político de América (1918). En este ensayo que coincidirá con el espíritu de insumisión y utopía desatado en torno a la Reforma, lanzará un llamado a consumar el mesianismo histórico de América, suscribiendo el fracaso del cristianismo y del movimiento revolucionario de 1789 para conformar una sociedad justa. Su propuesta de una democracia americana, pretendía rectificar la herencia cultural de Europa mediante una reafirmación de los derechos del pueblo frente al capital y a las instituciones político-jurídicas que garantizaban su imperio. En este temprano trabajo de reflexión histórica, filosófica y política, sobresale ya un rasgo del pensamiento de Taborda que en cierta forma lo singulariza entre sus contemporáneos, especialmente con respecto a aquellos que bregan por desplazar a la religión de las aulas. Y es que en los escritos de Taborda, el rechazo por la administración y tutela eclesiástica de la creencia convive con la veneración por una dimensión espiritual de la vida humana, que reúne ideales y valores de impronta estética y religiosa en plan de eternidad. Sin embargo, Taborda tematiza esta dimensión espiritual no como la vía individualizante de un ascetismo mundanal, propio de seres excepcionales, místicos, visionarios o ermitaños, sino a la manera de un sedimento histórico vital que otorga unicidad cultural a cada comuna y que modela a sus integrantes.

Expresión de esta aparente dualidad es entre muchas otras una actuación en 1920 en el Consejo Directivo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, cuando Taborda coincide con Deodoro Roca y Arturo Orgaz, todos ellos consejeros, en manifestar al Honorable Consejo Superior el agrado con el que dicha Facultad vería la supresión del juramento como requisito para recibir el diploma. Mientras Roca mociona sugerir una modificación de la fórmula de juramento de 1899 “en cuanto a los términos que obligan al graduado a tener una determinada dirección religiosa”, Taborda se inclina por la supresión lisa y llana del juramento, argumentando que “nada significa ni a nada útil conduce. Que el hombre de bien, sin necesidad de juramento, procederá honestamente; y el que no lo es, no obstante el juramento, cometerá no más irregularidades en el cumplimiento de sus obligaciones” (Acta HCD FD y Cs. N° 21/ Nov. 1920). Roca retira entonces su moción, y junto con Arturo Orgaz apoya la de Taborda, que se impone por mayoría; aun así, la fórmula de juramento de 1899 continuará vigente por más de 100 años, hasta su derogación en 2007, para ser reemplazada por otra.

La sospecha tendida sobre los protocolos consagrados burocráticamente, la futilidad que les atribuye, como en este caso, la  resolución con la que reivindica al sujeto de la educación, a la niñez como niñez y a la juventud como juventud contra el adultocentrismo, la manera comprensiva en que aloja en su discurso el vitalismo de la vida estudiantil y el derecho de los y las estudiantes a tomar parte en el gobierno de la instituciones educativas contrastan, sin embargo, con la reverencia que dirige al pasado colonial y a las tradiciones de los pueblos, como si la revolución operase en un movimiento de retardo respecto de toda premura modernista. Es un gesto siempre teñido de alguna melancolía el que en Taborda demanda desacelerar, “meditar”, como le gusta decir, pero es más que nada un gesto de protesta y de humanidad:

“(…) estamos desterrando las flores y quitando las rejas –dice en 1941, en un texto luminoso sobre la ciudad de Córdoba– y dividiendo con tabiques los patios para sacar a la herencia parcelada y loteada la mayor renta posible. Nuestros tiempos son tiempos utilitarios y es fuerza que todo se mida por el rinde. La fluencia histórica, si todavía perdura, cantará en voz baja, para quien sepa oírla, en las vigilias de la memoria, como cantan, se dice, en las noches profundas las fuentes de Granada”.

Luego de un prolongado viaje de formación por Europa, que inicia cuando ya cuenta con más de 30 años, publicará en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba un extenso ensayo titulado Bases y proposiciones para un sistema docente (1930), que tras su muerte será editado como cuarto tomo de sus Investigaciones Pedagógicas (1951). Retomando una iniciativa de Yrigoyen, las Bases adelantan un proyecto de reordenamiento completo y orgánico del sistema educativo nacional, incluidas sus universidades, bajo el presupuesto de la autonomía de la pedagogía que, en la concepción de Taborda, involucra antes que una parcelación de los dominios de conocimiento, el ejercicio de una función de articulación y armonización en el marco de una totalidad cultural.

En este ordenamiento, la universidad está llamada a cumplir un papel rector, ya que Taborda entiende que es la institución que debe hacerse cargo de la dirección de la educación y de la formación de los docentes. Insistirá reiteradamente en esta aspiración, incluso al elaborar en 1937 el proyecto para la creación de un Instituto Pedagógico provincial, el que llevará las firmas del Gobernador Amadeo Sabattini y de su Ministro de Gobierno, Santiago H. del Castillo.

Fotografías: gentileza Municipalidad de Córdoba.

En sus escritos del periodo que se extiende de 1932 a 1941, de Investigaciones Pedagógicas (1932), pasando por la revista Facundo. Crítica y polémica hasta Córdoba o la concepción etnopolítica de la ciudad (publicado en 1947), Taborda entabla una persistente reflexión sobre el pensamiento político y educativo de Sarmiento, extrayendo de las obras de este último escenas que fundamentan formas de organización basadas en la preponderancia de las autonomías comunales. Simultáneamente, junto a referentes intelectuales, docentes y políticos de la provincia de Córdoba, como Adelmo Montenegro, Antonio Sobral y Francisco Pablo De Mauro se involucra en procesos de transformación institucional en el ámbito educativo, desde proyectos legislativos en torno a la educación primaria y a la jerarquización laboral de los docentes hasta un nuevo programa para la formación del magisterio. Creada la Escuela Normal Superior de Córdoba, asume en 1942 la Dirección del Instituto Pedagógico y de su revista, Educación, en la que se plasmará la estrecha vinculación entre filosofía y pedagogía. En esta revista dirigida al magisterio homenajea a su amigo Deodoro Roca, recientemente fallecido, publicando el ensayo “Palabras sobre los exámenes”, del que dice: “Aquí vemos emerger rotunda y brillante― aquella condición incomparable de Deodoro: la servidumbre delicada de su voluntad activísima a las supremas instancias del espíritu, a los valores más altos de la personalidad. En una palabra: su condición transparente de Maestro”. En 1943, producido el golpe de Estado y en presencia del Interventor Federal Gral. Alfredo Córdoba, Taborda diserta sobre la estructura de los estudios del Instituto Pedagógico, reafirmando su concepción acerca de que la pedagogía no es ni una praxis ni una técnica sino una ciencia que ha de dar cuenta de cómo el ser humano asciende de la individualidad a la personalidad.

Saúl Taborda fallece en 1944. El aprecio y el apego que en su vida y en sus escritos manifestara por las costumbres populares, rehusándose a abordarlas como expresiones de la barbarie, enlazados a un internacionalismo intelectual que le permitía tratar sin prejuicios con las vertientes más actuales de la filosofía y la pedagogía europeas y norteamericanas fueron convirtiendo al legado disperso de su obra escrita en fuente de renovados interrogantes, acontecimientos que lo evocaban  y estímulos de pensamiento, de los que solo podremos ahora mencionar unos pocos. A instancias de algunos discípulos, en 1957 se crea el Instituto Pedagógico “Saúl Alejandro Taborda” en el seno de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. En su libro Tejer un destino. La formación de pedagogos en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 1955-1976 (2015), Adela Coria reconstruyó rigurosamente aspectos sustantivos de esta experiencia, dilucidando la influencia de Taborda en un núcleo de intelectuales que prolongaron la vocación reformista en pedagogía. En 1963, Juan Adolfo Vázquez incluyó a Taborda en su Antología filosófica argentina del siglo XX, junto a pensadores como Alejandro Korn, José Ingenieros, Francisco Romero y Vicente Fatone, entre otros. En 1984, Adelmo Montenegro publica una selección de textos precedidos de un importante ensayo de su autoría. Por su parte, José Aricó, en su artículo “Tradición y modernidad en la cultura cordobesa” (1989) sitúa a Taborda en el centro de un momento histórico trascendente para abordar la relación entre intelectuales y sociedad. Asimismo, en 1998, la revista Estudios del Centro de Estudios Avanzados (CEA-UNC) dedicó un número a Saúl Taborda, publicando algunos de sus textos y un estudio de Silvia Roitenburd. En 2004, Ana Foglino recupera aspectos fundamentales del pensamiento pedagógico y trayectoria de Taborda en su trabajo La Escuela Normal Superior de Córdoba (1941-197). Apuntes para una historia de reforma interrumpida. En 2008 y 2011, la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba y la Biblioteca Nacional editaron dos tomos compilando escritos hasta entonces dispersos. Y también en 2011, la Editorial de la Universidad Pedagógica Nacional reedita las Investigaciones Pedagógicas.

Las presentaciones realizadas por distintos investigadores, docentes y estudiantes en las recientes Jornadas Saúl A. Taborda recuperaron aspectos significativos de este caudal crítico a la vez que contribuyeron a suscitar un renovado interés por su pensamiento.

Por Ignacio Barbeito
Profesor Asistente en Historia de la Educación Argentina
Co Director Equipo de Investigación CIFFyH

Fotografía de portada: gentileza Municipalidad de Córdoba