El lunes 22 de agosto se realizó la clase abierta “50 años de la Masacre de Trelew, memorias y lecturas sobre memoria y violencia”, en la cual las docentes e investigadoras de la FFyH y la FCS de la UNC, Carol Solis y Ana Noguera, compartieron con Lucía Crinejo, del Centro de Estudiantes de esta Facultad, una actividad que invitó a reflexionar sobre lo que fueron aquellos hechos y cómo resignificarlos de cara a los desafíos actuales. La misma estuvo organizada por la Escuela de Historia, el Programa de DDHH de la FFyH, la agrupación estudiantil La Otra Historia y el CEFFyH.
La fuga y los asesinatos de militantes revolucionarios el 15 y el 22 en agosto de 1972 a manos de la dictadura comandada por Lanusse fueron hechos impactantes, bisagras para la coyuntura política del momento y para la historia política argentina. Por un lado significaron el fin de las ambiciones electorales del entonces presidente de facto, y por otro aceleraron el crecimiento de las organizaciones populares que luchaban por la revolución social. Mediático como ningún otro, ambos sucesos son un punto poderoso en el que se tocan la historia de la represión y la historia de las luchas sociales a esa violencia represiva, que si bien sirven para explicar un contexto de altísima politización de la sociedad argentina, también aportan herramientas y miradas para pensar el presente político y las militancias de este siglo XXI.
“50 años de la Masacre de Trelew, memorias y lecturas sobre política y violencia”, se llamó la Clase Abierta que Carol Solis, docente adjunta de Historia Argentina II de la FFyH, y Ana Noguera, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales, compartieron con la coordinación de Lucía Crinejo, secretaria de Derechos Humanos de la Centro de Estudiantes de la FFyH.
Organizado por la Escuela de Historia y el Programa de Derechos Humanos de la FFyH, la agrupación estudiantil La Otra Historia y el CEFFyH, la actividad propuso reflexionar sobre un pasado de mucha intensidad militante con un presente en el que conviven los reclamos por más Memoria, Verdad y Justicia con discursos que vuelven a instalar el exterminio del adversario político apelando a la violencia física y la muerte.
Previo a las panelistas, Victoria Chabrando, directora del Programa de Derechos Humanos, valoró la realización de una actividad en la que pudiera darse un diálogo “intergeneracional”, en tanto que Pablo Molina, vicedirector de la Escuela de Historia, compartió una carta de Alicia Bonet, viuda de uno de los fusilados, Rubén Pedro Bonet. Después citó a Tomás Eloy Martínez, quien en su libro «La Pasión según Trelew», habló de los cantos de lxs presxs: “Nadie podía dormir en Rawson durante las noches de canto. Hubo funcionarios que con el pretexto del ventarrón patagónico pusieron burletes de goma para que la música no se filtrara en los despachos, y una vez hubo que postergar la conferencia de prensa de uno de los ministros hasta que se calmaron los estribillos carcelarios”.
La carta también hace alusión a otros hechos y a la pueblada que ocurrió en Trelew el 11 de octubre del 72, como protesta por lo ocurrido dos meses antes. “La pintada que se vio en el Teatro Español donde se reunió el pueblo decía `prohibido dormir´. Hoy, a 50 años de la masacre, Trelew sigue siendo ese sonido que atraviesa la noche y que le recuerda a la Historia que aquí está prohibido dormir”, dijo Molina, en una bienvenida que tocó las fibras más sensibles de quienes colmaron el Aula Magna de la Escuela de Historia para abordar lo que es un símbolo de nuestra historia política.
“Trelew muestra cómo la represión en Argentina se utilizó para dirimir el conflicto político y social que desde mediados del siglo XX transformó las concepciones y prácticas represivas por la doctrina de seguridad nacional y la doctrina contrainsurgente, expresado en el Plan CONINTES y agudizada desde el Cordobazo de 1969 y el Viborazo de 1971”, señaló Solis. Según su análisis, “esto implicó una progresiva militarización de la represión, un aumento de la legislación represiva, de la intervención judicial mediante un tribunal especial creado en 1971 para juzgar delitos subversivos, conocido como “el Camarón”, y de la represión paraestatal e ilegal expresada en torturas y algunas desapariciones”.
Para la historiadora, “la prisión política se convirtió en la principal tecnología represiva que incluyó torturas, malas condiciones y traslados disciplinarios a penales alejados del país. De hecho, el sistema penitenciario se fue transformando y pasaría de ser una rama de la administración pública a un engranaje más del esquema de seguridad”.
Ese “perfeccionamiento” del accionar represivo estatal “explica la fuga del penal de Rawson el 15 de agosto y la posterior masacre del 22 de agosto en la base Almirante Zar de la Armada. Masacre que para Eduardo Luis Dualhde, ex secretario de Derechos humanos de la Nación, incluyó novedades que serían esenciales del modelo impuesto luego en 1976: la pedagogía del terror, la no asunción de la autoría del hecho criminal, el pacto de sangre y la aplicación de la ley de fugas”.
Esa voluntad de exterminio ocurrida en una institución oficial, de manera clandestina y no asumida por sus responsables, “fue desmantelada por la acción que se liga con la segunda dimensión, la historia de las respuestas sociales a la violencia represiva”, destacó Solis. Al aumento de la represión “se correspondió el aumento de la denuncia de la persecución política y la solidaridad con los y las represaliados. Se multiplicaron desde el Cordobazo las comisiones de defensa y solidaridad con los presos políticos estudiantiles y gremiales. Eran plurales, ligadas a organizaciones o sindicatos, incluían familiares y trabajaban la denuncia y la contención”. La docente mencionó también “el rol central de los abogados defensores de presos políticos, quienes conformaron agrupaciones para la defensa legal”.
Citando a Nelly Llorens, Solis valoró el aporte de lxs familiares en su reclamo de justicia: “Rawson era terrible, era para condenados y nuestros hijos no tenían juicio; fue como una expatriación, llevarlos lejos, confinarlos para que no los viéramos; pero lo mismo fletábamos colectivos y los visitábamos, allí, en Santa Fe, Caseros, Chaco, el buque cárcel ya eran como 1000, todo antes de la Amnistía”. Se refiere a la decisión del presidente Héctor Cámpora, que apenas asumió el gobierno el 25 de mayo de 1973, firmó un decreto de amnistía que liberó a todos lxs presxs políticos del país, en una jornada memorable que sería leída de la peor manera por la futura dictadura del 76.
El valor de la militancia
El otro eje de la clase se enfocó en la militancia, que fue abordado por Noguera en un ida y vuelta con estudiantes –muchxs referenciados en la agrupación La Otra Historia-, con miembrxs del Centro de Estudiantes y con militantes de los 70 que también aportaron su mirada del pasado y el presente. “Me interesa destacar el rol de la militancia de aquellas organizaciones revolucionarias, y sobre todo el rol, el lugar de las mujeres, que no siempre tiene la visibilización que se merecen”, dijo la investigadora. En este sentido, contó que “las mujeres que intentan fugarse –y que no lo logran y son asesinadas- eran cuadros políticos muy importantes, en ese segundo grupo que queda atrapado en el aeropuerto hay dirigentes muy respetadas”.
Como ocurriría con la instauración del Terror de Estado a partir del golpe de 1976, hubo en Trelew un ensañamiento de género por parte de los militares represores. “Para ellos las mujeres guerrilleras se habían vuelto ´peligrosas´, y esto tiene que ver con que se convierten en sujetas políticas, a pesar de que eran militantes revolucionarias se las sigue nombrando con su apellido de casadas”, sostuvo Noguera.
Reflexionar sobre los 50 años de Trelew tiene múltiples sentidos, no solo para poder acercarse a aquellos hechos tan determinantes, sino para buscar hilos conductores con el presente, que es el sentido de la historia. Con ese objetivo, la disertante propuso un desafío al público, que se mostró muy participativo: “¿Cómo unirían ustedes la consigna ´la sangre derramada no será negociada´ de aquellos años después de Trelew, con Memoria, Verdad y Justicia”.
“Las consignas tienen un peso y un valor social”, respondió una ex presa de la Cárcel de San Martín durante la dictadura, quien puso el foco en este “perfeccionamiento” de la represión que antes había señalado Solis: “Los fusilamientos que se dieron después del golpe se hicieron afuera del penal de San Martín”.
Leandro Inchauspe, profesor de historia en la FFyH y actual secretario de Coordinación, reflexionó sobre “el pasado como caja de herramienta para abordar el presente. Hoy vuelve a instalarse en los sectores dominantes y parte de la ciudadanía el uso de la sangre y la represión para justificar la violencia sobre ese otro”, y puso como ejemplo un artículo del diario La Nación en la que se expone el pensamiento de Macri sobre una posible reforma laboral que textualmente dice: ´con los gremialistas hay que hacer lo que se hace con los caballos cuando tienen una lesión incurable: sacrificarlos con el menor sufrimiento posible”.
César Marchesino, secretario de Extensión de la Facultad, propuso “pensar los exterminios desde el análisis histórico de larga duración, como fue la llamada Campaña del Desierto que aniquiló los pueblos originarios”, en tanto que Sebastián Muñoz, Vicedecano de la FFyH, participó reflexionando en esa línea de continuidad que implicó Trelew con otros hechos trágicos argentinos: “El imaginario de la Patagonia como lugar de exterminio. La marina como exploradora de nuevos lugares y el ejército ocupando territorios que eran de indígenas que fueron aniquilados. Como una idea de que si llegas a la Patagonia no salis con vida, hay una conexión sobre lo que representa la Patagonia para el poder, una idea de brutalidad que unió a militares con empresarios y terratenientes”.
Para Matías Capra, comunicador social e integrante del Espacio para la Memoria La Perla, “hay muchos hilos conductores que nos trae esta historia. Uno fue y es la resistencia y la unidad en la acción política. También encuentro una tenacidad en la búsqueda de justicia por parte del pueblo, y es un hilo que se va alimentando. Y tomando lo que dijeron las disertantes y quienes han intervenido en este diálogo, Trelew es también la solidaridad, no solo de las organizaciones revolucionarias, sino de los abogados, del pueblo”.
La idea de clase abierta habilitó que lxs estudiantes presentes dijeran lo suyo: “Para nosotros esto es importante para formarnos como militantes de los derechos humanos, dar una batalla a los discursos de odio y a quienes hablan del ´curro de los derechos humanos´”. Otra aseguró que “mi política es la memoria, no me veo agarrando un arma ni tomando un pabellón de la facu, pero si se da la situación por ahí lo hago, no lo sé, son contextos de lucha, nosotres nacimos en democracia y nuestra lucha es ampliar derechos, defender la universidad pública, conocer la historia del siglo XX es importante para aprender de las experiencias militantes”.
Crinejo, una de las dirigentes estudiantiles que había abierto la actividad convocado a la militancia “a seguir peleando por Memoria, Verdad y Justicia, a seguir luchando por no olvidar a todos los y las compañeras desaparecidas y masacrados, y a pelear para que haya justicia por todes elles”, reafirmó su pensamiento al señalar que “las juventudes tenemos que seguir en la lucha por el Nunca Más”.
Esta revaloración de la militancia llevó a Noguera a compartir su propia mirada sobre aquellxs jóvenes de los 70, a quienes muchas veces se los ubica en un pedestal imposible: “Para mí no son ni héroes ni víctimas, sino militantes políticos, y cuando se habla de héroes se vuelven inalcanzables, te intimida, me parece importante hablar de Trelew a la hora de pensar las nuevas militancias”.
Como ella misma había propuesto un rato antes, los hilos se fueron tejiendo a lo largo de la tarde, y la clase terminó con las consignas haciéndose carne en el nombre de cada uno de los 19 fusilados o muertos por el Terror de Estado, que fueron recordados al unísono: “¡Presentes, ahora, y siempre. Ahora y siempre!
Texto y fotos: Camilo Ratti