Un día sin Mujeres

El Paro Internacional de Mujeres –previsto para el miércoles 8 de marzo– abarcará las demandas y luchas de las mujeres del siglo XXI en una movilización sin precedentes, que se desarrollará de manera simultánea en más de 40 países del mundo. En este informe especial, opinan Maria Teresa Anduetto, Cecilia Merchán, Jaqueline Vassallo, Laura Leonelli Morey e Irina Morán.

Este año la convocatoria, motorizada inicialmente por los colectivos de Ni Una Menos de todo el país, se expande hacia otras organizaciones y recupera el conjunto de acciones que se vienen produciendo en distintos puntos de Argentina. A poco menos de un año, está la experiencia luminosa del 19 de octubre de 2016, cuando miles de mujeres reaccionaron con una movilización nacional, tras el femicidio brutal de Lucía Pérez, la adolescente de 16 años abusada y asesinada en Mar del Plata.

En aquella oportunidad, una de las principales frases que motivó el paro de mujeres fue: «Si mi vida no vale, produzcan sin mí«. Así, la propuesta fue no trabajar durante una hora –de 13 a 14–, con una movilización posterior durante la tarde, que se replicó en las principales ciudades del país, con mujeres vestidas de negro.

Esta vez, el 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer Trabajadora– abarcará las demandas y luchas de las mujeres del siglo XXI en una movilización sin precedentes, que se desarrollará de manera simultánea en más de 40 países.

En Córdoba, este paro logró una articulación de más de 60 organizaciones estudiantiles, académicas, de base, políticas, sindicales, gremiales, sociales, de derechos humanos, comunicacionales, entre otras, con el fin de acordar las diferentes modalidades de adhesión y consignas según cada espacio de pertenencia.

En un marco histórico de desigualdades, este miércoles se reivindicará el sentido original del 8 de marzo; sumándose así al reclamo por los derechos de las mujeres trabajadoras, vulnerados por la situación actual ​de feminización de la pobreza, la disparidad salarial entre géneros, despidos, ajuste, precarización, reformas laborales y la imposición de un techo salarial, como un sin número de disparidades y situaciones de injusticias en diferentes ámbitos.

Por ello, entre los documentos que circula el colectivo NI Una Menos Córdoba se explica que un Paro de Mujeres es una respuesta a las violencias que nos atraviesan. Se pretende así, dar cuenta de los derechos que todavía no se cumplen, de las desigualdades actuales y de las brechas históricas entre hombres y mujeres. También se visibilizará que en Argentina, la cifra de femicidios no disminuye y que las perspectivas a futuro, si el Estado no interviene, tampoco son alentadoras.

Nosotras Paramos – también se lee– porque las mujeres tenemos las tasas más altas de desempleo: más de la mitad estamos desocupadas: la tasa de empleo asciende al 47,2% (69,6% en varones).  Además, en el país ganamos en promedio un 27,2% menos que los varones y dedicamos casi el doble de tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado (6,4 horas promedio por día las mujeres contra 3,4 horas de los hombres). También se señala que este paro se produce porque en el sector privado de Argentina apenas el 28% de los puestos de jefatura y dirección están ocupados por mujeres.  Además, solo el 22 % de los cargos nacionales de decisión política están ocupados por mujeres.

En Córdoba la movilización está convocada, a las 18 del miércoles 8, desde Colón y Cañada. Se invita a su vez a participar de todas las acciones de visibilización. A usar elementos rojos, violeta o fucsia como ropa, cintas, pañuelos, sombreros. También a trabajar en las redes sociales, compartiendo relatos o historias de violencia laboral, psicológica, sexual, patrimonial y económica, simbólica, obstétrica, acompañando cada posteo con el hashtag #NosotrasParamos.

Quizás después de este 8 de marzo logremos, en principio, no pensar ya en Un día sin Mujeres, sino comenzar a sentir la necesidad de erradicar el machismo y las desigualdades en cada lugar que habitamos. Para sanar heridas profundas y dar respuestas concretas a reclamos históricos. Para imaginar entonces sí, un mundo más justo, donde las relaciones humanas entre diferentes géneros se generen en un clima de libertad, igualdad y respeto.

El peor rostro de la violencia machista

A lo largo del 2016, sólo en nuestro país murieron 327 mujeres en casos relacionados a la figura del femicidio. Así, 401 hijos quedaron sin su madre, de los cuales más de la mitad son menores de edad. Las provincias del país con registros más altos resultaron Jujuy, Tierra del Fuego, Santa Cruz y Neuquén. Son cifras estremecedoras, que han sido recopiladas en los estudios elaborados por el Observatorio de Femicidios «Adriana Marisel Zambrano», dirigido por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, con el apoyo de Fundación Avon y la Dirección de Fortalecimiento de la Sociedad Civil del Ministerio de Hábitat y Desarrollo Humano.

En Córdoba la situación también genera luz roja: Sólo en el 2016 se produjeron 23 femicidios. Es decir, casi dos muertes de mujeres por mes. Son datos crudos de nuestra propia realidad, que le dan sustento a esa consigna tan rebelde como incómoda de intentar reflexionar sobre por qué las mujeres se organizan en toda una jornada de movilización; por qué Un día sin Mujeres para esta próximo 8 de marzo, en tantos países del mundo.

Mujeres de Córdoba

Un llamado a unirnos

Desde Lisistrata llamando a huelga sexual de mujeres en la obra de Aristófanes, o las matronas romanas que en el año 195 a de C salieron a la calle para reclamar la derogación de la ley Opia, muchas han sido las luchas emprendidas por las mujeres en lo público y en lo privado, por su propia liberación y por la liberación de hijos, maridos y pueblos. Esa lucha tiene hoy dimensiones mundiales y busca atravesar todos los sectores sociales, un llamado a unirnos –más allá de nuestras diferencias– bajo un grito común. Importante saber que las transformaciones de los pueblos y en los pueblos las transformaciones en la vida de las mujeres no han sido obra de la casualidad, sino producto de luchas y sucesivos saltos de conciencia. Mi madre (ama de casa a tiempo completo) decía: voy a dejar de hacer todo lo que parece que no hago, y es eso en parte el Paro de Mujeres, dejar de hacer lo habitual para lograr que se vea lo que siendo obvio, lo que estando ahí, no se ve o no se quiere ver. Las mujeres producen (o con su trabajo doméstico permiten que se produzca) al menos el 50% de las riquezas, bienes y servicios  de una sociedad y se ocupan de criar y cuidar a niños, ancianos, enfermos, imposibilitados, en un porcentaje mucho más alto que ese cincuenta por ciento: una lucha de sangre que no se ve. Por eso parar, detener el curso de las cosas, hacerse oír, obliga a mirar y cuando se ha visto, cuando ha caído el velo, es más difícil mantener la indiferencia.  ¿Qué puede aportar a la conciencia sobre la condición de las mujeres un cuento, un poema, una novela? Como en otras cuestiones, esta lucha se libra en la calle, pero un libro puede forzar nuestro pensamiento, llevarnos a habitar transitoriamente el lugar de otros, ponernos en sus zapatos, aprender a ver hasta achicar ese margen de indiferencia que a todos nos habita.

Maria Teresa Andruetto

 Acelerar los tiempos

“Bebota”. “Muñeca”. Esos eran los términos –supuestamente galanes– que usaba un exjefe periodista para llamarme hacia su escritorio; palabras que funcionaban como cachetada a mi identidad feminista, a mis enormes esfuerzos académicos, a mis pequeños grandes logros –gracias al compromiso de otros jefes y compañeros– para que las notas sobre igualdad de género fueran temas de agenda cuando los grandes medios de comunicación estaban muy lejos de tratarlos de manera sistemática.
Las mujeres de Córdoba, del país, y de gran parte del mundo tienen un protagonismo secundario en los contenidos de las noticias (basta con ver cualquier día –menos el miércoles 8 de marzo– las fotos de cualquier diario para rápidamente reconocer a qué sexo pertenecen los protagonistas) pero también en las posibilidades de progresar en el oficio: son pocas las mujeres que tienen cargos de decisión y/o jefatura. Incluso, su representación sindical es marginal.
¿Cómo pretender, entonces, que los medios reflejen mejor el hecho de que la igualdad de género es un derecho humano fundamental si puertas adentro no respetan –ni hacen esfuerzos para hacerlo- esa igualdad? ¿Cómo pretender que los gremios peleen por los derechos específicos de las trabajadoras, si hacia dentro de sus estructuras se reproducen las prácticas más patriarcales?
Este ya era tema de agenda hace más de 20 años: la IV Conferencia Mundial de la Mujer (conocida como Beijing  1995) detalló de manera muy clara en el Punto J dos áreas en las que debían involucrarse los gobiernos y también las empresas periodísticas: las desigualdades en el acceso de las mujeres en los medios de comunicación y los contenidos de los medios en cuanto a su aporte a la igualdad de género.
Se han logrado grandes avances, claro, y cada vez hay más periodistas –mujeres y varones– comprometidos. Sin embargo, si seguimos a este ritmo de progresos estamos a décadas de lograr que los medios den una versión menos estereotipada de las mujeres, para que las trabajadoras tengamos iguales oportunidades que nuestros compañeros varones.
Las mujeres organizadas, en las calles, haciendo ruido, convocando, reflexionando, juntas y diversas estamos buscando acelerar esos tiempos.

Ab. Lic. Laura Leonelli Morey
Integrante Ni Una Menos Córdoba

Machismo en la política

La política es un territorio machista porque la construcción del poder público siempre ha pertenecido a los varones y desde donde se ha creado y consolidado el patriarcado. Así que aún, con todos los enormes avances que las mujeres hemos dado en materia de participación con intendentas, gobernadoras, legisladoras en los diferentes niveles, y hasta por primera vez una presidenta elegida por el voto popular, las mujeres seguimos padeciendo el machismo en la acción cotidiana de la política.
Uno de los principales obstáculos es que nos cuesta revisar cómo calan en nosotros y nosotras mismas las miserias de un sistema perverso que nos impulsa al individualismo, al sectarismo, al sálvese quien pueda y, por supuesto, al machismo que nunca logramos desterrar de nuestras propias experiencias populares.
Hay claridad en cuáles son los principales enemigos externos de la soberanía de una nación: los fondos buitres, las corporaciones, los gobernantes que representan sus intereses. Pero es difícil identificar otros enemigos que tenemos metidos en nuestro ADN cultural y que tenemos que combatir.
Aprender y lograr construir poder sin una lógica patriarcal, aún para aquellas personas que soñamos con transformas las injusticias, es muy difícil tanto para hombres como para nosotras, las mujeres.
Pienso que este 8 de marzo será muy potente. Las mujeres hemos logrado poner en el centro de la agenda política y social las profundas y arraigadas violencias que padecemos. En los últimos años, como nunca en la historia, hicimos visibles los femicidios como la forma más extrema de esas violencias sensibilizando a la sociedad, sintetizando el repudio a esa realidad en lo que viene siendo el Movimiento de Mujeres y la fuerza de la lucha del NiUnaMenos.

Cecilia Merchán
Corriente política y social «La Colectiva»

Feminización docente

El Paro Internacional de Mujeres en Argentina se producirá el marco de una realidad social y económica compleja en la que se están llevando adelante luchas desde el campo popular, frente a las políticas de recortes implementadas por el gobierno de Mauricio Macri. Entre estas luchas, se encuentran los reclamos salariales del gremio docente y las manifestaciones contra los recortes dispuestos para la Ciencia y Tecnología, trabajos en los que predominan fundamentalmente mujeres, incluso en el CONICET.
Desde finales del siglo XIX, las maestras llegaron a constituir la gran mayoría del personal docente de las escuelas primarias y que no fue un fenómeno acontecido exclusivamente en Argentina. Se produjo entonces una “feminización docente”, que su carácter netamente económico se refiere a que las mujeres tomaban los puestos que los hombres simplemente rechazaban, por lo menguado del salario. No es casual, que desde entonces se sostuviera la idea que el trabajo de la docente era como una prolongación del rol de “madre”. Es decir, se entendía como una suerte de “maternidad social” que permitía el desarrollo de los atributos maternales en una misión social, para los hijos de los demás.
Tal vez, será por eso que como el trabajo doméstico y la crianza de los hijos todavía continúa siendo naturalizado e invisibilizado por el patriarcado, y algunos ponen en el mismo lugar al trabajo de los y las docentes, enmascarados como  “voluntarios” del macrismo, socavando así un reclamo gremial justo, en nombre de la “educación de los chicos”. Lejos están de pensar que sus maestros y maestras les enseñan a sus hijos actitudes para la vida: que ante el atropello de los derechos de trabajadores y trabajadoras ble, existe la posibilidad de luchar por una vida digna.
Las mujeres científicas vivieron otros derroteros. Recién a fines del siglo XIX, pudieron comenzar a transitar las aulas de la Universidad Nacional de Córdoba y la de Buenos Aires, pero para llegar a ser científicas tuvieron que pasar muchos años. Seguramente, desde la última década, las mujeres científicas han vivido su mejor momento histórico. La inversión en Ciencia y Tecnología que hizo el gobierno de Cristina Fernández abrió las puertas a nuevas generaciones de becarios, becarias, investigadores e investigadoras y las políticas de género, aplicadas “puertas adentro” favorecieron a la igualdad de oportunidades en el desarrollo de sus trabajos. A tal punto, que  actualmente conforman el 53% de la planta. Seguramente, este 8 de marzo será una jornada diferente. Tal como lo expresa la socióloga e investigadora del CONICET, Dora Barrancos, “se tratará del posicionamiento de las múltiples formas que asume la condición femenina bajo el patriarcado”.

Jaqueline Vassallo
Investigadora Independiente del CONICET.
Prof. Titular de la FFyH

Difícil de imaginar

La consigna Un día sin Mujeres parece inimaginable ¿no?

Al leerla pienso qué sucedería si un día mi madre dejara de hacer todo lo que hace. Si mi hermana hubiese renunciado a ser madre soltera y  jefa de hogar. Qué sucedería con sus niños, mis sobrinos. Pienso en mi trabajo en la Universidad, sin la cantidad de mujeres, –investigadoras, docentes y no docentes–, sosteniendo el espacio público de formación colectiva. Pienso en mi vecina que cose hasta los días domingos. En las cajeras del supermercado. En las chicas que trabajan en distintos comercios, en restaurantes, bares, en centros comerciales. En las trabajadoras del campo, de la ciudad. En cada mujer de la cultura y el arte. En las científicas. Se me vienen a la mente todas mis amigas, cada una motorizando en sus labores propuestas creativas y solidarias. Pienso además que la inmensa mayoría de las mujeres cargamos con el trabajo doméstico no remunerado de cada hogar. Con el mayor peso de la crianza de nuestros niñas y niños. En la falta de reconocimiento de tantas tareas múltiples y de todo lo que falta para lograr una verdadera paridad salarial. Pienso también bajo qué estereotipos nos desempeñamos en nuestros roles de amigas, de novias, de madres, de esposas, de amantes, de trabajadoras, de educadoras, de activistas sociales, intentado modificar hábitos, cambios en el lenguaje, en las formas, los prejuicios y convenciones culturales que tanto nos dañan y atraviesan a diario.
Pero lo que me resulta mucho más insoportable es pensar cómo la humanidad, a lo largo de tantos siglos, no se ha detenido mucho antes para erradicar el sinnúmero de situaciones injustas entre ambos géneros. Cómo es posible haber llegado hasta aquí bajo una estructura machista y patriarcal tan nociva. Una armadura viciada de violencias que en su peor expresión es capaz de llegar a la figura del femicidio, asesinando a una mujer cada 30 horas.
Entonces vuelvo a pensar en la consigna inicial: Una día sin Mujeres. Realmente es difícil de imaginar. Algunos piensan que su formulación literal es exagerada. Yo pienso que ha sido exagerado haber esperado tanto tiempo para decir “basta!” y organizar esta huelga o rebelión mundial, que recupere el verdadero origen del 8 de marzo. Sucede que la disparidad entre los géneros tiene tanta antigüedad como la historia misma del ser humano. Y ya no existe evolución o convivencia posible si no modificamos patrones económicos, sociales y culturales para hacer de este planeta un lugar más justo y equitativo, digno de ser habitado por todxs.

Irina Morán
Periodista de la FFyH e integrante del Colectivo Ni Una Menos Córdoba

1 comentario

  1. Un día con las mujeres siendo felices a pleno.con la elección que cada una haga y que eso incluya la marcha para vernos Unidas y fuertes. Nuestros logros son los avances de la humanidad

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