Virginia Cagnolo
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Resumen
La siguiente reseña se focaliza en leer Microcosmos de Antonio Catalfamo, recientemente publicado por el Centro editor La Sofía Cartonera (FFyH-UNC) y traducido por Silvia Cattoni y Sara Porta. Este trabajo busca mostrar cómo en el texto de Catalfamo se traman juntos un proyecto político comunista con una intención de reapropiarse de la lengua para devolverla a los hombres.
La palabra recorre significados intentando llenar los huecos, los espacios y las grietas que quedan entre ellas, que las hacen no equivalentes. ¿Cómo resolver el problema de que mis palabras digan lo que quiero decir? No son solo las palabras, el poeta se pone en el centro y cuestiona su labor: ¿desde dónde construir un lenguaje que cifre lo que digo con lo que quiero decir? ¿Cómo lograr que las palabras capturen eso que las excede y las vuelve significantes? “Nelcorridoio/ mi chiamano per numero,/ corro da un stanzaall’altra/ per i vari esami./ Maiio non sono Quasimodo/ e questa non é/ una società comunista,/ in cui treparole/ hanno lo stesso peso:/ madre,/ pane/ compagno”[1] (Catalfamo, 2018: 22). Antonio Catalfamo, poeta italiano contemporáneo[2], pone en el centro de su obra el problema de construir un lenguaje que se ponga al servicio de quien habla, un lenguaje que atraviese al autor y al lector, un lenguaje que pierda firmeza comunicativa en pos de conseguir la potencia de lo comunicable, de lo que es común pero queda relegado. En este sintagma “común”, el poeta pone en juego no solo una idea de sociedad, el comunismo, sino una forma de experimentar lo real: apropiándose de la lengua, que nos pertenece, y así ordenar nuestro propio mundo.
Microcosmos es el nombre del poemario bilingüe que acaba de ser editado por La Sofía Cartonera, editorial de la Facultad de Filosofía y Humanidades, y que ha sido traducido por Silvia Cattoni[3] y Sara Porta[4], logrando que no solo se mantenga viva la sonoridad del idioma italiano, sino también el uso particular de la lengua que hace Catalfamo, que la vuelve tan actual y tan cercana. Los poemas se enfrentan en espejo en un sistema de original/traducción que permite captar lo sonoro, repetir o simplemente volver sobre los mismos pasos de la traducción y hacer la propia, porque traducir es una forma de leer, y, sobre todo, una forma de escribir.
Desde aquí puede ser leído Microcosmos. Un real que es traducido por el poeta a su paso, avanzando por la experiencia de la ciudad, del campo, del mercado, del sexo, del amor, del trabajo, de la política: todo ingresa en el poemario y se pone bajo la misma luz, la de quien vive y no separa, sino que une con más fuerza cada hecho, cada momento, cada palabra con otra. “Voglioscrivere ancora,/ le parolepiene di Mallarmé,/ parole di vita e di morte,/ parole di sostegno per chilotta,/ parole di dolore per chicade,/ sotto i colpi del nemico”[5] (Catalfamo, 2018: 10). La escritura es también testimonio de esa vida de lucha, pero más importante aún, es el campo de lucha tanto como lo son las calles y los campos en los que se derrama la sangre y el sudor de los compañeros. El poema es el terreno donde se disputa el lenguaje, donde se trata de reapropiar de un lenguaje que ha sido expropiado y convertido en propiedad privada. La idea de que cada palabra tiene un valor que la diferencia de las otras y un significado único y cerrado es contra la que Catalfamo asesta sus golpes. La lengua como tal es propiedad pública y no puede volverse contra la sociedad que la mantiene viva, debe volver a ella. En el poema “La malora”, Catalfamo demuestra cómo la malora se ha convertido en una palabra que se usa para culpabilizar a la clase trabajadora de sus miserias, como un fenómeno natural, ajeno a todo estado de poder. Mostrando este mecanismo, finalmente logra darle la vuelta y reapropiarse de la malora y convertirla en instrumento de lucha: “Se ilvecchiocompagno,/ a quasiottant’anni,/ ancora lavora,/ pota, innesta, rimonda,/ raccoglie le arance,/ bionde, sanguigne,/ a strapiombosulbaratro/ é lo Statoborghese la malora,/ che dápensioni di fame”[6](Catalfamo, 2018:14). Devolver al pueblo aquello que le han quitado, mostrar que allí, donde brillan los colores de las naranjas que se compran en el mercado, hay un hombre cuya vida está siendo precarizada, así es el proceso de devolver al pueblo sus palabras. Lamalora se hace visible por lo que es en realidad, un Estado que da la espalda a los hombres comunes.
Es a aquellos hombres para quienes Catalfamo escribe, los hombres comunes. Encontramos hombres en plena lucha, velando por sus compañeros, trabajando duramente, a veces festejando una victoria, continuando con sus labores sin parar, pero también encontramos hombres y mujeres enamorados, atraídos por la sensualidad y dejando atravesarse por los placeres con la misma intensidad con la que ejecutan maniobras rebeldes. Ambas forman parte de la vida de los hombres, indisociables, como las palabras que los acompañan y conforman su microcosmos. El microcosmos que construye Catalfamo al interior del libro es un mundo entre la desesperanza y el coraje de la lucha que impulsa. En la construcción de su microcosmos se vuelve fundamental la fundación de una lengua común, en la que caigan las tramas de poder tejidas al interior de nuestro lenguaje, una reapropiación de la lengua de parte los hombres y para uso de los hombres.
Devolver las palabras al uso común, de la gente común, es un movimiento político de suma importancia que Catalfamo asume como parte de su tarea. “Tu mi chiedi/ ilsignificatodelleparole./Io ti rispondo, con Eduardo,/ che le parolesonocolorate”[7] (Catalfamo, 2018: 50), dice en otro poema en donde trata de borrar los rastros de un lengua adecuada y pensar otra: pensar las palabras en términos de colores permite acercarlas a un lenguaje más perceptivo y plural. No son una cifra o un valor, sino que son lo que sucede cuando el hombre puede hablar, y así las posee: se comunica, devuelve la lengua a la comunidad, se vuelve común a todos. “La poesia mi serve/ a racconte/ la vita egliumili,/ a diresgrì,/ come Santo Calì,/ a diremmé,/ a usare illinguaggiouniversale/ di uomini, piante, animali,/ a ritornare al naturale di Ruzzante”[8] (Catalfamo, 2018: 27).
Virginia Cagnolo es estudiante de la carrera de Letras Modernas en la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente, se encuentra realizando su Trabajo Final de Licenciatura.
[1] “En el pasillo/ me llaman por número,/ corro de una sala a la otra/ para los diferentes exámenes./ Sin embargo, no soy Quasimodo/ y esta no es/ una sociedad comunista,/ en la que tres palabras/ tienen el mismo valor:/ madre,/ pan,/ compañero”(Catalfamo, 2018: 23).
[2] Antonio Catalfamo nació en Barcellona Pozzo di Gotto, Messina, en 1962. Actualmente se desempeña como profesor de literatura italiana contemporánea en la Universidad de Cassino y Messina. Se ha dedicado a estudiar la obra de Cesare Pavese y coordina el “Observatorio permanente en estudios pavesianos en el mundo”. También es director del Centro de estudios Nino Pino Balotta de Barcellona P.G. En cuanto a su labor de poeta, ha publicado libros de poesía y ficción.
[3] Silvia Cattoni es Dra. en Letras Modernas y Magister en Lengua y Cultura italianas en Perspectiva Intercultural. Se desempeña como docente e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba, teniendo a cargo las cátedras de Literatura Occidental de la Facultad de Lenguas y la cátedra de Literatura Italiana de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Desde 2014 dirige la sección Traiciones Cartoneras (Centro editor La Sofía Cartonera de la FFyH-UNC) dedicada a la traducción de textos relevantes y nóveles de la literatura extranjera de todos los tiempos.
[4] Sara Porta es una alumna internacional del Seminario de traducción de idioma italiano de la carrera de Letras Modernas de la FFyH de la UNC. Cursa sus estudios regulares de Mediación Lingüística intercultural en la Universidad de Bolonia Italia.
[5] “Todavía quiero escribir/ las palabras saturadas de Mallarmé,/ palabras de vida y muerte/ palabras sostén para quien lucha,/ palabras de dolor para quien muere,/ bajo los golpes del enemigo” (Ibid: 11).
[6] “Si el viejo compañero,/ a sus casi ochenta años,/ aún trabaja,/ corta, planta, poda,/recoge las naranjas,/ amarillas, rojizas,/ en un acantilado sobre el abismo,/ es el Estado burgués la desgracia,/ que paga míseros sueldos” (Ibid: 15).
[7] “Me pides/ el significado de las palabras./ Te contesto, con Eduardo,/ que las palabras tienen colores” (Ibid: 51).
[8] “La poesía me sirve/ para contar/ la vida de los humildes,/ para decir sgrí,/ cómo Santo Calí,/ para decir mmé,/ para utilizar el lenguaje universal,/ de los hombres, plantas, animales,/ para volver a lo natural de Ruzzante” (Ibid:26).