¿Juventud, primavera de Córdoba? Fiestas oficiales por el Día del Estudiante en la última dictadura argentina

juventud

1. La hipótesis principal que guía esta investigación sostiene que las biopolíticas (Foucault, 1976) “juveniles” desplegadas por la última dictadura se sustentaban en una mentalidad autoritaria, en un imaginario bélico y en un modelo civilizatorio militarista (Cf. Quiroga, 2004; Lorenz, 2006; Solís, 2010; Elías, 2009). Desde esa matriz ideológica, la población “joven” fue dividida, a nivel de las representaciones oficiales, en tres grandes grupos: los enemigos-subversivos, los heroicos-virtuosos y los indiferentes-desorientados[1]. Esas imágenes culturales condicionaron distintas estrategias de domesticación que comprendieron desde la vigilancia y el exterminio hasta la glorificación y el homenaje festivo. En ese marco, las fiestas oficiales en torno al 21 de septiembre, donde el discurso gubernativo decía celebrar el Día del Estudiante-Día de la Juventud (en adelante, DE-DJ), constituyen un acontecimiento importante al momento de historizar las prácticas de socialización (in)formal desarrolladas sobre los sujetos considerados virtuosos o desorientados.

Paralelamente, nuestra investigación general (González, 2012) nos permitió corroborar que el imaginario oficial defendía desde el Golpe del ´76 (aunque recuperando ideas anteriores como las de la Guerra Fría) la existencia de una guerra integral contra el comunismo, la cual desde su visión se libraba tanto en planos materiales como espirituales. De este modo, junto a la fase destructiva que hizo desaparecer a aquellas personas e ideas consideradas subversivas, se desarrolló una acción constructiva que intentaba (re)fundar un orden social tradicional cimentado en la trilogía de los autoproclamados verdaderos valores de la civilización occidental y cristiana: Dios, Patria y Familia (Cf. Avellaneda, 1986; Gociol & Invernizzi, 2002; Postay, 2004). Al respecto, el año 1980 en Córdoba emerge como una bisagra peculiar ya que el diagnóstico bélico de los funcionarios militares y de sus aliados civiles celebraba la victoria armada sobre el marxismo, pero advertía sobre la continuidad de la guerra cultural que tenía por trofeo a las mentes y a los corazones de los argentinos, especialmente de los jóvenes (LVI, 31-5-80)[2]. Conjuntamente, en el contexto de apropiación de la política propiciado por Las Bases del Proceso de Reorganización Nacional y de auto-representación de las FFAA como garantes de la marcha hacia “la democracia de los mejores”, otro tema “juvenil” se incorporaba a la agenda oficial: el de la nueva generación que heredaría al Proceso (Philp, 2009).

Ese “telón de fondo” permite entender que durante el régimen dictatorial se multiplicaran las políticas culturales dedicadas a la sana recreación de los dos grupos de jóvenes autorizados a seguir viviendo: los virtuosos y desorientados. Dentro de la variedad de esos programas gubernativos, las fiestas oficiales por el DE-DJ tuvieron una visibilidad destacada. Si bien esas celebraciones presentan una historia de larga duración en las costumbres argentinas (que trasciende al siglo XX[3]), esos actos político-culturales adquirieron una espectacularidad singular en Córdoba durante la coyuntura 1980-1982. Allí se realizaba una asociación esencialista entre una ocupación (estudiante), una edad (juventud) y una estación anual (primavera), tres términos presentados como sinónimos y coligados con particulares sentimientos, imágenes visuales-auditivas, ideas nacionalistas y mandatos naturalistas. No obstante, bajo esa aparente homogeneización, esos rituales cívicos (re)producían las jerarquías clasistas, religiosas, raciales y genéricas de un régimen tradicionalista y autoritario cuyos ideales (auto)reconocidos eran el elitismo, el catolicismo, el eurocentrismo ario y el androcentrismo.

Con el objetivo de explorar a las representaciones y biopolíticas que construyeron “juventudes” (Chaves, 2010) durante la última dictadura, en este texto focalizamos una arista singular del proceso anterior: la Estudiantina organizada en septiembre de 1980 por el Gobierno de Córdoba, una ciudad que el mes anterior había recibido la visita del presidente de facto teniente general Videla. Esta reconstrucción histórica se basó en el relevamiento de distintas fuentes, como la Guía de Córdoba Cultural (GCC), una revista bimestral publicada por la Municipalidad, y los diarios La Voz del Interior (LVI) y Los Principios (LP). A la vez, el Archivo Fílmico de Canal 10 (perteneciente al Centro de Documentación Audiovisual de UNC) nos permitió acceder a sugerentes imágenes y sonidos epocales. El análisis de dichas fuentes fue encarado desde un enfoque de Historia Cultural transdiciplinar, desde allí, investigamos a las celebraciones socio-políticas en cuestión “como performances” y “fiestas oficiales” (Schechner, 2000; Bajtin, 1989). Con esta mirada pudimos observar singulares variables: posiciones de actores y públicos, disposición de los cuerpos, estetizaciones, formas de organización temporo-espaciales, palabras, imágenes y prácticas que al citarse una y otra vez logran (trans)formar conductas y afectividades (Cf. Blázquez, 2007).

2. Respecto de la socialización “juvenil” emprendida por el Estado autoritario argentino, consideramos que los mecanismos de educación formal (sistematizados y controlados por el régimen) fueron complementados con estrategias educativas (in)formales, como los actos escolares y los homenajes festivos; los cuales devinieron operaciones de ingeniería social (re)productoras y (trans)formadoras de sujetos. Allí, como explica Blázquez (2012), mediante diferentes técnicas, muchas de ellas lúdicas, se civiliza al sujeto en un contenido determinado, se establecen las jerarquías que constituyen a ese individuo como parte de una Nación[4]. Efectivamente, durante la última dictadura, tanto en sus fases de apogeo como de ocaso, se concretaron en Córdoba diversas performances gubernamentales que decían homenajear a la juventud por el DE-DJ. Las modalidades de estas fiestas oficiales presentaron matices que se adecuaron a las coyunturas del régimen. Otro dato no desestimable es que, en algunas ocasiones, las celebraciones locales se mixturaron con otras performances del país; donde las acciones del gobierno municipal y provincial de Córdoba confluyeron con objetivaciones presidenciales y/o de ministerios nacionales.

En 1976, por ejemplo, convergieron tres actos en el escenario cordobés: un Torneo Deportivo organizado por el III Cuerpo de Ejército, las IX Olimpíadas Estudiantiles coordinadas por el gobierno provincial junto a dependencias de la UNC y un Programa para la Juventud (de actividades artísticas y culturales) desplegado por la Dirección General de Enseñanza Secundaria de la provincia junto con la Dirección de Cultura Municipal (LVI, 21 y 22-9-76). En 1977, además de dos homenajes locales  que sugerían continuidades con las políticas culturales del Onganiato (las X Olimpiadas Interuniversitarias en Embalse de Río Tercero y las X Jornadas Estudiantiles para el nivel secundario de Córdoba capital), los jóvenes argentinos recibieron dos distinciones por parte del presidente de facto Videla: un Mensaje-Salutación, donde les reclamaba su participación en el Proceso y la invitación a 14 jóvenes descollantes para un almuerzo con el mandatario. Sobre este último encuentro, la prensa explicaba: “reinicia sus comidas de los miércoles que comenzó al asumir el Poder Ejecutivo y que le han permitido tomar contacto directo con distintos sectores de la comunidad”. Allí, los invitados fueron “5 mujeres y 9 varones que se habían distinguido en el deporte, el estudio, el periodismo, el arte o profesionalmente” (LVI, 22-9-77). En 1978, la prensa informaba que la conmemoración estaba a cargo de la Escuela de Ingeniería Aeronáutica; la cual, entre otras acciones, recibió en sus instalaciones la visita de alumnos de Ciencias de la Información de la UNC, con los cuales compartió un partido de fútbol y un posterior almuerzo en el Casino de Oficiales. A su vez, el comandante en jefe del Ejército, Tte Gral Viola, envió un Mensaje a los jóvenes de la Nación, donde remarcaba: el gobierno argentino realiza toda su obra en función de un mejor futuro de la juventud actual (LVI, 21-9-78). Por su parte, en 1979, se realizaron dos homenajes: la Clausura de las Competencias Intercolegiales, organizadas por la Dirección de Educación Física provincial en el Club Instituto y un recital en Plaza San Martín ofrecido por la Orquesta estable de jazz de la Policía local (LVI 21-9-79).

En ese marco, las performances concretadas por el gobierno cordobés en torno al 21 de septiembre del año ‘80 devienen una bisagra respecto de los actos anteriores; ya que se transita desde una locación restringida a espacios interiores (de institutos castrenses y/o clubes societales) hacia una ocupación y multiplicación de espacios públicos. Conjuntamente, otra variante a tener en cuenta es que, desde 1980, las performances son promocionadas como una fiesta juvenil. Podría pensarse que, de este modo, las autoridades buscaban (re)apropiarse de prácticas precedentes, informales y civiles (donde el 21 de septiembre era asociado con pic-nic, bailes, rebeldía, desenfreno sexual) y “normalizarlas” de acuerdo al canon moral autoritario y tradicional del régimen. Siguiendo los aportes de Bajtin (1989), podríamos decir que se trató de un deslizamiento desde una festividad popular-carnavalesca hacia una fiesta oficial. En lugar de procesos que propician la revuelta de las reglas sociales, el humor, el juego y la liberalización de apetitos corporales, estos actos gubernativos tendieron a (re)afirmar las jerarquías, reglamentar las alegrías y moralizar cuerpos, actitudes y deseos en base al imaginario imperante.

3. Ese 21 de septiembre de 1980, como contexto de los festejos locales, encontramos que el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación publicitaba una página completa en los periódicos cordobeses explicitando sus supuestas concreciones y los proyectos futuros. Entre ellos, las políticas de intervención-vigilancia de los estudiantes universitarios, aparecían como un tema de preocupación y control oficial. El aviso señalaba: “Además del esfuerzo reordenador, que dio sus frutos elevando la eficiencia de la educación superior, se creó un estatuto legal que (…) define claramente los objetivos de nuestra enseñanza superior y regula con seriedad la vida universitaria” (LP, 21-9-80). Por su parte, las performances gubernamentales cordobesas fueron promocionadas en la prensa como Estudiantina ‘80, siendo sus organizadores: la Secretaría- Ministerio de Educación y Cultura de la provincia, la Municipalidad y la UNC. Estas entidades convocaron la participación de singulares sectores de la población (quienes debían inscribirse en el Microcine del Palacio Municipal 6 de julio, es decir, en la sede comunal): escuelas públicas y privadas, instituciones deportivas, grupos católicos y conjuntos barriales (LVI, 20-9-80). La GCC Nº 4 (octubre de 1980) publicaba una reseña sobre los eventos festivos, cuyo titulo remitía a un lema oficial: Juventud. Primavera de Córdoba.

En principio, cabe detenernos en algunos detalles formales de esta fiesta oficial. Adentrándonos en la organización temporal advertimos que los actos se desarrollaron en una jornada (el sábado 20), comenzando por la mañana y prolongándose hasta el anochecer. Quizás, este desplazamiento del tradicional 21 al día precedente puede relacionarse con los valores simbólicos asociados al fin de semana en un imaginario oficial centrado en la trilogía “Dios, Patria y Familia”: así, mientras el día sábado podría relacionarse con connotaciones festivas, la jornada del domingo estaría reservada para el recogimiento religioso y la reunión parental. En cuanto a los ámbitos citadinos dispuestos para la performance, observamos sugerentes transformaciones de sitios ordinarios en espacios culturales extraordinarios, es decir, lugares acondicionados de modo teatral para realizar ceremonias político-rituales (Schechner, 2000: 73-ss). Las acciones se desarrollaron en espacios públicos abiertos: el Paseo Sobremonte, el centro histórico y comercial, los tapiales del ferrocarril Mitre, y principalmente, la plaza y la céntrica Avenida Vélez Sarsfield, en cuya intersección con el Boulevard San Juan se montó un palco para las autoridades y un escenario para la actuación de conjuntos musicales juveniles. Paralelamente, se dispuso para el día 20-9 el cierre del tránsito vehicular en varias calles entre las 15 y las 20 horas; la Federación de Transporte provincial, por su parte, anunció que el abono escolar extendería su vigencia hasta las 22 horas para facilitar la concurrencia al festival de la primavera (LVI, 20 y 21-9-80).

Los eventos oficiales abarcaron diversas actividades que pueden interpretarse mediante el modelo schechneriano de procesión, una especie de peregrinación que sigue una trayectoria prescripta de reunión, representación y dispersión. Así, los espectadores-peregrinos se congregan en el camino, se detienen en lugares prefijados donde se realizan performances particulares y tienen como lugar de destino un palco-escenario. Los actos comenzaron por la mañana, en el Paseo Sobremonte y en el centro citadino con una búsqueda del tesoro sobre el tema Historia y Geografía de Córdoba; luego, continuaron con un concurso de murales en las paredes externas del FFCC. Desde las 17 horas, y en la Av. Vélez Sarsfield, tuvo lugar, como una de las acciones prioritarias, un desfile de estudiantes, de representantes de centros vecinales y deportivos, de colectividades extranjeras, de grupos católicos juveniles, de minicomparsas, de autos antiguos llevando a las postulantes para reinas. Finalmente, con la llegada del atardecer, el escenario albergó otras puestas en escena: recitación de poemas, coronación de reina y princesas, actuación de bandas de música de la Policía de Córdoba y del Comando del Tercer Cuerpo de Ejército. Conjuntamente, la foto que ilustra la nota periodística de la GCC y las fuentes audiovisuales del Noticiero de Canal 10 muestran imágenes del desfile estudiantil donde se advierte: en el centro de la escena, a un grupo de escolares, vestidos con uniformes o guardapolvos, que marchan ordenadamente por la vía pública siendo escoltados por un adulto con vestimenta civil (quizás un docente o un padre). De este modo, el desfile adviene un espectáculo ofrecido por los líderes oficiales a una multitud que oficia de público; este último es ubicado a los costados de la escena, en columnas regladas por las líneas de la calle y custodiadas por agentes de las fuerzas de seguridad.

Un segundo elemento que nos interesa subrayar es la definición de los actores celebrados: el lema oficial de la Estudiantina ’80 fue ‘Juventud, primavera de Córdoba’ (LP, 19-9-80). Dicha consigna fue acompañada por una singular figura: la personificación de un sol radiante de estética naif, con grandes ojos abiertos, una marcada sonrisa y unos labios que sostenían el tallo de una flor. Esa figura se combinó con palabras y frases que (re)presentaban a una ocupación, una edad y una estación anual como sinónimos asociados con particulares sentimientos (alegría, optimismo, ganas de vivir, amor) e imágenes visuales y auditivas (colorido, brillo, risas, sones juveniles). Paralelamente, el discurso gubernativo publicitaba una fiesta juvenil para estudiantes del nivel secundario y superior; no obstante, bajo la aparente capa de homogeneidad de los más de 6.000 jóvenes que, según la prensa, cantaron, sonrieron y concursaron, podemos observar una diferenciación clasista subyacente. Al especificar que, además de los estudiantes, también estuvieron los jóvenes de los barrios, la GCC jerarquizaba la escolarización de los grupos medios y dominantes (que se localizaría en el centro geográfico capitalino) sobre las prácticas de las periferias barriales (donde habitarían los sectores populares).

A su vez, el discurso de los diarios da cuenta de una preponderancia religiosa (los grupos juveniles católicos) y de la predilección por un único grupo étnico extranjero (los alemanes) que se habría sumado a la región mediante su inmigración: “una delegación de Villa General Belgrano que despertó la admiración por su colorido, las luces de los trajes y la vivacidad de una colectividad integrada, para siempre, a la geografía y a las razas de esta Córdoba” (LVI, 21-9-80). Ante estos grupos celebrados, que, en términos de Butler (1993), eran los cuerpos que importaban para el régimen, nos preguntamos: ¿no fueron invitados a los actos oficiales los estudiantes pertenecientes a las minorías religiosas citadinas? Además de los inmigrantes arios (sucesores de alemanes que se instalaron en la provincia especialmente en el período de las guerras mundiales), ¿desfilaron con sus trajes típicos otros jóvenes (descendientes, nacionalizados y/o residentes) provenientes de otros países y culturas?

4. Si analizamos que algunas de las actividades estaban reservadas exclusivamente para “jóvenes mujeres” (la consagración de reina y princesas), mientras que otras promocionaban la participación de actores masculinos (los conjuntos musicales juveniles de la Policía y del III Cuerpo de Ejército), deducimos otro indicador de distinciones que operaba en el imaginario gubernativo. En esas competencias de belleza encontramos un inquietante ejemplo del carácter transformacional (Cf. Schechner, 2000: 85) que pueden producir algunas performances; en este caso, la variación de capital implicada en una simbólica coronación de la realeza donde “las jóvenes” premiadas asumen la posición (quizás inconsciente) de objetos visuales, estéticos y eróticos[5]. Así, junto al “oficial músico” (una de las variantes del joven heroico), sugieren la pareja modélica sostenida por la matriz heterosexual y androcéntrica dominante: un hombre entre cuyas responsabilidades se encuentra la defensa de la Patria frente a enemigos internos y externos junto a una joven cuyas obligaciones principales se resumirían en acompañar y decorar esas vidas masculinas[6]. En ese marco, cobran sentido tanto las evocaciones poéticas de Jorge Vocos Lescano y Rubén Darío, cuyos versos enmarcaron una sonrisa de amor como los aplausos y los piropos que acompañaron al desfile femenino (LVI, 21-9-80). Esas era algunas de las (re)presentaciones con las cuales esta fiesta oficial lograba reafirmar las divisiones religiosas, étnicas y genéricas hegemónicas, que se mixturaban con las clasificaciones etarias para conformar singulares “juventudes” permitidas y celebradas por la dictadura. Quizás podamos adentrarnos en el modelo estético-ético que reglaba las subjetividades “juveniles”, atendiendo a la prensa de la época: si nos detenemos en el suplemento dominical del 21-9-80 (LVI) advertimos un discurso de ¾ de página firmado por Francisco Celombe que expresa evocaciones poéticas y pictóricas particulares sobre la primavera, los jóvenes y la mujer. Allí, las palabras y las imágenes reproducidas (dos detalles de la obra renacentista, Consagración de la Primavera), sugieren especiales regulaciones de apariencias y conductas: por un lado, un modelo corporal ario y un mandato moral virginal y matrimonial para “las jóvenes”; por otro lado, la defensa de un proceso civilizatorio que refrene los supuestos remolinos sanguíneos de los adolescentes.

… La joya más preciosa (…) Joven por siempre, fuerza renacida y luz que todo lo fertilizas (…) Los adolescentes sienten tus remolinos en fugitivos y pequeñísimos ríos de su sangre. Los modelas serenamente para prepararlos a gozar la eternidad que es la patria desde donde vienes. La novia mira con impaciencia su dedo anular baldío aún de su redondo anillo (…) Sí, tu rostro es el mismo que el que te retrató Botticelli (…) Por estas tardes de apretujada esperanza, oigo tu voz que viene acompañada de los sones de las campanas y nos alarga suavemente un Ave María Purísima.

Paralelamente encontramos diversas prácticas de estetización que irrumpieron en la Estudiantina ‘80. En sentido amplio, el conjunto de actos gubernativos que celebraron el DE-DJ puede ser interpretado como una ceremonia espectacular, es decir, como acciones teatralizadas con eficacia política, material y simbólica, donde la disposición espacial, las actividades lúdico-competitivas y los roles asignados sirvieron para demarcar los cuerpos, valores y emociones que importaban al régimen dictatorial. En sentido restringido, se desarrollaron tres actividades reconocidas socialmente como “artísticas”: recitación de poesía, concierto musical y pintura mural. Estas acciones fueron caratuladas como culturales por la GCC, en la cual se publicaron dos reseñas de página completa: una sobre la Estudiantina ’80 en general y otra sobre el Concurso de Murales en particular. Este certamen habría sido coordinado por el Museo Municipal de Bellas Artes “Dr. Genaro Pérez”, cuyos funcionarios divulgaron los requisitos de la competencia: “ser estudiantes regulares de la Facultad de Arquitectura de la UNC, de la Universidad Católica de Córdoba, de la Escuela de Artes de la FFYH-UNC, de la Escuela de Bellas Artes ‘Dr. José Figueroa Alcorta’, de Artes Aplicadas ‘Lino E. Spilimbergo’ y de Cerámica” (LP, 20-9-80). La inauguración oficial se habría concretado dentro del programa de eventos del sábado 20 de septiembre; no obstante, la entrega de distinciones implicó otro acto gubernativo desarrollado el viernes 26 a las 18 horas en el Auditorio del Palacio 6 de Julio, el cual fue presidido por el Subsecretario de Cultura de la Municipalidad, el Dr. Carlos Bustos Argañaraz. Respecto de este funcionario, no es un dato menor señalar que fue proclamado joven sobresaliente por la Bolsa de Comercio local en 1981.

5. Las performances en torno al DE-DJ constituyeron un tipo peculiar de políticas culturales (in)formales y, a nivel analítico, son un laboratorio importante para explorar prácticas de estetización de la política y de politización de la estética con las cuales el gobierno desplegaba su poder simbólico sobre los jóvenes construidos como virtuosos y desorientados. El camino recorrido nos permite comprender algunas facetas de esos procesos de socialización e (in)visibilización que diferenciaban a las juventudes celebradas de otras permitidas o directamente prohibidas. A la vez, se conforman nuevos interrogantes que nos invitan a ampliar la investigación hacia otras dimensiones: el contexto nacional, la larga duración y las apropiaciones “populares carnavalescas”.

Durante la dictadura, tanto en sus fases de apogeo como de decadencia, se efectuaron variados homenajes oficiales alrededor del 21 de septiembre. Más allá de las especificidades que adquirieron en las distintas coyunturas, se puede observar una constante: la asociación esencialista entre una edad, una ocupación y una estación anual, tres palabras presentadas como sinónimos y asociadas con particulares sentimientos, imágenes visuales-auditivas, proyectos nacionalistas y temores biologicistas. Bajo esa aparente homogeneidad, esos actos eran uno de los dispositivos que (re)producían las jerarquías clasistas, religiosas, raciales y genéricas de un régimen autoritario que se (auto)proclamaba defensor de los verdaderos valores nacionales. Las fiestas oficiales por el DE-DJ en Córdoba incrementaron sus duraciones temporales y sus alcances espaciales. Así, para 1981 los actos abarcaron tres jornadas y en 1982 se desarrolló una Semana de la Juventud. Conjuntamente, los escenarios se desplazaron desde el interior de clubes y escuelas hacia una multiplicación de espacios públicos (calles, centros culturales barriales, parques, cines, teatros).

El conjunto oficial de representaciones y biopolíticas “juveniles” se complejizó en el trienio 1981-1983 con la Guerra de Malvinas y con la apertura política. En esa coyuntura, se multiplicaron las demandas en torno a varias presencias-ausencias –no solo- “juveniles” que contribuyeron a la crisis del régimen: desaparecidos, excombatientes de la guerra austral, movimiento estudiantil, militantes de partidos políticos, artistas… (González, 2014).  Para 1983 la dictadura alcanzaba su desintegración nacional, mientras los homenajes “juveniles” de la capital mediterránea llegaban a su ocaso; solo se concretaron pequeñas performances oficiales en el interior provincial para los Abanderados y Escoltas. Además de la reorganización del movimiento estudiantil, las jornadas previas al 21 de septiembre fueron convulsionadas por otras manifestaciones que cristalizaban un rechazo social mayoritario al gobierno, como el paro nacional declarado por los gremios y los reclamos del movimiento defensor de DDHH. En ese marco, un acto porteño del día 21 daba cuenta de las redes de apoyos entre esos y otros sectores. La Marcha de la Resistencia convocada por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en vísperas de la sanción de la Ley de amnistía, contó con la participación de: partidos políticos, sindicatos, artistas -que mediante un Siluetazo representaban la presencia de una ausencia- y grupos estudiantiles que, de acuerdo a la prensa, decidieron recibir ‘la primavera manifestando por los desaparecidos’.

Por Alejandra Soledad González

Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba. Becaria CONICET 2007-2012 dirigida por el Dr. Gustavo Blázquez. Directora del Grupo de Investigación Hacia una Historia Cultural del pasado reciente argentino, con sede en el CIFFYH-UNC. Profesora en la Escuela de Historia de la FFyH.

Ilustración: Isologotipo de la Estudiantina ’80 (Los Principios, 19-9-1980, p5). Gentileza: Alejandra Soledad González

Este texto retoma y amplía la segunda parte del siguiente artículo: “Fiestas oficiales por el Día del Estudiante-Día de la Juventud en la última dictadura argentina. La Estudiantina de 1980 en Córdoba”. En: Borobia, Raquel (Coord.). 2014: Estudios sobre juventudes en Argentina III: De las construcciones discursivas sobre lo juvenil hacia los discursos de las y los jóvenes. Edit. Publifadecs. Neuquén. ISBN: 978-987-1549-85-6. pp, 203-227.


[1] A lo largo de este escrito se usa tipografía itálica para remarcar términos emergentes en las fuentes históricas dictatoriales.

[2] Otro de los factores que transforman a 1980 en una bisagra es que durante ese ciclo anual se abre gradualmente una coyuntura de crisis, donde comienza el agotamiento (Quiroga, 2004) de un régimen que enfrentaba: críticas de organismos (inter)nacionales defensores de DDHH, conflictos entre sus cúpulas militares y crecientes desequilibrios económicos.

[3] Se necesitarían investigaciones específicas que abordaran las distintas épocas y modalidades del DE-DJ. Los datos que relevamos en nuestro estudio de la década de 1980 nos permitieron conocer algunos datos fragmentarios. En relación a la celebración de la llegada de la primavera encontramos antecedentes en varias culturas ancestrales (es el caso del mito de Perséfone elaborado en Grecia durante la Antigüedad). En cuanto a la conmemoración del Día del Estudiante en la fecha 21 de septiembre y su institucionalización como efeméride en el calendario escolar argentino, existen imprecisiones sobre los hechos, actores y tiempos evocados. En diversas fuentes de los años ’80 y en páginas de internet actuales se especifican por un lado, supuestas analogías entre la primavera y los estudiantes; por otro lado, se subrayan significaciones históricas particulares: el día 21-9-1888 se habrían repatriado los restos de Domingo Sarmiento, que había fallecido el día 11 en Asunción, Paraguay. Posteriormente, señalando a la figura de Sarmiento como educador y estudiante destacado, “en 1902, Salvador Debenedetti (presidente del Centro de Estudiantes de la FFyL de la UBA) sugirió a las autoridades la celebración, el 21 del 9, del Día del Estudiante. La propuesta se fue extendiendo a otros ámbitos educativos, y en la actualidad se celebra en todo el país”. (www.educared.org.ar/biblioteca/calendario/fechas/09/09_21.ASP, consultado el 3-4-11). Se habría institucionalizado como efeméride en la escuela media por impulso del Ministro de Educación de la nación, bajo  la presidencia de Hipólito Yrigoyen, el Dr. José Salinas. A su vez, la evocación de la fecha 21 de septiembre como Día de la Juventud no evidencia una estipulación específica y continua dentro del calendario argentino, más bien emerge implícitamente en las costumbres por asociación con las dos primeras celebraciones. Estas performances perdurarán de forma (dis)continua en los gobiernos democráticos posteriores, emergiendo también en nuestro presente como efeméride nacional. La triple evocación del 21 de septiembre como conmemoración de la primavera, el estudiante y la juventud, puede consultarse en el sitio web del Ministerio de Educación de la nación: http://www.me.gov.ar/efeme/21desetiembre/primavera/index.html  (Consultado en marzo de 2016).

[4] En esta conceptualización estamos siguiendo las ideas desarrolladas por Blázquez, quien indaga a los actos escolares de las escuelas primarias cordobesas en los años ‘90 como instancias de “socialización infantil nacionalizante”. En palabras del autor: “Ver a los actos escolares como performances implica considerar que el aprendizaje se realiza en y desde el cuerpo. ‘Paraditos, firmes, bien derechitos, las manos a los costados’, son las instrucciones indiciales que maestras y directivos dan a sus alumnos para entonar las estrofas del Himno Nacional (…) Estas indicaciones modelan tanto los cuerpos infantiles como los de las maestras y los familiares trazando, gracias a su repetición, ciertas posiciones corporales y afectivas que funcionan como íconos por medio de los cuales se interpreta el mundo cotidiano. Hechos una y otra vez, los actos escolares hacen carne la palabra” (Blázquez, 2012: 221). Con el alerta epistemológico de que nuestro objeto actual son las “juventudes” oficiales emergentes en los años ’80, retomamos el enfoque de la socialización escolar como un proceso (in)formal que mixtura desde currículos explícitos hasta prácticas rituales como las conmemoraciones.

[5] En la problematización de los concursos femeninos, es sugerente el texto de Lobato (2005). La autora analiza la construcción histórica de los estereotipos de la mujer “virtuosa” y “bella” en cinco eventos festivos que se producen en la Argentina del siglo XX. Más allá de las especificidades de cada performance, región y época, en los casos analizados se evidencia una constante que puede hacerse extensiva para pensar a “la reina de la primavera”: los papeles sociales que se reconocen como legítimos para las mujeres bellas-virtuosas son los de esposa, madre y ama de casa eficiente. Unos roles que en la época dictatorial también eran implantados como modelos a través de los manuales escolares de Formación -Moral y- Cívica (Postay, 2004).

[6] La banda musical emerge, hasta el siglo XXI, como el único servicio artístico observable en el organigrama castrense (www.ejercito.mil.ar, consultado el 7-2-2011). Conjuntamente, en la Policía de la Provincia de Córdoba, advertimos que se reitera esa visibilidad desde el año 1950 (www.policiacordoba.gov.ar/servicios_banda_musica.asp, consultado el 7-2-2011).


Bibliografía

Avellaneda, Andrés (1986) Censura, autoritarismo y cultura en Argentina 1960/1983. 2 Tomos. Buenos Aires: CEAL.

Bajtín, Mijail (1989) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Madrid: Alianza.

Blázquez, Gustavo  (2012) Los actos escolares. El discurso nacionalizante en la vida escolar. Buenos Aires: Miño y Dávila.

Bourdieu, Pierre (1978) “La ‘juventud’ no es más que una palabra” en Sociología y Cultura. México: Grijalbo.

Butler, Judith 2000 (1993) Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires: Paidós.

Chaves, Mariana (2010) Jóvenes, Territorios y Complicidades. Una antropología de la Juventud urbana. Buenos Aires: Espacio Editorial.

Elias, Norbert (2009) Los alemanes. Buenos Aires: Nueva Trilce.

Foucault, Michel 1987 (1976) Historia de la Sexualidad. México: Siglo XXI.

Gociol, Judith & Hernán Invernizzi (2002) Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la última dictadura militar. Buenos Aires: Eudeba.

González, Alejandra Soledad (2012) Juventudes (in)visibilizadas en la última dictadura. Estetización de la política y politización de la estética en performances oficiales de Córdoba (1980-1983)”. Tesis de Doctorado en Historia. FFYH-UNC. Director: Dr. Gustavo Blázquez. Inédita.

________ “Una fiesta oficial en la última dictadura argentina: la Semana de la Juventud en 1982”. En: González, A. Soledad & M. Verónica Basile (coords.), 2014, Juventudes, políticas culturales y prácticas artísticas. Fragmentos históricos sobre la década de 1980. Córdoba: Alción.

Lobato, Mirta (ed.) (2005) Cuando las mujeres reinaban. Buenos Aires: Biblos.

Lorenz, Federico (2006) Las guerras por Malvinas. Buenos Aires: Edhasa.

Philp, Marta (2009) Memoria y política en la historia argentina reciente: una lectura desde Córdoba. Córdoba: UNC.

Postay, Viviana (2004) Los saberes para educar al soberano, 1976-1989. Córdoba: Ferreyra.

Quiroga, Hugo (2004) El tiempo del “Proceso”. Rosario: Fundación Ross.

Schechner, Richard (2000) Performance. Teoría y prácticas interculturales. Buenos Aires: Libros del Rojas, UBA.

SOLÍS, A. Carol. 2010: “Dictadura, política y sociedad en la construcción de una Córdoba aterrorizada”. En: Roitenburd, Silvia & Juan Abratte (comp.): Historia de la educación argentina: del proyecto sarmientino a los imaginarios reformistas contemporáneos. Edit. Brujas. Córdoba