La conmemoración número cuarenta de la última dictadura cívico militar reúne múltiples miradas y sin dudas pone en relieve el inmenso valor que cobra la recuperación y el ejercicio de la vida democrática. Cómo relatar ese pasado reciente a los jóvenes nacidos en democracia, resulta uno de los principales desafíos dentro de los grupos, instituciones y espacios dedicados a mantener viva la memoria.
A lo largo de estas cuatro décadas, Argentina ha convivido con muchos de los responsables en instalar, a partir de marzo de 1976, un régimen dictatorial que llevó a cabo el más feroz terrorismo de Estado. A su vez, la resistencia política y social hacia la última dictadura cívico-militar surgió principalmente de aquellos grupos, organismos de derechos humanos, partidos políticos e instituciones culturales y educativas que no sólo sufrieron las medidas más crueles del régimen, sino que a partir de la recuperación de la democracia en 1983, continuaron en la delicada tarea de desandar las heridas y consecuencias, muchas de ellas irreparables, a través de un largo camino que hoy se conoce como de verdad, justicia y memoria.
Dentro de la Universidad Nacional de Córdoba, la Facultad de Filosofía y Humanidades (que por entonces comprendía además a las actuales facultades de Psicología y de Artes) fue una de las unidades académicas que más víctimas tuvo por parte de la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla. Fueron cientos de docentes, estudiantes o egresados los que fueron expulsados de sus lugares habituales, obligados al exilio o condenados a vivir casi de manera oculta en el país. Muchos de ellos, sufrieron el encierro y la tortura en Centros Clandestinos de Detención. Otros, terminaron asesinados o desaparecidos.
Dentro de los claustros de la UNC existió la persecución política a los trabajadores docentes, no docentes, extendiendo estas mismas prácticas hacia sus estudiantes y graduados. En la vida académica de la propia FFyH se destruyó el conocimiento democrático y hacia el interior de las aulas imperó el autoritarismo y el recorte de determinados contenidos curriculares. La dictadura se encargó de imponer el miedo y dejó en claro que la participación estudiantil, más allá de lo académico, sería considerada como un comportamiento netamente “subversivo”. (Ver publicaciones: Estudiantes, egresados y docentes de la Escuela de Historia desaparecidos y o asesinados en los 70 y Los de FILO).
Pero ¿Cómo relatar el horror y todo lo sucedido durante la última dictadura argentina? Y sobre todo ¿Cómo hacerlo con aquellas generaciones nacidas en democracia? ¿Cómo trabajar sobre esta memoria histórica que aún interpela nuestro presente?
A partir de 1983, con el gobierno de Raúl Alfonsín, la propia FFyH ha buscado revertir los efectos de esa ominosa imposición del terror, intentando reparar en cuanto le ha sido posible, el profundo daño social y cultural provocado por aquellos años. En 1984 muchos de los profesores que habían sido cesanteados, fueron reincorporados a las cátedras de las que habían sido expulsados, gracias a una juventud movilizada que no cesó en su reclamo de justicia y por la promulgación de una ley del Congreso. (Ver nota: Los imprescindibles).
De allí en más, de manera institucional y en todos sus espacios –estudiantiles, docentes, no docentes, de graduados y a través de sus grupos y programas de investigación–, la FFyH ha sostenido un trabajo activo sobre la memoria de nuestro pasado reciente. Una tarea perseverante que, no sólo se ha mantenido a lo largo del tiempo, sino que ha sido especialmente sensible por la militancia interna que atesora la propia historia de esta facultad. Un trabajo activo, colmado también de tensiones y debates en la disputa simbólica y de sentidos que comenzó a generarse con el retorno de la recuperación de la democracia.
Desde aquellos años hasta la actualidad, la FFyH se ha dedicado a construir una cultura académica democrática y de calidad, que procura siempre velar por un sentido amplio y abierto en cada uno de sus debates.
Se ha tratado además de generar un diálogo fraterno con las generaciones nacidas en democracia que hoy pueblan sus aulas, donde es necesario recordar antiguas disputas, viejas palabras olvidadas con las que se buscaba interpretar y transformar el mundo, con mayores niveles de justicia social.
Jóvenes y Memoria
Para Agustín Minatti, docente de historia y actual Secretario de Asuntos Estudiantiles de la FFyH, los aniversarios del 24 de marzo son momentos que resignifican la reivindicación por el cumplimiento de los derechos humanos y los pedidos de justicia en relación al accionar del Terrorismo de Estado. Son también momentos de disputas por los sentidos del pasado reciente, donde de acuerdo a las diversas coyunturas políticas y sociales del país se van incorporando nuevas demandas dentro de las agendas de las distintas organizaciones y organismos de derechos humanos.
En 1996, con la conmemoración de los 20 años del Golpe Cívico Militar, la fecha cobró una fuerza singular ante la exigencia de la derogación de las llamadas leyes de impunidad –Ley de Punto Final y Obediencia Debida-, junto a los indultos sancionados durante la presidencia de Carlos Menem. En este sentido, el nacimiento de la agrupación HIJOS, en abril de 1995, le imprimió a los reclamos una mirada generacional más joven, donde el perfil biográfico de las víctimas de la dictadura también comenzó a conocerse de manera más detallada en toda la sociedad. Fue además en la conmemoración número 20, cuando comienza a acuñarse el término de “dictadura cívico-militar” en clara referencia de la colaboración imprescindible que tuvo el régimen, con distintos sectores sociales –económicos, políticos, de la Iglesia– en post de sostener un sistema represivo que imperó en el país desde marzo de 1976 hasta octubre de 1983.
Diez años después –al cumplirse 30 de la última dictadura–, lo que cambia fundamentalmente es el contexto político que vive la Argentina. El gobierno de Néstor Kirchner incorpora dentro de su plataforma acciones concretas que responden a viejas demandas de los organismos de derechos humanos. No sólo la justicia argentina le da curso a los distintos pedidos de juicios por delitos de lesa humanidad, sino que se producen cambios significativos a nivel cultural y social, relativos a nuestro pasado reciente. Las modificaciones y el enfoque en los contenidos escolares que plantea la Ley de Educación Nacional Nº 26.206 es uno de ellos. En su artículo 3, se deja en claro que “La educación es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación”.
De manera previa, el año 2002, la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires pone en marcha el programa Jóvenes y memoria. Recordamos para el futuro. Un proyecto dirigido especialmente a los espacios de formación de niveles secundarios, pensando la escuela como un lugar de enrome potencialidad para los trabajos de la memoria.
A su vez, en el año 2005, el Poder Ejecutivo Nacional decidió por ley que la fecha del 24 de marzo fuese conmemorada como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en una jornada no laborable e inamovible, donde se recuerde principalmente a las victimas producidas por la última dictadura cívico-militar.
En la provincia de Córdoba, en el año 2006, la Legislatura sanciona la Ley Provincial de la Memoria Nro. 9.286, por la cual se crea el Archivo Provincial de la Memoria. Un hecho significativo porque abre un marco legal que posibilita desarrollar una política estatal sostenida en relación a los sitios de memoria de Córdoba y marca un posicionamiento claro en relación a la defensa de los derechos humanos.
En este sentido, otra fecha significativa en Córdoba fue el 24 de marzo del 2007. Una jornada tan emotiva como memorable, cuando el ex presidente Néstor Kirchner encabezó el acto mediante el cual el Gobierno Nacional cedió el ex Centro Clandestino de Detención “La Perla” a la Comisión Provincial de la Memoria de Córdoba, para su funcionamiento como Sitio de Memoria. Dos años más tarde, el mismo predio quedaría habilitado como Espacio para la Memoria, donde desde entonces se trabaja con organizaciones civiles, organismos de DDHH e instituciones educativas en la transmisión de nuestra historia, a través de una pedagogía de la memoria.
¿Cómo relatar nuestro pasado?
Quizás ésta sea una de las principales inquietudes que moviliza la creatividad de los diversos grupos o espacios de derechos humanos que trabajan con los jóvenes. Pero en definitiva, ¿Qué resulta más importante en la tarea de transmisión de la Memoria?: ¿El relato lineal de una sucesión de hechos históricos o la posibilidad de aportar herramientas de reflexión para la construcción de un sentido amplio sobre lo sucedido en nuestro pasado? Así se lo plantean docentes como Minatti y a partir de este tipo de interrogantes es que en el 2011 comienza a implementarse el programa Jóvenes y Memoria en Córdoba.
Un programa que logra ponerse en marcha a través de una tarea mancomunada que entre la Comisión Provincial de la Memoria de Córdoba –Espacio de la Memoria, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos Campo de la Ribera, Espacio Memoria La Perla y Archivo Provincial de la Memoria– la FFyH de la UNC y el Ministerio de Educación de la Provincia.
Así, los Espacios de Memoria se presentan como lugares públicos donde cada joven o estudiante que lo visita puede incorporar un sentido propio sobre lo sucedido durante la última dictadura. Cada pregunta, cada inquietud, cada observación y en especial cada sentimiento que surge a raíz de cada recorrido propuesto, dejan una huella singular en cada persona.
Bajo esta perspectiva, partir del año 2015, las acciones y el alcance de este programa comienzan a fortalecerse mediante la incorporación de nuevas organizaciones sociales.
Un rasgo que propicia a su vez la creación de nuevas versiones del programa en el interior provincial, generando así mayores actividades vinculadas a la memoria con jóvenes secundarios y también universitarios.En este contexto, se contempla la idea de trabajar el derecho a la memoria de las nuevas generaciones, reconociendo a los espacios de formación secundaria y universitaria como ámbitos abiertos y también diversos. “¿Cuántas memorias existen sobre la última dictadura militar?” es una de las preguntas que ha servido como punto de partida a la hora de trabajar con los jóvenes nacidos en democracia. Conscientes de que las memorias sobre nuestro propio pasado reciente, siempre son múltiples, diferentes, a veces complementarias y otras hasta contradictorias.
Dentro de estos espacios, “no se trata entonces de repetir a los jóvenes el relato de los mayores”. La idea que prevalece –asegura Minatti–, “es brindarles la posibilidad y las herramientas necesarias para que puedan reelaborarlos, tamizándolos en la trama de su propia experiencia. En la complejidad de sus problemas actuales. Allí radica, incluso, uno de los mayores desafíos.”
Trayectoria y compromiso
La Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC ha sido una unidad académica muy comprometida en la tarea de mantener viva la memoria. Bajo esta línea, desde la Secretaría de Asuntos Estudiantiles y el Centro de Estudiantes de la FFyH se ha trabajado con el Programa Jóvenes y Memoria. Una de sus acciones más visibles es la labor de visita y acompañamiento a los Espacios de Memoria de Córdoba que se realiza todos los años con los ingresantes de las ocho carreras de esta unidad académica. Este año fueron cerca de un centenar de estudiantes de la FFyH los que durante el mes de marzo visitaron La Perla. Un espacio de Memoria en el que se trabaja bajo una apropiación crítica de la experiencia del pasado, donde los jóvenes través de sus observaciones y sus propias inquietudes encuentran un activo protagonismo.
En cada recorrido, se invita a pensar el presente como resultado de nuestra historia pasada con la posibilidad siempre abierta de poder transformarlo.
A su vez, desde el año 2005, la FFyH lleva a cabo los Paneles de Derechos Humanos. Se trata de una jornada que tiene por objetivo brindarles a sus ingresantes una mirada más compleja sobre la realidad, introduciéndolos a las temáticas de los derechos humanos desde múltiples disciplinas: los derechos vinculados a la memoria, la educación, la justicia, la seguridad, la comunicación, la cultura, entre otras.
Asimismo, la FFyH promueve y brinda apoyo a las distintas actividades –marchas, jornadas, seminarios, charlas, presentaciones de libros, documentales y otras expresiones artísticas y culturales– relacionadas con la defensa de los DDHH, desde su Secretaría de Extensión y desde su Programa de Derechos Humanos. Un espacio institucional, creado a fines del 2013, dirigido a respaldar y generar actividades de formación, relacionadas con estas temáticas. Su objetivo es incorporar una agenda de derechos humanos más actual, que incluya problemáticas de género, seguridad, discriminación, minorías y temáticas ambientales, entre otras. En este sentido, en noviembre de 2015, una de las actividades más destacadas de la Facultad fue la visita de Estela de Carlotto, como reconocimiento público a su inmensa trayectoria y la labor de Abuelas de Plaza de Mayo en su prédica ejemplar y en su vínculo, en especial, con las nuevas generaciones.
Lo que falta
Dentro de los distintos espacios que ha generado el Programa Jóvenes y Memoria se ha procurado construir un relato amplio sobre los Derechos Humanos. Prima aquí la idea de que no hay democracia plena donde impere la desigualdad social. Por ello, muchos de sus trabajos de investigación se dedican a explorar el impacto que, a lo largos de los últimos años, produjeron las distintas políticas y medidas económicas sobre las comunidades, los barrios, las instituciones, e incluso sobre cada núcleo familiar. En especial, aquellas transformaciones que se caracterizaron por ser socialmente regresivas, basándose en una mayor concentración de poder de los sectores dominantes y un gran debilitamiento de los sectores populares. Así, en escenarios políticos donde se genera una mayor fragmentación y desigualdad social, las formas de represión actúan como una forma de disciplinamiento sobre la comunidad. También se aborda cómo desde la última dictadura cívico-militar hasta la fecha, la configuración narrativa del “otro” considerado como “peligroso” se ha ido modificando: antes lo peligroso era ser “militante político”, es decir ser “subversivo”. En tiempos de democracia, ser pobre y joven para muchos sectores ha resultado casi un sinónimo de ser “delincuente”.
En la actualidad, a través de los medios de comunicación o la sanción de normas represivas, los sectores dominantes construyen relatos que logran tener un amplio consenso social, legitimando incluso el accionar violento de las distintas fuerzas de seguridad. Se habilitan así prácticas represivas que terminan fortaleciendo los discursos que estigmatizan, segmentan y segregan a numerosos sectores de la población donde hoy habitan los jóvenes.
Por ello, dentro de estos espacios de Memoria, las preguntas y debates que surgen desde los jóvenes que participan –y que terminan muchas veces siendo víctimas de diferentes tipos de violencias institucionales – logran denunciar y poner en evidencia una realidad que exige ser pensada, modificada, reconocida y visibilizada. En el trabajo con los jóvenes, con los estudiantes secundarios y universitarios, además de abordar la complejidad del pasado histórico, aparece con fuerza la necesidad de debatir los problemas que hoy los atraviesan. Entre los más recurrentes, aparece la discriminación, la justificación del ejercicio de la violencia y los conceptos de seguridad basados en pensar “al otro” como “peligroso”. Así, dentro de los distintos espacios de la Memoria se ensancha, profundiza y enriquece la agenda actual de los derechos humanos.
Mirar hacia atrás. Asomarse. Conocer cuáles fueron los objetivos políticos y económicos que dieron lugar a las páginas más oscuras de nuestro pasado reciente, sumado a las problemáticas juveniles que en tiempos de democracia aparecen como asignaturas pendientes, se relacionan de manera dialéctica en la tarea cotidiana de construir, con mayores niveles de inclusión y participación social, un sistema democrático más justo.
Por Irina Morán
Fotografías: Tomás Barceló, Irina Morán