PARO ACTIVO.
RELATO DE UNA EXPERIENCIA DE LUCHA UNIVERSITARIA.
(JULIO-SEPTIEMBRE DE 2005)


El primer día de clases de aquel segundo semestre de 2005 ya se hablaba de la continuidad de las medidas de protesta y reclamos salariales que los docentes universitarios sosteníamos y sostenemos desde hacía varios meses, años y décadas. Los turnos de examen de julio fueron afectados por el paro docente y las medidas gremiales, según todo hacía suponer, se profundizarían. Algunos pensaban que este era el momento oportuno para negociar con el gobierno dada la presencia de los comicios generales en el horizonte. 2005 era un “año eleccionario” y, según opinaban muchos, el gobierno nacional se vería obligado a ser más dadivoso. “Es ahora o nunca” se escuchaba en los pasillos, la cantina y otros espacios de sociabilidad de los trabajadores de la UNC.

En la cátedra de Historia de la Cultura, de la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC habíamos planificado un seminario curricular llamado: INVESTIGACIONES EN PERFORMANCE. Su objetivo era introducir un conjunto de cuestiones y de autores poco trabajados en nuestro medio académico. A su vez, el seminario era pensado como una experiencia en investigación para lo cual cada estudiante debería escoger un determinado objeto empírico con la finalidad de estudiarlo de acuerdo al paradigma que elaboraríamos en los encuentros teóricos.

Durante el segundo encuentro, a la semana siguiente, el paro se habían afirmado con mayor fuerza y cada vez más docentes y facultades se plegaban a la medida gremial. Por esos días la propuesta era “Paro Activo” es decir, detener las actividades cotidianas para reencauzar la acción hacia la producción de eventos extraordinarios que permitieran conseguir los objetivos trazados. Las formas y los sentidos de las prácticas universitarias debían transformarse para así reclamar, exigir, dar visibilidad al conflicto que se extendía más allá del reclamo salarial, luchar por la derogación/anulación de la Ley de Educación Superior o LES. Entre quienes formábamos el Seminario comenzamos a discutir cómo cumplir con este objetivo. ¿Cómo transformar nuestras acciones en tanto miembros de la comunidad universitaria? ¿Qué dirección debíamos imprimirle a nuestras prácticas para que se convirtieran en un paro activo? ¿De qué manera estos cambios transformarían los objetivos del curso académico? ¿Cómo cambiaríamos nosotros en esta crisis? ¿Cómo haríamos para salir de la sensación colectiva de que “todo esto va a pasar”, que “todo ya había pasado”, que “todo cambia para que nada cambie”?. ¿Cómo hacer un paro que fuera activo?

El material teórico que comenzamos a leer también planteaba algunos de estos interrogantes. De maneras diferentes los autores seleccionados, Victor Turner, Richard Schechner y Judith Butler, se preguntan por el carácter transformador de las prácticas, por la constitución de los sentidos en la propia acción, por la fuerza performativa de los discursos, por los aspectos dramáticos de los actos, por la formación de subjetividades a través de un tipo particular de acciones como las performances. Así, tanto el mundo social que habitábamos cuanto las lecturas teóricas nos interpelaban acerca de las políticas y las poéticas de nuestras propias performances.
El tercer encuentro ya no pudo repetir a los anteriores. Ese día la clase se realizó no dentro sino frente al Pabellón España y se transformó en una clase pública. Así, ese miércoles de agosto, a las cuatro de la tarde, cada uno cargó su banco y formamos un círculo en las cercanías del viejo aguaribay. De un modo teatral, reforzado por unos desconocidos que fotografiaban nuestra acción, entramos en el paro activo. Según comprendimos a partir de las lecturas teóricas y experimentamos de modo práctico, por medio del cambio de escenario las acciones realizan otros sentidos y adquieren otros significados. Aquella clase fue algo más que un espacio pedagógico de construcción de un conocimiento académico. Al hacerse pública e instaurarse al aire libre, la clase devino una performance, una conducta realizada por segunda vez que resultaba una repetición diferente de la vez anterior.
Aunque como sabemos todas las clases de la Universidad post reformista son públicas, estas clases públicas que ocupaban diferentes zonas de la Ciudad Universitaria adquirían un valor diferente. Su existencia indicaba el conflicto y al mismo tiempo era un comentario sobre el mismo que se ofrecía a otros como objeto de contemplación apto, incluso, para el registro fotográfico. La clase pública era “clase” pero también era “pública” y así se convertía en una escena reflectiva del conflicto y una reflexión práctica sobre el mismo.

En ese tercer encuentro, a partir de las discusiones previas que tuvimos algunos miembros docentes de la Cátedra, planteamos reformular el trabajo y encontrar un modo para llevar a cabo la consigna del Paro Activo sobre la cual todos acordábamos. ¿Cuál sería nuestro modo de participar, en tanto cátedra universitaria, de este conflicto que nos implicaba directamente? Algunas formas de protesta y transformación de las prácticas universitarias que se desarrollaban en esos días eran: las clases públicas; la reflexión sobre la situación actual y la discusión de la LES durante algunos minutos de las clases ordinarias; la suspensión de las clases, la elaboración de guías de lectura para los alumnos autogestionados y la atención de los mismos en horarios de consulta.

Las clases al aire libre en la Ciudad Universitaria difícilmente transformaban los flujos urbanos y así su visibilidad estaba destinada a quedar restricta sólo para aquellos que ya sabían de la existencia del conflicto. Su valor residía sin embargo en las formas de sociabilidad que estas clases hacían posible al permitir, en algunas oportunidades, estrechar los lazos y ajustar una red de relaciones que sostienen la lucha. Sin embargo, nuestro escaso número tanto como el conocimiento previo entre los integrantes hacía de estas performances una forma poco interesante de paro activo. Las discusiones en las clases ordinarias, como sabíamos a partir de experiencias previas, se convierten en espacios de poco interés, en prácticas que no consiguen involucrar a sus participantes, y por lo tanto poco productivas a la hora de llevar adelante una medida de protesta. Una situación semejante ocurre cuando se suspenden las clases y se libra la lectura a la pura responsabilidad de los estudiantes. El Paro puede transformarse en unas semanas de descanso que se aprovechan para cumplir con obligaciones atrasadas, para visitar amigos y amigas, para pasar unos días más cerca de la familia, etc. En síntesis, las características del grupo que formábamos el Seminario y el carácter eminentemente práctico que buscábamos imprimirle al curso hacían poco viables estas formas de participación activa en la protesta universitaria. Por otra parte, ninguna de estas acciones nos satisfacía plenamente dado que desconfiábamos de su fuerza performativa y su eficacia tanto como de nuestra capacidad para producir una performance exitosa.
En este estado de situación, la idea que se planteó fue: ¿Por qué no tomar a toda esta situación que estamos atravesando como un drama social?, ¿Por qué no registrar y analizar las diversas performances?, ¿por qué no pensar la fuerza performativa y el carácter productivo de las prácticas discursivas y dramáticas?, ¿Por qué no hacer paro estudiando al paro?, ¿Por qué no resistir activamente documentando algunas de las acciones que se llevan a cabo como formas de resistencia? Así surgió la propuesta de hacer este PARO ACTIVO.

Esta tarea suponía, según analizamos, una serie de desafíos. Por una parte, nos proponíamos situarnos en la acción del paro y tomar parte, de acuerdo a los intereses y creencias individuales, en las actividades que organizaran las diferentes agrupaciones gremiales, estudiantiles, o las autoridades universitarias. Por otra parte, deberíamos transformar la situación que estábamos experimentando y los acontecimientos por venir en objeto de observación y excusa para la reflexión con los conceptos centrales del Seminario. Protagonizar el paro y juntamente distanciarnos suponía todo un desafío, una actividad que implicaba toda una transformación de la acción cotidiana de estudiar lo que no hacemos y hacer lo que no estudiamos. En este sentido fueron importantes las reflexiones y discusiones sobre los conceptos de “conocimientos situados” elaborado por Donna Haraway (1995) y la concepción del performer como un “doble agencia” de la antropóloga dinamarquesa Kirsten Hastrup (1998).
Además de este reto metodológico, uno de los principales desafíos de nuestra forma de hacer Paro Activo fue el de formar un archivo de textos, imágenes, prácticas, etc. aparentemente destinadas a no ser conservadas y destruirse en el calor de la acción. ¿Quién guarda los volantes que se produjeron en anteriores conflictos universitarios? ¿Qué documentación poseemos de las luchas universitarias contra la sanción de la LES? ¿Dónde encontrar las crónicas de los paros pasados? ¿No debíamos pensar acaso, siguiendo las Tesis sobre Filosofía de la Historia de Walter Benjamin que “nada de lo que alguna vez aconteció puede darse por perdido para la historia”? Según lo entendimos, el trabajo de recopilación sería un trabajo que se realizaría en la urgencia, en ese estado de excepción que es la regla del cual nos habla Benjamin, en la posibilidad amenazante y real de la destrucción y desaparición de un conjunto de materiales que no aparecen predestinados a convertirse en documentos para la Historia.
De este modo, ese soleado miércoles de agosto decidimos colectivamente que nuestra manera de llevar adelante el paro activo sería documentar y recopilar información sobre los acontecimientos que vendrían e intentar producir algún análisis a partir los mismos. La publicación de este material en un DVD y la digitalización de los documentos recogidos formaron parte de las actividades del Seminario que acabó constituyéndose en un equipo de investigación y así cumplió con uno de sus principales objetivos.

 

 

LAS ACTIVIDADES DEL SEMINARIO

La población del Seminario estaba conformada por alumnas de las carreras de Historia, de Letras Modernas, una alumna de Psicología, una artista plástica egresada de la Escuela de Artes, algunos adscriptos y ayudantes alumnas, las Jefas de Trabajos Prácticos y el Profesor Titular de la cátedra. A lo largo de los meses el grupo fue cambiando cuando algunos dejaron el proyecto y otros se incorporaron. En total nunca superamos las quince personas.
Durante los encuentros semanales en el Box de la Cátedra discutíamos la bibliografía seleccionada por el equipo docente y elaborábamos algunos conceptos que poníamos en relación con los registros etnográficos o los documentos. ¿Qué debíamos observar en las asambleas, en las clases públicas y en las marchas? ¿Qué debíamos leer en los volantes, afiches y graffitis? Así fue como, por ejemplo, el estudio de Schechner y Turner nos enseñó sobre la importancia de considerar las formas de organización del espacio y del tiempo, la disposición de los cuerpos y los ritmos de sus movimientos. Estas dimensiones, según indicaron algunos participantes, resonaban con los análisis propuestos por Foucault (1976) en VIGILAR Y CASTIGAR, Edward Hall(1963) y sus estudios de la Proxémica y la sociología de Goffman(1986).
De manera semejante, el énfasis de Victor Turner en los aspectos dinámicos y en la materialidad de los signos y símbolos nos llevó a considerar las poéticas gráficas y textuales de los diferentes impresos que se produjeron durante el conflicto universitario. ¿Qué tipografías se utilizan? ¿Sobre qué papeles se imprime? ¿Qué imágenes presenta? ¿Se usa el color? ¿Cómo se ordenan las palabras? ¿A quién se dirigen? ¿Quién los firma? ¿Cómo se distribuyen? También, las lecturas de Butler nos hicieron reflexionar acerca de la dimensión performativa de las prácticas: ¿Qué se dice? ¿Qué se hace? ¿Cuál era el valor de repetir hasta el cansancio “Abajo la LES”?
Con el objetivo de organizar las tareas y hacer más operativo el trabajo de investigación se formaron dos grupos, cada uno de ellos coordinados por una de las Jefas de Trabajo Práctico. Uno de ellos, con la dirección de María “la Negra” Lugones, se centró en las performances que se realizaban como parte del Paro. El segundo, con la orientación de Alejandra Soledad González, se focalizó en los documentos que producían las distintas partes del conflicto, en el discurso de los medios de comunicación y en las noticias que aparecían en internet, específicamente en portales universitarios. Cada integrante se responsabilizó por una tarea en particular, de modo que uno observaba clases públicas y otro, las marchas. Un tercero recopilaba volantes y un cuarto observaba la televisión. A medida que avanzaba el paro y el trabajo y cada grupo fue definiendo sus necesidades de lecturas. El equipo que trabajó con folletos y otras piezas semejantes debió recurrir a la lectura de una bibliografía relacionada con la Semiótica y el Análisis del Discurso y aquellos que realizaron una tarea más etnográfica debieron interesarse en los métodos y técnicas de la Antropología Social. Para mantener la comunicación y el intercambio entre el conjunto de los miembros del Seminario abrimos una cuenta de e-mail a la cual cada uno de nosotros podía acceder y enviar allí sus dudas, consultas y escritos.
Como un primer cierre de las actividades, cada una de las alumnas presentó un informe de sus actividades y un breve análisis de las prácticas discursivas y performáticas observadas. Estos escritos fueron leídos por todo el grupo y en una reunión especialmente convocada para ello se discutieron estos primeros informes. Esta tarea aumentó considerablemente nuestras cargas de lectura y nos exigió a todos un gran esfuerzo; sin embargo, este trabajo permitió un gran conocimiento de las complejidades del proceso que estábamos atravesando. Cada uno tenía una dimensión para aportar dado que estaba viendo el paro activo a través de una determinada performance o un corpus documental específico. Observamos cómo los discursos de las piezas escritas o de la prensa no se correspondían necesariamente con las prácticas, de modo tal que las certezas de algunos aparecían como una vaga posibilidad para otros. Los sentidos “oficiales” de las prácticas aparecían más diversos y heterogéneos cuando considerábamos los sentidos atribuidos por los sujetos. Así por ejemplo, si bien las marchas se convocaban para decir “Abajo a la LES”, muchos estaban allí para encontrarse con los amigos y tal vez con un amor.
Esta serie de intercambios, las idas y vueltas, las lecturas, relecturas y críticas, en las cuales todos los integrantes del Seminario participamos hicieron más compleja la visión que teníamos sobre el conflicto universitario y al mismo tiempo comprendíamos con mayor sagacidad la importancia de las poéticas de la acción y su asociación con las políticas.
Este trabajo colectivo permitió enriquecer cada uno de los escritos dado que nos obligó a poner permanentemente en discusión nuestras observaciones y conclusiones. Durante el año 2006 seguimos trabajando con el material recopilado y discutiendo los trabajos individuales que se publican aquí. De este trabajo resultaron también una serie de ponencias presentadas en el VIII Congreso Argentino de Antropología Social en Salta durante septiembre de 2006. Esta experiencia resultó sumamente enriquecedora para todos tanto en el plano afectivo como profesional. Para varias de las alumnas del Seminario esta fue su primera presentación en un Congreso y según ellas mismas lo describían, jugando con las categorías trabajadas en el Seminario, un ritual de pasaje.
De regreso a Córdoba se revisaron nuevamente los trabajos individuales, se confeccionó una cronología de los eventos ocurridos durante el período observado, se diseñó y produjo este DVD que pone un punto final a nuestro paro activo iniciado en agosto de 2005.

 

 

LAS LECTURAS.

A lo largo del curso nos propusimos analizar e instrumentalizar tres conceptos centrales en el campo de estudios que nos adentrábamos. Para ello leímos, en algunas oportunidades tradujimos, y discutimos la bibliografía básica del Seminario. Estos conceptos fueron:

1. PERFORMANCE.

Las performances son prácticas sociales que tienen la particularidad de ser realizadas, no por primera vez, sino como una repetición que nunca resulta idéntica. Las performances, según Victor Turner, pueden describirse como prácticas culturales de carácter dramático, construidas a través de diversos medios estéticos, capaces de exponer, confirmar, trastornar y transformar el mundo social. Richard Schechner las define como “conductas restauradas”, acciones hechas una vez más. “La conducta restaurada es simbólica y reflexiva: no es conducta vacía sino llena de significaciones que se difunden multívocamente” sostiene Schechner (2000: 108). Una obra de teatro es una performance tanto como cepillarse los dientes o una manifestación política. Sin embargo como señala Schechner es preciso distinguir entre aquellas prácticas que una cultura determinada denomina performance y la posibilidad de estudiar a diversas prácticas sociales como si fueran performances. De este modo, al interior de los llamados Performances Studies que surgen en la década de 1980 en los EEUU, el término describe tanto un objeto empírico como una perspectiva analítica. Así, si bien las variadas acciones que formaban parte del paro universitario no eran definidas por los actores como performances, en el Seminario las analizaríamos según este paradigma de las ciencias sociales contemporáneas.

Entender a las acciones como performances significaba atender a su carácter dramático, describir sus diferentes fases, estudiar sus poéticas, pensar en sus ritmos y en las transformaciones que producen, analizar su eficacia y su relación con el entretenimiento y la estética. Estudiar a las marchas, clases públicas, asambleas, distribución de panfletos, etc., como performances nos permitió definir las dimensiones que debíamos observar en las mismas. Las mismas fueron:
El uso del tiempo y el espacio.
Las interacciones cara a cara.
Los recursos estéticos utilizados.

Para Turner, los rituales, como otras performances culturales, son fases distintivas del proceso social a través de los cuales los grupos se ajustan a cambios internos y se adaptan al medio exterior al mismo tiempo que revelan las clasificaciones, categorías y contradicciones del proceso social. Los rituales de las sociedades precapitalistas y las performances culturales de las sociedades posteriores a la revolución industrial poseen un valor reflectivo en tanto reflejan de manera deformada las relaciones sociales, y un valor reflexivo en tanto son una exposición simbólica de los conflictos sociales o un espacio para su observación, objetivación, debate y transformación. Las performances para Turner (1982; 1987), como los rituales para Geertz (1987), tienen una función paradigmática en tanto funcionan como modelos para anticipar cambios e incluso generar cambios y modelos de que tienen por función reinscribir el orden en los cuerpos y las conciencias.

La unidad mínima del comportamiento ritual, sostiene Turner (1967), sea un objeto, una actividad, una relación, una palabra, un gesto o una disposición espacial, es el símbolo ritual cuyo significado nunca está absolutamente fijado. A través de las performances, nuevos significados se adhieren permanentemente a viejos símbolos. Los sujetos incorporan significados personales a los significados simbólicos públicos y les dan nuevos sentidos dentro de sus órbitas semánticas o los incluyen en un complejo de fantasías puramente privadas. Considerar esta dimensión dinámica en la producción de los significados nos permitió entender la multiplicidad de sentidos que los sujetos le otorgaban a participar en las diferentes acciones políticas. Así era posible entender como para algunos o en algunos momentos formar parte de la marcha era un modo de construcción de capital político y para otros o en otros momentos una práctica de sociabilidad lúdica. La toma de un pabellón universitario era un fuerte acto político pero también una experiencia extraordinaria que alteraba las rutinas cotidianas y daba lugar a nuevas relaciones de amistad, eróticas y también políticas entre los estudiantes.
Durante los encuentros del seminario discutimos la noción de símbolos dominantes y símbolos instrumentales que elabora Turner (1967). Los primeros, también llamados símbolos llave, centrales o pivotales, se caracterizarían por aparecer en un amplio conjunto de prácticas y por tener un significado más o menos fijo y constante en diferentes sistemas simbólicos. Un ejemplo que nos ofrecía Turner era la Virgen de Guadalupe. Los símbolos instrumentales poseen un significado mucho más dependiente del contexto y la performance de la cual forman parte. Prender velas o arrodillarse son alguno de los ejemplos propuestos por el autor. Como podrá leerse en los trabajos que forman este PARO ACTIVO, la LES funcionó como uno de los símbolos dominantes que permitió la unificación de sentidos diversos y hasta en algunas ocasiones contradictorios. Esta capacidad sostiene Turner es propia de estos símbolos que funcionan como una forma que puede contener cualquier significado . Son ciertas características formales de estos símbolos rituales como la repetición, la estilización de las conductas y los gestos, el estilo evocativo, las que posibilitan que los mismos signifiquen y tengan un efecto de "tradicionalización" aunque sean realizados por primera vez. (Cf. Moore & Myerhoff,1977; Hobsbawn & Ranger,1984). A partir de estas lecturas y el trabajo con los datos recopilados reflexionamos acerca de si la LES como símbolo dominante no permitía construir narrativamente al conflicto actual en continuidad con el llamado “espíritu reformista cordobés”. ¿No se citaba acaso el Manifiesto Liminar de 1918 cuando decía: “Que en nuestro país una ley, la ley de Avellaneda, se opone a nuestros anhelos? Pues a reformar la ley, que nuestra salud moral lo está exigiendo”.


La posibilidad de resignificación y producción cultural es localizada por Turner, retomando las ideas de van Gennep (1982), en los llamados momentos liminares de los rituales. Lo liminal, sostiene Turner (1982) no es ni la negación del orden, ni el complemento adecuado para alcanzar dicho orden. Es ambas cosas a la vez. Es una relación en la cual los contrarios no se eliminan, ni se equilibran, sino que se generan. Turner caracteriza a la vida social como una interrelación entre acciones expresadas en modo indicativo y otras expresadas en modo subjuntivo. La estructura corresponde al modelo indicativo, al juego entre los roles y status donde se despliegan identidades más o menos fijas. Las acciones subjuntivas, que en sus primeras obras el autor llama anti-estructura y posteriormente communitas, colocan en cuestión los papeles sociales, las identidades, las certezas . En los momentos liminares los símbolos rituales cargados de polisemia se diseminan y es quizá aquí donde podemos localizar el proceso de agenciamiento y subjetivación del que hablan autores como Derrida y Butler.

Participar en los actos que constituían la lucha universitaria, tomar parte en esas acciones que se realizaban por enésima vez y que citaban una vez anterior, cuyo modelo ejemplar sería la Reforma Universitaria, nos convertía en universitarios. A través de nuestras prácticas dramáticas nos adueñábamos simbólicamente de la Universidad al decir defenderla y exhibir su existencia a través de las marchas multitudinarias y nos apropiábamos materialmente de ella al ocuparla con nuestros cuerpos durante las tomas. Las performances son transformances (Schechner;2000), “performances que transforman”. A través de la participación en las diversas prácticas que dieron forma al paro todos aquellos que participamos nos transformamos cuando colocamos a nuestros cuerpos en otras dinámicas con objetivos que no sabíamos muy bien si lograríamos cumplir pero que considerábamos importantes, tal vez vitales, que se concretaran.

2. DRAMA SOCIAL.

Para Turner (1974) los dramas sociales son unidades del proceso social que pueden reconocerse en cualquier sociedad y a partir de los cuales se montan determinadas narrativas históricas. En los mismos pueden reconocerse cuatro fases:
Ruptura
Crisis
Reparación
Reintegración o reconocimiento de la escisión.
Los dramas sociales se desencadenan cuando al interior de grupos limitados que comparten una serie de valores e intereses y en los cuales pueden reconocerse determinados liderazgos y grupos estrella (star groups) se rompe en una arena pública una norma, ley o costumbre. Esta ruptura, y el reconocimiento de la existencia de la misma, llevan a la división del conjunto y la formación de nuevas solidaridades. Frente a esta amenaza al orden instituido, los sujetos toman posiciones y se hacen visibles algunas líneas de fractura y quiebre que estaban presentes de modo práctico. Determinados clivajes adquieren un rol protagónico y el conjunto de las relaciones sociales tiende a rearticularse. Para limitar la expansión de esta crisis y el proceso de cismogénesis (Bateson, 1993) generado se ponen en acción una serie de prácticas tendientes a la reparación que van desde los consejos personales y las formas de mediación informales hasta la judicialización del proceso y la producción de rituales públicos, muchos de los cuales implican el sacrificio de victimas expiatorias (Cf. Girard, 1986).

En la fase final del drama social las partes en conflicto pueden reintegrarse o bien reconocer su separación. Ambas formas de finalización del drama social son registradas por medios de rituales que (re)consagran la unidad o reconocen la definitiva separación. Esta fase, como señala Turner, no siempre es alcanzada y la crisis puede transformarse en endémica y el grupo social encontrar en el conflicto su principal factor de unificación. (Cf. Simmel, 1977).

Según plantea Turner (1982) existe una relación de interdependencia entre los dramas sociales y los géneros dramáticos de las diferentes sociedades. Siguiendo a Schechner, el autor propone un modelo para interpretar el carácter dinámico de estas relaciones. El mismo, y como si se tratara de una cinta de Moebius, plantea que los dramas sociales actúan sobre los procesos sociales implícitos los cuales a su vez modifican las performances públicas que, por su parte, transforman la estructura retórica implícita de las prácticas sociales que a su vez modifica la forma en que se producen los dramas sociales que una vez más actúan sobre los procesos sociales.
“Drama social” era un buen concepto para pensar el conflicto universitario que estábamos atravesando. Así entendimos que la serie de performances que formaban parte del paro activo, tenían por objetivo dar visibilidad a la ruptura. Pero, ¿qué norma había sido quebrada? ¿Quiénes fueron los protagonistas de esta acción? ¿Cuándo comenzó este drama social? Según pudimos observar existían diversas maneras de concebir esta ruptura y cada una de ella tenía diferentes consecuencias. Los gremios docentes y luego los diferentes sectores de la comunidad universitaria construíamos al gobierno nacional como el agente que quebró una norma al no cumplir con sus obligaciones, con el pacto social, con las promesas electorales o con los convenios firmados anteriormente. Así, frente a este embate, los universitarios reaccionamos y actuamos, o decíamos hacerlo, en defensa de la Universidad Pública.

Los paros docentes de 24, 48 y 72 hs. en búsqueda de una recomposición salarial para el sector se desarrollaban desde hacía varios meses -e incluso años- atrás. A comienzos de julio estos reclamos fueron apoyados explícitamente por el Consejo Superior de la UNC, y en otras universidades nacionales se organizaban medidas de protesta. Luego de las vacaciones invernales las clases no comenzaron en los colegios universitarios y los turnos de examen de julio se suspendieron. Es imposible tratar de establecer un punto de ruptura primero a partir del cual se desata la crisis, sin embargo, a partir de la decisión de los docentes del jueves 29 de julio de no iniciar el segundo cuatrimestre la acción dramática se precipitó. Si, como pensaban algunos, los ánimos estaban caldeados, esta decisión echó leña al fuego y la temperatura comenzó a elevarse.

A partir de agosto, la crisis se instaló en la UNC y diferentes performances públicas procuraron otorgarle una mayor visibilidad. Las actividades docentes abandonaron el espacio cerrado de las aulas y se emplazaron al aire libre, en las calles, plazas, avenidas y bulevares. Mientras tanto toda la universidad tomaba otro color a partir de los carteles y pancartas que hablaban del paro, de la LES y de la defensa de la Educación Pública. Los días avanzaban y los edificios se transformaban. El pabellón México fue envuelto con cintas que prohibían el paso, la UTN, el Rectorado y otros predios universitarios eran abrazados por cadenas de personas tomadas de la mano. En las aulas los alumnos pintaban carteles y los docentes se congregaban en asambleas por Departamento, Escuela y Facultad sucesivamente. En las calles se organizaban grandes asambleas interclaustros e interfacultades. Los rectores de las universidades nacionales se reunían en Buenos Aires. Los estudiantes organizaban conciertos y recitales. La comunidad universitaria y otros sectores sociales marchamos por las calles de la ciudad. Las paredes del Centro y Nueva Córdoba se poblaron de stenciles, una forma de arte callejero que se desarrollaba en nuestra ciudad pero que adquirió una mayor visibilidad con la lucha universitaria, en parte porque las marchas fueron momentos propicios para intervenir las paredes sin el peligro del castigo policial.

En la producción de estos eventos y en los afiches, volantes, panfletos, etc. que convocaban a las actividades y explicitaban los objetivos de la lucha participaron los diferentes sectores de la comunidad universitaria. Cuanto mayor fue el despliegue escénico puesto en juego por las performances mayor fue el número de agentes involucrados e interdependientes. Así, es posible observar cómo a lo largo del proceso se fueron sumando a los docentes, los alumnos, los progenitores -en el caso de los colegios universitarios-, las autoridades universitarias, y en el caso específico de las marchas, diferentes sectores de la sociedad civil. Las diferentes performances eran posibilitadas y sostenidas por estas redes de relaciones de interdependencia que se engrosaban a medida que se desarrollaba este drama social. Al mismo tiempo, estas performances buscaban involucrar a nuevos agentes como los partidos políticos, diputados y senadores nacionales, al gobernador provincial y al intendente municipal. A este drama social que estaba desarrollándose en Córdoba y otras ciudades argentinas se sumaron el conjunto de las universidades nacionales y la llegada del conflicto a Buenos Aires y el paro en la UBA colocó a toda la situación en la primera plana de la prensa nacional. Como pudimos observar a medida que la crisis fue avanzando, las líneas de fractura se fueron profundizando y se entablaron nuevas alianzas en tanto la situación obligaba a que todos los agentes tomaran posiciones y se reubicaran en el nuevo escenario. Quizá el mejor ejemplo de esta situación sea la marcha del 18 de agosto; una performance que demostró tanto la fuerza del movimiento como su división interna con la formación de dos centros o finales de marcha.

En el desarrollo del drama los objetivos de la movilización también fueron transformados. Del primer reclamo basado principalmente en la política salarial del gobierno nacional hacia las Universidades públicas se pasó al debate en torno a la LES y el pedido de su anulación o derogación. Como muestran varios de los trabajos que forman PARO ACTIVO, la LES se transformó en el símbolo dominante de la acción política y fue en torno a él que se aglutinaron diferentes sectores e intereses.
La magnitud de la movilización, el alto índice de aceptación social del reclamo de las universidades y el horizonte eleccionario obligaron al gobierno nacional a abrir procesos de reparación que buscaban poner fin a la crisis y reestablecer el orden. El Ministerio de Educación realizaba una oferta salarial y presupuestaria la cual era considerada en una serie de asambleas que comenzaban a nivel local y terminaban a las grandes reuniones de los principales gremios involucrados. Propuestas. Contrapropuestas. Asambleas. Mandatos, Delegados, Mesas de Negociación. Cuando todo parecía estar llegando a un final, las partes rompieron el diálogo y el conflicto se desató nuevamente. Mientras tanto, los días pasaban y desde los medios de comunicación, el gobierno, los padres de los alumnos, los alumnos y los docentes, se empezaba a hablar de la pérdida del año lectivo. A ciencia cierta nadie sabía muy bien que significaba esta pérdida, sin embargo su carácter nefasto comenzó a hacerse sentir y las relaciones sociales comenzaron a reacomodarse nuevamente. Ya no todos apoyaban el paro universitario o no lo hacían con tanto fervor. Las universidades eran sospechadas de corrupción y se planteaba en la prensa la mala administración de los recursos por parte de las altas casas de estudio. En este contexto, los docentes empezaron a volver a las aulas y buscaron formas de regularizar la situación, los gremios docentes firmaron acuerdos y compromisos con el Ministerio de Educación que no siempre fueron aceptados por las bases, el Ministro de esa cartera visitó Córdoba y propuso un programa de mejora de dedicaciones para algunos docentes, los diarios vaticinaban el final de la huelga a pesar de que también se suspendieron los turnos de examen de septiembre. Poco a poco las performances disminuyeron su espectacularidad y capacidad de movilizar a gran número de personas al mismo tiempo que los reclamos en torno a la LES perdían importancia. Así, con acuerdos salariales, promesas gubernamentales, amenazas de nuevos paros y suspensión de exámenes, la formación de comisiones y grupos de trabajos en torno a la LES, el drama social se diluyó sin haber encontrado un final sancionado por alguna performance pública que celebrase las conquistas obtenidas, si es que hubo alguna. Las clases volvieron a su ritmo habitual y pronto llegaron los parciales. Había que salvar el año.

3. PERFORMATIVIDAD

Durante el Seminario tuvimos oportunidad de plantear algunos interrogantes acerca de la fuerza performativa de los enunciados y de las prácticas que describíamos como performances. ¿Cuál es la relación entre performance y performatividad? ¿Cómo fue pensada esta cuestión al interior de los Performance Studies y la Teoría Queer?
En el campo específico de los estudios de los rituales, tanto el reconocimiento del carácter realizativo del lenguaje por parte de la Filosofía del lenguaje planteada por Austin (1981) como el cuestionamiento de lengua como una estructura formal o código (Cf. Bauman & Briggs, 1990), permitieron analizar la dimensión productiva de los rituales (Cf. Tambiah, 1985). Estos trabajos complementaron y complejizaron investigaciones como las de Victor Turner quien, desde otros puntos de partida, también enfatizó los aspectos creativos de los rituales, los deportes, el teatro y otras prácticas sociales, a partir de nociones como comunitas, drama social, performance, y liminaridad.
De este modo, lo performativo, neologismo introducido por Austin, pasó a describir una dimensión presente en todo enunciado lingüístico, sonoro, visual, etc. De acuerdo con su propuesta, lo dicho no sólo se adecua al mundo social y se somete a las convenciones que gobierna su éxito como también constituye ese mismo mundo que enuncia. Al ser dichas (por determinados agentes y bajo determinadas situaciones) las palabras hacen.

Otra manera de trabajar con los argumentos de Austin fue desarrollada por la crítica literaria, especialmente a partir de la obra de Derrida. Según estos desarrollos teóricos franceses, que tendrán un fuerte impacto en los Estudios Culturales norteamericanos, los actos de habla trabajan a partir de una actividad sin fin de citas cuya continua repetición y permanente resignificación, producen la realidad que nombran a partir de un proceso denominado iterabilidad. En aquello que vuelve una y otra vez, aunque siempre vuelve de manera diferente, se produce el significado. Si todo signo es siempre una mención de otro signo, no es posible sostener, en este estado de cita generalizada que nos humaniza, ninguna metafísica de la identidad. Así, al igual que el trabajo de los etnógrafos, aunque por caminos teóricos y metodológicos absolutamente diferentes, la crítica derridiana a la teoría de los actos de habla se focaliza en la intencionalidad que ésta supone.

Esta misma crítica puede encontrarse en la obra de Judith Butler, quien se vale de la lectura derridiana de los enunciados performativos de Austin para desarrollar su teoría sobre “los límites materiales y discursivos del ‘sexo’ ”. Para la autora norteamericana, quien también se apoya en los desarrollos teóricos de Foucault, Lacan, Althusser y el pensamiento feminista, no existe una identidad prediscursiva en tanto “el ‘yo’ es una cita del lugar del ‘yo’ en el habla, entendiendo que ese lugar es de algún modo anterior y tiene cierto anonimato en la relación a la vida que anima: es la posibilidad históricamente modificable de un nombre que me precede y me excede, pero sin el cual yo no puedo hablar”. (Butler, 2002:317). Aunque no somos meros ventrílocuos, los sujetos hacemos género, raza, edad, clase, erotismo, etc., a través de un proceso iterativo, performativo, de actos que nos preexisten. La performatividad “no es un acto único, sino una repetición y un ritual que logra su efecto mediante su naturalización en el contexto de un cuerpo entendido, hasta cierto punto, como una duración temporal sostenida culturalmente.”(Butler, 2001:15).

Los actos performativos, según reconoce Butler en LENGUAJE PODER E IDENTIDAD, y como ya había problematizado Tambiah a fines de los años ’70, poseen una doble existencia. Por una parte las actuaciones poseen una dimensión teatral, escénica. Son una performance, una escena, una acción corporal. Por otra parte, estos mismos actos poseen una dimensión lingüística. Son enunciados cuyos efectos se derivan de las convenciones lingüísticas. Si bien los performativos son simultáneamente palabras y actuación, su carácter dramático no aparece ampliamente discutido por Butler, quien presta escasísima atención a las investigaciones producidas al interior de los Performances Studies y la Antropología del ritual. Incluso, en CUERPOS QUE IMPORTAN, Butler sostiene que el acto performativo no es primariamente teatral y “su aparente teatralidad se produce en la medida en que permanezca disimulada su historicidad” (Butler, 2002:34).
Dado que cada actuación no puede ser la repetición exacta de lo mismo que vuelve de manera idéntica una y otra vez, el presente enunciativo de cualquier performance actualiza la posibilidad de emergencia de lo ambivalente, lo contingente, lo (parcialmente) indeterminado. Siempre es posible decir aquello que no se puede decir. Siempre existen secretos que se dicen a voces aunque se callen para siempre. (Cf. Sedgwick, 1990)

Las lecturas de Butler y la discusión de estas problemáticas nos llevaron a preguntarnos ¿Qué se decía en las asambleas? ¿Quiénes decían? ¿Qué voces y qué cuerpos importaban en estas performances y cuáles eran silenciados o ignorados? ¿Cómo se transformaban las palabras en acciones? ¿Qué imágenes y palabras se citaban una y otra vez? Si como sostiene Butler (2002:316) “la performatividad es una esfera en la que el poder actúa como discurso”, ¿cómo actúa el poder? ¿Qué poderes se constituían performativamente en las performances por la defensa de la Universidad Pública? Si la fuerza performativa sólo puede ejercerse cuando el locutor se encuentra socialmente respaldado (Bourdieu, 1985), ¿de qué modo el lenguaje llega a significar el poder social? ¿Cómo el poder social se hace lenguaje? ¿Cómo una repetición es capaz de producir cambios? ¿Qué lugar ocupan en este proceso los cuerpos? ¿Cómo potenciar la promesa política que traen los performativos de un futuro (casi) imprevisible, abierto a la resignificación, que pueda tornar actual el poder potencial de los subalternos? Estas fueron algunas de las preguntas con las que concluimos las reuniones de discusión bibliográfica. Sus respuestas aún esperan una elaboración y quizá el material aquí recogido permita seguir pensando y actuando.

PARO ACTIVO.
Además de la línea de tiempo donde están registrados los eventos de los cuales tuvimos noticia entre julio y septiembre de 2006 y los anexos con documentos e imágenes, PARO ACTIVO está formado por una serie de artículos elaborados por las alumnas que concluyeron el Seminario. En estos trabajos se pueden observar en acción algunas de las ideas trabajadas en el curso. Así por ejemplo, María Noel Felices describe en su artículo “El “México Suena” una forma alternativa de hacer la protesta y construir el conflicto” una modalidad de protesta particular, diferente a las ya conocidas tomas de facultades, marchas públicas, asambleas, entre otras. El “México Suena” fueron una serie de conciertos musicales propuestos y organizados por alumnos del Departamento de Música de la Escuela de Artes. Además de describir las interacciones y los movimientos que hicieron posible estas performances musicales, este trabajo nos muestra cómo se transformaron y resignificaron ciertas prácticas durante la acción dramática del Paro Universitario. El primer concierto del ciclo no estaba destinado a cumplir esa función, el mismo era una exhibición pública de los trabajos realizados por los alumnos de una cátedra. Es más, el primer México Suena, no sonó en el Pabellón México, donde los alumnos cursan sus estudios sino en el Cepia. El segundo concierto, cuatro días después efectivamente sonó en el México y la performance tuvo características radicalmente diferentes desde la disposición del público hasta las sonoridades que pudieron escucharse. El tercer concierto, diez días después, pero con posterioridad al levantamiento de la toma de la Casa Verde, devino un espacio de protesta e intervención pero al mismo tiempo un escenario donde los agentes buscaban desplegar un saber artístico.

Esta misma resignificación de las prácticas se encuentra descrita en el trabajo de María Majtey “Mirando el conflicto desde las clases universitarias”. La autora se pregunta ¿qué tipo de performance son las clases públicas? ¿Qué hacemos cuando llamamos públicas a ciertas clases que se desarrollaron en el marco del conflicto? ¿Y las otras clases, las ordinarias, no son públicas? ¿Qué nos dice esta forma de protesta sobre la relación entre la Universidad y la sociedad? El ensayo de Mariela Chervin “El conflicto universitario de julio, agosto y septiembre de 2005 en Córdoba.¿Qué hacer con los cuerpos?” también toma por objeto a las clases pública. Pero la autora nos muestra la antesala, los preparativos, de una fallida clase pública. ¿Qué ocurre cuando los docentes no van y la institución no colabora con la medida? ¿Qué otras sentidos, además del de la protesta, se juegan para los estudiantes en este tipo de performances?
El trabajo de Verónica Heredia, “La calle: escenario para los manifestantes”, describe y analiza cuatro de las marchas de protesta que se montaron en el segundo cuatrimestre del 2005. En el mismo considera la participación de diferentes agentes y nuevamente la transformación de los sentidos que éstos le otorgan a estas performances políticas. Las marchas también fueron el objeto de análisis en “Los medios de comunicación gráficos en la construcción de la marcha del 18 de agosto 2005 de la Universidad Nacional de Córdoba” de Gisela Acuña. En el mismo la autora compara distintas noticias sobre una misma práctica de protesta para poner al descubierto las tensiones que le dieron como así también, el carácter construido de las noticias. Cada diario describe la acción que se desarrolla en la marcha poniendo énfasis en distintos aspectos de acuerdo a su perfil periodístico. Así, el portal Universia cuya fuente es Hoy la universidad, diario digital editado por la Secretaria de Prensa de la UNC, en ningún momento se refiere al acto paralelo de ADIUC e incluso, ni siquiera nombra al gremio. El ensayo de Jimena Garrido “Análisis discursivo de nueve boletines emitidos en el conflicto universitario del 2005” parte del estudio de estos documentos para preguntarse qué representaciones de lo social ponen en juego estas piezas discursivas. ¿Qué otras realidades son enunciadas en los mismos? ¿Qué otra Ley, otro presupuesto, otro salario, otra modalidad de gobierno, otra forma de estudiar, se imaginan? Por último, los trabajos de María Victoria López y de Lucía Tamagnini se concentraron en el análisis de los panfletos producidos durante los días del conflicto. En “ABAJO LA LES. Discursos y símbolos en el conflicto universitario de 2005 en Córdoba: los panfletos” López se concentra en los documentos elaborados por las Asambleas y Comisiones que surgieron al calor del conflicto. En los mismos, además de analizar sus aspectos materiales, la autora observa diversas recurrencias que conforman determinados campos semánticos y analiza cómo se articulan los símbolos dominantes y la formación de una communitas ideológica. En “Abajo la LES! panfletos y discursos en el conflicto universitario 2005. El caso cordobés”, Tamagnini analiza los documentos producidos por las Agrupaciones Universitarias para preguntarse cómo se construyen significados y símbolos, cómo se legitima la protesta en el plano discursivo, cómo se construyen los sujetos en relación al conflicto.

Como muestran todos los trabajos, las marchas, las clases públicas, las asambleas, las reuniones, los festivales musicales, la producción y distribución de boletines, panfletos y volantes, y todo un variado conjunto de performances, movilizaron importantes fuerzas sociales. Los cuerpos entraron progresivamente en un estado de efervescencia al mismo tiempo que se construían otras formas de relaciones las cuales no repetían exactamente las del tiempo de las clases ordinarias. ¿Cómo fue posible esta transformación? ¿Qué condiciones debieron darse para que los reclamos gremiales cuajaran en el conjunto de la comunidad universitaria? ¿De qué manera participaron los diversos claustros en esta lucha en defensa de un determinado modelo de Universidad? Estas y otras preguntas, como cuáles fueron las condiciones que hicieron que esas mismas energías políticas se apaciguaran sin que los reclamos fueran satisfechos, buscan aún una respuesta que quizá pueda encontrarse en los documentos que forman parte de este trabajo. En síntesis, PARO ACTIVO resultó nuestro humilde intento de, cumpliendo el programa historiográfico benjaminiano, producir conocimiento sobre un presente en extinción para tratar de ganarle nuevamente la tradición crítica al conformismo académico y político que están siempre a punto de avasallarla.


Gustavo Blázquez.
Abril, 2007.

 

 

 

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PARO ACTIVO