Valeria Franco Salvi, docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades e investigadora adjunta de Conicet, participó en febrero de 2023 de una estancia de investigación que incluyó jornadas de trabajo de campo en un sitio ubicado entre Etiopía y Yibuti. En esta nota, relata su experiencia y destaca la sólida formación que reciben lxs profesionales en la universidad pública para desempeñarse en cualquier lugar del mundo. “Lxs que practicamos arqueología de calidad hoy en Argentina lo hacemos gracias a las inversiones estatales, rara vez una empresa o alguna universidad privada solventó investigaciones de este tipo pese a lo importante que es para un país la memoria, el conocimiento de nuestros orígenes y la identidad”, dice.
En 1977, la laguna Mar Chiquita empezó a crecer de manera exponencial. Debido a la deforestación de las yungas y la región chaqueña, el río Dulce incrementó su caudal, sumado a los aportes de los otros afluentes: el Suquía y el Xanaes. Esto provocó, en mayo de 1978, la primera inundación de Miramar y 37 manzanas del pueblo quedaron bajo el agua.
Desde niña Valeria Franco Salvi, docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades e investigadora adjunta de Conicet, visitaba el pueblo, ya que su padre era de allí y todavía vivía gran parte de su familia. Quizás en esas excursiones con sus primos por las ruinas, que ahora salieron a la superficie nuevamente, haya desarrollado inconscientemente su pasión por la arqueología. “Lo he hablado en terapia y pensamos que sí”, dice entre risas.
Sin embargo, su lugar de trabajo no fue el noreste cordobés sino las cumbres calchaquíes. “Me interesa entender cómo se desarrolló la agricultura desde sus orígenes y cómo esta práctica condicionó la vida social de las personas a través del tiempo hasta hoy”, cuenta Valeria, que se graduó como Licenciada en Historia en la FFyH con el Premio Universidad y de la Academia Nacional de la Historia. Luego, se doctoró en Historia en 2012 y realizó dos postdoctorados, uno en la Universidad de Arizona (EEUU) y otro en el Instituto de Ciencias del Patrimonio (España).
También publicó más de 100 escritos entre artículos, libros y capítulos y co-dirige el equipo de Arqueología de las Cumbres Calchaquíes, con el cual consiguieron subsidios nacionales pero también del extranjero como National Geographic, Toyota Foundation, Palarq y Piar.
A principios de 2023, Valeria participó de una estancia de investigación que incluyó varias jornadas de trabajo de campo en el Cuerno de África y el 11 de agosto compartió su experiencia en la charla “Estancias de investigación que rompen fronteras: arqueología desde el Cono Sur al Cuerno de África”, junto con Jorge de Torres Rodríguez del Instituto de Ciencias del Patrimonio de España, que ahora también relata para Alfilo.
- ¿Cómo surgió la posibilidad de hacer la estancia de investigación en Santiago de Compostela y luego el trabajo arqueológico en África?
La estancia fue posible gracias a CONICET, que concede becas externas para investigadores asistentes y adjuntos con el fin de que realicen estudios que desde Argentina no es posible llevar a cabo. En esa dirección, el Dr. Felipe Criado Boado (un arqueólogo muy destacado en todo el mundo) me invitó a su instituto para aprender más sobre la arqueología del paisaje y trabajar temáticas particulares para luego traer a mi país.
La oportunidad de trabajar en África no venía planificada de antemano y se dio durante la estancia compartiendo saberes con los miembros del Instituto de Ciencias del Patrimonio. Uno de los directores del equipo, el Dr. Jorge de Torres, que trabaja en el Cuerno de África le interesó el enfoque metodológico que aplico a mis proyectos en Argentina, y me propuso participar de la campaña que iban a realizar en Yibuti en febrero de 2023. La idea fue que les ayudara a plantear y desarrollar una nueva línea de su proyecto dedicada al estudio de paisajes agrarios.
- ¿De qué se trata ese sitio arqueológico y cuál fue específicamente tu trabajo allí?
Handoga es una ciudad medieval de unas 200 casas localizada cerca de la frontera entre Etiopía y Yibuti. Es el único yacimiento medieval que se conoce en Yibuti, y hace 600 años fue una parada obligatoria para las caravanas que conectaban la costa del Mar Rojo con el interior del Cuerno de África. El equipo de investigación al que me he incorporado lleva trabajando en este yacimiento desde el año 2021, estudiando temas como el urbanismo de la ciudad, su cultura material y su relación con otros yacimientos de Etiopía y Somalilandia. Este año, mi incorporación se ha centrado en el análisis de las prácticas agrícolas en la región, desde el estudio de artefactos de molienda, recogida de muestras químicas y arqueobotánicas hasta la interpretación de la arquitectura y las escalas sociales implicadas en la manera de producir alimentos en el pasado. También he formado a mis colegas del equipo hispano-yibutí en protocolos de recogida de muestras.
- ¿Qué diferencias hay entre el trabajo que realizan aquí y en África? ¿Cuáles fueron tus aportes?
El aporte principal fue brindar una mirada integral que vaya más allá del dato dado y que permita responder preguntas de índole político-social, esto es, integrar la información sobre la producción agrícola para discutir las razones por las que hoy los estados somalíes fallan. El director del equipo europeo se encontraba con especialistas pero ninguno lo guiaba en cómo esos datos pueden integrarse y responder preguntas histórico-políticas. Al estar tan especializada y subdividada la ciencia allá, falta articulación y la arqueometría muchas veces sólo busca el dato, lo que se vuelve un problema para aquellxs que quieren responder preguntas que vayan más allá. A su vez muchos especialistas, al no tener experiencia de campo, proponen métodos y técnicas de baja aplicabilidad, en ese sentido, mi aporte fue contribuir con estrategias flexibles para obtener información fiable en el trabajo de campo adaptada a las condiciones extremas que se trabaja en el cuerno de África.
En resumen, en Argentina las personas que nos dedicamos a la arqueología tenemos cierta libertad para elegir no ser un especialista puro dedicado a obtener datos específicos. En ese lugar, quienes estudiamos Historia nos sentimos muy cómodos con nuestras miradas holísticas, sintéticas e integradoras con preguntas más relacionadas a entender problemas históricos. En mi caso, siempre traté de omitir la especialidad por mi formación de base (Historia) y además porque la dirección de una excavación, el trabajo de campo y el análisis global en general lo asumen hombres y me gusta saber que cada vez más mujeres ocupamos esos espacios.
- Tu experiencia está ligada, además, a la visita de Jorge de Torres Rodríguez. ¿De qué se trata la estancia de investigación que va a hacer él en nuestro país?
La visita de Jorge de Torres se enmarca dentro de la continuación de la cooperación que hemos iniciado en Yibuti entre el CONICET, la FFyH y el CSIC, relativa al estudio de paisajes agrarios en el Cuerno de África. Durante los meses que va a pasar aquí, Jorge va a trabajar diseñando varias solicitudes de financiación para construir un proyecto conjunto de estudios agrarios en Etiopía, donde su equipo ha comenzado a trabajar en 2022. Asimismo, estamos aprovechando para analizar muchos de los datos que hemos recogido en la campaña de Yibuti, y presentando los resultados de esta experiencia en seminarios y charlas.
En este momento, Jorge se suma a la entrevista y comenta sobre las diferencias que existen entre el sistema universitario argentino y el español. “Una de las diferencias fundamentales es que en general en España los científicos trabajan bien en una institución científica como el COMICE o en la Universidad, pero raramente en las dos. Esto hace que los investigadores del CSIC tengan poco acceso a estudiantes que puedan ser incorporados al sistema científico, lo que hace complicada la captación de nuevos investigadores con talento. Asimismo, dificulta que la investigación desarrollada por los científicos del CSIC se transmita adecuadamente a los estudiantes universitarios”.
Valeria, por su parte, señala que “al estar articulada la docencia con la investigación, nosotrxs formamos estudiantes desde que ingresan prácticamente a cursar la carrera y de forma gradual van eligiendo y teniendo experiencias acompañadxs en un equipo de investigación. La arqueología es una disciplina de trabajo colectivo y cooperativo, lo cual el ámbito universitario es ideal para su desarrollo. En ese punto, hay una diferencia con Europa donde los investigadores están en sus institutos totalmente aislados del ámbito universitario”.
- ¿Qué opinan de estas oportunidades de colaboración entre las dos instituciones?
Jorge: Para mí, la cooperación con Valeria y con el equipo que codirige ha supuesto la posibilidad de aprender de un modelo de investigación sobre paisajes agrarios que puede aplicarse fácilmente en mi región de trabajo y que yo no había podido desarrollar por falta de experiencia y formación en este tema de investigación. Desde ese punto de vista, la estancia de Valeria es un excelente ejemplo de la importancia de este tipo de iniciativas, que comienzan desde las relaciones personales pero que evolucionan hacia cooperaciones más estables y de mayor entidad. La cooperación iniciada entre el EASCC y el Incipit muestra cómo el apoyo a las estancias abre oportunidades de cooperación y financiación que compensan con mucho la inversión original realizada por las instituciones financiadoras.
Valeria: Resulta una gran oportunidad para la UNC y el CONICET debido a que es una región –el Cuerno de África- que jamás ha sido estudiado arqueológicamente desde Argentina ni desde Sudamérica. Aportar al conocimiento del pasado Somalí con una mirada sudamericana puede dar resultados novedosos, pero a su vez te abre una puerta para interactuar con investigadores africanos y generar nuevas oportunidades de cooperación entre diferentes instituciones.
- En una época que se denosta la educación pública, ¿qué opinión tienen de la formación de profesionales argentinos en universidades públicas, en este caso en el ámbito de la arqueología?
Jorge: Mi experiencia con los investigadores argentinos del EASCC es que se trata de investigadores muy bien formados, flexibles y acostumbrados a trabajar en contextos con logísticas complejas -algo muy útil en mi trabajo en África-. Además tienen una visión global de los problemas arqueológicos que resulta fundamental en un momento en el que la arqueología tiende a hiper especializarse, ofreciendo una flexibilidad que a veces es difícil de alcanzar en contextos donde la investigación está muy compartimentada.
Valeria: En mi opinión es destacable la formación de grado que tenemos en Argentina, siendo muy sólida y muy competitiva a nivel internacional. Las universidades nacionales te permiten graduarte de forma gratuita lo cual para mí fue fundamental ya que mi familia no podía permitirse pagar una cuota en una universidad privada. En el caso de nuestro equipo de investigación, somos un grupo de arqueólogos que ha conseguido hacer posgrados en el extranjero, obtener subsidios y premios y todo alcanzado gracias a una formación de grado muy sólida adquirida en la universidad pública. Los que practicamos arqueología de calidad hoy en Argentina lo hacemos gracias a las inversiones estatales, rara vez una empresa o alguna universidad privada solventó investigaciones de este tipo, pese a lo importante que es para un país la memoria, el conocimiento de nuestros orígenes y la identidad.
Por Pablo Giordana
Fotos: gentileza Valeria Franco Salvi