Casa Bamba: un paraíso en disputa

Compartimos una crónica que escribió Juan Carlos Domínguez, estudiante del Departamento de Geografía de la FFyH, sobre el viaje de campo que realizó la cátedra de Ambiente Físico a Casa Bamba los días 26 y 27 de octubre.

Durante los días 26 y 27 de octubre de 2024 se llevó a cabo el viaje de campo de la cátedra Ambiente Físico de primer año de la Licenciatura y Profesorado de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades, con la particularidad de que debió ser readecuado por la falta de recursos económicos producto del brutal ajuste que transitan las Universidades Públicas del país. En este contexto, el viaje se desarrolló en tren con destino a Casa Bamba, y desde el equipo de cátedra de Ambiente Físico queremos resaltar que, a pesar de la difícil situación que atraviesa la Universidad en términos presupuestarios, se mantuvo el compromiso por parte de les estudiantes de Geografía y Antropología (que cursan la electiva) de costear en gran parte  este viaje de formación curricular que consideramos fundamental para la ampliación de contenidos teóricos y prácticos de la materia y las carreras. Pero por sobre todo, creemos que estas instancias de experiencias de campo son una oportunidad imprescindible para favorecer el diálogo de saberes con los actores del territorio lo que permite, particularmente en el caso de este viaje, conocer la difícil situación socioterritorial y ambiental que siguen atravesando la comunidad de Casa Bamba, así como el río Suquía y la Reserva Hídrica, Recreativa y Natural Bamba, en una coyuntura de profundización de extractivismos que se impone con el Régimen de Incentivo a la Grandes Inversiones y que se traduce en nuestra provincia en diferentes ejes como el desarrollo inmobiliario, la minería no metalífera, el avance agrícola sobre el bosque nativo, entre tantos otros.

Fotografía: Melisa Suárez

Durante la salida de campo retomamos contenidos teóricos y problematizamos conjuntamente con referentes de la comunidad, teoría social del riesgo, reconocimiento del lugar en múltiples escalas espaciales e históricas, procesos geofísicos y biofísicos, ciclo hidrosocial, entre otros.

Viajar a territorios en disputa nos muestra cómo desde la Geografía Física crítica podemos y podríamos acercarnos a estás múltiples temáticas en un abordaje integral, sensible, respetuoso del entorno y en diálogo con los habitantes de cada lugar.

Agradecemos profundamente a Silvia Flamini, Darío Siravegna, Nancy Segovia, Darío Hidalgo, vecinos de Casa Bamba y Mayra Peña Barberón, Integrante del Equipo de Extensión Cuidados Comunitarios Ambientales en la Reserva Bamba (FFyH-FCS-UNC) por recibirnos y acompañarnos durante el trabajo de Campo.

“La universidad que queremos está intrínsecamente ligada al país que anhelamos”

Profesora Titular: Dra. Gilda Collo,
Prof. asistentes: Esp. Melisa Suárez, Dra. Daniela Arán
Ayudante Alumnes: Lucila Leguizamón, Martina Osses, Janet Juri,
Sara Letzen, Candela Vega y Joaquín Rebuffo
Equipo de la cátedra Ambiente Físico – Depto. de Geografía.


 A continuación compartimos la crónica realizada por el estudiante Juan Carlos Domínguez:

Casa Bamba: un paraíso en disputa

Llegó el día y ahí estuvimos. La estación del Ferrocarril Belgrano, en la mañana (temprano) del sábado 26 de octubre de 2024, fue testigo de una historia que comenzaba. El ascenso al Tren de las Sierras fue el segundo paso y, cuando se puso en marcha, la tarea propuesta iniciaba su desarrollo. El fin de semana tenía un objetivo notorio: pasar de la teoría al contacto con la realidad…, trabajo de campo como se le dice. Cerca de una hora y media después, Casa Bamba, el destino fijado, comenzó a ser transitado por más de veinte jóvenes (alguno no tanto) entre profes y alumnxs. Una clase más de Ambiente Físico (Geografía Física Crítica) se inició pero fuera del aula, en la montaña, entre arroyos y río, entre piedras y rocas, con el canto de pájaros y el verde de los árboles. Un camping abrió sus puertas y pronto las carpas se fueron ordenando para la noche que aún estaba lejana.

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El 2024 se inició tranquilo, pero a poco de andar comenzaron a surgir inconvenientes de todo tipo en el amplio espectro universitario argentino. La realidad nos presentaba dificultades de presupuesto y salarios. Una tremenda marcha en abril, en todas las ciudades con universidades del país, fueron escenario de ello. Comenzaron las clases públicas, manifestaciones de todo tipo. El final del primer cuatrimestre fue un claro ejemplo de lo que vivíamos. El segundo no fue distinto. Otra marcha multitudinaria y la toma de facultades fue el escenario por el que transitó la comunidad universitaria.

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La primera puesta fueron los mapas que las docentes desplegaron en el arenoso terreno del camping. Ver dónde estábamos. Reconocer el lugar en el que habitaríamos. Marcar los caminos a recorrer. Y ahí surgió, con los mapas desplegados, el primer interrogante a resolver entre todxs: ¿dónde queda el Norte? Para un lado, para el otro o tal vez… Fueron varios y variados los señalamientos, en un espacio rodeado de montañas y sin GPS o, en todo caso, brújula. Hasta que se escuchó la voz del dueño del camping, Darío, diciendo “el Este está en aquel sentido” (señalando con una de sus manos). Si ese era el Este, rápidamente marcamos el Oeste y reconocer el Norte ya fue tarea fácil. Todxs sonrientes. Todxs habíamos dado un paso más, pero ya era hora de ponernos en marcha y, con Mayra como guía, nos encolumnamos y salimos rumbo al primer objetivo: los restos de la única escuela que hubo en Casa Bamba.

Fotografía: Joaquín Rebuffo

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Oídos sordos a los reclamos o reclamos para oídos sordos fue lo mucho que se escuchó. Así, el estudiantado, aquí en Córdoba y en el país todo, se acomodó a las medidas de los profes con sus clases públicas. Pero la realidad mostraba los rostros preocupados de docentes y no docentes pues, a sus bolsillos, seguían llegando salarios que cada vez tenían menor poder de compra. También, les autoridades de cada facultad se convertían en malabaristas para poder atender las necesidades de mantenimiento y sostenimiento de los distintos espacios de cada unidad académica. La preocupante y triste realidad recorrió todos los claustros. Facultades sin fondos; docentes y no docentes con salarios de hambre; estudiantes abandonando sus estudios.

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Bajo un luminoso sol transitamos el camino establecido, custodiados por el arroyo Los Poleos. Paradas por consultas hacia la cátedra. Paradas para consultas a nuestra guía. Comentarios de unxs y de otrxs, sobre esto o aquello. El paso de la teoría a la práctica ponía alerta a todxs por cada roca, por cada planta, por la característica del suelo, por el arroyo que con su sonido decía presente a cada paso. Una antigua casona nos vio transitar por su frente, dando cuenta de nuestro paso los niños de la familia que ahí habita y el ladrido de los perros nos puso en alerta frente a un nuevo cruce del arroyo Los Poleos. Un poco más adelante, la sombra de un par de frondosos árboles sirvió como lugar de reunión para hacer un raconto de lo visto y vivido hasta el momento. Ahí, el arroyo sólo era un trazo de piedras y estábamos a pocos metros de arribar a nuestro primer destino: la otrora escuela pública, hoy tapera.

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La situación presupuestaria y salarial en nuestra universidad, como en las del resto del país, nos preocupa y ocupa en cada momento. Se habla en las asambleas interclaustros, en las asambleas estudiantiles, en las aulas, en los pasillos, en el campus de la Ciudad Universitaria en una ronda de mates, en la parada de ómnibus, en los grupos de whatsapp, en las charlas formales e informales. Propuestas para hacer una cosa u otra, a modo de reclamo, están a la orden del día. Lo que dicen o plantean docentes y no docentes desde sus gremios repercute día tras día. Todo eso y mucho más sin que a un grupejo de personajes se les mueva un pelo por mejorar presupuesto y salarios, pero sí festejan que ello no se haga.

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Frente a esa tapera otrora escuela pública seguimos conociendo y reconociendo, prácticamente, en el campo, los componentes de nuestras sierras. Rocas de distintos tipos y orígenes, árboles propios del denominado bosque chaqueño, el arroyo que ahí sí tenía agua y que se perdía bajo el terreno para surgir más adelante como una vertiente. Pero desde ése mismo lugar pudimos observar, aunque a un par de kilómetros de distancia, una cantera abandonada con los restos acumulados de lo que deba haber sido la última explosión y la clara destrucción de la montaña. El retorno se hizo por el mismo camino, pero buscando respuestas por lo nuevo que veíamos y cada paso significaba un conocimiento más, cada paso era como ver algo que teníamos visto pero que no conocíamos. Todo como claro paso del aula y de lo teórico, a la realidad o al trabajo en el campo.

Fotografía: Melisa Suárez

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El tránsito frente a tanta precariedad no puso freno a los reclamos, como tampoco a las cursadas. Se mantuvieron las movilizaciones, las clases públicas, los paros, festivales, encuentros con otros sectores de la sociedad, cortes de acceso a la Ciudad Universitaria, en definitiva la visualización de la situación universitaria. Situación que, según plantea el Presupuesto Nacional 2025, no mejorará o tenderá a empeorar y por ello el estar firmes y alertas frente a lo que se viene es la mejor manera de resistir para reclamar lo que a las universidades públicas, con todos sus actores adentro, les corresponde legalmente y por una larga historia recorrida. La universidad pública, gratuita y de calidad no la regaló nadie, es la lucha la que la puso como tal.

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El retorno al camping “Macondo” fue para encarar el almuerzo compartido con el aporte de lo que cada unx había llevado. El momento también sirvió para comentar lo recorrido, lo vivido en esas primeras horas en Casa Bamba. El anecdotario, como se suele decir, fue puesto sobre la mesa entre risas y sonrisas de cuerpos satisfechos por la experiencia. Sin mediar mayores historias, la segunda caminata comenzó y un recorrido por parte de la costa sur del río fue el momento para nuevos registros sobre la naturaleza y la historia misma de ese paraíso en disputa. La presencia de rocas provenientes del corazón de la montaña, producto de las voladuras, fueron el contorno de nuestro camino. Antiguos y abandonados hornos de cal nos remitieron a lo que por ahí se vivió en el pasado, hasta que los dueños de las explotaciones se dieron cuenta que su materia prima ya no satisfacía las necesidades del mercado. La mano humana dejó sus claras señales, pero pese a ello la naturaleza de ese territorio parece no haberse rendido. Las preguntas y las explicaciones se hicieron presentes del mismo modo que en la caminata anterior. Un chapuzón de algunxs, el descanso con los pies en el agua de otrxs, fueron el cierre de una segunda puesta de la cátedra en el campo a orillas del Río Suquía.

Fotografía: Melisa Suárez

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Los carteles con consignas de reclamo, las pancartas con pedidos de soluciones hicieron que los espacios universitarios fueran banderas de lucha constante. Desde consignas serias hasta algunas jocosas en los carteles se pudieron leer en las marchas y, diariamente, en las paredes de las facultades. “Cuidemos la universidad de alguien que perdió sus facultades”, por caso, nacieron de la creatividad de estudiantes, docentes y no docentes. Los cánticos, varios y variados, retumbaron en las asambleas, en las calles, en los pasillos y hasta en las propias aulas. “Universidad de los trabajadores y al que no le guste… se jode, se jode”, quizás el más entonado. La huella de la lucha se la puede palpar, aunque sabemos que algunxs le dieron la espalda aunque son parte de la comunidad universitaria. La historia dirá algo de ellos.

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“Macondo” nuevamente nos recibió y el momento fue propicio para escuchar a Darío, dueño del camping y habitante de Casa Bamba desde hace unos 20 años, y conocer parte de la historia de ese territorio, con palabras y fotografías. Desde el inicio de las explotaciones a través de canteras, pasando por el trabajo duro en la elaboración de adoquines, con avances tecnológicos de importancia, para la producción, en los comienzos del siglo pasado. Apellidos como Pagani y Chalub dejaron su marca en ese territorio, pues con mirar los recortes en las montañas la imaginación no tiene que volar tanto para saber qué hicieron. Las preguntas aclaratorias a Darío y sus respuestas fueron acompañadas por la llegada, lenta, de la noche. Hubo que encender el fuego y aprontarse para la cena o, mejor dicho, choripaneada. Charlas, comentarios, risas y hasta el canto fueron dándole vida a una noche fresca, hasta que poco a poco el descanso reparador fue llamando para que habitáramos las carpas en el tránsito hacia un nuevo día.

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En aquel mayo de 1968 los estudiantes franceses pintaban en las paredes del coqueto París: “La imaginación al poder”. No es que en este presente y en lo que vendrá trabajemos a rajatabla la consigna de hace más de 56 años, pero sí pongamos en acto una de sus palabras: “Imaginación”. El sostenimiento de la universidad pública, libre, gratuita y de calidad debe seguir siendo nuestro deber, pero para ello y por ello deberemos recurrir a la imaginación para darle continuidad a la lucha desde todos los claustros universitarios. No estuvieron mal, ni estarán mal, las tomas de facultades, las marchas, las clases públicas. Debe ser hora de buscar otros elementos, otras modalidades, otras ocurrencias para no decaer en la lucha y fortalecerla en cada paso. Si en el 2024 fue muy difícil la vida universitaria, no se nos tiene que escapar que vendrán, sin dudas, momentos mucho más difíciles o complicados. Entonces: “A luchar con imaginación”.

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Sin despertadores ni alarmas, tempranamente de cada carpa fueron saliendo sus habitantes y el arroyo, que acompañó con su cantar toda la noche, permitió el lavado de caras y una mojadita de cabeza para volver a andar. Mate, budines, trozos de tortas, galletas de todo tipo clase y color animaron el desayuno. A la hora prevista las profes Gilda, Meli y Dani nos dieron el buen día y así comenzar la segunda jornada en Casa Bamba. La casa de Silvia fue el primer escenario. Ahí, en el patio, sentados en rueda, escuchamos un relato que se humedeció con lágrimas y nos conmovió por la dureza. Nuestra anfitriona, nacida en ese territorio, contó, hasta con lujo de detalles lo que los habitantes del lugar vienen sufriendo casi desde el inicio mismo del presente siglo. Atropellos, maltratos, invasión, restricciones, enfermedades y muertes conformaron un rosario de ejemplos que con su relato nos hizo conocer. Ignorados por las autoridades comunales de La Calera (municipio al que pertenecen) no les queda otra que resistir, pues el buen vivir en ese paraíso no lo cambian por nada.

Fotografía: Martina Pagano

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“Joven es aquel que no tiene ni el cerebro marchito, ni el corazón intimidado”, algunxs atribuyen esta frase a Perón aunque todos saben que la tomó del romano Cicerón, pero al margen de la autoría lo cierto es que nuestro cerebro no está marchito ni mucho menos como para bajar los brazos y que nos lleven puesto. Mucho menos nos tenemos que sentir intimidados para abandonar la lucha y que el presupuesto universitario siga siendo unas migajas y que los salarios de docentes y no docentes no alcancen a cubrir el hambre. Está claro que ni marchitos ni intimidados nos sentimos o nos sentiremos, la universidad es del pueblo que la sostiene y no de unas pocas mentes marchitas y de corazón intimidados que sólo piensan en el negocio y poco les importa el futuro de la educación. Ni marchitos ni intimidados, por eso, y como pudimos, desarrollamos nuestro trabajo de campo esperando que en los próximos años el presupuesto universitario pueda sostener este tipo de clases que aportan a la calidad educativa. 

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De la casa de Silvia salimos con muchas preocupaciones sobre los habitantes de ese territorio en disputa. Una pasarela, media endeble, nos llevó hasta el camino que conduce al único acceso vehicular y peatonal que tiene el territorio de Bamba, desde 2019 cerrado al tránsito por un portón puesto por una minera de la que no se tiene bien en claro quién es el dueño. El recorrido por ese camino nos permitió observar y conocer todos los daños que a la montaña se le hizo, en distintos momentos, y el que se pretende seguir haciendo. Rocas y piedras (de todos los tamaños) salidas del corazón de la montaña esparcidas a la vera del camino y hasta asentadas en el curso del río. La planta trituradora de áridos (con cámaras de seguridad apuntando a todos lados), una limpieza de terreno con la intención de vaya a saber qué construir, y a lo lejos el portón del encierro que nuestra memoria visual nos permitirá traer una y otra vez para no olvidar lo que ahí ocurre. La vuelta al camping, pizzas para el almuerzo y otra vez los comentarios, los diálogos sobre lo recorrido, visto, escuchado y reconocido a lo largo de la mañana. Desarmamos las carpas y sólo nos quedó desarrollar un trabajo en afiches, con exposiciones en grupos, partiendo de la Teoría Social de Riesgo. La cátedra hizo su síntesis de lo vivido y vivenciado en cada momento del trabajo de campo, a la vez que lanzó los contenidos a desarrollar para el trabajo final del cuatrimestre.

Fotografía: Martina Pagano

El tren pasó en el horario que estaba previsto y así regresamos a Córdoba. Pero retornamos cargados de imágenes y conocimientos, de valores y de experiencias y, sobre todo, de la alta responsabilidad de la cátedra de Ambiente Físico para que el trabajo de campo, fundamental en el cursado de la misma, no se lo lleve el inexistente presupuesto como una conquista para seguir recortando en la UNIVERSIDAD PÚBLICA, GRATUITA Y DE CALIDAD.

Juan Carlos Domínguez – Córdoba, 3 de noviembre de 2024
Fotografía de portada: Joaquín Rebuffo